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Tomás Romay Chacón

Biografía

Romay Chacón, Tomás. La Habana (Cuba), 21.XII.1764 – 30.III.1849. Destacado médico, introductor de la vacuna en Cuba.

Hijo de padres habaneros, fue educado inicialmente por un tío paterno, que era fraile predicador, y continuó sus estudios en el Convento dominico de San Juan de Letrán, donde también se hallaba la Real y Pontificia Universidad de La Habana. Allí obtuvo el título de bachiller en Artes, que le abrió las puertas a la Facultad de Medicina, donde culminó sus estudios superiores en 1792, al recibir la borla doctoral.

Ocupó entonces, en propiedad, la Cátedra de Patología, que desempeñó durante un sexenio, cumplido el cual abandonó la docencia, aunque mantuvo determinados vínculos con la Universidad.

Romay ingresó en la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana a los pocos días de su fundación, en enero de 1793. Formó parte de la clase de Ciencias y Artes. Al propio tiempo, fungió como uno de los redactores del Papel Periódico de La Havana, donde publicó numerosos artículos y notas. Su mentor, tanto en la Universidad como en la Sociedad, Nicolás Calvo de la Puerta y O’Farrill, miembro de una opulenta familia habanera y promotor del estudio de las ciencias, lo presentó al capitán general, Luis de las Casas, con quien Romay se relacionó frecuentemente y de quien escribiría en 1801 un celebrado Elogio. En 1795 Romay propuso a la Sociedad el envío de uno de sus discípulos, el doctor José Estévez y Cantal, a España para cursar estudios de Química, Botánica y Mineralogía, e insistió repetidamente en ello, hasta que lo logró en 1802. En 1797 se refirió detenidamente a las mejoras necesarias en la producción de miel y cera en Cuba.

En 1797 Romay presentó ante la Sociedad Económica una disertación relativamente extensa sobre la fiebre amarilla, la primera publicada en Cuba. Gracias a esta obra, fue elegido miembro corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid. En 1794 se había desatado una epidemia de esta enfermedad en La Habana, y Romay describió en su disertación sus principales síntomas, trató de establecer la fecha de la primera aparición de la fiebre amarilla en Cuba, y se adhirió al criterio de que era contagiosa, aunque cambió de opinión años más tarde. En la propia obra recomendó varias medidas higiénicas y terapéuticas para oponerse al mal. Muchas de estas medidas coincidían con las sugeridas entonces por destacados médicos españoles, ingleses y estadounidenses, cuyos trabajos Romay no conocía.

En 1802, gracias al opúsculo de F. Chaussier Origen y descubrimiento de la vaccina (traducido del francés al español, y aumentado, por el doctor Pedro Hernández; publicado en Madrid en 1801), la Sociedad Económica tomó conocimiento de la exitosa aplicación por Edward Jennner de la viruela vacuna para prevenir la viruela humana. Ya la vacuna se estaba introduciendo en España y, en noviembre de 1803, partió hacia América la Expedición Filantrópica, que bajo la dirección de Francisco Xavier Balmis la llevaría a los territorios españoles de ultramar. Desde 1802, Romay se había dado a la tarea de buscar la enfermedad entre el ganado vacuno de la isla, y, al no hallarla, la Sociedad Económica ofreció premiar al que la encontrase.

Ante el fracaso de estos empeños, se decidió importar la vacuna de los Estados Unidos, pero el inóculo que se obtuvo no fue efectivo. En Santiago de Cuba, el cirujano francés Vignard vacunó a algunas personas, pero no pudo desarrollar una campaña al respecto. En febrero de 1804, Romay obtuvo el inóculo de unos niños vacunados en Puerto Rico (donde la vacuna se introdujo de las Islas Vírgenes danesas) y logró preservarlo trasladándolo de una persona a otra. Demostró convincentemente que la vacunación era más segura y menos traumática que la variolización (conocida simplemente como “inoculación”), que utilizaba el pus de los enfermos de viruela humana, no de viruela vacuna.

Cuando Balmis llegó a La Habana, a fines de mayo de 1804, se mostró agradablemente sorprendido ante el número de vacunaciones ya realizadas.

Balmis dejó instalada una Junta de la Vacuna, que fue dirigida de hecho durante treinta y un años por Romay, en el transcurso de los cuales más de trescientas mil personas fueron vacunadas en toda Cuba.

En 1802 asumió la silla episcopal habanera, que ocupó durante treinta años, el ilustrado obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa. Romay estuvo entre sus más asiduos y eficaces colaboradores.

Espada apoyó la campaña de vacunación mediante una carta pastoral y pidió a Romay que lo respaldara en su intención de prohibir el enterramiento en las iglesias y, en general, en las zonas urbanas. A ello corresponde el elocuente a la vez que piadoso Discurso sobre sepulturas, que Romay distribuyó en 1806, coincidiendo casi con la inauguración del primer cementerio general de La Habana, que sería precisamente conocido como el Cementerio de Espada, cuyas características fueron descritas al detalle por el propio Romay en otra memoria publicada ese mismo año.

Al restablecerse en 1820 la Constitución de 1812 (apoyada activamente por Espada) y surgir de nuevo las diputaciones provinciales, con la misma composición que habían tenido hasta 1814 (descontando los fallecimientos y deserciones), Romay volvió a ocupar la secretaría de la Diputación de La Habana. Ello lo convirtió en uno de los blancos preferidos de un grupo político opuesto a los reformistas habaneros, encabezado por el presbítero Tomás Gutiérrez de Piñeres.

Estas pugnas ocuparon buena parte del tiempo de Romay y sólo culminaron en 1823.

Romay realizó importantes esfuerzos por mejorar la educación superior, en especial en cuanto a la medicina.

Se oponía explícitamente a la enseñanza escolástica que aún se mantenía en la Universidad. En 1819 logró que se reanudara la impartición de clases de Anatomía utilizando cadáveres (interrumpidas desde 1806), en el Real Hospital Militar de San Ambrosio, adscrito al cual se creó un Museo Anatómico en 1823, de cuya constante mejora se preocupó Romay durante años, como inspector al efecto, designado por la Sociedad Económica. También reformó Romay la enseñanza clínica, en la cual introdujo criterios modernos.

Desde 1834 desempeñó la Cátedra de Medicina Clínica en el Hospital Militar, institución donde se inició la reforma de la educación médica en Cuba, antes de la secularización de la Universidad en 1842.

Romay también apoyó las gestiones iniciadas por el médico habanero Nicolás José Gutiérrez para la fundación de una academia de ciencias médicas. En 1826, Romay redactó y firmó, junto a otras personalidades, una solicitud al respecto que fue enviada a Fernando VII, pero que nunca tuvo respuesta. La academia se creó, como Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, sólo en 1861. Romay respaldó, asimismo, el viaje de Gutiérrez a Francia en 1836 para perfeccionar sus conocimientos médicos. Los resultados de este viaje repercutieron favorablemente sobre el desarrollo ulterior de la medicina en Cuba. Al fallecer Romay, Gutiérrez fue generalmente aceptado como su heredero al frente de la comunidad médica habanera.

 

Obras de ~: Disertación sobre la fiebre amarilla, llamada vulgarmente vómito negro, La Habana, 1797; Elogio del Excmo. Sr. Don Luis de las Casas y Arragori, La Habana, 1801; Memoria sobre la introducción y progresos de la Vacuna en la Isla de Cuba, La Habana, 1805; Discurso sobre las sepulturas fuera de los pueblos, La Habana, 1806; Descripción del Cementerio General de La Habana, La Habana, 1806; Obras Escogidas (comp. por Ramón F. Valdés), La Habana, 1858; Obras Completas (comp. por José López Sánchez), La Habana, Editorial Academia, 1965, t. I, 1966, t. II, 1971.

 

Bibl.: R. F. Valdés, “Tomás Romay. Noticias histórico-biográficas de su vida y escritos”, en T. Romay, Obras Escogidas, La Habana, 1858, págs. 5-57; J. López Sánchez, Centenario de Tomás Romay, La Habana, 1949; Vida y obra del sabio médico habanero Tomás Romay Chacón, La Habana, 1950 (2.ª ed., La Habana, Editorial Científico Técnica, 2004); Tomás Romay y el origen de la ciencia en Cuba, La Habana, Academia de Ciencias, 1964.

 

Pedro M. Pruna Goodgall