Argañaraz y Murguía, Francisco de. Universidad de Amezqueta (Guipúzcoa), s. xvi – San Salvador de Jujuy (Argentina), s. xvii. Conquistador y fundador de San Salvador de Jujuy (Argentina).
A diferencia de otros conquistadores de su época, se conocen los datos fundamentales de la vida de Argañaraz gracias a su extensa relación de méritos, y a un conjunto de documentos conservados en el Archivo General de Indias (AGI), en los que, primero su viuda, y después su extensa parentela, reclamarían al Consejo de Indias los honores y premios que le correspondían al fundador de Jujuy por su larga y fecunda trayectoria al servicio de la Corona de España. En la relación citada (La Plata, 24 de diciembre de 1597. AGI, Patronato 57), se incluían los méritos de los antepasados de Argañaraz, sobre todo, los de su padre.
No se conoce, sin embargo, su fecha de nacimiento, a pesar de que algunos historiadores locales jujeños, entre ellos Miguel Ángel Vergara, dan como fechas probables entre 1560 y 1565. Tampoco hay constancia hasta el momento de la fecha de su muerte, aunque en 1613 su mujer aparece en la documentación como viuda. Hijo legítimo y primogénito del capitán Martín de Ochoa de Argañaraz y de Leonor de Murguía, señores de la casa y solar de Argañaraz en Guipúzcoa, Argañaraz creció en el seno de una familia de hidalgos, de buen nombre, pero, según su trayectoria posterior, de poca o nula fortuna.
Su madre figura como hija legítima de Amadís de Murguía, señor de la casa y palacio de Murguía en la frontera con Francia. En lo que respecta a su padre, las fuentes son mucho más explícitas. Descendiente del capitán Martín de Ochoa y Argañaraz y de María López de Verástegui, hija de Juan Martínez, señor de la casa de Verástegui en Navarra. En suma, todos hidalgos notorios de buena cuna, algunos de ellos dedicados al servicio de las armas. Su bisabuelo estuvo al servicio de los Reyes Católicos.
Su abuelo, Martín Ochoa de Argañaraz, tomó parte en campañas militares en Alemania y Francia. Larga y prolija en detalles es la relación de méritos de Martín de Ochoa, padre de Francisco de Argañaraz, defendida por este último como carta de presentación ante los reyes de España. Sin duda, su padre, como tantos otros hidalgos, se dedicó a la carrera de las armas, probablemente la única salida honrosa para buena parte de los segundones de la tradicional nobleza castellana. En este sentido, después de militar en las tropas de Carlos V en las guerras europeas, se enroló en la hueste de Pedro Menéndez de Avilés con destino a la conquista de la Florida, al parecer como responsable de un buen grupo de guipuzcoanos y vizcaínos. Después de notables servicios, Martín encontraría la muerte en Florida al servicio de la Corona española, dejando un patrimonio de honor a toda su familia, pero también una herencia en deudas lo suficientemente importante para que su hijo, Francisco de Argañaraz, el 24 de diciembre de 1597 en la información realizada en la Plata (Charcas) declarase que su padre murió “dejándolo en mucha pobreza y quedando empeñada la casa solariega y el mayorazgo” (AGI, Patronato 51, n.º 3, Ramo 10).
Similares declaraciones haría su mujer, Bernardina de Miraval, en 1613 en una información dirigida al Rey solicitando ciertas mercedes en virtud de los méritos de su difunto esposo. En estos términos se expresaba Bernardina: “era un soldado sin fortuna con solo una capa al hombro y debiendo mucha plata en esta gobernación. Era un caballero de capa y espada pero sin fortuna” (AGI, Charcas 106, n.º 5). Una relación completísima y detallada de todo el linaje de Francisco de Argañaraz puede consultarse en las obras, citadas en la bibliografía, de Jorge C. Zenarruza, aunque, y en opinión de la autora de esta biografía, con algunos errores y, quizás, con demasiadas exageraciones en lo referente al linaje y antecedentes familiares del fundador de Jujuy.
La ruina de la familia fue la causa por la que Martín de Argañaraz, hermano de Francisco, se enrolase en los ejércitos de Flandes, donde encontró la muerte. Por su parte, Francisco en 1581 solicitaba la licencia de la Casa de la Contratación para marchar a América. Se sabe por el testamento de su madre, Leonor de Murguía, que tuvo que solicitar un préstamo, diez ducados de oro, al escribano Martín de Aztina, para poder viajar a la ciudad de Sevilla donde conseguiría la licencia en marzo de 1582. En ella, además de constar los nombres de sus padres y el lugar de origen, figuraba como soltero. En 1582, y según las fuentes consultadas, Francisco de Argañaraz estaba en Perú, donde, amparado por un pariente cercano, empezó a buscar la financiación necesaria, sin duda a crédito, tanto en Perú como en Potosí para formar parte de alguna de las expediciones que en esos años aún se estaban organizando.
Ello no se hizo esperar, pues en 1585 llegaba a La Plata (Bolivia) Juan Ramírez de Velasco, el nuevo gobernador de las provincias del Tucumán. Argañaraz sería uno de los integrantes de la hueste de Velasco, entrando en Santiago del Estero, capital de la gobernación, el 17 de julio de 1586 según su Relación de Méritos y Servicios (AGI, Charcas 47).
A pesar de que algunos de los biógrafos de Argañaraz insisten en sus extraordinarios servicios militares bajo las órdenes del gobernador Velasco, se tienen pocos datos precisos sobre sus actividades entre 1586 y 1592. Avecindado en Santiago del Estero, y perteneciendo a su cabildo como regidor en el año 1587, contrajo matrimonio con Bernardina de Miraval, hija de uno de los personajes más destacados e influyentes de la gobernación, Hernán Mejías de Miraval. Parece que el futuro fundador de Jujuy de momento prefirió formar una familia y echar raíces en su nuevo destino. No tardaría, sin embargo, en distinguirse militarmente.
En estos primeros años de la existencia de la gobernación del Tucumán, la política fundamental de todos los gobernadores fue la fundación de ciudades y el control de un territorio hostil por la existencia de numerosos grupos indígenas poco o nada dispuestos a someterse a los españoles. Precisamente hubo dos intentos frustrados de fundar una nueva ciudad en el valle de Jujuy, enclave realmente necesario para la comunicación entre Perú, la gobernación de Tucumán y el Río de la Plata, y donde hasta el momento no había podido realizarse fundamentalmente por la existencia de grupos indígenas, los Omahuacas, en la quebrada del mismo nombre (Humahuaca, Argentina) que desde un primer momento plantearon una tenaz resistencia al dominio español. En opinión de la doctora Lorandi, uno de los caciques, Viltipoco, tenía en la región de Omahuaca el mismo poder de convocatoria que el cacique Calchaquí había tenido más al sur.
A principios de 1593 Francisco de Argañaraz solicitaba del gobernador Ramírez de Velasco el permiso para fundar un asiento de españoles en Jujuy.
El 25 de enero de ese mismo año, Juan Ramírez de Velasco daba su autorización. Una vez más se tiene que recurrir a la información realizada por Argañaraz el 25 de diciembre de 1597 en la Plata. Son bien elocuentes los párrafos dedicados a la organización de la entrada al Valle de Jujuy: “Fui a conquistar el dicho valle reclutando para ello a soldados y amigos, con mucha costa de mi hacienda, sin socorro ni favor alguno porque no lo he tenido de vuestra real caja [...] y he consumido toda mi hacienda y más de treinta mil pesos de la dote de mi mujer, Doña Bernardina de Miraval, y estoy empeñado en más de quince mil pesos que debo en esta villa de Potosí”.
En efecto, Argañaraz para poder cubrir todos los gastos de la expedición tuvo que recurrir a la dote de su mujer y a préstamos al parecer obtenidos en Potosí, además de diecinueve mil pesos que le facilitó su suegro, información esta última no confirmada documentalmente. Por otra parte, en las instrucciones de Ramírez de Velasco se especificaba la obligación de Argañaraz de “sustentar la dicha población por tiempo de seis años y socorrer a los que tuvieren necesidad con parte de vuestra hacienda”. Muy similares fueron los testimonios de algunos vecinos de la ciudad de San Salvador de Jujuy y de su propia mujer. No sólo se invirtió buena parte de la fortuna de los Miraval en la fundación de la ciudad, sino que además, las deudas siguieron aumentando puesto que Francisco de Argañaraz se vio en más de una ocasión en la obligación de ayudar económicamente a buena parte de sus hombres. Los testigos de la probanza de la Plata así lo confirmaron: “Ha sido muy grande el gasto porque ha tenido que sustentar a veinte y treinta hombres, continuamente en su mesa, dándoles de comer y además, caballos, herrajes y pertrechos acudiendo a valer a los pobladores con grandes ventajas”. De todo ello se lamentaron repetidas veces tanto su viuda como su extensa descendencia, solicitando del Rey nombramientos, encomiendas y cargos para poder recuperar parte de lo invertido. Sin duda, en los intereses privados de los conquistadores hay que buscar las claves para explicar el vasto y acelerado movimiento de expansión y ocupación del continente.
La recluta de los miembros de la expedición tampoco estuvo exenta de problemas, pues los vecinos de Salta se opusieron en su inmensa mayoría ante la proximidad de ambos asientos. A pesar de ello los preparativos se hicieron en dicha ciudad. Aunque algunos historiadores locales han dejado relatos muy explícitos de la organización del viaje y de la hueste de Argañaraz, muy escasos son, por el contrario, los datos obtenidos hasta el momento en la documentación consultada, hasta el punto de no poder precisar ni siquiera cuantos hombres le acompañaron. Desde luego resulta muy poco creíble el que Argañaraz partiera hacia el valle de Jujuy “con numerosos indios yanaconas de su propiedad y 18 carretas cargadas de abastecimientos [...], además de indios armados, vacas, caballos, ovejas y cabras conducidas por sus propietarios [...], por último los caballeros con sus lucidas vestiduras y armas”. Muy diferente es la opinión de Carlos Sempat cuando define las huestes del Tucumán como las más menesterosas de la conquista.
No obstante, gracias a la recopilación del Archivo Capitular de Ricardo Rojas y a su publicación por la Universidad de San Salvador de Jujuy, se conocen un número importante de documentos relativos a la fundación de la ciudad. En resumen, el 19 de abril de 1593, Francisco de Argañaraz fundaba San Salvador de Velasco de Jujuy. Se conocen los nombres de los firmaron en el acta de fundación y los integrantes del primer cabildo de la ciudad. Además se trazaron los solares para viviendas, cuadras y chacras para huertas y cultivos, utilizando, al parecer, un plano diseñado por Ramírez de Velasco. El número total de estos repartos unido a las firmas del acta de fundación hacen suponer que la ciudad se fundó con unos treinta pobladores.
En 1594 Viltipoco, cacique de la quebrada de Humahuaca logró atraer a la guerra a casi todas las naciones de los indios cordilleranos desde Jujuy hasta la Rioja y, a buena parte de los chiriguanos. Las fuentes mencionan unos diez mil indios dispuestos a destruir Salta, San Miguel de Tucumán, Jujuy, La Rioja y Madrid de las Juntas. La conjuración fue descubierta por la ayuda de algunos indios amigos y por un audaz golpe de mano de Argañaraz que tomó prisionero al cacique en Purmamarca (Argentina) donde estaba con sus capitanes esperando recoger la cosecha antes de emprender el ataque.
Argañaraz también prendió al cacique Laissa, jefe de los Churumatas, acabando de este modo con la revuelta.
Francisco de Argañaraz vivió en San Salvador de Jujuy y fue su teniente de gobernador hasta el fin de sus días. Casado, como ya se ha comentado con Bernardina de Miraval, tuvieron siete hijos, todos naturales de Jujuy. Se conocen todos los datos familiares gracias a la obra del genealogista Jorge Zenarruza. Sus siete hijos emparentaron por la vía del matrimonio con otras familias pertenecientes al grupo inicial de conquistadores y pobladores de la gobernación. También hay datos sobre los nietos y, en líneas generales, sobre todo un tronco familiar hasta fines del siglo xviii.
Muchos de ellos se avecindaron en otras ciudades de la gobernación y ocuparon puestos importantes en las mismas, perpetuando el apellido durante varias generaciones.
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Carmen Gómez Pérez