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Juan Fermín de Aycinena e Irigoyen

Biografía

Aycinena e Irigoyen, Juan Fermín de. Marqués de Aycinena (I). San Lorenzo de Ciga, Valle del Baztán (Navarra), 7.VII.1729 – Guatemala, 3.IV.1796. Comerciante, empresario y funcionario municipal.

Hijo de Juan Miguel de Aycinena y Azualde y de Ana Antonia de Irigoyen e Iturralde. Alrededor de 1749 deja Navarra y pasa a Nueva España. Después de un corto aprendizaje en la ciudad de México (donde probablemente había llegado poco antes su hermano Pedro, quien también fue comerciante de gran éxito), pasa a trabajar con unos parientes comerciantes en Oaxaca, uno de los cuales era su primo Pedro de Irigoyen. Se dedica al transporte y el comercio como arriero o empresario de arriería, y en poco tiempo acumula un capital de unos veinte mil pesos. Hacia 1754 se establece en Santiago de Guatemala. Un hecho muy importante en su ascenso social y económico es su matrimonio, en 1755, con Ana María Carrillo y Gálvez, quien aporta una dote de más de ciento setenta y ocho mil pesos, y con quien procrea tres hijos: Vicente, María Francisca y José Alejandro. Su esposa era parte de la red familiar más poderosa del reino. Sus padres, criollos, Pedro Carrillo y Varón y Manuela de Gálvez y Varón (primos hermanos entre sí), provenían de poderosas familias de comerciantes y funcionarios. Se desconocen las razones por las que los Carrillo y Gálvez escogieron al recién llegado navarro como esposo de su hija y por qué le dieron una dote tan elevada. En poco tiempo Aycinena no sólo se convierte en el principal comerciante mayorista exportador, especialmente de añil, e importador de frutos de ultramar, sino que desempeña una sucesión de importantes cargos. Fue alférez, teniente y capitán del Batallón de Santiago (1755-58), síndico procurador del Ayuntamiento (1758), alcalde ordinario de la capital (1759), regidor perpetuo y depositario general del Ayuntamiento (a partir de 1761), administrador de la Renta de Aguardiente (1762) y administrador de la Renta de Alcabala (1768). En la década de 1760 “importa” a dos sobrinos de España: Pedro de Aycinena Larraín y Pedro de Beltranena, quienes desempeñaron cargos de confianza en sus empresas.

Enviuda en 1768 y en 1771 se casa con Micaela Delgado de Nájera Mencos, lo que lo incorpora aún más dentro de la elite de Santiago de Guatemala. Con ella procrea tres hijas: María Bernarda, María Clara y María Micaela. La traslación de la capital tras los terremotos de 1773 le permite no sólo prosperar, sino ganar méritos ante la Corona al cooperar eficientemente en el esfuerzo. En 1776 es nombrado administrador general del traslado; a él le toca administrar todas las rentas reales que se aplican a la construcción de la ciudad. En 1783 se le concede el único título de Castilla que hubo en el reino, el marquesado de Aycinena, en lo que jugó papel esencial el reconocimiento real por su apoyo en el traslado de la capital. También obtiene el hábito de la Orden de Santiago. En la Nueva Guatemala se le otorga la mitad de la cuadra sur de la Plaza Mayor, donde instala su residencia (la mansión más ostentosa de la ciudad) y la sede y almacenes de su firma, la Casa de Aycinena. En 1784 es alcalde ordinario de la capital del reino.

Como gran empresario, a partir de su calidad de comerciante mayorista, Aycinena operaba en las varias facetas del sistema colonial. Para garantizarse la compra de añil y de plata adelantaba bienes y efectivo a los productores regionales (grandes y medianos cultivadores de añil y mineros de plata) y a cambio obtenía precios rebajados. Uno de los aspectos menos conocidos de los negocios de Aycinena es su faceta minera, especialmente en sus primeros años. Invierte sustancialmente en la minería hondureña, y a finales de la década de 1770 obtiene la posesión directa de unas minas cercanas a Tegucigalpa (Honduras). Lo que lo diferencia de otros comerciantes mayoristas del reino es la escala que alcanza gracias al capital que acumula y moviliza eficientemente. A través de su firma comercial, la Casa de Aycinena, participa en todos los niveles económicos regionales: era banquero prestamista, comerciante mayorista, por un lado importador (de mercadería no sólo europea, sino de Asia) y, por otro, exportador de añil, inversionista minero, dueño de barcos, minas y plantaciones de añil. Pasa de exportador de añil a importante productor, ya que adquiere más de diez importantes haciendas añileras en la alcaldía mayor de San Salvador (1780-1791), asignadas en pago por deudas de los cultivadores.

Enviuda de nuevo y casa con Micaela Piñol y Muñoz (1785), mucho menor que él, hija de otro importante comerciante peninsular, José Piñol (originario de Barcelona con negocios en Cádiz). La relación con la familia Piñol se cimenta con el matrimonio de dos de sus hijos con otros dos hijos de Piñol: Vicente de Aycinena y Carrillo con Juana María Piñol, y María Bernarda de Aycinena y Nájera con Tadeo Piñol y Muñoz. En su último matrimonio tiene otros siete hijos: María Teresa, Miguel, Juan Fermín, Mariano, Ignacio, María Ignacia y José María.

Al establecerse el Real Consulado de Comercio en Guatemala (1793) se le nombra primer prior (1794). Para entonces era no sólo el principal comerciante del reino de Guatemala, sino el mayor capitalista. Sus conexiones de negocios incluían la Nueva España (donde su hermano Pedro era también uno de los principales comerciantes), con comercio a través de Veracruz y Acapulco, y con el virreinato de Perú, por medio de varios comerciantes navarros en Lima (a través de El Callao), en la Península, con corresponsales en Cádiz, también con navarros y su suegro Piñol. Poco antes de su muerte establece un mayorazgo (febrero de 1796) en su hijo primogénito Vicente. Fue enterrado en la iglesia del Colegio de Cristo de Propaganda Fide (La Recolección), de la que era síndico apostólico. Sus hijos decidieron celebrarle solemnes exequias en el templo de las monjas capuchinas de la capital y levantarle un túmulo o pira funeraria, que estaba ya construido cuando el Gobierno mandó publicar un bando por el que se limitaba la altura de los túmulos. La razón era que el túmulo levantado a Carlos III (1789), en la catedral provisional en la iglesia del beaterio de Santa Rosa, sólo había tenido diez varas y el del marqués de Aycinena era de similar altura, lo que se consideró inadecuado. De todas maneras, publicaron el usual impreso conmemorativo, aunque sin lámina, quizás por haberse reducido al mínimo el túmulo.

Como afirma su principal biógrafo R. F. Brown, el historial de Juan Fermín de Aycinena parece de leyenda. Dejó su Navarra natal muy joven, y con apenas veinticinco años alcanzó el éxito comercial y de ascenso social, que supo engrandecer a lo largo de su vida. Mantiene y promueve buenas relaciones con la Iglesia y el Estado y constituye un imperio financiero de larga duración, ya que, aún hoy, descendientes suyos han desempeñado importantes papeles en la sociedad guatemalteca; ha habido obispos y arzobispos, presidentes o jefes del Estado de Guatemala hasta banqueros, literatos y un ilustre arquitecto.

 

Bibl.: T. S. Floyd, “The Guatemalan Merchants, the Government and the Provincianos, 1750-1800”, en Hispanic American Historical Review, n.º 41 (1961), págs. 90-110; “The Indigo Merchant: Promoter of Central American Economic Development, 1750-1800”, en Business History, n.º 42 (1968), págs. 467-488; H. Berlín y J. Luján Muñoz, Los túmulos funerarios en Guatemala, Guatemala, Academia de Geografía e Historia de Guatemala, 1983; R. F. Brown, “Ganancias, prestigio y perseverancia: Juan Fermín de Aycinena y el espíritu de empresa en el Reino de Guatemala”, en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, n.º 72 (1997), págs. 57-100; Juan Fermín de Aycinena: Central American colonial entrepeneur, Norman, Oklahoma, 1997.

 

Jorge Luján Muñoz