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François Bonvalot

Biografía

Bonvalot, François. Besançon (Francia), f. s. XV – 14.XII.1560. Embajador, humanista, canónigo y abad.

Nació en Besançon, en el seno de una familia acomodada burguesa con aspiraciones en el terreno político. Fue hijo de Jacques Bonvalot, colaborador de Nicolás Perrenot de Granvela, cuando éste recibió el oficio de juez de Besançon.

El 26 de mayo de 1510 se convirtió en canónigo de su ciudad. Desde 1513 su familia quedó emparentada con la familia Perrenot de Granvela al contraer nupcias su hermana Nicole Bonvalot con Nicolas Perrenot.

El 9 de julio de 1522 fue designado tesorero del cabildo de la catedral, cinco años más tarde alcanzaba el doctorado en leyes por la Universidad de Dole y el título de protonotario apostólico. Su carrera eclesiástica le llevaría, el 26 de junio de 1532, a la abadía de San Vicente de Besançon, y, diez años más tarde, en 1542, desempeñaba el puesto de abad de Luxeuil. François Bonvalot fue un amante de la música y del arte y desarrolló ciertos gustos humanísticos, manteniendo correspondencia con Erasmo de Rotterdam, quien le remitió una copia de su Apophthegmata. Por encima de todo, fue un hábil político. Al igual que otros canónigos de Besançon tuvo descendencia, siendo el padre de dos hijos.

En las luchas desatadas por el poder entre el concejo de la ciudad, el cabildo de la catedral y el arzobispo, François utilizó sus influencias familiares para oponerse a los intereses de la ciudad.

En 1532 persuadió a su padre para que rehusara cualquier trato con los responsables del ayuntamiento y en 1536 se manifestó contrario al acuerdo alcanzado entre el cabildo y la ciudad. Actuando conjuntamente con Perrenot en la corte imperial, los Bonvalots fueron un instrumento notable en la quiebra del poder de Simon Gauthiot d’Ancier, Jean Lambelin, y su partido.

Entre 1528 y 1544 tuvo una activa agenda en el terreno diplomático, tanto con respecto a Francia como a la Santa Sede. La rivalidad con Francia, a propósito del dominio por Italia y de otros contenciosos permanentes que enfrentaban a ambas Coronas por los Países Bajos, el Artois y, en definitiva, el ducado de Borgoña, llevaron a un largo conflicto. En 1529, un Carlos V victorioso, tras derrotar a Francisco I en Landriano, abría el camino al entendimiento diplomático, con la firma de la Paz de Cambrai o de las Damas. Gracias a la mediación de Margarita de Austria, gobernadora de Flandes y tía de Carlos V, y de Luisa de Saboya, madre de Francisco I, se lograba un acuerdo por el que los franceses renunciaban de hecho a Italia, Flandes y el Artois, a cambio de que el Emperador aceptase la pérdida del Ducado de Borgoña en beneficio de Francia.

Las inestables relaciones con Francia llevaron al Emperador a supervisar bajo una estrecha vigilancia diplomática la política gala. François Bonvalot fue el encargado de mantener distintos contactos con la corte francesa en distintas ocasiones. Su presencia en París entre 1530 y 1532, así como la incidencia de sus misiones diplomáticas especiales en 1538, 1541 y 1544 tuvieron por objeto la estabilización de estas relaciones. La Tregua de Niza, firmada en 1538 y pactada para que durase diez años, se quebró con la muerte de dos agentes franceses en el Milanesado en 1541, suceso por el que Francisco I abrió la espita a un nuevo enfrentamiento con la Monarquía española. El Emperador recuperó la alianza con Enrique VIII de Inglaterra (1543), lo que sirvió para aliviar la situación de los Países Bajos, así como el apoyo de los príncipes alemanes en la Dieta de Spira (1544) le permitieron organizar un ejército en Alemania que penetró por la Champaña en dirección a París, apoderándose de Soissons, mientras el monarca inglés desembarcaba en Normandía. Por la Paz de Crépy, firmada en 1544, Francisco I conservaba Saboya y Piamonte, aunque renunciaba a Nápoles, Flandes, el Milanesado y Artois, mientras Carlos V renunciaba, por su parte, a Borgoña.

Con respecto a la Santa Sede, en 1528 François Bonvalot fue enviado con una misión a Roma para entrevistarse con Clemente VII, en unas especiales circunstancias para la Cristiandad, dado el cerco puesto sobre Viena por los turcos. Su mediación se tradujo en el posterior Tratado de Barcelona, firmado en 1529. Quedaban atrás los sucesos trágicos con motivo del llamado Saco de Roma (5 de mayo de 1527) que conmocionaron a los contemporáneos por la serie de violencias y desmanes que asolaron la ciudad, mientras Clemente VII era hecho prisionero en el propio castillo de Sant’Angelo. En 1530 se producía la coronación imperial por el papa Clemente VII en Bolonia. La mejora en las relaciones con Roma también favoreció el apoyo del emperador a las armas del Vaticano para reponer a los Médicis en Florencia, como sucedió en 1531.

El 16 de mayo de 1544, sus compañeros, los canónigos, le eligieron arzobispo de Besançon, mientras el papa Paulo III designaba para el mismo puesto a Claude de la Baume, un niño de apenas siete años, procedente de una influyente familia. Bonvalot se dirigió inmediatamente a la corte en Bruselas, donde solicitó la mediación de Carlos V. El Emperador resolvió a favor de su oponente con la decisión de que Bonvalot administrase la sede arzobispal hasta que su rival alcanzase la mayoría de edad, lo que sucedió en abril de 1556. En esa fecha, Bonvalot se retiró con una pensión anual de cuatro mil florines a la mansión que había mandado construir una década antes, justo detrás de la catedral de Besançon, donde pasó sus últimos años hasta su fallecimiento a mediados de diciembre de 1560.

François Bonvalot fue un amante de la música y del arte y desarrolló ciertos gustos humanísticos, manteniendo correspondencia con Erasmo de Rotterdam, quien le remitió una copia de su Apophthegmata. Por encima de todo, fue un hábil político. Al igual que otros canónigos de Besançon tuvo descendencia, siendo el padre de dos hijos.

En las luchas desatadas por el poder entre el concejo de la ciudad, el cabildo de la catedral y el arzobispo, François utilizó sus influencias familiares para oponerse a los intereses de la ciudad.

En 1532 persuadió a su padre para que rehusara cualquier trato con los responsables del ayuntamiento y en 1536 se manifestó contrario al acuerdo alcanzado entre el cabildo y la ciudad. Actuando conjuntamente con Perrenot en la corte imperial, los Bonvalots fueron un instrumento notable en la quiebra del poder de Simon Gauthiot d’Ancier, Jean Lambelin, y su partido.

Entre 1528 y 1544 tuvo una activa agenda en el terreno diplomático, tanto con respecto a Francia como a la Santa Sede. La rivalidad con Francia, a propósito del dominio por Italia y de otros contenciosos permanentes que enfrentaban a ambas Coronas por los Países Bajos, el Artois y, en definitiva, el ducado de Borgoña, llevaron a un largo conflicto. En 1529, un Carlos V victorioso, tras derrotar a Francisco I en Landriano, abría el camino al entendimiento diplomático, con la firma de la Paz de Cambrai o de las Damas. Gracias a la mediación de Margarita de Austria, gobernadora de Flandes y tía de Carlos V, y de Luisa de Saboya, madre de Francisco I, se lograba un acuerdo por el que los franceses renunciaban de hecho a Italia, Flandes y el Artois, a cambio de que el Emperador aceptase la pérdida del Ducado de Borgoña en beneficio de Francia.

Las inestables relaciones con Francia llevaron al Emperador a supervisar bajo una estrecha vigilancia diplomática la política gala. François Bonvalot fue el encargado de mantener distintos contactos con la corte francesa en distintas ocasiones. Su presencia en París entre 1530 y 1532, así como la incidencia de sus misiones diplomáticas especiales en 1538, 1541 y 1544 tuvieron por objeto la estabilización de estas relaciones. La Tregua de Niza, firmada en 1538 y pactada para que durase diez años, se quebró con la muerte de dos agentes franceses en el Milanesado en 1541, suceso por el que Francisco I abrió la espita a un nuevo enfrentamiento con la Monarquía española. El Emperador recuperó la alianza con Enrique VIII de Inglaterra (1543), lo que sirvió para aliviar la situación de los Países Bajos, así como el apoyo de los príncipes alemanes en la Dieta de Spira (1544) le permitieron organizar un ejército en Alemania que penetró por la Champaña en dirección a París, apoderándose de Soissons, mientras el monarca inglés desembarcaba en Normandía. Por la Paz de Crépy, firmada en 1544, Francisco I conservaba Saboya y Piamonte, aunque renunciaba a Nápoles, Flandes, el Milanesado y Artois, mientras Carlos V renunciaba, por su parte, a Borgoña.

Con respecto a la Santa Sede, en 1528 François Bonvalot fue enviado con una misión a Roma para entrevistarse con Clemente VII, en unas especiales circunstancias para la Cristiandad, dado el cerco puesto sobre Viena por los turcos. Su mediación se tradujo en el posterior Tratado de Barcelona, firmado en 1529. Quedaban atrás los sucesos trágicos con motivo del llamado Saco de Roma (5 de mayo de 1527) que conmocionaron a los contemporáneos por la serie de violencias y desmanes que asolaron la ciudad, mientras Clemente VII era hecho prisionero en el propio castillo de Sant’Angelo. En 1530 se producía la coronación imperial por el papa Clemente VII en Bolonia. La mejora en las relaciones con Roma también favoreció el apoyo del emperador a las armas del Vaticano para reponer a los Médicis en Florencia, como sucedió en 1531.

El 16 de mayo de 1544, sus compañeros, los canónigos, le eligieron arzobispo de Besançon, mientras el papa Paulo III designaba para el mismo puesto a Claude de la Baume, un niño de apenas siete años, procedente de una influyente familia. Bonvalot se dirigió inmediatamente a la corte en Bruselas, donde solicitó la mediación de Carlos V. El Emperador resolvió a favor de su oponente con la decisión de que Bonvalot administrase la sede arzobispal hasta que su rival alcanzase la mayoría de edad, lo que sucedió en abril de 1556. En esa fecha, Bonvalot se retiró con una pensión anual de cuatro mil florines a la mansión que había mandado construir una década antes, justo detrás de la catedral de Besançon, donde pasó sus últimos años hasta su fallecimiento a mediados de diciembre de 1560.

 

Bibl.: A. Henne, Histoire du regne de Charles-Quint en Belgique, vol. II, Brussels-Leipzig, 1858-1860; A. Castán, “Granvelle et le petit empereur de Besançon, 1518-1538”, en Revue historique (RH) (París), 1 (1876), págs. 78-139; A. Rodríguez Villa, “El Emperador Carlos V y su Corte, según la correpondencia de Martín de Salinas”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XLII (1903); P. S. Allen y H. W. Garrod, Opus epistolarum Des Erasmi Roterodami, Oxford, University Press, 1906-1958; L. Febvre, “L’application du Concile de Trente et l’excommunication pour dettes en Franche-Comté”, en RH, 103 (1910), págs. 225-247; H. De Vocht, Literae virorum eruditorum ad Franciscum Craneveldium, 1522-1528, Leuven, University Press, 1928; F. Walser y R. wohlfeil, Die Spanishen Zentralbehörden un der Staatsrat Karls V., Göttingen, 1959; H. De Vocht, John Dantiscus and his Netherlandish Friend as Revealed by their Correspondence, 1522- 1546, Louvain, Leuven University Press, 1961; M. Baelde, De Collaterale Raden onder Karel V en Filips II, 1531-1578, Brussels, 1965; C. Fohlen (dir.), Histoire de Besançon, Paris, Nouvelle librairie de France, 1965; M. Bataillon, Erasmo y España: Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, trad. de A. Alatorre, México, Fondo de Cultura Económica, 1966; G. Mattingly, La diplomacia del Renacimiento, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970; P. G. Bietenholz, “François Bonvalot”, en (ed.), Contemporaries of Erasmus. A biographical Register of the Renaissance and Reformation, vol. I, Toronto- New York-London, University of Toronto Press, 1985, págs. 170-171; M. Fernández Álvarez, Carlos V, el César y el hombre, Madrid, Espasa Calpe, 1999; W. L. Bernecker, C. Collado Seidel y P. Hoser (eds.), Los Reyes de España. Dieciocho retratos históricos desde los Reyes Católicos hasta la actualidad, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1999; M. Rivero rodríguez, Diplomacia y Relaciones exteriores en la Edad Moderna. De la cristiandad al sistema europeo, 1453-1794, Madrid, Alianza Editorial, 2000; M. A. Ochoa Brun, Embajadas y embajadores en la Historia de España, Madrid, Aguilar, 2002; Historia de la diplomacia española, V. La diplomacia de Carlos V, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 2003.

 

Porfirio Sanz Camañes

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