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Mateo Imberto

Biografía

Imberto (Ymberto), Mateo. Estella (Navarra), c. 1549 – Segovia, 29.XI.1597. Ensamblador, entallador y escultor.

Cabeza visible del compacto grupo de escultores y ensambladores navarros y vascos que trabajaron en Segovia a finales del siglo XVI. Hijo del escultor estellés Juan Imberto I y de Juana de la Torre; hermano Juan Imberto II, y de los también escultores Pedro y Bernabé Imberto, hijos de Catalina de Salinas; tío del también escultor Juan Imberto III y padre de Juanes de Imberto (c. 1580). Pasó joven a Segovia, donde contrajo matrimonio en marzo de 1576 con María López en la iglesia de San Miguel. Tres de sus hijas casaron asimismo con maestros de profesiones hermanas: la mayor, María (nacida en 1577), con el escultor navarro Juan Jiménez de Alsasua y luego con el maestro de carpintería Juan de Angulo; Juana, con el arquitecto y ensamblador Juanes Mugaguren; Ana (1586), que permaneció soltera, y Catalina que casó con el entallador Juanes de Aguirre, cuyos hijos siguieron también la profesión, y su hija María fue mujer del maestro de arquitectura Pedro Monasterio.

Desplegó su labor en la diócesis de Segovia, pero también en el norte de Madrid, en tierras de la archidiócesis toledana y, de modo más excepcional, en Martín Muñoz de las Posadas, entonces del Obispado de Ávila.

En mayo de 1572 aparece reclamando en Segovia ciertas sumas a Francisco Giralte, acaso relacionadas con el retablo mayor de El Espinar. Colaboraría por entonces con el escultor de Torrelaguna Juan Calderón, a quien en enero de 1573 reclamaba también algún dinero por el tiempo que trabajó en su taller. En octubre de este mismo año se obligaba a hacer con el escultor Pablo de Villoldo el retablo de las madres concepcionistas de esta localidad madrileña, que aún llegó a ver Ponz. Unos meses después consta la incorporación a su taller como aprendiz de Martín Navarrete, para formarse como ensamblador. Por muerte de Juan Manzano, logró en 1577 la licencia para hacer un retablo colateral de Castiltierra, y tres años después pleiteaba por haberse encomendado a Pablo de Villoldo la talla del retablo mayor parroquial, sobre la que aducía tener derechos. De 1581 son diversas licencias diocesanas de obras, compartidas con Alonso de Herrera, entre ellas el retablo mayor y la custodia Arahuetes y los colaterales de Valdesimonte.

A principios de 1583 trabajaba en el retablo mayor de la parroquial de Cabezuela, del que sólo quedan las pinturas de Diego de Aguilar. Y años después ejecutó ampliaciones en el retablo mayor de Navares de Cuevas (de Aguilar y Tejares) y en el de Aldeanueva de Monte, comenzado por Juan Manzano, y realizó un retablo para la iglesia de Campo de San Pedro (1585), una imagen de la Virgen del Rosario (1588) de Chozas de la Sierra (Soto del Real) y un retablo de esta advocación para Puebla de Pedraza (1589).

El encarcelamiento del entallador abulense Antonio Martín en Torrelaguna puso en 1588 en sus manos la creación del retablo mayor de la parroquial de Martín Muñoz de las Posadas, que ambos se habían obligado a realizar en abril de 1584 y en el que colaboraría el escultor Pedro Rodríguez. Realizó también para esta iglesia el arca del Santísimo.

Fue llamado entonces a Villacastín, donde por encargo de varios cofrades había hecho ya con Alonso de Herrera el retablo de la ermita de San José (1586), encomendándosele ahora del ensamblaje del retablo mayor parroquial (29 de junio de 1589), sobre traza del jesuita Andrés Ruiz, en el que contó con la colaboración de Juanes de Aguirre y en el que intervendrían los escultores Pedro Rodríguez, Mateo Martínez y Juan Vela, y el pintor Alonso de Herrera. Siguió a ello el contrato de la custodia (1593) y, luego, siempre bajo la supervisión y probablemente con traza del arquitecto jesuita, los de los retablos colaterales, encargo de Ana Mexía de Tovar y Alonso Mexía de Tovar, en los que también trabajaron Pedro Rodríguez y Alonso de Herrera.

No mucho después hubo de comenzar el no menos clasicista retablo mayor de la parroquial de Campo de San Pedro —entonces Campo de Maderuelo— y realizó una talla de la Virgen del Rosario para Porquerizas, actual Miraflores de la Sierra (1596). Más dudoso es que llegara a intervenir en el retablo de la parroquial de Santiago de la localidad vallisoletana de Alcazarén, que tenía acordado realizar junto con el escultor Jerónimo de Amberes, y poca ocasión tendría de hacerlo en los colaterales de la iglesia de Fuentemizarra que, a su muerte, se encargó de realizar su yerno, Juanes de Aguirre. Entre sus últimos trabajos estaría la custodia-tabernáculo de la iglesia parroquial de los Huertos.

Parece probable que sea suyo el retablo de la capilla de los Mexía de Tovar en la iglesia de Villacastín, en el que intervino también Alonso de Herrera y que antecede a los tres retablos principales del templo, realizados por ambos.

Representa en la vertiente más nítida del clasicismo herreriano en la retablística local, no sólo en las obras inspiradas por el hermano Andrés Ruiz (SJ); pero resulta difusa su trayectoria personal con anterioridad a 1588. Menos nítida es aún su labor como escultor y entallador; aunque pronto dejó lo relativo a estas disciplinas en manos especializadas, trabajando sólo como retablero, a diferencia de sus parientes navarros.

Fue enterrado en el convento de la Merced de Segovia.

 

Obras de ~: Retablo, capilla de los Mexía de Tovar, iglesia de San Sebastián de Villacastín (Segovia), c. 1587 (atrib.); Retablo mayor, iglesia parroquial de Martín Muñoz de las Posadas (Segovia), 1588-1593; Retablo mayor y custodia, iglesia parroquial de Villacastín (Segovia), 1590-1593 y 1595-1597; Retablo del Rosario, iglesia de Villacastín (Segovia), c. 1591-1595; Retablo de Santa Ana, iglesia de Villacastín (Segovia), 1591-1593.

 

Bibl.: A. Ceán Bermúdez, Diccionario Histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, II, Madrid, Viuda de Ibarra, 1800, pág. 273; J. J. Martí y Monsó. “Pleitos de artistas, Un retablo para la iglesia parroquial de Pedraza (Segovia)”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excurciones (1907), pág. 38; A. Ibot León, La iglesia de San Sebastián de Villacastín, Segovia, 1922; J. de Vera, “Sobre el retablo mayor de la iglesia de Villacastín”, en Estudios Segovianos (ES), II (1950), pág. 155; M. Q.(uintanilla), “El retablo de Torrelaguna”, en ES, IV (1952), págs. 203 y ss.; M. Quintanilla, “Notas para un diccionario de artifices Segovianos”, en ES, XIV (1962), pág. 131; F. Martín Martín, Un templo segoviano, Segovia, Caja de Ahorros, 1979, págs. 33, 34 y 45- 49; P. L. Echevarría Goñi, “Orígenes y proyección del manierismo romano navarro”, en Symbolae Ludovico Mitxelena Septuagenario Oblatae (1985), págs. 1379-1380; M. Villalpando, Artistas en Segovia siglos XVI y XVII, Segovia, Caja de Ahorros, 1985, pág. 83; F. Collar de Cáceres, Pintura en la antigua diócesis de Segovia, 1500-1631, Segovia, Diputación Provincial, 1989, passim.

 

Fernando Collar de Cáceres

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