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Joaquín Vaquero Palacios

Biografía

Vaquero Palacios, Joaquín. Oviedo (Asturias), 9.VI.1900 – Madrid, 28.X.1998. Pintor, arquitecto y escultor.

Nació en el seno de una familia acomodada. Su padre, Narciso Vaquero, proyectó las primeras centrales eléctricas en Asturias. En su ciudad natal cursó el bachillerato y se inició en el dibujo. Eligió la carrera de Arquitectura, como vocación paralela a la pintura, trasladándose a estudiar a Madrid, donde frecuentó los estudios de Vázquez Díaz, Sorolla, Solana, los Zubiaurre y Victorio Macho. Durante sus vacaciones estivales pintó intensamente en Somiedo, paraje asturiano lindante con los montes leoneses, donde su padre dirigía la construcción del salto de agua. Se trataba de cuadros de formato pequeño o mediano, ejecutados en un estilo postimpresionista. En marzo de 1926 celebró su primera exposición individual en Madrid, en el Museo de Arte Moderno.

En julio de 1927, terminada la carrera de Arquitectura, se dirigió a París, mostrando su obra en la Knoedler Gallery de la Place Vendôme. De allí pasó a Nueva York, para exponer en la misma galería de la 14 East 57 St. El Museo de Brooklyn adquirió un cuadro suyo. En Nueva York frecuentó, entre otros, a Archer M. Huntington, Robert Chandler, Edward Hopper, Lyonel Feininger y al poeta francés Paul Morand.

A petición de éste último ilustró su libro New York. Invitado por la Veerhoff Gallery de Washington inauguró una nueva exposición (mayo de 1928). Enterado allí de la convocatoria de un concurso mundial para la erección de un faro monumental a la memoria de Cristóbal Colón en Santo Domingo, telegrafió a su amigo y compañero de escuela Luis Moya Blanco, proponiéndole una colaboración. De regreso a Nueva York concurrió como invitado extraordinario a la Annual Exhibition en la National Academy of Design. De Nueva York embarcó rumbo a Jamaica y el Salvador, donde contrajo matrimonio (1928) con Rosa Turcios Darío, sobrina del gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Su pintura americana, con grandes cambios en el temario, mantuvo la misma paleta y espíritu que sus cuadros somedanos. De ahí que el pintor denominase a toda la década de los veinte “Época de Somiedo”.

De regreso a Nueva York, pintó paisajes de la gran ciudad en tonos graves, negros, rojos y grises. Su proyecto para el Faro de Colón en Santo Domingo quedó seleccionado en la primera fase del concurso (Madrid, 1929) como uno de los diez que optaban al triunfo final, mereciendo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930. En la fase final del concurso, celebrado en 1932 en Río de Janeiro ante un jurado compuesto por Frank Lloyd Wright, Eliel Saarinen y Horacio Acosta y Lara, obtuvieron el tercer premio En 1930, a su regreso de América, se afincó en Oviedo, iniciando una pintura de tonos grises y negros centrada en los paisajes de la cuenca minera, los puertos carboneros y las playas hoscas en la bajamar (“Época negra”, 1930-1940). Esta “Asturias del carbón”, a su sentir dramática, culminó cuando recibió del Instituto Nacional de Previsión el encargo de pintar el Mural del Trabajo (5 x 4 metros) con destino a su nuevo edificio en Oviedo, proyectado por el propio Vaquero. Paralelamente a su labor pictórica, desarrolló una amplia actividad arquitectónica en un lenguaje racionalista de gran modernidad.

En 1933 nació en Madrid su único hijo, Joaquín Vaquero Turcios, que será también artista. La Guerra Civil le sorprendió en Oviedo, de donde pasó a Galicia fijando su residencia por algunos años en Santiago de Compostela. Allí realizó numerosos dibujos y llevó a cabo la restauración de importantes edificios históricos de la ciudad así como otros de nueva planta (Mercado de Santiago).

Terminada la contienda civil, reemprendió sus aficiones viajeras. La década de los cuarenta —denominada por él “Época intermedia”— se caracterizó por sus viajes constantes por España y América.

Su paleta, de nuevo luminosa, alternó los paisajes del Trópico con los castellanos de la Tierra de Campos.

La América de los mayas, su arquitectura y pintura, dejaron una profunda impronta en su obra.

En 1950 su designación como subdirector —y luego director— de la Academia Española de Bellas Artes en Roma significó trasladar su residencia a la Ciudad Eterna, donde permaneció hasta 1965. Roma colmó su pasión de pintor por las formas, los volúmenes rotundos y las texturas pétreas de su arquitectura milenaria. En el curso de estos años, y sin apartarse de este paisajismo arqueológico, se abrieron dos periodos en su pintura, el de los “Paisajes antropomorfos” (1954-1956), inspirados en los trozos de lava solidificada encontrados al pie de los volcanes del sur de Italia que le sugerían formas humanas distorsionadas, y el de “La Tierra”, en los que ésta aparecía sin vestigio alguno del paso del hombre. Durante este periodo pintó con igual concepto en Grecia y en Egipto. En 1956 obtuvo el Primer Premio en la Exposición Internacional Il paesaggio italiano visto da artista stranieri, celebrada en Viareggio. La XXVIII edición de la Bienal de Venecia (1956) le reservó dos salas como invitado de honor. Ese mismo año ingresó en la Academia Nazionale di San Luca, al tiempo que Mario Sironi, Máximo Campigli, Gino Severini y Jacques Villon. Poco después fue elegido miembro de la Academia del Mediterráneo y del Instituto de Arte Litúrgico, con sede en Roma.

El siguiente periodo en su singladura artística y biográfica se caracterizó por los viajes, las exposiciones, los trabajos de integración de las artes y la arquitectura de las centrales eléctricas. Ello ha dado lugar a que la crítica defina este período como “Época de las centrales eléctricas” (1960-1970). Concluyó los grandes bajorrelieves de hormigón que cubren la fachada de la central de Salime (Asturias), comenzada en 1955, ejecutando su hijo, Vaquero Turcios, dos grandes murales en su interior. En 1960 inició un amplio programa de exposiciones por tierras americanas (Buenos Aires, 1960; Caracas 1961). En el curso de este periplo americano hizo un alto en El Salvador (1961), durante el cual pintó una serie de quince desnudos de indias y mestizas, de tamaño natural, que evidenciaban la huella de los frescos mayas del Petén y de Yucatán. En 1962 se trasladó a México D. F. para celebrar una amplia exposición en las salas del Instituto Nacional de Bellas Artes. Invitado por el Louisiana State Museum de Nueva Orleans para mostrar su obra en el Cabildo español, recibió las Llaves de Oro de la Ciudad y la consideración de ciudadano honorario. Durante estos años (1958-1962) llevó a cabo la decoración de la central eléctrica de Miranda (Asturias), con un mural de 6 x 10 m en el interior y dos figuras de once metros de altura en el exterior.

Proyectó y dirigió la construcción de la central de Proaza (Asturias, 1964-1968) incluyendo la ornamentación exterior con motivos escultóricos y la interior con cinco grandes murales inspirados en temas eléctricos. En 1969 fue elegido miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

De regreso a España, alternó su residencia en Madrid con prolongadas estancias en su estudio de Segovia, instalado en un viejo caserón del barrio románico de las Canonjías, volviendo al paisajismo castellano. En esta nueva etapa —“ Época del esquematismo”, 1970-1988—, pintó con un claro afán de síntesis, buscando transmitir la máxima emoción con el menor número de medios y de accesorios. En 1972 celebró una exposición antológica en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid, y un año después en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

En 1980 recibió la Medalla a un Pintor, conmemorativa del centenario de la fundación del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

En 1988 inició una nueva etapa en su pintura, que denominó “Sueños y recuerdos”, donde los temas —siempre paisajísticos— son interpretados de manera más fluida e imaginativa, sugerente más que real, que mostró por vez primera en la galería Biosca de Madrid (enero 1990). En 1996 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo y recibió la Medalla de Oro del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Trabajó activamente hasta principios de 1998 en sus estudios de Madrid y Segovia.

Su obra se encuentra en museos y colecciones tan relevantes como el Museo de Brooklyn (Nueva York); Louisiana State Museum (Nueva Orleans); Museo Vaticano (Roma); Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid); Museo Camón Aznar (Zaragoza); Museo de Bellas Artes (Bilbao); Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo); Museo Casa Natal de Jovellanos (Gijón); Col. First Nacional City Bank (Nueva York); Col. Banco Santander Central Hispano (Madrid); Fundación Eugenio Mendoza (Caracas).

 

Obras de ~: Contraluz, 1921; Puerto de Somiedo, 1924; Burdeles en Kingston, 1928; Playa del Cuerno, 1934; Santiago de Compostela, 1938; Andes venezolanos, 1948; Paisaje volcánico, 1952; El Panteón, 1954; Termas de Caracalla II, 1954; Mediterráneo III, 1956; Pompeya, 1956; Pirámide de Meidum, 1958; Tierras de labor, 1962; Castilla con arador, 1972; Mar con chatarra, 1979; Tormenta en Segovia II, 1987; Tarde caliente, 1989; Armonía rosa, 1990; Correntera de lava, 1991; Cordillera I, 1992.

 

Bibl.: J. Camón Aznar, “El arte de Joaquín Vaquero”, en Cuadernos de Arte del Ateneo de Madrid, n.º 41 (1959); R. Solís, Vaquero, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1973; M. Gómez Santos, Francisco Casariego y Joaquín Vaquero, Oviedo, Banco Herrero, 1974; V. Aguilera Cerni, Vaquero, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1980; A. Sartoris, La obra integradora de Joaquín Vaquero en Asturias, Oviedo, Colegio Oficial de Arquitectos de León y Asturias, 1980; J. A. Pérez Lastra, Joaquín Vaquero Palacios, arquitecto, Oviedo, Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, 1992; VV. AA., Joaquín Vaquero Palacios (1900-1998), Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1998.

 

Francisco Egaña Casariego

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