Torralba, Eugenio. Doctor Torralba. Deza (Soria), c. 1460 – Valladolid o Medina de Rioseco (Valladolid), c. 1538. Médico y ocultista.
Hijo de un administrador del conde de Medinaceli, inició estudios en Salamanca y se trasladó a Italia, todavía adolescente, con el séquito del cardenal Rodrigo Borja. Se doctoró en la universidad de Ferrara, donde siguió las clases de medicina y lengua hebrea de Judah ben Jehiel (León Messer). Sirvió como médico y asesor al cardenal Raffaelo Sansoni Riario, sobrino del papa Sixto IV. En 1478, fue en carcelado en Florencia al hallarse presente con el cardenal Riario en la conjura de los Pazzi contra los Medici. Posteriormente, rechazó la prefectura de la Biblioteca Vaticana, para seguir al servicio de Riario. Desde 1485, fue médico y consejero de Bernardino López de Carvajal, cardenal cismático que convocó el concilio de Pisa, y para el que buscó tesoros y edificó un gólem. En 1503, pasó al servicio del cardenal Francesco Soderini, luego implicado en la conjura de Petrucci. En 1510, dio noticia al Gran Capitán de la derrota de los españoles en la isla de Gelbes, lo que ocasionó la petición del cardenal Cisneros para que el doctor Torralba entrara a su servicio. En 1519, avisó al duque de Béjar del alzamiento de las Comunidades. Entre 1520 y 1526 vivió en Valladolid, Cuenca, Roma y Bolonia, como médico y hombre de confianza de diversos personajes de la corte y la curia. Fue designado en 1526 para acompañar a la emperatriz Isabel, en su venida de Portugal a España. Y en 1527, entró al servicio de la reina viuda Leonor de Austria, hermana de Carlos I.
En el verano de 1527 fue denunciado ante el tribunal del Santo Oficio de Cuenca por Diego López de Zúñiga. El doctor Torralba habría viajado de Valladolid a Roma la noche del 6 de mayo de 1527, volando en un caballo de madera, de la forma narrada por Cervantes en el capítulo XLI de la segunda parte del Quijote, y habría retornado antes del alba, tras ser testigo de la toma y saqueo de la urbe, prisión del papa, y el resto de acontecimientos que entonces nadie podía conocer en España.
Fue encerrado en la cárcel de Cuenca y, a finales de 1528, sufrió audiencia de tormento. El proceso, instruido por el inquisidor Ruesta, se prolongó hasta 1531, cuando el doctor Torralba fue admitido a reconciliación, y condenado a cárcel y sambenito.
Durante la instrucción, confesó poseer un espíritu familiar llamado Zaquiel, quien le habría ayudado en sus curaciones portentosas, viajes sobrenaturales, y anuncios de sucesos lejanos o venideros. Zaquiel habría sido visto por los cardenales Cisneros y Soderini. Otros muchos altos cargos tendrían noticia de su existencia y habrían solicitado sus servicios.
En 1535, fue indultado por el inquisidor Alonso Manrique, con la promesa de no llamar ni oír nunca más a Zaquiel. Según Ménendez Pelayo, “fue tratado con la benignidad que su manifiesta locura merecía”. Una vez en libertad, el doctor Torralba fue nombrado médico y consejero del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez. Vivió en Medina de Rioseco al menos hasta 1538.
Caro Baroja conjeturó que Cervantes, siendo niño en Valladolid, pudo haber conocido a un ya muy anciano y célebre doctor Torralba. Otros estudiosos consideran que su peripecia legendaria, trasladada del proceso inquisitorial a la literatura, configura un claro antecedente del mito fáustico.
Bibl.: P. La Pinta, Proceso que se fulminó contra el doctor Eugenio Torralua en la Inquissón de Cuenca año de 1531 (en Biblioteca Nacional de España, ms. 8252, fols. 27 al 43); L. Zapata, Carlo famoso, Valencia, 1566 (en Biblioteca Nacional de España, R-17542); L. A. Llorente, Histoire critique de l’Inquisition d’Espagne, Paris, Treuttel et Wurtz, 1817; M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, vols. II, IV y V, Madrid, 1880; R. Campoamor, El licenciado Torralba, Madrid, Fernando Fe, 1888; M. Schwab, Vocabulaire de l’Angéologie, d’après les manuscrits de la Bibliothèque National, Paris, 1897; J. Caro Baroja, Vidas mágicas e Inquisición, Madrid, Círculo de Lectores, 1990; E. Gil Bera, Torralba, Barcelona, Martínez Roca, 2002.
Eduardo Gil Bera