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Andrés Muriel

Biografía

Muriel, Andrés. Abejar (Soria), 26.XI.1776 – París (Francia), c. 1840. Eclesiástico e historiador.

Siguió la carrera eclesiástica, fue catedrático de Filosofía y Teología en El Burgo de Osma y abad de Santa Cruz. Formó parte de la Sociedad Económica de Amigos del País de El Burgo de Osma, de la que fue censor. Como afrancesado, por prestar obediencia y fidelidad al rey José Bonaparte, se le recompensó con el cargo de arcediano de la iglesia Catedral de Sevilla. Presidió una Junta de Instrucción y Beneficencia.

Con la caída del rey José, el abate buscó refugio en Francia y allí vivió hasta su muerte, que parece ocurrió hacia 1840. Desde 1814 hasta su fallecimiento, vivió al parecer con el dinero que le proporcionaban sus escritos. Se tiene el testimonio literario de dos cartas, escritas en el año 1800, dirigidas a un amigo que le pedía su parecer sobre la obra escrita por José-Joaquín González de la Cruz, consistente en poner en verso el drama de Jovellanos El delincuente honrado. En estas cartas rebatía los argumentos de su corresponsal (cuyo nombre se ignora) que condenaba la versificación. Muriel utilizó estas cartas con el fin de expresar su parecer sobre lo que convenía para difundir las luces. Según él, “dar un mérito exclusivo a las obras de los hombres ilustres” era “el obstáculo más funesto a la propagación de las luces”. Fundaba esta afirmación en el rechazo del criterio de autoridad: quienes se escudaban “con los relumbrones de los filósofos acreditados” no extendían “su vista al campo de la verdad en las ciencias ni al de los primores en las artes”.

Como sus contemporáneos deseosos de conseguir reformas que mejorasen la organización política, la economía y la sociedad de su tiempo, al abate Muriel parece que le convencieron las abdicaciones de Fernando VII y de Carlos IV, por lo que consideró a José Bonaparte rey legítimo de España. La Constitución otorgada en Bayona le debió de parecer necesaria y suficiente para que sirviera de marco a las reformas que veía necesarias.

Muriel profesó, desde 1810, en la masonería. Se conserva el memorial de abjuración, con el que se acogió al indulto concedido en Francia el 17 de marzo de 1815. En este escrito aparece como magistral de la iglesia-catedral de Osma. Manifestó en el documento no haber visto en las logias nada contrario a la religión, tanto en sus memorias y ritos como en sus ocupaciones.

Al hacer la biografía de O’Farrill, publicada en 1831, quiso justificar la conducta de su amigo a la vez que describía la suya y los rechazos de que se consideraba víctima, por ser mal interpretada, en España, su conducta política, e ignorada la pureza de sus intenciones. Cuando escribió la Historia de Carlos IV, se mostró a favor de “la solidez y belleza de la Constitución inglesa”, que hubieran querido establecer en Francia “varios miembros de la Asamblea”. De haberlo conseguido, pensaba Muriel que hubiesen aumentado allí “la riqueza y la fuerza pública, por haber tenido un gobierno compuesto por tres poderes distintos”, aunque ordenados de modo que se equilibrasen entre ellos, y que, unidos, concurriesen al mantenimiento del orden público. Afirmaba que, en la coyuntura revolucionaria, “varones muy sensatos”, aunque “en corto número”, y buenos conocedores de los principios del Derecho público, habían pensado en que hubiera dos cámaras legislativas en Francia —una aristocrática y otra popular— para que, reunidas bajo la autoridad del Rey, “cuidasen de la dirección de los negocios del reino”. Para él, al prevalecer, en la Asamblea, los principios del Contrato social roussoniano, se formó “una Constitución democrática y sin consistencia”. Así, dominada la Asamblea por tal espíritu, en vez de mantener los elementos de la constitución inglesa, destruyó todas las instituciones antiguas. En la Constitución francesa, “el poder democrático” quedó solo y sin contrapeso, con lo que, para Muriel, se impuso “el despotismo de la plebe”, resultando así “la más monstruosa” y “la más intolerable de las tiranías”. Estas palabras, escritas durante el reinado de Carlos X, pueden obedecer al oportunismo político y no reflejar su verdadero pensamiento.

En la Historia de Carlos IV, Muriel dio muestra de su conocimiento de la época por haber vivido durante el reinado. Pudo presentar los hechos con el conocimiento que tenía, como contemporáneo. El haber vivido en la España de finales del siglo XVIII y de comienzos del XIX, si bien le permitió conocer los hechos, por observarlos como espectador inteligente, también le hizo prisionero de los prejuicios de aquellos tiempos, resultado del rechazo que generó el protagonismo político de Manuel Godoy. En su escrito Gobierno del señor Rey don Carlos III, hizo la apología del Monarca y del reinado, con lo que se creyó autorizado para comparar el acontecer en la época de Carlos IV y rebajar en cuanto pudo lo positivo en los tiempos posteriores a la caída de Aranda y al encumbramiento de Godoy.

Muriel, por el conocimiento que tenía del acontecer en Francia, pudo hacer una historia comparada de la política en ambos países. Su obra fue calificada de “crónica documentada” del reinado de Carlos IV, sincronizada día a día con los transcendentales sucesos de Francia. Su libro, desde que se publicó hasta la actualidad, influyó en las versiones que se dieron del reinado. Autores de la mayor solvencia aceptaron como válidas las versiones calumniosas del abate sobre la relación existente entre los Reyes y el príncipe de la Paz. Baste señalar, como ejemplo, al gran hispanista francés, Jean Sarrailh, autor de la obra L’Espagne éclairée de la seconde moitié du xviiie siècle (Paris, 1954) en la que se expresa así: “dejemos en paz al trío formado por Carlos IV, su mujer María Luisa y su favorito Godoy, a quienes la historia ha condenado repetidamente, desde que Muriel censuró la abyecta debilidad del rey y el escandaloso comportamiento de la reina”. Sólo ahora comienzan a revisarse estas versiones, al utilizar, algunos historiadores, fuentes documentales que permiten presentar a los personajes y al reinado con mayor independencia y objetividad. Godoy, en sus Memorias, rebate ciertas afirmaciones del abate Muriel, calificándolas de grandes imposturas. Se trataba de la nota que dedicó al conde de Aranda, plagiada de la Biografía Universal de los contemporáneos. A esta nota, Muriel añadió, “de caudal propio”, que al reemplazar el conde de Aranda a Floridablanca como primer secretario de Estado y del Despacho, “su administración” había servido “como una especie de transición para preparar la entrada del joven duque de la Alcudia”. Godoy, en las Memorias, desmintió las versiones dadas sobre las actitudes de Aranda y de él respecto a la guerra de la Convención, a las que dio crédito Muriel, fundándose en “voces vulgares” que se habían difundido en España sobre la caída del prócer aragonés. También rebatió lo contenido en una Relación que se atribuyó a Aranda y que recibió Muriel de don Joaquín Melgarejo, duque de San Fernando de Quiroga desde 1815, quien, perdida la gracia de Fernando VII en 1823, intentaba recobrarla, para lo que “buscaba hacer merecimientos” (Coxe, 1927, VI: 60-70). Godoy aprovechó la ocasión para señalar que la Corte de Madrid, durante el reinado de Fernando VII, tenía emisarios y utilizaba viajeros, especialmente en París y en Londres, con el cometido de que vigilasen a los emigrados y de que tratasen de atraer a los escritores con el fin de que ensalzasen “lo presente, si era dable”, y de que vituperasen el pasado, cargando las tintas, sobre todo, en “el reinado anterior” (el de Carlos IV) y mucho más en la víctima (Godoy) que había servido “de pretexto para destronar a un rey y a un padre” (aludiendo al motín de Aranjuez y a la abdicación forzada de Carlos IV). Manuel Godoy llegó a afirmar que por haberle “maltratado” en su Historia de Carlos IV, “el presbítero Muriel” había conseguido el favor de Fernando VII, consistente, sólo “en lo que fue visible”, en “llevar al pecho la condecoración de la Real y distinguida Orden española de Carlos III”. No impidió la condecoración el hecho de que, en la Historia de Carlos IV vertiese versiones denigratorias y calumniosas contra la reina María Luisa, con lo que, con palabras de Godoy, no sólo le agravió a él “sino a su antiguo y excelente rey Carlos IV”.

 

Obras de ~: Elogio del Doctor Don Francisco Ayuso y Peña, leído por Don ~, el día 11 de Febrero de 1804, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1804; Los Afrancesados o una cuestión de política, por D. ~, Paris, Rougeron, 1820; W. Coxe, L’Espagne sous les rois de la maison de Bourbon, ou Mémoires relatifs a l’histoire de cette nation depuis l’avénement de Philippe V en 1700, jusqu’a la mort de Charles III en 1788, par William Coxe auteur de l’Histoire de la maison d’Autriche; traduits en Français, avec des notes et des additions par don ~, Paris, Chez de Bure Frères, libraires du roi, et de la Bibliothèque du roi, 1827, 6 vols.; Notice sur D. Gonzalo O’Farrill, Lieutenat-Général des armées de S. M. le Roi d’Espagne: son ancien ministre de la guerre, etc., Paris, Chez de Bure Frères, libraires de la Bibliothéque du roi, 1831; J. Moñino, Conde de Floridablanca, Gobierno del señor Rey Don Carlos III: o instrucción reservada para dirección de la Junta de Estado que creó este Monarca dada a luz por ~, Madrid, Librería de Sojo, 1839 (Gouvernement de Charles III, roi d’Espagne, ou Instruction reservée transmise a la Junte d’Etat, par ordre de ce Monarque publiée par ~, Paris, Chez Crozet, 1839); “Historia de Carlos IV”, en Memorial Histórico Español, XXIX-XXXIV (1893-1894) [ed. y est. prelim. de C. Seco Serrano, Madrid, Atlas, 1959 (Biblioteca de Autores Españoles, ts. 114-115)].

 

Bibl.: M. de Godoy, Príncipe de la Paz, Memorias, vol. I, ed. y est. prelim. de C. Seco Serrano, Madrid, Atlas, 1956, págs. 41- 47, 82-87 y 111-113 (col. Biblioteca de Autores Españoles, 88- 89); C. Seco Serrano, “La época de Carlos IV en la Historia de Muriel”, en A. Muriel, Historia de Carlos IV, t. I, op. cit., págs. V-XXXI; J. Navarro Latorre, “Algunos materiales biográficos sobre el historiador de Carlos IV, Don Andrés Muriel”, en VV. AA., Homenaje a Antonio Domínguez Ortiz, Madrid, Dirección General de Enseñanzas Medias, Ministerio de Educación y Ciencia, 1981, págs. 974-977; A. M.ª Berazaluce, Sebastián de Miñano y Bedoya (1779-1845), Pamplona, Ediciones de la Universidad de Navarra, 1983; J. V. de Frías Balsa, “La Pontificia y Real Universidad de Osuna (1550-1840)”, en VV. AA., Hacia la Universidad de León: estudios de historia de la educación en León, León, 2004, págs. 269-290; G. Dufour, “Los afrancesados o una cuestión política: los límites del despotismo ilustrado”, en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos (Madrid), n.º 6 (2007), págs. 269-277; A. Gil Novales, Diccionario biográfico de España (1808-1833), Madrid, Fundación Mapfre, 2012, pág. 2131.

 

Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, marqués de Castrillón