Moreno Díaz, Inés. Inés de la Asunción. ¿Villa del Real de Castil de Bazula?, c. 1574 – Valladolid, 29.I.1647. Monja agustina recoleta (ARMM) y fundadora del Convento de las Brígidas de Valladolid.
En una reciente biografía de Luisa de Carvajal, Nieves Pinillos la identifica como Inés Moreno Díaz —nombre que la había dado ya Villerino en su “Esclarecido solar de las religiosas recoletas” (1690)— o Inés de la Parra, aunque todas las identidades se funden en su nombre de religiosa en las agustinas recoletas: Inés de la Asunción. Tampoco se debe confundir con otra monja agustina recoleta, que se debió vincular en algún momento a Luisa de Carvajal y que fue confesada por el jesuita Luis de La Puente, Inés de la Encarnación, natural de Genestosa, implicada en las fundaciones de la Encarnación de Valladolid y la Expectación de Palencia.
Una confusión a la que han contribuido los propios autores que han descrito dos vidas muy paralelas.
Inés de la Asunción, como se ha dicho, fue compañera por espacio de trece años de Luisa de Carvajal, antes incluso de que ésta hubiese salido de la casa del marqués de Almazán, su tío. Era el período entre 1591 y 1604. Puede ser considerada como la compañera más íntima de aquella mujer nacida en Jaraicejo (Cáceres), según lo afirma Camilo Abad. Diferentes fueron los escenarios en aquellos años de convivencia, muy especialmente Madrid —junto al colegio de los jesuitas en la calle de Toledo— y Valladolid, a la sombra del Colegio de Ingleses. Pinillos Iglesias la identificaba en las poesías de Luisa como “Nise”, compartiendo sus compañeras la austeridad defendida por ella. El destino de las muchachas se encontraba abocado, habitualmente, al claustro y ella misma las ayudaba con la dote que debían aportar, a pesar de que Luisa de Carvajal consideraba para ella que un hábito religioso se convertía en una barrera para sus metas espirituales, especialmente, en lo que al afán de martirio se refería.
Cuando Luisa de Carvajal emitió este último voto y expresó su inevitable deseo de viajar a Inglaterra para buscar la consideración de mártir, Inés de la Asunción la hubiese acompañado, pero el confesor de Luisa lo impidió: fue la prohibición defendida por el clérigo menor, Lorenzo da Ponte. Consideró éste que en Inés pesaba mucho el afecto que manifestó hacia su “señora” a la hora de decidir su marcha a Inglaterra. Consideró que era una vocación puramente de Dios. El nuevo destino buscado para ella fue el Convento de Medina del Campo, el segundo de los conventos fundados por la madre Mariana de San José, dentro de la reforma o recolección de las agustinas. Habrían de seguir estas monjas muchos de los movimientos que había realizado santa Teresa de Jesús en el Carmelo Descalzo. Otra compañera de ambas y prima de Inés, Isabel de la Cruz, también profesó en esa misma casa de las agustinas en Medina, convirtiéndose en la enfermera de Mariana de San José. No fueron las únicas vocaciones orientadas por Luisa de Carvajal hacia las agustinas recoletas.
Sin embargo, a Inés de la Asunción mucho la costó aceptar esta solución. Escribía Luis Muñoz —en la Vida que publicó acerca de Luisa de Carvajal— que la nueva monja agustina solamente encontraba consuelo en poner sus ojos en el camino por el que su “señora” había emprendido viaje hacia Inglaterra. En su testamento, además de insistir sobre la necesidad de pagar lo necesario para que fuese monja —la dote—, pedía Luisa que se entregase a Inés de la Asunción un “crucifijo de marfil que está en una caja con llave do están los recaudos del oratorio”. “Procure que Inés se deshogue —escribía Luisa de Carvajal a la mencionada Isabel de la Cruz— y olvide de lo que le da pena, que me llega al corazón que la tengo de nada”.
Pronto, habría de llevar a cabo tareas fundacionales, por indicación de la madre Mariana de San José. No obstante, se mantuvo la comunicación entre ambas mujeres, Luisa e Inés, a través de la correspondencia, de la que fue notable autora la primera. El epistolario más completo ofrecido por Camilo Abad y Jesús González Marañón aporta diecisiete cartas conservadas y en aquellas que escribió Luisa de Carvajal la informó de los preparativos del viaje, de su vida económica en Inglaterra, de las nuevas compañeras que allí había encontrado.
Otras muchas referencias se encuentran hacia ella en otras misivas.
La madre fundadora la llevó consigo para poner en marcha la nueva casa de Palencia, donde permaneció por espacio de trece años, llegando a ser priora del mismo. Por aquellos años, Inés de la Asunción aportó una relación minuciosa de la vida de su “señora” en Madrid y participó con su testimonio en las “Informaciones” diocesanas que podrían conducir a la beatificación y canonización de Luisa de Carvajal. A su testimonio se unieron los de Mariana de San José, Isabel de la Cruz y Aldonza del Santísimo Sacramento, estas dos últimas compañeras de Luisa. Informaciones que no se presentaron en la Congregación de Ritos, a causa del decreto de Urbano VIII (1631) por el cual se establecía que no se iniciasen los procesos de beatificación hasta haber transcurrido cincuenta años de su muerte. No era, pues, extraño que los restos de Luisa de Carvajal, tras su muerte en Inglaterra en 1614, fuesen depositados definitivamente en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid —hoy en el ámbito de su relicario— pues aquella casa se encontraba encomendada a las agustinas recoletas.
En Villafranca del Bierzo iba a tener el mismo papel para con el nuevo Convento de San José, entrando a tomar posesión del mismo el 4 de octubre de 1623, acompañada de otras tres religiosas que procedían como ella del Convento de Palencia —Catalina de Jesús María, Ana María de los Ángeles y Ana de la Encarnación—.
Una casa de religiosas que había sido fundado por Lucas de Castro, canónigo tesorero de la Catedral de Santiago.
De nuevo, se encargó del gobierno del mismo desde 1623 hasta 1637. Desde allí, fue llamada para encargarse de la fundación que había deseado la vallisoletana Marina de Escobar. Esta última había dedicado muchos esfuerzos, junto con sus directores espirituales jesuitas, a la fundación de la rama española de la Orden de Santa Brígida. Marina murió en 1633 pero las últimas compañeras mantuvieron vivo un deseo ya aprobado por Felipe IV y el papa Urbano VIII, además de haberse elaborado un texto constitucional, de la mano de Luis de La Puente, jesuita conocido por Inés de la Asunción. Al no existir religiosas brígidas fueron requeridas cuatro agustinas recoletas —Ana María de los Ángeles, Agustina del Santísimo Sacramento y Francisca de Jesús—, al frente de las cuales se iba a mantener Inés de la Asunción, enseñando estas cuatro monjas a ser religiosas a las jóvenes que fueron solicitando su entrada en este claustro. Inés fue la primera abadesa. Villerino destacaba su habilidad para el manejo de lo temporal, “su talento para el gobierno fue tanto, que asseguró grandes conveniencias en lo temporal à los Conventos de Palencia y Villa Franca del Vierzo”, una competencia que igualmente aplicó en las brígidas de Valladolid, aumentando la renta con la que el Rey le había fundado, 2000 ducados anuales.
Murió dentro de esos muros a los setenta y tres años. Dos años después, en un traslado de sus restos, se comprobó que su cuerpo se encontraba incorrupto. Su brazo fue enviado como reliquia a su Convento de Villafranca.
Muy probablemente, el confesor de las brígidas, Francisco Aguado escribió una Vida de la madre Inés de la Asunción, según testimonio del padre Villerino. Al mismo tiempo, las monjas agustinas regresaban a su convento, tras este período fundacional y era elegida primera abadesa brígida de la casa una compañera de Marina de Escobar, la madre María del Santísimo Sacramento o María de la Lama.
Bibl.: L. Muñoz, Vida y virtudes de la venerable virgen D.ª Luisa de Carvajal y Mendoza. Su jornada de Inglaterra y sucesos de aquel reino, Madrid, Imprenta Real, 1632; Vida de la Venerable M. Mariana de S. Joseph, fundadora de la Recoleccion de las monjas Agustinas, priora del Real Conuento de la Encarnación: hallada en unos papeles escritos de su mano: sus virtudes observadas por sus hijas, Madrid, en la Imprenta Real, 1645; A. de Villerino, Esclarecido solar de las Religiosas Recoletas de Nuestro Padre San Agustín y vidas de las insignes hijas de sus conventos, vol. I, Madrid, Imprenta Bernardo de Villa Diego, 1690, págs. 416-420; I. Ruiz, “Un relato espeluznante”, en Aquiniana, n.º 25; C. M.ª Abad, Vida y escritos del V.P. Luis de La Puente de la Compañía de Jesús (1554-1624), Santander, Universidad Pontificia Comillas, 1957; C. M.ª Abad y J. González Marañón, Doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614). Epistolario y Poesías, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 1965 (col. BAC n.º 179); C. M.ª Abad, Una misionera española en la Inglaterra del siglo XVII. Doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614), Santander, Universidad Pontificia de Comillas, 1966; M.ª N. Pinillos Iglesias, Hilando Oro. Vida de Luisa de Carvajal, Madrid, Ediciones Laberinto, 2000; J. Burrieza Sánchez, Los Milagros de la Corte, Valladolid, Real Colegio de Ingleses, 2002; “Valladolid, la Ciudad de las Brígidas y de Marina de Escobar”, en VII Centenario. Santa Brígida, Patrona de Europa, Valladolid, Diputación Provincial, Fundación Berndt Wistedt, 2005, págs. 113-136.
Javier Burrieza Sánchez