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Simón de Rojas Clemente Rubio

Biografía

Clemente Rubio, Simón de Rojas. El Moro Sabio. Titaguas (Valencia), 27.IX.1777 – Madrid, 27.II.1827. Botánico, agrónomo y orientalista.

Su nombre de pila está tomado del santo del día de su bautismo, 20 de septiembre, que correspondía a san Simón de Rojas, religioso trinitario calzado nacido a mediados del siglo XVI. Sus padres fueron Joaquín Clemente Collado y Juliana Rubio Polo.

Destinado por decisión paterna a realizar estudios eclesiásticos, Simón de Rojas Clemente aprendió los fundamentos básicos de sintaxis, retórica y poética latina y castellana en Segorbe (Castellón). En 1791 comenzó el estudio de Filosofía en Valencia y obtuvo el grado de maestro en Artes. Posteriormente realizó estudios de teología, en los que alcanzó el grado de doctor, así como de música y lenguas griega, latina y hebrea. Se trasladó a Madrid a finales del siglo para presentarse a las oposiciones de lengua hebrea, lógica y ética del Seminario de Nobles. Fue nombrado sustituto de las tres cátedras en San Isidro y asistente en las de griego y árabe. En Madrid aprovechó para matricularse en 1800 y 1801 en los cursos de botánica, mineralogía y química que se impartían en las instituciones científicas de la corte. Inició entonces el estudio de las plantas criptógamas, bajo la orientación de Antonio José Cavanilles, que acababa de ser nombrado director del Real Jardín Botánico. Al tiempo que comenzaba a herborizar por los alrededores de la capital, entró en contacto con otros alumnos de botánica, como Mariano La Gasca y Donato García. La Gasca fue más adelante profesor de botánica y director del Real Jardín Botánico, mientras que García se encargó durante las primeras décadas del siglo XIX de la enseñanza de la mineralogía en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. En colaboración con ellos, Clemente publicó en 1802, en los Anales de Ciencias Naturales, la “Introducción a la criptogamia española”.

Ejerciendo de sustituto en la cátedra de árabe en el año de 1802, conoció al arabista Domingo Badía Leblich, que había presentado al gobierno de Godoy un plan para ejecutar un viaje de exploración con objetivos políticos y científicos por el interior de África.

Badía le propuso que le acompañara en esta aventura, lo que les exigiría ir disfrazados y someterse previamente a una operación de circuncisión. Clemente, desoyendo los consejos en contra de Cavanilles, aceptó el reto. Tras recibir el nombramiento real de asociado a la empresa, salió junto con Badía en dirección a Francia e Inglaterra, a fin de documentarse y adquirir el instrumental necesario para realizar los trabajos de exploración. Clemente aprovechó su estancia en estos países para estudiar las colecciones científicas conservadas en el Museo Nacional de Historia Natural de París y en el Herbario y Biblioteca de Banks, en Londres. No desaprovechó tampoco la oportunidad de salir a herborizar y de establecer contactos con destacados botánicos británicos de la época. En Londres se embarcaron hacia Cádiz, pero una vez en la península Badía partió solo en su misión y cruzó el estrecho a mediados de 1803. Clemente, que había adoptado el nombre de Mohamed ben Alí, se quedó en tierras andaluzas manteniendo durante un tiempo su caracterización de creyente musulmán. Conocido como el Moro sabio, despertaba la curiosidad, especialmente de las mujeres, que viajaban para verle y pedirle hierbas medicinales con las que curar sus dolencias. Pero también sufrió el acoso de “varones apostólicos” empeñados en bautizarle en la fe católica.

Desde su llegada a Andalucía y especialmente durante su estancia en Sanlúcar de Barrameda, Clemente desarrolló una intensa actividad científica, aprovechando para reunir colecciones de conchas, zoófitos, algas marinas, etc., además de efectuar estudios geológicos de la costa y trabajar en la que sería su obra sobre las vides. Tras comprobar que su deseado viaje por África se había frustrado, solicitó permiso para recorrer y efectuar el estudio de los recursos naturales del antiguo reino de Granada y la serranía de Ronda. Esta misión le fue aprobada, concediéndole el gobierno de Pedro Cevallos para su ejecución un sueldo de 18.000 reales anuales. Antes de emprender el viaje abandonó su disfraz, compareciendo como cristiano en Granada, pero conservando el bigote y la barba y llevando a mano la vestimenta oriental.

Clemente inició su viaje por tierras de Granada, Málaga y Almería en la primavera de 1804 y lo prolongó hasta el otoño del año siguiente. Partió de Conil (Cádiz), recorriendo las costas gaditanas, malagueñas y granadinas, hasta llegar a Granada y de allí dirigirse a Sierra Nevada. Posteriormente recorrió el interior de Granada y de Almería. Años más tarde, cuando volvió en el verano de 1809, completó el viaje saliendo de Cádiz y encaminándose hacia Málaga y Sevilla. Según palabras del propio Clemente, durante su itinerario abordó el estudió de la naturaleza de las costas andaluzas, midió la altura del pico del Mulhacén, estudió la distribución y geografía botánicas desde el nivel del mar hasta las cimas de Sierra Nevada, rectificó datos geográficos, examinó prácticas agrícolas, costumbres, lenguaje, etc. Resultado del viaje de 1804 y 1805, y del que realizó en 1809, fue su Historia Natural del Reino de Granada, ocho tomos manuscritos que se conservan en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid (fueron estudiados, transcritos y editados en 2002). Forman un compendio de estudios que abarcan cuestiones científicas, como la flora, la fauna, la mineralogía, los fósiles, la geografía, las antigüedades, etc., de las zonas recorridas, junto con otras de interés económico, como la descripción de cultivos, siembras, minería y viñedos de los pueblos visitados.

En el otoño de 1805 regresó a Madrid, para tomar posesión de la plaza de bibliotecario del Real Jardín Botánico. Entre los materiales científicos que había recolectado en su itinerario andaluz, Clemente llevó a Madrid ejemplares botánicos que le sirvieron de base en el estudio monográfico que realizó posteriormente junto con La Gasca de la Ceres española. En ese tiempo, y como el Jardín Botánico se había hecho cargo de la edición del Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos, Clemente trabajó como redactor de dicha revista. Así, entre 1805 y 1808 publicó y tradujo en el Semanario más de una veintena de artículos de índole diversa: el descubrimiento de la piedra pómez en el reino de Granada, el serriche con que se adultera la barilla en la comarca de Vera, los tintes de diferentes especies de Licopodio, las enfermedades de los gusanos de seda, la geonomía o conocimiento de las tierras, las disposiciones tomadas por el gobierno para introducir el método de fumigar, etc.

El más importante, difundido en varias entregas durante 1807, fue “Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía”, que se editó como libro en ese mismo año.

Clemente volvió a Andalucía en 1807 para hacerse cargo de la enseñanza de la Agricultura en el Jardín Experimental y de Aclimatación de la Paz, que acababa de ser creado, a instancias de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar de Barrameda. A comienzos del año siguiente pronunció el discurso de apertura del curso de Agricultura, pero tras el motín de Aranjuez en marzo de ese año y la caída de Godoy, el jardín fue arrasado por el pueblo amotinado.

La consiguiente invasión y guerra contra las tropas napoleónicas sorprendió a Clemente en Andalucía.

Intentó aprovechar para completar el itinerario por el reino de Granada que había realizado anteriormente e inspeccionar la Serranía de Ronda y la Hoya de Málaga.

En ese mismo año de 1809 se le comisionó para que recibiera, aclimatara y cuidara un rebaño de vicuñas, alpacas y llamas que habían llegado a Cádiz.

Tras la ocupación de Andalucía por los franceses, Clemente se dirigió una vez más a Madrid. Tras un viaje a Málaga a comienzos de 1812, se retiró a su pueblo, Titaguas (Valencia). Allí, trabajando en la redacción de la Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas (publicada en 2000), esperó noticias sobre su situación administrativa, debido a la promulgación del decreto de purificación de cargos públicos. Fue sacado de su retiro en 1814, al serle ofrecido formar parte de la comisión para formar el plano topográfico de la provincia de Cádiz. Pero las dificultades surgidas impidieron que este proyecto pudiera llevarse a cabo.

Rehabilitado en su cargo en 1815, regresó a Madrid, a su plaza de bibliotecario del Jardín Botánico. En los años siguientes trabajó en colaboración con La Gasca en el importante proyecto de la Ceres, que habían ido perfilando desde años antes. Iniciaron la siembra de variedades de trigo, cebada, centeno y avena en el Jardín Botánico de Madrid, al tiempo que establecían una red con corresponsales nacionales, extranjeros y diversas Sociedades Económicas de Amigos del País.

A todos los interesados les enviaron unas instrucciones que debían cumplimentar, para así reunir datos con los que establecer un censo de los cereales que se cultivaban en las diferentes regiones de España. La normativa, titulada “Instrucción sobre el modo en que pueden dirigir sus remesas y noticias al Real Jardín Botánico de Madrid los que gusten concurrir a la perfección de la Ceres Española...”, establecía una serie de reglas sobre el número de espigas, panochas y mazorcas que había que enviar en perfecto estado de madurez, la separación en castas, la forma de embalaje para el envío a Madrid, etc. Clemente publicó un estudio de este programa agro botánico titulado “Sobre las castas de trigo”, en la Agricultura General de Alonso de Herrera. Aunque participó en la reedición y actualización de esta obra, que se decidió volver a publicar, aunque revisada, a instancias de la Sociedad Económica de Madrid, su trabajo no fue lo completo que él hubiese deseado. Su labor se vio perturbada a causa de una persistente oftalmia y, tras restablecerse, tuvo que interrumpir de nuevo su actividad, al verse afectado por una enfermedad infecciosa, posiblemente fiebre amarilla.

Por si no fuera suficiente, en 1818 tuvo que hacer frente a una denuncia del cura párroco de Domeño (Valencia), que le acusó de haber realizado manifestaciones contrarias a la doctrina católica, entre ellas poner en cuestión el diluvio universal bíblico. En ese período, principios del siglo XIX, años antes de que la geología se desarrollara como ciencia, los relatos bíblicos de la creación y del diluvio universal seguían desempeñando un papel fundamental para explicar el origen de la Tierra y de la vida sobre ella. Plantear las discrepancias científicas que surgían de una estricta interpretación diluvista de los fósiles y de la actual configuración de la Tierra, era considerado contrario a lo establecido por la Iglesia católica. La acusación, al igual que otra anterior de 1805, no prosperó.

Entre las comisiones que le fueron encargadas a Clemente durante 1818, estuvo la de censor en las oposiciones a la cátedra de Zoología en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, que en 1822 se le asignó en propiedad a Tomás Villanova Entraigues. Igualmente, a instancias de La Gasca, se le encargó la revisión y publicación de las colecciones botánicas y mineralógicas acopiadas por José Celestino Mutis, durante la expedición a Nueva Granada, que habían llegado al Real Jardín Botánico desde Santafé de Bogotá.

Clemente fue elegido diputado por Valencia durante el Trienio Liberal, en las elecciones celebradas en mayo de 1820. En el tiempo que duró la legislatura formó parte de las comisiones de Agricultura, Código Rural, Salud Pública, Industria y Artes y Minería de Nueva España. Mantuvo su escaño hasta 1822 en que se disolvieron las cortes, aunque antes tuvo que retirarse a Titaguas para reponer su salud.

Con la vuelta del absolutismo se refugió en su pueblo hasta que fue requerido en 1825 para que regresara a Madrid y terminara la redacción de la Historia natural del Reino de Granada. Estando en la capital fue nombrado presidente de la Junta directiva del Real Jardín Botánico y representante de esta institución científica en la Junta de Protección del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

Aunque Clemente continuó trabajando en sus manuscritos, su enfermedad y su posterior muerte en Madrid, el 27 de febrero de 1827, impidieron que pudiera culminar la edición de su magna obra.

 

Obras de ~: con M. La Gasca y D. García, “Introducción a la criptogamia española”, en Anales de Ciencias Naturales, V (1802), págs. 136-215; Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía, Madrid, 1807 (ed. franc., París, 1814; reed. del orig. en 1879); “Tentativa sobre la liquenología geográfica de Andalucía (Trabajo ordenado conforme a los manuscritos del autor por D. Miguel Colmeiro)”, en Revista de los Progresos de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 14 (1863), págs. 39-58; Ceres Hispánica. Adición al capítulo VIII de la obra “Agricultura general” de Herrera por Don Simón de Rojas Clemente [...], Madrid, Ministerio de Fomento, 1926; Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas, Valencia, Universidad de Valencia, 2000.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Real Jardín Botánico (ARJB), I, 11,1,1: Relación de los méritos, grados y exercicios literarios del Doctor don Simón de Roxas y Clemente.

Redacción, “Necrología” [recoge una Autobiografía], en Gaceta de Madrid, 37, 27 de marzo de 1827, págs. 146-148; M. La Gasca, “Biografía de D. Simón de Rojas Clemente”, en Ocio de españoles emigrados, 7 (1827), págs. 401-413; M. Colmeiro, La botánica y los botánicos de la península hispano-lusitana. Estudio bibliográfico y biográfico, Madrid, Rivadeneyra, 1858, págs. 195-197; L. Pardo, “Simón de Rojas Clemente y su actuación en las cortes”, en Boletín de la Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales, XXVII (1928), págs. 109-115; R. Téllez y M. Alonso, Los trigos de las Ceres Hispánica de Lagasca y Clemente, Madrid, Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, 1952; Simón de Rojas Clemente y Rubio y el segundo centenario de su nacimiento, Titaguas, Ayuntamiento, 1977; A. González Bueno, “Los estudios criptogámicos en España (1800-1820): una aproximación a la escuela botánica de A. J. Cavanilles”, en Llull, 11 (1988), págs. 51-74; J. Fernández Pérez y A. Gomis Blanco, “La Ceres española y la Ceres europea, dos proyectos agrobotánicos de Mariano La Gasca y Simón de Rojas Clemente”, en Llull, 13, n.º 25 (1990), págs. 379-401; S. Rubio Herrero, Biografía del sabio naturalista y orientalista valenciano Don Simón de Rojas Clemente y Rubio (1777-1827), Madrid, Llibre, 1991; C. Quesada Ochoa, Estudio y transcripciones de la Historia Natural del Reino de Granada de Simón de Rojas Clemente, tesis doctoral, Granada, Universidad, 1992; J. Cremades Ugarte, “Contribución al conocimiento de la obra ficológica de Simón de Rojas Clemente (1777-1827): tipificación de los nuevos nombres de su Ensayo”, en Anales del Jardín Botánico de Madrid, 51, 1 (1993), págs. 3-32; “Nuestros algólogos: Simón de Rojas Clemente y Rubio (1777-1827)”, en Boletín de la Sociedad Española de Ficología, 14, 1995, págs. 2-5; A. Gil Albarracín, “Estudio preliminar sobre Simón de Rojas Clemente y su tiempo”, en Viaje al cabo de gata en 1805 por Simón de Rojas Clemente, Almería, Barcelona Griselda Bonet Girabet Editora, 2002, págs. 11-59; H. Capel, “El viaje científico andaluz de Simón de Rojas Clemente Rubio. De la Historia Natural a la Geografía”, en A. Gil Albarracín (ed.), Simón de Rojas Clemente Rubio. Viaje a Andalucía “Historia natural del Reino de Granada” (1804-1809), Almería, Barcelona, 2002, págs. 17-46; A. Gil Albarracín, “Vida y obra de Simón de Rojas Clemente Rubio”, en Simón de Rojas Clemente Rubio. Viaje a Andalucía “Historia natural del Reino de Granada” (1804-1809), Almería, Barcelona, 2002, págs. 47-90; J. Piqueras, “Gesta i vida d’un insigne botànic”, en Métode, 34 (2002).

 

Francisco Pelayo López

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