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Manuel de Velasco y Coello y Ferreyra

Biografía

Velasco y Coello y Ferreyra, Manuel de. Villa de Prado (Madrid), 7.IV.1776 – Cádiz, 1824. Militar, artillero, mariscal de campo, Cruz de 1.ª Clase de San Fernando.

Manuel de Velasco y Coello Ferreyra fue el menor de diez hermanos, hijo del regidor perpetuo de Madrid Manuel de Velasco y Coello y de Basilia Ferreira y Campo. En toda la documentación concerniente a su persona se le conoce como Manuel de Velasco y Coello.

El 28 de diciembre de 1787, con trece años de edad, ingresó en el Real Colegio de Artillería, obteniendo el despacho de subteniente con la promoción 24, el 14 de enero de 1793.

Su bautismo de fuego tuvo lugar en la guerra contra la república francesa, al mando de una batería en la línea de Irún desde enero de 1793 hasta el 1 de agosto, que se perdió. Este desgraciado día mandaba una de las dos baterías más avanzadas, que con nutrido fuego, detuvo varios ataques del enemigo, hasta que fue tomada por asalto su posición, sufriendo el enemigo grandes pérdidas, debido a la oportuna voladura del repuesto. Pocos días después, en la defensa y pérdida de Tolosa, sostuvo con dos cañones ligeros la retirada de la retaguardia de nuestro Ejército.

Ascendió a teniente el 22 de enero de 1800. Destinado a Algeciras, donde el coronel de Artillería Juan Riosoto, que desde ese año mandaba la comandancia, se dedicó con ahínco a reforzar todos los fuertes y el artillado de los cañones, para la defensa de la bahía, por el estado de abandono en que se encontraba.

Al llegar Manuel, se le encomendó el mando del fuerte de Santiago y, a principio de julio de 1801, temiendo un desembarco, el fuerte fue reforzado con soldados del Regimiento de Caballería de Dragones del Rey. El día 5 de ese mes, por la tarde, fue avistada en la Comandancia de Algeciras la flota británica, en guerra con España. A las ocho de la mañana del día siguiente comenzó una gloriosa jornada para la artillería de costa. En ella, la actuación de Manuel volvió a sobresalir, al mando de la Artillería del fuerte, desarbolando y obligando a rendir, después de seis horas de combate, el navío inglés Hannibal de setenta y cuatro cañones, y contribuyó con sus certeros fuegos a rechazar otros cinco navíos de la misma flota.

El 9 de julio de 1802 ascendió a 2.º capitán y ayudante mayor, y el 16 de septiembre de 1804, a capitán de 1.ª.

En 1808, al iniciarse la guerra contra los franceses, se encontraba destinado en el 2.º Regimiento. Al oponerse la Junta de Cartagena a las Actas de Bayona, se le eligió para que saliese hacia la ciudad de Valencia, y proclamara rey a Fernando VII en los diferentes pueblos por los que pasó, camino de la capital del Turia, a cuya defensa se incorporó.

El mariscal Moncey, al frente de una fuerte columna, alcanzó Valencia después de varias escaramuzas en el camino y, seguro de una rápida victoria, instó su rendición varias veces. Ante la negativa de la misma, le puso sitio. Se reforzó toda la muralla y especialmente entre las puertas de Quarte y San José, puntos por donde se esperaba el ataque principal. En el lugar que se elevaba la antigua torre de Santa Catalina, se construyó un gran parapeto con amplios fosos, en la que se asentaron piezas de grueso y mediano calibre, que flanqueaban con sus fuegos la avenida que conducía a las citadas puertas. El mando de esta artillería se lo dieron a Manuel.

El día 28 de junio iniciaron el ataque las fuerza francesas, siendo valerosamente rechazados tres asaltos sucesivos. Al día siguiente, el mariscal Moncey, tras evaluar sus pérdidas, decidió levantar el sitio. Libre Valencia, por su arrojo y distinguida conducta se le concedió el grado de teniente coronel.

A continuación fue nombrado jefe de la Artillería de la División del general O’Neylle, destinada al socorro de la ciudad de Zaragoza. Posteriormente, en la reunión de los Ejércitos de Aragón y Valencia se le nombró comandante general de su Artillería. Al mando de ella destacó en la batalla de Tudela, el 23 de noviembre de 1808, logrando salvar nueve piezas y todo el parque de reserva, con el que se incorporó a Zaragoza. Por su actuación, el capitán general de Zaragoza le graduó de coronel con antigüedad del propio día de la acción.

Participó en el segundo sitio de Zaragoza y mandó la línea de baterías del Arrabal, posición que fue briosamente atacada el 21 de diciembre de 1808 por la División Gazan, donde de nuevo Velasco, junto con sus artilleros, dio prueba de gran valor, fortaleza y conocimiento del oficio.

El coronel Fernando García Marín, testigo de aquella lucha de gigantes, escribió en su libro Memorias para la historia militar de España: “Mientras el Mariscal Moncey, desplegando sus inmensas masas, se aproximaba á la capital por su derecha, atacó el Mariscal Mortier, y bajo sus órdenes el General de división Gazan en la tarde del 21 de diciembre por la parte del Arrabal con 13.000 hombres, la mayor parte granaderos, divididos en siete columnas. En los fastos militares se refieren pocos ataques más atrevidos, impetuosos y sangrientos; y jamás el espíritu enardecido de los combatientes, se manifestó con rasgos más imponentes y heroicos. Los franceses, llenos de ardor, temerariamente audaces y exaltados hasta el extremo, á medida que hallaban mayor resistencia, se arrojaban á paso de carga y con invencible osadía sobre las baterías del Rastro y del Tejar, erizadas de cañones, llegando hasta el pie de ellas donde pagaban con la vida su bárbaro atrevimiento. Nuestra metralla hacía estragos espantosos en sus columnas, que al instante eran reemplazadas por otras que las seguían. para ser sucesivamente destrozadas. Al mismo tiempo la espada de la caballería y el fuego bien dirigido de nuestra infantería, acabaron de derrotar al enemigo, que tuvo que huir vergonzosamente en pleno desorden, arrojando las armas y dejando en el campo de batalla más de 4000 cadáveres”.

“Todos los Generales, oficiales y cuerpos que tuvieron parte en tan gloriosa jornada, se portaron con intrepidez y serenidad digna de los más altos encomios; pero, quien justamente llamó la atención del general en jefe y del Ejército por su pericia y extraordinario valor, en aquella tarde memorable, fue el coronel don Manuel de Velasco, comandante de las baterías, al cual podemos decir en obsequio de la verdad, se debió en gran parte la completa victoria que conseguimos sobre el enemigo. Este jefe singular llevó su bizarra, serenidad‚ é inimitable presencia de ánimo, hasta el peligroso extremo de ponerse de pie varias veces á cuerpo descubierto sobre la cresta del parapeto, con el fin de observar los movimientos y dirección del enemigo, y correr de una á otra batería, para contenerle y rechazarle, despreciando el vivo fuego que se le dirigía con inminente riesgo de ser sacrificado.

Colocado al lado del obús ó del cañón, no permitía que disparando sin objeto cierto y próximo se desperdiciase un solo tiro. Los artilleros con el botafuego en la mano, fija la vista en su comandante en actitud de esperar sus órdenes, se impacientaban de la flema que al parecer mostraba, pero que sabiamente regulaba con el tiempo que los precipitados franceses debían tardar en ponerse al alcance de la metralla que, sin perder un grano, vomitaban sobre ellos las fulminantes máquinas, destrozando columnas enteras y cubriendo el campo de cadáveres y miembros mutilados”.

“Nada resistió al acertado manejo de estos tremendos instrumentos de la devastación y la muerte, dirigidos por aquel diestro jefe, que adquirió en una tarde muchos siglos de gloria. El general en jefe, justo apreciador del mérito distinguido, le promovió sobre el campo de batalla á Brigadier de los Reales Ejércitos, con universal aceptación y complacencia de cuantos habían admirado los brillantes hechos y señalados servicios que acababa de contraer, y debían ser tan útiles y de tan trascendentales consecuencias para los ulteriores progresos de nuestras armas y de la defensa de Zaragoza en que ya nos veíamos empeñados”.

Respecto a este hecho Ignacio de Asso, redactor de la Gaceta del Sitio, decía en su número del 24 de diciembre: “Es excusado todo encarecimiento para representar el heroísmo, pericia y singular esfuerzo de los oficiales de artillería, los cuales, en la defensa de las baterías, elevaron á muy altos quilates el gran renombre y clarísima fama de nobilísimo Cuerpo”.

Diez días antes de rendirse la plaza de Zaragoza, enfermó por la epidemia de peste que asolaba la ciudad en aquellos momentos y se ocultó en casa de un zapatero, que le auxilió en su fuga hacia Valencia.

Destinado a Cataluña, el conde de La Bisbal le confirió el mando de una brigada de Infantería y, posteriormente, el 1 de mayo de 1810, de comandante general de Tortosa, en cuya plaza realizó obras de defensa y acopio de alimentos. Efectuó también una salida para destruir los trabajos del enemigo.

Relevado de su cargo, se incorporó al Ejército de Operaciones, al mando de una brigada, y participó, el 14 de septiembre de 1810, en la acción del Coll de la Riva, La Bisbal, la Cerdaña y Cardona y en la reconquista de Puigcerdá. Por su valor y arrojo le concedieron la Cruz de 1.ª Clase de la Orden de San Fernando.

En toda la guerra contra el francés, sólo se concedió al Cuerpo de Artillería una Cruz Laureada, y otras siete de 1.ª Clase de la citada Orden.

El 1 de noviembre de 1810 fue destinado como gobernador y comandante general de Seo de Urgell, obligando a las tropas francesas a levantar el sitio de esta plaza.

En 1811, Manuel fue destinado a Tarragona, que se hallaba sitiada, defendiendo bizarramente el Arrabal de la ciudad. Saliendo de ella al mando de una brigada para realizar una acción de castigo, pero antes de que se produjese su regreso, capituló la ciudad, y se incorporó con su unidad a Valencia.

Una vez allí, el general Blake lo nombró 2.º gobernador.

En la batalla de Sagunto, el 25 de octubre de 1811, mandó la División de Reserva y cubrió con ella la retirada del Ejército derrotado sobre Valencia.

Caída ésta el 9 de enero de 1812, fue hecho prisionero y mandado a Francia, de donde logró evadirse el 20 de enero de 1814. Al volver, concurrió a la invasión del territorio enemigo, mandando la brigada del Ejército de la Izquierda Durante los años siguientes, ya de mariscal de campo, pese a sus fuertes convicciones liberales, se mantuvo leal a Fernando VII. Combatió el pronunciamiento de Riego, en 1820, como jefe de la Artillería, del Ejército que mandaba el general Freire, participando en el sitio a San Fernando.

Después del triunfo de los liberales, con el Rey a la cabeza, ya no disimuló sus opiniones. Nombrado gobernador militar de Madrid en 1820, fue relevado del cargo precipitadamente en septiembre, aunque poco después, el 26 de diciembre, se le designó capitán general de Extremadura y, posteriormente, de Sevilla.

En diciembre de 1822 pasó a comandante general de Aragón.

En 1823, al finalizar el Trienio Liberal, se refugió en Cádiz junto con el coronel José Andía, con la salud muy deteriorada. Destinado a Córdoba el 19 de abril de 1824, se excusó por razones de salud y procedió a esconderse. Se le suspendió de sueldo y se le buscó sin éxito durante varios meses. Murió este año, siendo enterrado bajo falso nombre para evitar las represalias contra sus encubridores.

Así acabó el teniente coronel, capitán de artillería, Vicente de los Ríos, en una biografía sobre él: “así sucumbió D. Manuel de Velasco á la edad de 48 años.

Si sus altos hechos le conquistaron el lauro de los héroes, ¿Quién figuraría con mejor derecho en el insigne martirologio de los artilleros españoles?”. En el año 2001 se rindió homenaje a su valor, y se le dio su nombre al acuartelamiento de Artillería, en Algeciras.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, exp. personal; Archivo Personal Eduardo García- Menacho.

Memorial de Artillería, serie 3, t. 19; A. Alcaide Ibieca, Historia de los dos sitios que pusieron a Zaragoza en los años 1808 y 1809 las tropas de Napoleón, Madrid, 1830; E. Guiu y Marti, Año Militar, Barcelona, F. Giró, 1890; M. de la Sala Valdés y García Valdés, Obelisco Histórico en Honor de los Defensores de Zaragoza (1808-1809), Zaragoza, 1908; J. Vigón, Historia de la Artillería Española, Madrid, Consejo Superior de investigaciones Científicas (CSIC), 1947; V. Pérez de Sevilla y Ayala, La Artillería Española en el sitio de Cádiz, Cádiz, Instituto de Estudios Gaditanos, 1978; E. García- Menacho y Osset, Efemérides Artilleras, Segovia, Patronato del Alcázar de Segovia, 1990; R. Vidal Delgado, El Fuerte de Santiago y la batalla de Algeciras, Algeciras, Edita Regimiento de Artillería de Costa n.º 5, 2000.

 

Eduardo García-Menacho y Osset

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