Vargas Machuca, Bernardo de. Simancas (Valladolid), 1555 – Madrid, 17.II.1622. Militar, escritor, veterinario, tratadista.
Hijo de Juan de Vargas y de Águeda de Soto, la proximidad de Simancas a Valladolid le permitió realizar algunos estudios en la capital castellana. Con trece años intervino junto a su padre en la campaña contra los moriscos granadinos donde se despertó su vocación por el ejercicio del noble arte de la guerra, posteriormente pasó a Italia donde estuvo seis largos años.
En 1578 su nombre aparece en la lista de pasajeros a Indias, viajando con rumbo a Nueva Galicia como criado del oidor de su Audiencia Antonio Maldonado. Fue un viaje accidentado por un huracán que dispersó a la flota y sólo tres de los barcos, en uno viajaba Bernardo, pudieron alcanzar la ciudad de Santiago de Cuba.
Sus primeras andanzas por las Indias no presentan rasgos o acontecimientos notorios. Estuvo en Nueva España y posteriormente en Panamá y Perú, siempre al servicio de Su Majestad, defendiendo el territorio de los ataques piráticos ingleses en el Mar del Sur.
También estuvo en Chile, y de allí pasó a Nueva Granada, en 1582 o 1583, pues en 1585 está demostrado que era vecino de Tunja y había contraído matrimonio con la descendiente de un conquistador (Lázaro López de Salazar) del grupo de Jiménez de Quesada; precisamente a través del matrimonio con María Cerón alcanzó la categoría de encomendero.
Cuando Vargas Machuca, residía en Tunja, se vio inmerso en la empresa en busca de El Dorado de Antonio Berrio, yerno de Gonzalo Jiménez de Quesada, donde fue nombrado capitán de caballería, con la misión de enrolar a cuantos pudiera, según la forma acostumbrada, y con capacidad para nombrar algunos de los cargos de la hueste. El mismo pretendió realizar otra expedición por su cuenta y con titularidad propia. Con todo ello adquirió, sin duda, suficientes puntos de referencia para escribir, con autoridad, sobre las cualidades de los hombres de la milicia y para poder hacer una descripción de las tierras de las Indias.
Participó en la campaña contra los indios carare en el curso del río Magdalena (1585) bajo el mando del gobernador Luis Carrillo de Ovando. Mostró su capacidad guerrera, sufriendo las carencias típicas de un territorio marginal, poblado por indios hostiles, armados con temibles flechas envenenadas.
Fracasada la misión, se organizó otra (1587) bajo el mando directo de Vargas Machuca, pues ya era un “baquiano” que conocía el área y había mostrado una aptitud idónea para alcanzar los objetivos señalados, como eran el control del tránsito comercial y de personas por el río Magdalena. Esta vía náutica y fluvial se veía en peligro por la actividad belicosa de los indios carare; con sus acciones frecuentes y siempre aguerridas.
La región centroamericana inmediata y este teatro de operaciones de las cuencas del Magdalena, Atrato y aledaños dieron lugar a las escenas más crueles de la conquista. La actividad de pequeños grupos de conquistadores, desde la época de las primeras expediciones descubridoras, y la actitud de los españoles y de aquellos pueblos indios —en un ambiente inhóspito— ocasionó gran número de bajas entre los indios y también entre los inmigrados. Sin embargo, Vargas Machuca pudo regresar a la ciudad de Trinidad con la satisfacción de ver cumplida su misión; aunque pudiera parecer efímera por quedar circunscrita a un tiempo corto.
Un éxito que condujo a Vargas Machuca a organizar y ejecutar una nueva expedición contra los indios musos que, además de haber huido de sus encomiendas, eran caníbales y utilizaban veneno en las puntas de las flechas. Realizó otras incursiones más, de pacificación, sobre la misma región. Es el caso de las acciones que hubo de comandar contra los indios pijao (1591) en el camino real que unía Quito con Santafé, al sur y en las proximidades de la capital neogranadina.
Los pijao constituían un peligro para los foráneos, pero también a los indios pacificados que, movidos por el terror, abandonaban sus asentamientos dejando desierto el territorio. Vargas, con ciento cuarenta hombres en su hueste, pudo vencer al enemigo y en el uso de la autoridad conferida, tras juicio sumarísimo, ordenó la ejecución del cabecilla y el traslado de todos los prisioneros a la capital Santafé. Otra campaña posterior, notable, fue la realizada sobre el área de los andaqui y, de nuevo, contra los pijao.
Conforme a la normativa y la costumbre ya establecida, la acción de armas se hallaba destinada a la pacificación y a la fundación; nunca la violencia se justificó por sí misma. Las Ordenanzas del Bosque de Segovia habían sido recientemente sancionadas —en 1573— y había transcurrido el tiempo suficiente para alcanzar el territorio de la Nueva Granada.
Bernardo de Vargas Machuca iba construyendo su carrera merced a su propio esfuerzo y patrimonio, pero sin olvidar las peticiones de premios y mercedes.
Aspiró tempranamente a alguna de las gobernaciones que fueron vacando (Potosí, Trujillo, Huamanga, Muzo, Nicaragua, La Habana, Santa Marta, Veragua, Río Hacha estuvieron entre sus aspiraciones) pero hubo de conformarse con seguir haciendo méritos. De hecho, su participación económica y personal en las actuaciones armadas le hicieron alcanzar los nombramientos de capitán, la denominación por el grupo de general de caballería y sustituto de cronista oficial (caso de imposibilidad del titular, J. Leguisamo).
Fue nombrado maestro de campo y acabó siendo el jefe de la hueste en las acciones contra los indios carare y otros con facultades especiales, Justicia Mayor, que ejerció en algún caso como él, importante, de teniente general de toda la gobernación de Tunja.
Fue corregidor y justicia mayor de la ciudad de Santiago de las Atalayas (1592) merced a su mucha experiencia —que ya se le reconoce oficialmente— en negocios y poblaciones de indios y su buen hacer en ocasiones análogas. Aún prefirió un nuevo hecho de armas que le incrementó la categoría de encomendero que ya tenía con el añadido de la vacante entre los indios musos.
El resultado fue la reubicación de la ciudad de Santiago en un territorio más fértil y acogedor, según la normativa, hincando un poste en el centro con ayuda de algunos de sus hombres e indios haciendo señal de erigir la horca y poblada la ciudad en nombre del Rey bajo la promesa de guardar y hacer guardar la paz y justicia a todos los habitantes que allí vivieren o pasaren, sin discriminación étnica de riqueza, sexo, estado o condición y demás ceremonias al uso.
A fines del siglo XVI, Vargas Machuca se hallaba en un área de frontera, en el límite entre el alcance colonizador de España en Suramérica y un espacio que se conocía, solamente, en sus líneas fundamentales, donde se asentaban pueblos indios en que se perseguían tradicionales mitos de la conquista (El Dorado, entre otros). Es la región sobre la que se mueve Vargas Machuca en un impulso de consolidación colonizadora y de ampliación de horizontes geográficos.
Buena prueba de ello es la creación de un nuevo asentamiento —con las formalidades conocidas y por él descritas— al que puso por nombre el topónimo de su pueblo natal: Simancas.
Ciertamente había realizado suficientes méritos y servicios como para poder solicitar al Rey la concesión de un cargo de mayor relevancia; pero para ello era preciso hallarse cerca del Rey y es por lo que se trasladó a la Corte y, en 1595, se hallaba de nuevo en España. Donde Vargas optó y lo reiteró otras dos veces más, al ingreso en una Orden Militar, la de Santiago.
Asimismo, aspiró a otras prebendas con dotación económica y de claro ascenso en su estatus; insistía en su deseo de obtener alguna gobernación vacante en cualquier lugar de América.
No pudo conseguir nada pero, al menos, logró que sus hazañas fueran conocidas de forma que en 1598, ya se hallaba en la consideración del Consejo de Indias para la obtención del cargo de gobernador de Cumana.
Optó también al mismo cargo en Popayán u otro puesto compensatorio —que estuvo a punto de conducirle en misión castrense a Chile— pidió también el nombramiento de alguacil mayor de Santafé y otras gobernaciones, como Veragua, hasta que, finalmente, obtuvo el reconocimiento de la Corona con la concesión del cargo, por vacante, de alcalde mayor de Portobelo y comisario de fortificaciones. Indudablemente tuvo una mayor preocupación por esta última misión —que cumplió con el mayor interés— tanto en las fortificaciones de Portobelo como en las de su entorno.
Era el premio a cinco años de insistencia en la Corte, era la merced fruto de su currículum en Indias y no era despreciable. Portobelo tenía un alto valor estratégico, era importante en el control del área y capital en los aspectos económicos del tráfico indiano.
Heredera de la función desempeñada por la ciudad de Nombre de Dios y en competencia con la pujante ciudad de Panamá, el tema defensivo se hacía prioritario y el más notable al que hacer frente; es el que explica el nombramiento de Vargas Machuca que tantos hechos de armas exhibía y que había escrito ya su Milicia y descripción.
El nombramiento de gobernador constituía un peldaño más en su lento y trabajoso ascenso social. Tomó posesión del cargo a primeros de 1609, tras un largo viaje desde Portobelo a la isla de Margarita.
La gobernación venía planteando problemas de límites por precisar sus gentes de una ampliación territorial tanto por la escasez de agua, como por la pequeñez insular, la proximidad del territorio continental y la ampliación del círculo en que se buscaban las perlas, uno de los verdaderos Dorados ciertos de las Indias. A ello es preciso añadir un deseo del nuevo gobernador por una eficacia en el control y un incremento en la recaudación fiscal.
Su actividad en Margarita es generalmente encomiada; la energía que derrochó en Nueva Granada se vio canalizada hacia la administración y promoción en la isla aún a costa de sus buenas relaciones con la pequeña y cerrada minoría dirigente de Margarita y su capital; tuvo problemas, especialmente, con su Cabildo (constituido por los más ricos que, asimismo participaban los funcionarios). Intervino en la venta de oficios y, cumpliendo con las indicaciones de la Corona, en el control de las cuentas de los oficiales correspondientes, en una isla que había producido pingües beneficios y que, a partir de ese momento, comenzó a rendir una fiscalidad mucho más sustanciosa.
La población indígena se componía de unas seiscientas personas, de las cuales la décima parte podían ser nativos y el resto inmigrados forzosos de su entorno, especialmente de Guayanas, bajo la figura jurídica de indios de servicio y no como esclavos; la extracción de perlas se cargaba sobre los esclavos negros.
Una de las principales preocupaciones del gobernador fueron las fortificaciones y obras públicas, a las que hay que añadir la precaria situación del Hospital de San Pablo, que certificó con el fin de obtener ayuda económica.
En 1614 acabó su nombramiento de gobernador y dio comienzo el preceptivo juicio de residencia a cargo de su sucesor (Juan Rodríguez Varillas). Bernardo de Vargas había cumplido sus obligaciones con entusiasmo, fidelidad e interés y, sin embargo, el juicio concluyó en condena: una multa de ochocientos pesos, dos reales y ocho maravedís. Sin duda se trataba menos de un castigo que de un recordatorio a los altos funcionarios en Indias a quienes se les advertía de la atención que era necesario poner en el cumplimiento de sus obligaciones y en procurar no cometer excesos ni abusos en territorios tan alejados de la Corte.
El viaje de retorno estuvo lleno de problemas; dificultades para trasladarse desde Margarita a Sevilla; una arribada previa a Lisboa (que fue considerada fraudulenta) afectó negativamente al ex gobernador (que fue condenado a cárcel y pago de una multa).
Mal se le ponían las cosas para obtener otro cargo y la llegada a la Corte no mejoró su situación.
A lo largo de cinco años fue consumiendo su capital y fortuna, aunque tardíamente pudo lograr su propósito: el nombramiento de gobernador de Antioquia. Consiguió obtener mediante préstamo —contra su herencia en la vallisoletana Simancas— el capital suficiente para poder acceder a su gobernación colombiana. Y es entonces cuando cayó enfermo (1622); poco después fallecía en Madrid (17 de febrero de 1622).
Obras de ~: Milicia y descripción de las Indias / y escrita por el Capitán D. Bernardo de Vargas Machuca, Madrid, 1599. (2.ª ed., Madrid, [Tomás Minuesa], 1892, 2 vols.; ed. y est. de M. Cuesta Domingo y F. López-Ríos Fernández, Valladolid, Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal, 2003); Libro de exercicios de la Gineta, Madrid, 1600; Teoría y exercicios de la Gineta, Madrid, 1619; Compendio y doctrina nueva de la Gineta, Madrid, 1621; Apologías y discursos de las conquistas occidentales, en Colección de documentos inéditos para la Historia de España, [Madrid], 1889 (ed. y est. prelim. de M.ª L. Martínez de Salinas Alonso, Valladolid. Consejería de Cultura y Turismo, 1993), Discursos sobre la pacificación y allanamiento de los indios de Chile, Santiago, 1961 (ed. por J. T. Medina en su Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile, desde el viaje de Magallanes hasta la Batalla de Maipo, 1518-1818, vol. IV, Santiago de Chile, Imprenta Ercilla, 1888).
Bibl.: R. Vargas Machuca, El coronel Vargas Machuca ante la opinión pública, Lima, Imprenta del Correo Peruano, 1847; G. Menéndez Pidal, Imagen del mundo hacia 1570 según noticias del Consejo de Indias y de los tratadistas españoles, Madrid, Consejo de la Hispanidad, 1947; I. Arias Dávila Puertocarrero, Conde de Puñonrrostro, S. de Villalobos y ~, Tres libros de jineta de los siglos XVI y XVII, ed. de C. Sanz Egaña, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1951; E. Otero D’Acosta, “Bibliográfica disertación sobre el capitán don Bernardo de Vargas Machuca”, en Revista de Indias (Madrid), XLVII (1952), págs. 49-79; M. L. Martínez de Salinas, Castilla ante el nuevo mundo: la trayectoria indiana del gobernador Bernardo de Vargas Machuca, Valladolid, Diputación Provincial, 1991.
Emelina Martín Acosta