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Jerónimo Soriano

Biografía

Soriano, Jerónimo. Zaragoza, c. 1480 – Valencia, p. m. s. xvi. Jurista al servicio de la Germanía de Valencia.

Probablemente de origen converso, en 1507 se estableció en Cáller (Cerdeña) donde ocupó importantes cargos oficiales: regente de la cancillería, abogado fiscal y del estamento militar, clavario, abogado y jurat en cap de la ciudad. En 1508 demostró su capacidad diplomática al lograr que la armada del papa Julio II no saquease la ciudad. A la muerte de Fernando el Católico, en 1516, se esforzó por conseguir que el vacío de poder no repercutiese negativamente en las preeminencias reales, logrando que permaneciese en su cargo el virrey de Cerdeña Ángel de Vilanova. Sin embargo, este brillante protagonismo en la vida pública le granjeó envidias y odios.

Decidió establecerse en la ciudad de Valencia, aconsejado por el poderoso conde de Oliva y otros influyentes valencianos de quienes era procurador en Cáller.

Desembarcó en Valencia en julio de 1518 y al mes siguiente marchó a Zaragoza, donde sus servicios como abogado fueron reclamados por el conde de Aranda. Regresó a Valencia en abril de 1519 y el 14 de julio el Emperador le nombró comisario para esclarecer los sucesos de Albarracín por el grave insulto perpetrado contra su obispo, logrando, Soriano, la pacificación de dicha ciudad. En noviembre estaba de vuelta en una Valencia convulsionada por la Germanía.

Debido a los graves tumultos y a la insistencia de la nobleza, el Monarca había prohibido al pueblo el uso de las armas que en un primer momento había autorizado.

Los líderes agermanados, ante su inexperiencia en temas jurídicos, intentaron concertar los servicios de Soriano, el cual no quiso comprometerse con ellos mientras el Monarca no se lo autorizara. Sí aceptó, en cambio, el ofrecimiento de los superiores de la orden franciscana para que investigara los escándalos denunciados en el monasterio valenciano de Santa Clara. Soriano consiguió la reforma del citado monasterio, al tiempo que se granjeó la animosidad de algunos nobles implicados en estos desórdenes. Carlos V con objeto de protegerle de posibles venganzas, le puso bajo su salvaguarda.

Escudado en esta protección, Soriano decidió cooperar con los agermanados, pero tuvo que abandonar pronto esta colaboración, ante las presiones de los poderosos enemigos de la Germanía y sólo la asumió de nuevo al recibir orden expresa del Emperador.

Su relación con Diego Hurtado de Mendoza, nombrado virrey de Valencia en abril de 1520, fue problemática.

Soriano criticó abiertamente el proceder de aquél cuando declinó reconocer a los representantes del pueblo, y tomar abiertamente partido por la orgullosa nobleza valenciana. Pero no por ello dejó Soriano de condenar los tumultos organizados por los agermanados que provocaron la huida del virrey de la capital. Se esforzó en conseguir, como abogado del pueblo, una colaboración más estrecha con Bernat Despuig, maestre de la orden de Montesa, defensor de unas posiciones más conciliadoras respecto a la Germanía y que había sido encargado por el Emperador de retomar las negociaciones con los agermanados.

A petición de Despuig y después de que éste le prometiese su protección, Soriano se avino a redactar las instrucciones para una nueva embajada de la Germanía ante Carlos V, a pesar de que el abogado le advirtió que los agermanados deseaban incluir en ellas graves acusaciones contra el virrey, oficiales reales y caballeros, y temía ser acusado de ser su inspirador.

Con la llegada a Valencia, en octubre de 1520, del secretario del Emperador, Juan González de Villasimpliz, Jerónimo Soriano fue elegido para acompañarle en su misión pacificadora por el reino, mostrándose incansable en suplicar a las poblaciones de realengo agermanadas que permaneciesen fieles a Carlos V y cumpliesen sus órdenes referentes a la disolución de la Germanía. Contrario a las propuestas de los agermanados radicales, intentó que el virrey aceptase su renuncia al cargo de abogado del pueblo y poder así abandonar la ciudad de Valencia, lo que no pudo hacer hasta el 3 de julio de 1521. El virrey, por recomendación del maestre de Montesa, y olvidando antiguas susceptibilidades, requirió la colaboración de Soriano, encargándole el avituallamiento del castillo de Denia.

A finales de julio, después de la victoria agermanada de Gandía, Soriano, al ver perdida la fortaleza a su cargo, huyó por mar hacia Moncófar, para dirigirse a la vecina Nules y unirse al ejército del duque de Segorbe.

Allí, el duque de Villahermosa le encargó la misión de conseguir que sus vasallos abandonasen la Germanía y prestasen fondos para avituallar el ejército del virrey. Éste, en septiembre de 1521, con el beneplácito del estamento militar, eligió a Soriano embajador en el reino de Aragón, con la misión de informar a las autoridades de los crímenes de los agermanados y recabar préstamos de los diputados aragoneses.

A su regreso de Zaragoza en noviembre de 1521, el virrey, que ya había conseguido la capitulación de la ciudad de Valencia, le encargó el avituallamiento del ejército en la campaña contra las poblaciones aún rebeldes de Játiva y Alzira. Poco después le ofreció el cargo de fiscal en los procesos que se iban a incoar contra los agermanados de la gobernación de Orihuela, pero Soriano no pudo aceptarlo porque había sido elegido por el maestre de Montesa como embajador ante el nuevo Pontífice, Adriano VI, que se encontraba en Zaragoza. Soriano debía pedir al Papa medidas contra el fenómeno de los “encubiertos”, y la excomunión para los habitantes de Játiva y Alzira por su decidido apoyo a la causa de aquellos peligrosos visionarios.

En 1524, con la llegada a Valencia de la nueva virreina, Germana de Foix, todos los servicios prestados a la causa imperial no bastaron para redimir a Soriano de la acusación de haber sido uno de los instigadores de la revuelta agermanada, lo que se tradujo en una acusación criminal de la que, finalmente, quedó absuelto.

 

Bibl.: M. de Viciana, Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia. Libro IV, Barcelona, Casa de Pablo Cortey, 1566 (ed. de J. Iborra, Valencia, Universitat de València, 2005); R. García Cárcel, Las Germanías de Valencia, Barcelona, Edicions 62, 1975; E. Durán, Les Germanies als Països Catalans, Barcelona, Curial, 1982; Cròniques de les Germaníes, València, Eliseu Climent, 1984; V. Vallés Borràs, “Germania i senyoriu: la Baronia de Carlet”, en Al-Gezira, 3 (1987), págs. 133-157; “Relacions entre la Junta dels Tretze de la Germania de la ciutat de València i els síndics del poble de la vila d’Alzira”, en Al-Gezira, 6 (1990), págs. 275-284; Bases ideológicas y programa reivindicativo de la Germanía, Borriana (Castellón), Ediciones Histórico-Artísticas, 1990; R. Pinilla Pérez de Tudela, Valencia y doña Germana. Castigo de agermanados y problemas religiosos, Valencia, Generalitat Valenciana, 1994; V. Vallés Borràs, “Vida pública i mort de Joan Caro, mercader”, en R. Narbona et al., L’univers dels prohoms. Perfils socials a la València baix-medieval, Valencia, Eliseu Climent, 1995, págs. 257-291; “La Germanía (1519-1522). Un movimiento social en la Valencia del Renacimiento”, en Conflictos y represiones en el Antiguo Régimen, Valencia, Universidad, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Historia Moderna, 2000, págs. 11-20; “Les ambaixades de la Germania davant Carles I”, en L’Avenç, 244 (2000), págs. 36- 60; “Notarios y juristas al servicio de la Germanía”, en Estudis, 26 (2000), págs. 203-225; La Germanía, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2000.

 

Vicente J. Vallés Borràs

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