Cossío Martínez-Fortún, Francisco de. Sepúlveda (Segovia), 12.V.1887 – Segovia, 31.V.1975. Escritor y periodista.
El 12 de mayo de 1887 nació en el castillo de Sepúlveda (Segovia) Francisco de Cossío Martínez-Fortún.
Pocos años después de su nacimiento, en 1893, murieron con pocos meses de diferencia sus padres, Mariano de Cossío y Cuesta y Carmen Martínez-Fortún y Martínez-Talavera, y ello hizo que él y sus hermanos se trasladasen a vivir a Valladolid, al número 5 de la calle de Torrecilla, que fue palacio del conde de Cancelada y que hoy es Casa de Cultura Revilla.
Estudió el bachillerato en el colegio de San José de los jesuitas, en la vieja ciudad castellana. En 1909, terminó sus estudios universitarios de Derecho en la universidad vallisoletana, pero nunca ejerció de abogado porque en realidad lo que siempre le importó fue la literatura, la palabra escrita y la palabra compartida, es decir, la tertulia. De hecho, ya antes de terminar publicó su primera novela La casa de los linajes y también formó parte de la tertulia de artistas y escritores que se reúnen en el reservado del café Calderón. Se llegaba a este lugar descendiendo una estrecha escalera y los contertulios se acomodaban en un ángulo, cerca de la puerta que daba entrada a un pasillo del teatro. A este pintoresco lugar se acudía a las tres de la tarde, pero en realidad no se sabía a qué hora podían terminarse aquellas apasionadas discusiones.
Lo cierto es que en el Valladolid de aquellos años, tuvieron una gran repercusión, muy especialmente por los personajes que allí se reunían y, sobre todo, por los contertulios fijos entre los que se contaban, Francisco de Cossío; él mismo cuenta en sus memorias que “había llegado allí, trayendo la buena nueva —el modernismo— un estudiante de medicina vasco, Pedro Mourlane Michelena. Se vestía con un balandrán que le llegaba a los tobillos, y su melena en trova, un poco más larga que la melena romántica, la cubría, en la calle, con un sombrero puntiagudo de copa con amplias alas. En aquella vida provinciana, la llegada de Mourlane cayó como una bomba [...].
Traía un buen acopio de literatura francesa y por él nos enteramos de lo que entonces era moda en París”.
Sin duda, esa literatura iba penetrando poco a poco en el espíritu de Francisco de Cossío que junto a este pintoresco personaje, Miguel de San Román, Narciso Alonso Cortés, Zacarías Illera Medina o Vicente Marín era uno de los asistentes fijos a la tertulia. Por tal motivo, Cossío forma parte del núcleo formador de la revista Juventud Castellana, que nació del entusiasmo de este grupo de estudiantes apasionados por el modernismo y que tuvo apenas seis o siete meses de vida entre 1907 y 1908. En ella colaboraron además de los más asiduos al cenáculo del café Calderón, artistas como Ignacio Gallo, Anselmo Miguel Nieto o Francisco Prieto entre otros, aunque para el Valladolid de esos años este grupo de iniciados en el modernismo no eran más que un grupo de jóvenes revoltosos y frívolos.
Con veintidós años, contrajo matrimonio con Mercedes Corral García Mesanza, unión de la que nacieron cuatro hijos: Francisco, Alfonso, Carmen y Manuel.
Francisco de Cossío, desde sus años universitarios, estuvo en el centro de la vida intelectual vallisoletana.
Publicó en 1913 una adaptación del drama de Shakespeare Macbeth, traducido en verso castellano y, enseguida, ahora con el seudónimo de Pedro Lacer, El estilete de oro. Además y en paralelo a la recepción del Modernismo, Valladolid estuvo implicada en el proceso regionalista que vivió el país desde los últimos años del siglo xix, y Cossío tomó partido también en este campo, siendo concejal por el Partido Liberal del Ayuntamiento de Valladolid. Pronunció la conferencia inaugural en el Ateneo y la tituló Del sentimiento castellanista, discurso que generó bastante polémica y cuyas ideas básicas coinciden con el empeño de la Institución Libre de Enseñanza, y de los hombres del 98 por acercar nuestro país a Europa, pero valorando la esencia de lo español, buscando el valor de la esencia de nuestros pueblos. Se entiende que en esa exaltación del espíritu de Castilla, no pretendía Cossío seguir la línea del catalanismo cosmopolita que se reflejaba en el espejo de Europa, sino que proponía reconocer ese espíritu en los valores culturales y morales que permanecen inmutables de generación en generación.
Es en este momento cuando le llama Santiago Alba para que se incorpore a El Norte de Castilla, cuya primera colaboración apareció bajo el título genérico de “El libro de la semana”. Durante los años de la primera gran guerra, Cossío fue con mucha frecuencia a Madrid y fue en estos años cuando conoció personalmente a casi todos los escritores de la generación del 98 y a los que ya empezaban a ser los grandes de la generación siguiente, la del 14: Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, Ortega, Juan Ramón Jiménez o Martínez Sierra, y por la amistad con Fernando Díaz de Mendoza, a María Guerrero y a Eduardo Marquina, todo ello en un grato peregrinar por la Cacharrería del Ateneo, las peñas del Pombo y la de La Granja El Henar o las cenas de madrugada del Café Castilla. En 1917, publicó su primer drama, El limpio solar. Dos años después fue nombrado director del Museo de Bellas Artes de Valladolid, y su primera labor como tal fue catalogar sus fondos, pero además lo trasladó desde el Colegio de Santa Cruz, donde estaba ubicado, al de San Gregorio, y tiempo después logró para el museo la denominación y categoría de Museo Nacional de Escultura. Mantuvo el puesto de director hasta que el gobierno de la dictadura de Primo de Rivera lo destituyó del cargo.
Siendo director del museo, fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid, y su discurso de ingreso versó sobre el retablo de San Benito, obra de Alonso Berruguete. En estos momentos, fue cuando inició su sección diaria en El Norte de Castilla bajo el título de “El espectador” que, aunque cambió el título por el de “Ensayos”, se mantuvo hasta los años de la Segunda República. También desde estos momentos, inició su colaboración con otros periódicos nacionales. Al año 1924 corresponde la publicación de El caballero de Castilnovo, que fue elogiada por J. Casson desde las páginas de Le Mercure de France. En razón de algunos artículos publicados, ese mismo año tuvo que salir de España y se exilió en París, donde formó parte de un grupo de intelectuales con José Pla, Blasco Ibáñez, Santiago Alba y otros. Precisamente con motivo de varios artículos aparecidos en periódicos extranjeros, en los que elogiaba la figura de Santiago Alba, fue confinado a las islas Chafarinas en 1926, donde coincidió con Jiménez de Asúa, Arturo Casanueva y Salvador María Vila. Cossío cuenta este exilio en las islas olvidadas que enmarcan el cabo de Agua, matizado por la nostalgia y en un clima de absoluto aislamiento. Al año siguiente, regresa a Valladolid y publica su novela La rueda, que él mismo considera su novela más conseguida, aunque la crítica española no dijo casi nada de ella y, sin embargo, en la crítica inglesa y francesa fue acogida como una obra relevante y de vanguardia.
Pasa largas temporadas en París aunque sin participar de la efervescencia generalizada de los españoles que, obligados por el gobierno de Primo de Rivera, conspiraban en el café de la Rotonde en pleno distrito de Montparnasse. Cossío acudía a esta reunión, pero se mostraba en ella silencioso dado su desinterés por la política activa. También acudían allí de vez en cuando artistas, entre ellos Picasso y Juan Gris, el japonés Fujita o los escultores Manolo Hugué y Mateo Hernández. En poco tiempo, el café Le Dôme partió esta clientela pero, sin duda, situado uno frente a otro se constituyeron en el centro de la bohemia parisina.
También llegó en esos momentos, desde Fuerteventura a París, Miguel de Unamuno e inmediatamente fue al café de La Rotonde, dado que Unamuno fue siempre —como dice el mismo Cossío— un hombre de “peña”. También acuden a esta tertulia varios valencianos para hablar con Blasco Ibáñez, entre ellos Esplá. Es una época en que Cossío intima con todos ellos, especialmente con Unamuno y con el escultor Mateo Hernández.
En alguna escapada a España se estrenó otro de sus dramas, Román el rico, se publicó su novela Clara y fue elegido presidente de la Federación de Empresas Periodísticas de Provincias. En ese cargo permaneció hasta 1934, año en que fue elegido presidente de la Confederación de Empresas Periodísticas de España.
Se le concedió el Premio Mariano de Cavia de 1929 por uno de sus artículos publicados en El Norte de Castilla, titulado “Andrenio o el periodismo”. A lo largo del año 1930, realizó un largo viaje por la América latina, con estancia prolongada en Buenos Aires.
Allí coincidió con Pedro Sainz Rodríguez y también conoció a muchos escritores argentinos como Nicolás Olivari y Enrique Tuñón, aunque con los que mantuvo una amistad que duró muchos años fue con Julio Fingerit y Delfina Bunge, además de Borges. Al término de este viaje, publica el libro París-Chafarinas y otra nueva novela, Aurora y los hombres. El Gobierno de la República le repuso en su puesto de director del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, cargo en el que permaneció hasta 1961, en el que fue designado como presidente de su Patronato. A la altura de este año 1961, ya formaba parte, asimismo, del Patronato del Museo del Prado.
Los años de la Guerra Civil estuvieron marcados por la muerte de su hijo menor, Manolo, que murió a los diecinueve años en el frente de Quijorna.
Así nació su libro Manolo, publicado en el año 1937, al que la Real Academia Española otorgó el Premio Fastenrath. El libro tuvo además gran resonancia en el extranjero y fue traducido a varios idiomas. Ese mismo año publica Guerra de Salvación. Del frente de Madrid al frente de Vizcaya y además acompañó al general Carmunia en un viaje por las colonias portuguesas de África. Aparte de las crónicas, escribió un libro, África. Impresiones de un viaje presidencial. Los años inmediatamente posteriores a la guerra, Cossío publica varias obras: Meditaciones españolas (1939), Taxímetro y Cocktail sin alcohol (1940). Al año siguiente, una biografía de Carlos V y una comedia que se estrena el mismo año, y en 1942, Elvira Coloma o el morir de un siglo. Cuando publica la novela Un viaje de ida y vuelta (1943), es destituido por el Ministerio de sus cargos como director de El Norte de Castilla y de subdirector de ABC. En los años siguientes, continuó una actividad incesante entre artículos de prensa, que a lo largo de su vida fueron numerosísimos; también novelas y piezas de teatro: sirvan de ejemplo La casa de cristal o la comedia La mujer de nadie.
En 1948 hizo un largo viaje por Norteamérica y América Central, que le permitió escribir varios artículos en ABC y El Norte de Castilla. A su regreso, publica dos novelas, Cincuenta años y El hombre del suburbio (1952). También estrenó la comedia La verdad llegó tarde y, después de un largo viaje por Europa (1953), publicó Gran turismo.
A principios de 1955 murió su mujer y fue en este momento cuando publicó un artículo titulado “Seguir escribiendo”, que tuvo gran repercusión en el mundo periodístico. Sus memorias aparecieron publicadas por Espasa Calpe en 1959 bajo el título Confesiones, mi familia, mis amigos y mi época. Ese mismo año, fue nombrado Periodista de Honor. Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1962) para cubrir la vacante de Sallejo Burice, y unos años después se le nombró secretario perpetuo. Siguió escribiendo hasta casi el final de su vida. En 1971 y con motivo de la Feria del Libro de Valladolid, recibió el homenaje de los libreros españoles. Su vida se apagó en Segovia el día 31 de mayo de 1975.
Obras de ~: La casa de los linajes, Valladolid, Imprenta Carnicero Hermanos, 1906; Macbeth (adaptación de la obra de Shakespeare), Valladolid, Imprenta del Colegio de Santiago, 1913; El estilete de oro, Valladolid-La Habana, Biblioteca Studium, 1914; Las experiencias del Doctor Hausm, incluida en la 1.ª parte de “El estilete de oro”, 1923; El caballero de Castilnovo, Madrid, Editorial Marineda, 1924; La rueda, Valladolid, Imprenta Castellana, 1927; Román el rico (drama), 1928; París- Chafarinas, Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1931; Aurora y los hombres, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1931; Manolo, Valladolid, Librería Santaren, 1937 (ed. Astorga, Akron, 2008); Meditaciones Españolas, Valladolid, Librería Santaren, 1939; Taxímetro, Barcelona, Editorial Juventud, 1940; Biografía de Carlos V, Madrid, Biblioteca Nueva, 1941 (col. La España Imperial); Elvira Coloma o el morir de un siglo, Barcelona, Editorial Juventud, 1942; Cincuenta años, Madrid, Biblioteca Nueva, 1942; La casa de cristal (comedia), 1946; La mujer de nadie (comedia), 1947; La verdad llegó tarde (comedia), 1949; Gran turismo, Madrid, La Novela del Sábado, 1953; Confesiones, mi familia, mis amigos y mi época, Madrid, Espasa Calpe, 1959.
Bibl.: G. Diego, El lío de los Cossíos, Santander, La VB de Cantabria, 1930; A. Corral Castanedo (intr. y selec.), Francisco de Cossío, testigo de una época, Madrid, Espasa Calpe, 1988 (col. Austral); L. Rubio González, La literatura en Valladolid en el siglo xx, Valladolid, Ateneo, 1989; J. L. Sánchez, La voluntad regeneracionista. Esfuerzo e inercia en el Ateneo de Valladolid, 1872-1936, Valladolid, Región editores, 1998 (col. Fuente Dorada); J. B. Armenteros, Valladolid como esencia de Castilla, Valladolid, Actas del Congreso celebrado en Valladolid, 1999; A. M.ª Arias de Cossío, “Los tres hermanos Cossío en busca de lo nuevo”, en J. Casamartina i Parassols (ed.), Ángeles Santos, un mundo insólito en Valladolid, catálogo de la exposición, Valladolid, Museo Patio Herreriano, 2003.
Ana María Arias de Cossío