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Pedro de la Puente y Hurtado de Ulloa

Biografía

Puente y Hurtado de Ulloa, Pedro de la. Barón de Reiffenberg, en Austria. Hoznayo (Cantabria), c. 1605-1606 – Messina (Italia), 1667. Militar y tratadista.

Aunque Chavarría excogitara una presunta ascendencia valenciana, su coetáneo el capitán Vicente de Albornoz —por cierto, valenciano— señaló su solar en las montañas de Santander; sin embargo, es probable que naciera en los Países Bajos, o en Luxemburgo, donde en todo caso debió de criarse desde muy joven.

Aunque se tituló, por su matrimonio, barón de Reiffenberg (hoy Reisenberg, Austria), que transmitió a su progenie, y también su hijo José Miguel fue, iure uxoris, conde de Rodes y barón de Limale, quien esto firma no ha logrado precisar su ascendencia, empeño que no debería resultar muy problemático habida cuenta la notoriedad de sus descendientes, que se titularon marqueses de la Puente de Ulloa y barones de Reiffenberg en el Sacro Romano Imperio; así como condes de Rodes, barones de Limale y señores de Ottenburg, Bierge, L’Abbé de St. Michel o Sainte- Agathe, en la actual Bélgica.

El Archivo Histórico Nacional (AHN) preserva varias relaciones de sus servicios militares, pero se ha optado por la que presentó en 1682 su hijo Antonio, gobernador de Ariano (AHN, E, 2078). Según ella, comenzó a servir en los Ejércitos del Emperador el año 1624, pasando por todos los grados hasta el de teniente coronel de Caballería del Regimiento von Reiffenberg, su futuro cuñado, empleo que ya tenía en 1631, cuando asistió al sitio y toma de Magdeburgo, hallándose después en la toma de Regensburg (22 de julio de 1634) antes de cooperar con las tropas españolas en la victoriosa batalla de Nordlingen (6 de septiembre de 1634). Tras la derrota del Ejército imperial en Wittstock (4 de octubre de 1636), el regimiento fue desmovilizado y el Emperador le concedió un entretenimiento con el grado de coronel reformado, recomendando sus servicios al gobernador del Milanesado. El 7 de mayo de 1637, mendiante patente de Fadrique Enríquez de Luján (1594-1660), castellano de Milán y embajador del rey de España en Viena, levantó en el Tirol un regimiento de Dragones de seis compañías y seiscientos jinetes, que pasó a servir en el Estado de Milán, donde fue muy apreciado del marqués de Leganés, que ordenó pintar su retrato —ya en la Corte— a Santiago Morán para su pinacoteca de Morata de Tajuña, hoy preservado —aunque sin identificar (cat. 125 mod.)— en el Palacio del Senado.

El conde de Clonard (1853) y su descendiente y epígono Sotto y Montes (1968) afirman que esta unidad, levada según el primero en Innsbruck el año 1635, fue la más antigua del instituto de Dragones en la historia militar española; pero, aunque se hubiera levantado aquel año tampoco habría podido disputarle tal distinción a la que ordenó formar el cardenal infante en agosto de 1634 a Pedro Santacilia y Paz de Togores (1592-1669), caballero calatravo. El general almirante objetaría que su función era la misma que habían desempeñado los arcabuceros a caballo, pero no es menos cierto que hasta entonces siempre habían servido en “compañías sueltas”, y que hasta 1634, no se formó la primera gran unidad, tipo trozo, tercio o regimiento en dicho cuerpo montado.

Tras distinguirse en diversas acciones (Chivasso, Ivrea, Pontestura, Coniolo, Turín, etc.), y restaurar su regimiento mediante una leva de trescientos croatas (1640), regresó a Alemania para reclutar cinco mil quinientos hombres (1642), servicio que le fue recompensado con la castellanía de Otranto (1643- 1645), mejorada en 1645 con la Gaeta, ambas en el Reino de Nápoles. En 1646, ante la amenaza de un ataque francés a los presidios toscanos, materializada poco después, fue designado gobernador de Orbetello.

Refiere Matías de Novoa que, al principio de aquel asedio (20 de mayo de 1646), se acordó que los españoles no bombardearían cierta casa donde se acuartelaba el príncipe Tomás de Saboya y que, a cambio, éste se comprometió a respetar la del gobernador “en consideracion de que se hallaba en ella su mujer e hijos y otras damas de la tierra”; no obstante, los franco-saboyanos incumplirían el pacto “metiendo dentro della en un dia solo mas de 14 cañonazos, de que se disculparon frívolamente diciendo que habia sido descuido de los artilleros”. El 18 de julio, ante la llegada de un ejército de socorro, los sitiadores se vieron forzados a levantar precipitadamente su campo, abandonando la artillería. A pesar del éxito, a Pedro de la Puente se le formarían cargos en 1648, cuyo tenor se desconoce porque el sumario desapareció durante su instrucción. Chavarría apunta a “ciertas acusaciones vertidas contra él por el conde de Oñate, sucesor del duque de Arcos en el virreinato”, probablemente en relación con la pérdida de Portolongone, en la isla de Elba, que se había rendido a los franceses el 29 de octubre de 1646. El suceso parece lejano en el tiempo y ajeno a las competencias del gobernador de Orbetello, que no era vicario general de los Presidios y, en todo caso, sólo tenía jurisdicción sobre su plaza y la vecina Talamone. Lo cierto es que, el 25 de marzo de 1648, Antonio Ronquillo, embajador en Génova, le pidió una “relación de lo que había sucedido durante el asedio en vista de la disonancia de avisos que sobre el mismo particular habian llegado”.

Pedro de la Puente compuso entonces su Descripción de los presidios de Orbitelo, su iurisdicion, y confines, y la relacion del sitio que pusieron franceses sobre aquella plaza el año de mil y seiscientos y quarenta y seis, que imprimió a sus expensas en 1652, precedido de la referida carta. El interesado se presentó con su descargo en la Corte pero, al saber que en el Consejo de Italia, que entendía el asunto, el sumario “se había traspapelado”, temiendo algún complot para desacreditarle optó por refugiarse en Roma.

Allí permanecía cuando, en el verano de 1650, Felipe IV le comunicó por mediación de Rodrigo de Sandoval, VII duque del Infantado y su embajador ante la Santa Sede, que nada le impedía regresar a Nápoles si era su deseo. La solución definitiva aún tardaría dos años en producirse, debido a un conflicto de competencias suscitado entre el Consejo de Italia y el de Estado (Chavarría, 2006), pero finalmente Pedro de la Puente era promovido a la castellanía de Pavía, por patente de 6 julio de 1652, “en sustitución del fallecido Pedro de Tapia, conservando la gobernación de Orbetello”, con el doble del salario ordinario, justificado mediante pluses de dotación y acrescentamiento.

Le cupo defender la misma plaza donde ciento treinta años atrás tanto crédito recibiera Antonio de Leiva, pero el asedio de Pavía de 1655 ha pasado casi de puntillas por la historiografía militar, aunque el ejército sitiador, formado por una coalición franco-saboyanomodenesa bajo el mando del príncipe Tomás de Saboya (1596-1656), secundado por Francisco I de Este (1610-1658), duque de Módena y el reputado príncipe Ruprecht del Palatinado (1619-1682), fuera superior en efectivos al que comandara Francisco I. Pero en el segundo de los asedios de Pavía todo aparece disminuido, cuando no disimulado, por lo que no sobrará recordar que, durante los cincuenta y dos días de cerco (23 de julio-13 de septiembre), los sitiados salían cada día “a dar mil rebatos” (Barrionuevo), a los sitiadores, dirigiéndolas personalmente Pedro de la Puente desde que entrara en la plaza el conde Juan Galeazzo Trotti (c. 1599-1670), capitán general de la Caballería napolitana del Ejército de Lombardía, para asumir el mando supremo de la defensa. Particularmente efectivas fueron las del 6 y 22 de agosto, que causaron gran mortandad entre los sitiadores; en la primera murió un caballero de Grancey, hermano o nieto del mariscal de Francia, así como el general modenés Tobias Palaviccino; en la segunda, refiere Barrionuevo que “el coronel Pedro de la Puente, español, hombre muy de hecho, ha dado sobre el enemigo dejándole tan castigado que murieron mas de 2.000 soldados de los mejores que tenía allí el Príncipe Tomás, con que se espera que por esto y ser ya el tiempo tan adelante, será fuerza durar pocos dias sobre aquella plaza”. Con todo, quizá la de mayor consecuencia fuera la del 7 de septiembre, cuando Pedro de la Puente, zarpando de Pavía por el Tesino a favor de la noche y “a cencerros tapados”, con una flotilla de ochenta galeotas y barcas artilladas, sorprendió y capturó en San Zenone al Po un convoy modenés de barcazas, cargadas de víveres y municiones para el campo sitiador. De suerte que, mientras la plaza se aseguraba las subsistencias hasta finales de octubre, al enemigo no le quedaba más recurso que levantar su campo o intentar un asalto a la desesperada. Ya se había rechazado uno el 30 de agosto, pero Tomás, tocado por el “mal de orina”, decidió jugárselo todo a una carta el 13 de septiembre. Se peleó denodadamente de sol a sol, pero el asalto fue repelido, perdiendo los asaltantes más de tres mil hombres y, entre los heridos, el duque de Módena, que consiguió escapar aunque su hijo fue capturado. A media noche, los vencidos levantaron su campo, pero los sitiados salieron contra ellos, incluyendo a numerosos civiles armados y la práctica totalidad de los estudiantes, que se apoderaron de la artillería y el bagaje, así como de gran cantidad de víveres y armas. Los que pudieron escapar a la furia de los perseguidores cayeron en manos del marqués de Caracena, que desde Novara controlaba los pasos para acudir al socorro de la plaza. No sin razón y, contrariamente a lo que aparenta, exento de exageración, escribía Barrionuevo el 6 de octubre: “Ahora se dice que no ha quedado hombre de los enemigos que no haya sido preso o muerto, así de los que salieron de Pavía como de la gente del marqués de Caracena”. Curiosamente, el consenso historiográfico sobre los hechos refiere un levantamiento del cerco debido a la inminencia del socorro, enmascarado aquel desastre inapelable.

Pedro de la Puente se mantuvo en Pavía hasta la conclusión efectiva de las hostilidades (1658), siendo después designado presidente interino de la provincia de Salerno. Sin embargo, no obtuvo ninguna de las promociones que solicitó (el gobierno de Portolongone o el mando del Tercio de Sicilia), aunque fue recompensado con un asiento en el Consejo de Guerra de dicha isla, a la que acudió en 1662 para hacerse cargo de la castellanía de San Salvador, en la bocana del puerto de Messina, donde falleció cinco años después.

El castillo de San Salvador fue, hasta que posteriormente se erigiera la ciudadela (1684), el más importante de aquella imponente plaza de armas, piedra angular del sistema defensivo de Sicilia.

 

Obras de ~: Descripción de los Presidios de Ortibelo (sic): su iurisdiccion y confines; y la relación del sitio que pusieron Franceses sobre aquella Plaza el año 1646. Por el coronel Pedro de la Puente, s. l., Año de MDCLII; Los soldados en la guardia, Pavía, Imprenta de Giovanni Andrea Magri, 1657 (publicada junto a unos Apuntamientos políticos complementarios, del mismo autor).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Secc. de Estado, leg. 827, Memorial del coronel Pedro de la Puente, Gobernador de Orbitelo, 1650; leg. 2078, Relación de servicios de Pedro de la Puente, castellano de San Salvador de Messina, 1682; leg, 1268 apd.1, Relación de servicios de José Miguel de la Puente, capitán, y los de su padre, el coronel Pedro de la Puente, 1690; leg. 2078, Relación de los servicios de Pedro de la Puente, difunto, castellano que fue del castillo del Salvador de Messina, sacada de sus papeles originales que presentó en la Secretaria de Estado y Guerra de ese Reino, don Antonio, su hijo, juntamente con los suyos. Palermo, 1 de marzo de 1682; Estado, 875, Apd.1, Vicente de Albornoz, 1653; Estado, 1336, Apd.1, Expediente de servicios del capitán Antonio Rodríguez de Valcárcel, 25 de septiembre de 1679; Estado, leg. 1317, apd. 2, y leg. 1136; Secc. de Nobleza, Osuna, carp. 1981, doc. 102; Archivo General de Simancas, Secretarias Provinciales, lib. 1367, fols. 226r.- 227v., Nombramiento de Pedro de la Puente como castellano de Pavía, conservando la gobernación de Orbetello con 160 escudos de sueldo al mes.

G. Brusoni, Assedio di Pavia et suo discioglimento descritto da Girolamo Brusoni nella sua historia delle guerre d’Italia dall’anno 1635 sino il 1655, s. l., separata de la edición de Venecia, F. Storti, 1661; Anon, “Extraits du testament de Ferdinand Joseph, marquis de la Puente d’Ulloa, et du Saint-Empire romain, comte de Rodes, baron de Limale, etc., et du testament de messire Charles, Marquis d’Ulloa, comte de Rodes, baron de Limale, seigneur de Bierges, faites a Bruxelles (copies), l’an 1729”, en Bulletin de l’Académie Royale des Sciences, des Lettres et des Beaux-Arts de Belgique, ser. 1, t. XIII, pt. 1 (1846), págs. 106-110; Conde de Clonard, Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería españolas desde la creación del ejército permanente hasta el día, vol. IV, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1851-1859, pág. 476; J. Ch. de Vegiano, Sr. D’Hovel, Nobiliaire des Pays-Bas et du Comté de Bourgogne, t. II, Bruxelles, Van Christynen & Huymans, 1865, págs. 213, 248, 252, 287 y 313; L. Galesloot, Inventaire des archives de la Cour féodale de Brabant, vol. I, Bruxelles, 1870-1884, págs. 104, 411 y 414; M. de Novoa, “Historia de Felipe IV (4.ª parte)”, en Codoin, t. 86 (1886), pág. 239; J. López Navío, “La gran colección de pinturas del marqués de Leganés”, en Analecta Calasanctiana (Madrid), VIII (1962), págs. 258-340; J. de Barrionuevo de Peralta, Avisos (1654-1658), t. I. Madrid, Atlas, 1968, págs. 176, 184-186, 190-191, 194 y 197-200 [Biblioteca de Autores Españoles (BAE), CCXI]; J. de Sotto y Montes, Síntesis histórica de la Caballería española, Madrid, Escelicer, 1968, pág. 272; N. Gaiotti, “L’assedio di Pavia del 1655”, en Storia di Pavia, Tomo IV. L’Etá Spagnola e Austriaca, t. I, Milano, 1996, págs. 307-321; G. Caravaggi, “Pedro de la Puente. Notizie bio-bibliografiche”, in Istituto Lombardo. Accademia di Scienze e Lettere. Rendiconti. Classe di Lettere e Scienze Morali e Storiche, vol. 133 (1999) (Fasc. 2, Milano 2000, págs. 421-439); F. Chavarria Múgica, Los soldados en la Guardia, Madrid, Ministerio de Defensa, 2006.

 

Juan Luis Sánchez Martín

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