Abū Ḥafṣ ‘Umar Al-Murtaḍā. ?, p. m. s. XIII – ?, 22 ṣafar 665 H./22.XI.1266 C. Duodécimo y penúltimo califa almohade.
Abū Ḥafṣ ‘Umar b. Isḥāq b. Yūsuf b. ‘Abd al-Mu’min fue el duodécimo y penúltimo califa almohade, gobernando durante los dieciocho años que transcurrieron entre 646-665/1248-1266 bajo el sobrenombre de al-Murtaḍā. Su permanencia en el poder fue una de las más continuadas en el tiempo dentro de la línea de sucesión entre los almohades, en especial comparando con sus inmediatos antecesores, si bien su época es ya de plena decadencia del dominio de los ‘unitarios’, preámbulo de su colapso final, que habría de suceder bajo el gobierno de su sucesor, Abū Dabbūs.
La proclamación de al-Murtaḍā se produjo, al igual que en el caso de varios de sus inmediatos antecesores, en circunstancias excepcionales, ya que la muerte de su predecesor, al-Sa‘īd, sucedió de forma algo inesperada, al verse sorprendido por el emir Yagmurāsen de Tremecén el 30 de ṣafar de 646/23 de junio de 1248. El primogénito del califa, ‘Abd Allāh, era sólo un niño que, además, fue muerto por los benimerines. De esta forma, una vez más se planteaba un problema sucesorio, que, en esta oportunidad, hubo de ser resuelto recurriendo a una rama nueva de los Banū ‘Abd al-Mu’min. En efecto, desde la época del fundador de la dinastía, los califas almohades habían sido siempre elegidos entre los descendientes de Ya‘qūb al-Manṣūr, nieto de ‘Abd al-Mu’min y tercer califa almohade. La única excepción a esta regla había sido, hasta este momento, el caso del anciano ‘Abd al-Wāḥid al-Majlū‘, sexto califa y hermano del propio Ya‛qūb, proclamado en 620/1224. Ahora, la prematura muerte de al- Sa‘īd, nieto de Ya‘qūb, suponía el fin de dicho linaje, y una nueva rama de los Banū ‘Abd al-Mu’min accedía al califato, pues ‘Umar al-Murtaḍā era sobrino del citado Ya‘qūb. No obstante, las circunstancias no permitieron la consolidación de esta línea de califas, ya que el fin del poder almohade lo impidió.
Los dieciocho años de gobierno de al-Murtaḍā (646-665/1248-1266) están dominados por la creciente presión de los benimerines, que poco a poco fueron convirtiéndose en una amenaza cada vez más real que se cernía sobre los almohades. La crónica de su época es la de una sucesión de enfrentamientos con el fin de tratar de salvaguardar su posición frente a la actitud cada vez más abiertamente hostil y belicosa de los benimerines, que acabarían por hacerse con el dominio de Marrakech, poniendo fin a la dinastía almohade en 668/1269. Desde el mismo comienzo de su llegada al poder, la situación estuvo marcada por la rivalidad con los benimerines, quienes comenzaron su expansión por el Norte de Marruecos.
En el momento de su proclamación Abū Ḥafṣ ‘Umar era gobernador de Salé, localidad contigua a Rabat, en la costa atlántica marroquí, desde la que marchó hacia Marrakech para hacerse con las riendas del poder. Ya en ese mismo instante inicial de su gobierno, los benimerines mostraron su actitud hostil, pues sólo ocho días después de la muerte de al-Sa‛īd se apoderaron de Taza, primera población relevante que caía en sus manos, pudiendo considerarse este episodio como el inicio de su proceso de expansión. Seguidamente, sólo poco más de un mes después, lograron asimismo hacerse con la ciudad de Fez, en agosto de 1248, donde su emir, Abū Yaḥyà, permaneció durante un año, hasta que fue expulsado de ella en junio de 1249, gracias a una conjura interna, forjada dentro de la propia ciudad, en la que tuvieron un papel protagonista los caídes que comandaban la milicia cristiana al servicio de los almohades, que inicialmente se habían pasado al bando de los benimerines. Sin embargo, al año siguiente Abū Yaḥyà volvió a hacerse con el control de Fez, que sería la futura capital de la dinastía, ante la total inoperancia de al-Murtaḍā, quien sólo reaccionó tras tres años de pasividad, cuando Abū Yaḥyà pidió a los de Salé que le entregasen la ciudad, siendo derrotado en marzo de 1252, primera vez que sucumbía ante los benimerines.
Así pues, los benimerines eran ya, desde esta época, los protagonistas principales de la situación política en el Magreb occidental. Su predominio sólo se vio interrumpido a la muerte del emir Abū Yaḥyà en 656/1258, cuando su primogénito y legítimo sucesor hubo de enfrentarse a los partidarios de su tío Abū Yūsuf Ya‛qūb, siendo finalmente asesinado en Meknès al año siguiente. La situación en el seno de la dinastía benimerín se complicó con la defección de un sobrino de Abū Yūsuf Ya’qūb, que se apoderó de Salé y Rabat. Sin embargo, esta situación de enfrentamientos internos entre los benimerines no fue aprovechada por al-Murtaḍā para reaccionar, pues siguió inmerso en la misma inoperancia. En conexión con este episodio tuvo lugar el asalto a Salé en 1260 por la escuadra enviada por Alfonso X. En efecto, el citado Ya‘qūb b. ‘Abd Allāh escribió al soberano castellano para pedirle el envío de refuerzos a Salé para resistir a su tío o a un posible ataque almohade. El Rey Sabio vio en ello la ocasión perfecta para extender sus dominios al Norte de África, siendo el resultado final de ello fue el envío de una expedición que saqueó de la ciudad durante tres días, hasta que la llegada de las fuerzas del emir benimerín obligó a los asaltantes a huir.
Recobrado su vigor, los benimerines continuaron su proyecto de demolición del dominio almohade y en 660/1262 el emir Abū Yūsuf Ya‛qūb ya se sintió suficientemente fuerte como para dirigir una primera tentativa de conquista sobre Marrakech, lo que suponía una amenaza directa para la dinastía almohade. En este contexto entra en escena el sayyid Abū-l-‘Ulà Idrīs, conocido como Abū Dabbūs, bisnieto del fundador de la dinastía, ‛Abd al-Mu’min, al que estaba reservado el papel de último califa almohade. El citado personaje fue el encargado por el califa para organizar la defensa de la ciudad, si bien la retirada de los benimerines solo fue posible a cambio del pago de un tributo, paso previo a la definitiva sumisión que sólo tardaría algunos años en llegar.
Tras haberse encargado de defender Marrakech, Abū Dabbūs huyó a Fez y se unió a los benimerines, hecho que provocó el desquiciamiento de al-Murtaḍā, quien, viendo enemigos en todas partes, se enajenó el apoyo de sus partidarios. El propio Abū Dabbūs logró hacerse con el control de Marrakech, que apenas opuso resistencia, mientras el califa huía de la capital. Detenido poco más tarde, Abū Dabbus pensó inicialmente en conservarle la vida, pero finalmente fue ejecutado el 22 de ṣafar de 665/22 de noviembre de 1266.
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Alejandro García Sanjuán