Abū l-Ḥasan ‘Alī Al-Sa‘īd. ?, f. s. XII/p. s. XIII – Tremecén (Argelia), 30 de ṣafar de 646 H./23.VI.1248 C. Undécimo y antepenúltimo califa almohade.
Abū-l-Ḥasan ‘Alī b. Abī-l-‘Ulà Idrīs b. Abī Yūsuf Ya‘qūb al-Manṣūr b. Abī Ya‘qūb Yūsuf b. ‘Abd al-Mu’min gobernó durante los seis años que transcurren entre 640-46/1242-1248). Era hermano e hijo de sus dos antecesores, al-Rašīd y al-Ma’mūn respectivamente, y su época se inserta en el contexto de la decadencia del Imperio almohade.
La muerte de su hermano al-Rašīd tuvo lugar de forma accidental, cuando una barca en la que paseaba por un estanque con algunas esclavas volcó, provocándole, al parecer, una grave pulmonía a consecuencia de la cual murió a los tres días, el 10 de ŷumādà II de 640/5 de diciembre de 1242. A este carácter inesperado se añadía la propia juventud del fallecido, que había sido proclamado cuando contaba sólo catorce años y que al morir contaba apenas con veinticuatro. De esta forma, su desaparición suponía una nueva crisis del poder, ya que no había ningún heredero oficialmente designado, y el primogénito de al-Rašīd era un niño. Los jeques y sayyides almohades se mostraron divididos ante el problema sucesorio que se planteaba, pero finalmente la balanza se decantó del lado de su hermano, que gobernó durante los seis años siguientes bajo los sobrenombres de al-Mu‘taḍid y al-Sa‘īd.
Aunque tras la muerte de Yaḥyà al-Mu‘taṣim bi-llāh en 633/1236 se había puesto fin a la crisis de división del poder iniciada trece años atrás, lo cierto es que los diez años de gobierno de al-Rašīd habían agravado el proceso de desmembramiento y descomposición interna del Imperio almohade. Durante los seis siguientes, su sucesor no fue capaz de recomponer la situación: el dominio almohade en al-Andalus se había desvanecido por completo, sin que hubiese ninguna tentativa por restablecerlo. Además, la situación en los territorios magrebíes no cesó de agravarse, debido, entre otros factores, a la actuación cada vez más amenazante de los benimerines, que progresivamente se fueron convirtiendo en los principales rivales de los almohades. A ello se añadía la ya consolidada posición de los ḥafṣíes en Túnez y la también activa actuación de los ‘Abd al-Wadíes en Tremecén, comandados por Yagmurāsen.
Fue al-Sa‘īd un soberano enérgico, al igual que su padre, e incluso de cierta crueldad sanguinaria, actitud que le llevó a cometer diversos excesos. Sin embargo, no destacó por su sagacidad ni por su capacidad política, fracasando en las empresas y proyectos que se planteó realizar. En efecto, se mostró favorable a los Julṭ, que habían sido los más encarnizados enemigos de su padre, y se enemistó con el jeque de Hintāta, Ibn Wānūdīn, al que debía en buena parte su proclamación. De esta forma, no supo manejarse en el intrincado panorama político magrebí de su época ni manejar los delicados hilos de las alianzas entre los distintos jeques tribales, lo que finalmente fue la causa de su fracaso.
Su principal objetivo fue intentar recuperar el control de los territorios magrebíes, sometiendo al emir ḥafṣí de Túnez y a los benimerines. Para ello trató de lograr el apoyo de los Staufen, señores de Sicilia, cuyo soberano, el emperador Federico II, había enviado una embajada a al-Rašīd, a la que al-Sa‘īd respondió solicitándole una escuadra para atacar Ifrīqiya, zona que había escapado del control de los almohades desde 1230, al proclamarse soberano independiente el gobernador almohade. Asimismo, se conserva la correspondencia enviada por el Papa Inocencio IV a al- Sa‘īd en 1246, en la que lo felicita por sus éxitos y lo insta a convertirse al cristianismo, proponiéndose la cesión de diversas plazas fuertes y puertos de importancia estratégica.
El emir ḥafṣí era consciente de la amenaza que podía representar esta alianza, si bien su posición era entonces bastante sólida. En efecto, la autoridad de los almohades estaba ya tan mermada que ni siquiera cabe considerarlos los soberanos más poderosos del Magreb. La decadencia almohade había consolidado su posición llegándole incluso adhesiones desde territorio andalusí, ante la inoperancia de los almohades para participar en la lucha frente a los cristianos. En esta coyuntura, el emir ḥafṣí Abū Zakariyā’ tomó la ofensiva y se dirigió contra Tremecén, la principal ciudad situada entre sus dominios y Marrakech, de la que se apoderó durante unos días, si bien finalmente pactó con su emir y el ḥafṣí se retiró, habiendo obtenido una importante alianza.
Mientras en el Magreb el califa intentaba sin éxito restablecer la autoridad almohade, en la Península el dominio almohade se había desvanecido por completo. En la parte oriental de al-Andalus, la muerte de Ibn Hūd a comienzos de 1238 había permitido que se consolidara la autoridad del señor de Arjona, Ibn al-Aḥmar, fundador de la dinastía nazarí, que, tras entregar Jaén a Fernando III en 1246 mediante un pacto que lo convirtió en su vasallo, dominaba sobre Málaga, Almería y Granada. En el valle del Guadalquivir el avance cristiano continuaba imparable, sin que los almohades ni siquiera se plantearan la posibilidad de adoptar alguna acción, fuese ofensiva o meramente defensiva. Sin embargo, los andalusíes aún confiaban en que pudiese llegarles alguna ayuda desde Marrakech. En el verano de 1247, Fernando III inició el largo cerco de Sevilla, que culminaría diecisiete meses más tarde con la conquista de la ciudad. Los habitantes de la capital andalusí dirigieron desesperadas llamadas de auxilio al califa almohade, sin obtener ninguna respuesta.
El fin de al- Sa‘īd es el testimonio del fracaso de su política reunificadora y se produjo, en parte, como consecuencia de su carácter excesivamente impulsivo. A finales de marzo de 1248 el califa salió en expedición hacia Tremecén, ordenando a su emir Yagmurāsen que se uniese a sus contingentes, a lo que no respondió favorablemente, ya que, aunque reconocía la soberanía del califa almohade, sin embargo la presencia de contingentes benimerines entre sus filas despertaba sus recelos, por lo cual se comprometió a enviar ciertos contingentes, pero no a participar personalmente en la expedición. La respuesta no satisfizo al califa, que se dispuso a dirigirse contra Yagmurāsen, el cual buscó refugio en las montañas aledañas. De forma imprudente y a pesar de la advertencia de sus consejeros, el califa decidió ir en persona en su búsqueda, resultando derrotado y muerto por las fuerzas del emir de Tremecén el 30 de ṣafar de 646 H (23 de junio de 1248).
Bibl.: Ibn ‘Iḏārī, Colección de Crónicas Árabes de la Reconquista, Al-Bayān al-Mugrib fī ijtiṣār Ajbār Mulūk al-Andalus wa al-Magrib, trad. de A. Huici Miranda, Tetuán, Editorial Marroquí, 1953-1954, 3 vols.; A. Huici Miranda, Historia política del Imperio almohade, Tetuán, Editorial Marroquí, 1956-1957, 2 vols.; Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib. Nuevos fragmentos almorávides y almohades, ed. de A. Huici Miranda, Valencia, Caja de Ahorros y Monte de P. de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1963; Ibn Abī Zar‘, Rawḍ al-Qirṭās, trad. de A. Huici Miranda, Valencia, 1964, 2 vols.; M.ª J. Viguera, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992; M.ª J. Viguera (coord.), El retroceso territorial de al-Andalus. Almorávides y almohades, siglos XI al XIII, Madrid, Espasa Calpe, 1997; P. Cressier, M. Fierro y L. Molina, Los Almohades: problemas y perspectivas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005.
Alejandro García Sanjuán