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Antonio de Valdivieso

Biografía

Valdivieso, Antonio de. Valhermosa del Valle de Valdivieso (Burgos), c. 1495 – León Viejo (Nicaragua), 26.II.1550. Dominico (OP), obispo de Nicaragua y defensor de los indios.

Se presume que nació en el seno de una familia de pequeños agricultores. Ingresó muy joven en la vida religiosa tomando el hábito de Santo Domingo en el Convento de San Pablo de Burgos.

El día 1 de marzo de 1543, el emperador Carlos V, por carta dirigida a Su Santidad, presentaba a fray Antonio de Valdivieso para obispo de Nicaragua, considerándolo como “persona benemérita y cual conviene para la salvación de las ánimas de los indios naturales de aquella tierra”. El 14 de agosto del mismo año el príncipe Felipe acordaba con Diego Navarro el despacho de las bulas del obispo y por carta de “ruego y encargo” indicaba al prelado que partiera para su destino sin esperar a que llegasen dichas bulas de Roma. Al mismo tiempo ordenaba a los oficiales de Nicaragua que comprobaran a cuánto ascendían los diezmos de aquel obispado, y en su caso pagaran a Valdivieso lo que faltara hasta completar los 500.000 maravedís, salario mínimo que tenían asignado los mitrados. Unos días más tarde, por carta fechada el 23 de agosto, se encargaba al presidente y oidores de la Audiencia de los Confines (establecida en aquella época en la ciudad de Gracias a Dios, en la costa atlántica de Honduras, limítrofe con Nicaragua), que ayudara al obispo en la pacificación de los indios. Y asimismo se encomendaba al prelado que procurara “traer de paz a los indios alzados” y seguidamente los asentara. Finalmente, el 7 de septiembre por Real Cédula se facultaba al obispo para cobrar y distribuir los diezmos de Nicaragua. Una vez despachada esta documentación y remitida a sus respectivos destinatarios, Valdivieso preparó la partida para su obispado.

Por sus cartas, se sabe que estuvo en América antes de ser nombrado obispo de León de Nicaragua, pero se ignoran los lugares en los que ejerció el ministerio sacerdotal. Cuando se produjo su elección y fue presentado a la dignidad episcopal, se encontraba en España y desde aquí, con celeridad, partió rumbo a Nicaragua en noviembre de 1543. La travesía duró alrededor de seis meses, de manera que llegaría a su obispado entre mayo y junio de 1544. Llevaba como compañía a su madre, Catalina Álvarez, a su hermana María y al esposo de ésta, Juan de Ovalle, pues ambos deseaban “echar raíces y perpetuarse en la tierra”.

Ordenado obispo el domingo día 8 de noviembre de 1545 en la ciudad de Gracias a Dios, fueron los obispos consagrantes fray Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapas, Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, y Cristóbal de Pedraza, obispo de Honduras.

Desde su llegada a Nicaragua se vinculó con la cruda realidad de su obispado y sintió la necesidad de transformar las estructuras opresoras que atenazaban a los naturales de aquella provincia, circunstancia que le llevó a experimentar en primera persona las exigencias, renuncias y peligros que esta tarea reclamaba. El paso del tiempo y su estancia en Nicaragua proporcionaron a Valdivieso un profundo conocimiento de aquella provincia, especialmente de las atrocidades y crímenes que padecían los naturales de parte de la familia Contreras y sus secuaces ante la pasividad de unas autoridades también afectadas por aquel clima de corrupción. De esta manera el pontificado de Valdivieso se presentaba tenso, sus relaciones con el gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, no podían ser peores, pues los malos tratos, abusos e injusticias cometidas por dicho gobernador y sus allegados, dueños absoluto de la tierra y de los indios, indujeron al prelado a denunciar con firmeza aquella situación hasta conseguir que el Consejo de Indias interviniera y desposeyera a los Contreras de una parte de su poder, bienes e indios. Estos términos marcaron la suerte de Valdivieso, pues con su actuación se había ganado unos enemigos que no pararían hasta darle muerte.

En poco tiempo, conoció el obispo de Nicaragua los problemas de su grey y las causas que los provocaban. Además el encuentro de fray Antonio de Valdivieso con fray Bartolomé de Las Casas con ocasión de su consagración episcopal, significó para él un intercambio de experiencias y de mutuo aliento ante las dificultades. Este influjo del padre Las Casas en el ánimo de Valdivieso fue decisivo para hacerle tomar partido por la libertad de los indios, sobre todo después de comprobar que las autoridades y los españoles de Nicaragua no eran mejores que aquellos otros desalmados que denunciaba su compañero de hábito. Y así lo expresaron ambos en la carta que conjuntamente enviaron al Consejo en 19 de octubre de 1545; en ella está claramente definido el humanismo que alentó a estos dos prelados que, apoyados en el derecho canónico, adoptaron una postura firme en la defensa de las “personas miserables” y especialmente cuando éstas “son oprimidas y agraviadas”. Se sobreentiende que el calificativo de “personas miserables” se refiere a todas aquellas que inspiran compasión y que “por sí misma no pueden defender sus causas, ni pedir justicia para sí”. Y aquí entraban, según Valdivieso y Las Casas, “estas gentes” que de entre todas las del mundo eran “las más miserables, las más oprimidas, agraviadas, afligidas y desamparadas personas, las que más injusticias padecen, las que más carecen y mayor necesidad tienen de amparo, defensa y protección”. Se infiere de las palabras de ambos frailes que la situación vital del indio era insostenible.

Valdivieso, pobre y apretado de recursos pero sin ambición ni codicia, sólo exigía lo que necesita para la administración de su iglesia. Él y Las Casas comentaban con tono agridulce que estaban “cargados de deudas y pobreza” y solos, pues nadie quería tratos con personas que se atrevían levantar su voz en defensa de los indios.

Respecto a los indios, Valdivieso apreciaba que éstos tenían una disposición natural que los inclinaba fácilmente a recibir la fe, y para atraerlos y convertirlos proponía emplear con ellos un trato suave y persuasivo. El prelado entendió su misión pastoral como defensa de los nativos. Criticó la actitud y actuación de los españoles que se decían cristianos y al mismo tiempo maltrataban a los indios.

En este camino emprendido por el obispo en defensa de los más débiles, cada paso dado significaba un aumento de la enemistad que los poderosos profesaban al prelado, de manera que Valdivieso se exponía a graves peligros personales, pero no cejó en su empeño, de ahí que pronto sintiera la soledad y con ella le sobrevinieran momentos de crisis y dudas sobre la utilidad de su esfuerzo. La tentación de abandonar fue intensa, pero optó por quedarse en su puesto. Entendió que el Evangelio se debía predicar con el propio testimonio. El obispo de Nicaragua significó una manera de estar ante la injusticia. En sus cartas enviadas al Consejo de Indias denunciaba aquella situación de horror y dejaba muy claro su grado de compromiso con la libertad de los indios e insistía machaconamente en que se ejecutaran las Leyes Nuevas de 1542. Y en esta obstinación por aplicar aquella normativa chocaba con el gobernador, principal afectado, y con los oidores de la Audiencia de los Confines, fundamentalmente su presidente Alonso de Maldonado, que obstaculizaron cualquier intento de poner en práctica el cumplimiento de dichas leyes.

Esta decidida voluntad de Valdivieso por alinearse con los indios le acarreó funestas consecuencias materializadas en la amenaza, la presión y la violencia que ejercieron sobre él, directa o indirectamente, los señores de Nicaragua; así, en unas ocasiones los oficiales reales retuvieron o dificultaron el cobro de su salario; en otras, la Audiencia se mostró indiferente ante sus demandas y en casi todo su pontificado sintió la soledad de aquellos que son injustamente señalados como indeseables.

Valdivieso adoptó una postura contraria a la esclavitud, que negaba o reducía la condición humana del indio hasta el punto de no considerarlo un “prójimo”. Para el prelado, la aprehensión del indio como prójimo llevaba inherente el reconocimiento de su condición humana y desde esta percepción denunciaba el “deservicio” y “las grandes ofensas que en la provincia se han inferido a Dios y a V. M.”. Desde esta perspectiva, se estructura la denuncia sistemática que hizo Valdivieso al modo de vida y de gobierno de los españoles, cuyos abusos “son para corromper a todo el mundo, y para infamar y hacer aborrecible el nombre de Jesucristo entre todas las gentes, pues no hay nación que haya sido tan engañada como en este caso, ya que del mayor bien del mundo han sacado el mayor mal del mundo”. De la percepción de la realidad humana deriva una crítica ética y política, cuya base es el ideal del buen gobierno, noción que expresaba entonces la necesidad de una buena administración de justicia como medio para preservar la seguridad, la quietud y el sosiego de los estados, y cuya finalidad era el “bien común”, comprendido en lo espiritual y lo temporal.

En las cartas que Valdivieso envió al Consejo, en todas, exponía el prelado una serie de ideas y de valores predominantemente sociales y políticos resultado de su propia experiencia, que revelaban la percepción que tenía de la realidad, la escala axiológica desde la cual juzgaba los acontecimiento y la actitud que adoptó ante dicha situación.

El obispo de Nicaragua tenía conciencia de que debía denunciar aquellas atrocidades y lo hizo con absoluta claridad. Para el prelado, buena parte de los males radicaba en la mala administración de la justicia, aunque sus críticas al mal gobierno se extendían desde las autoridades locales hasta los magistrados de la Audiencia de los Confines, el prelado apuntaba sin remilgos al presidente de la Audiencia, licenciado Maldonado, máximo responsable de que muchas de las órdenes reales no fueran cumplidas. Y desde esta perspectiva, entendía el prelado que era difícil acercarse a los indios para hablarles de la justicia española y menos aún hacerles comprender que aquellos cristianos, sus verdugos, profesaban una religión basada en el amor a los hombres, religión a la que ellos debían convertirse. Ante esto, las palabras de Valdivieso son concluyentes: “Los abusos que en estas partes se cometen [...] son para [...] hacer aborrecible el nombre de Jesucristo entre todas las gentes”.

Para Valdivieso, la tiranía que soportaban los indios y el menosprecio de que eran objeto los eclesiásticos por parte de las autoridades, eran aspectos de una misma perversión: el brutal egoísmo de algunos españoles, pues la autoridad de la Iglesia era menospreciada precisamente porque suponía un valladar contra la explotación que padecían los indios. Conocer el rostro de sus “ovejas” fue determinante para Valdivieso, como se puede apreciar en las propuestas que hizo a la Corona en sus cartas escritas desde junio de 1544 a noviembre de 1546. En ellas exponía lo que se podría denominar “plan pastoral”, pero que en realidad era un entrelazado de propuestas políticas, económicas y judiciales cuya finalidad se dirigía a proteger a los indígenas contra la depredación de sus encomenderos. He aquí algunas de ellas: cambiar las autoridades existentes; redistribuir las encomiendas y crear un nuevo modelo; exonerar a los indios de pagar tributos; ejecutar y cumplir lo contenido en las Leyes Nuevas; apoyar a la Iglesia como garante del cumplimiento de las reales órdenes equipando a los obispos con los medios suficientes para la defensa y protección de los indios y respetando la jurisdicción, privilegios y libertades eclesiásticas.

El camino que emprendió Valdivieso estaba empedrado de dificultades que condujeron al prelado a ejercer su ministerio bajo una constante y creciente tensión cuya meta final sería su asesinato a manos de Hernando y Pedro Contreras, hijos del ex gobernador Rodrigo Contreras, compareciente en España, donde sería amonestado y desposeído de buena parte de sus riquezas. Ambos hermanos, sospechando que la caída en desgracia de su padre se debía a las denuncias del prelado, decidieron acabar con la vida de aquel hombre que no se doblegaba ante ellos ni aceptaba sus imposiciones.

Ni siquiera la muerte sorprendió al obispo; llama la atención la certeza que tenía de estar jugándose la vida desde el instante en que se enfrentó a los poderosos de Nicaragua. Y esta convicción la tenía desde que llegó a su obispado y así lo expresó con toda claridad en su carta de 8 de marzo de 1545: “Cuando S.M. y VA en su nombre me hicieren merced de fiar de mí este obispado yo lo acepté solamente por servir a Dios y a V.M. porque otra cosa bien entendía que no se podía sacar de él como hombre que había estado en Indias sino aventurar el alma y la vida y la honra que en Indias no se conservan estas dos cosas haciendo bien sino haciendo mal”.

El asesinato se perpetró en Viejo León en las primeras horas de la tarde del día 26 de febrero de 1550, miércoles de Ceniza. Casi de inmediato, a su muerte su casa fue saqueada y él despojado de sus pertenencias personales: anillo y pectoral. Luego su cuerpo sería abandonado; tan sólo quedó junto al obispo yacente su anciana madre, que se encargaría del sepelio, para lo que hubo que pedir permiso a los asesinos de su hijo.

Valdivieso podría ser considerado el primer obispo mártir de América por defender los derechos humanos de los indios.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Guatemala, 162, Real Provisión dada en Valladolid a 14 de agosto de 1543 para Fray Antonio de Valdiviso, electo obispo de Nicaragua; Guatemala, 162, Carta de Fray Antonio de Valdivieso OP, obispo de Nicaragua, al Príncipe en su Consejo de Indias. Gracias a Dios, 10 de noviembre de 1545; Guatemala, 162, Carta de Fray Antonio de Valdivieso OP, obispo de Nicaragua, al Príncipe en su Consejo de Indias, Granada, 8 de marzo de 1545; Guatemala, 162, Carta de Don Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, al Rey en su Consejo de Indias, Santiago de Guatemala, 17 de marzo de 1550.

J. Álvarez Lobo, Cartas del obispo Valdivieso: La defensa de los pueblos de América, 1544-1547, Cuzco (Perú), Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1992; Fray Antonio de Valdivieso, Obispo mártir de Nicaragua: 1544-1550. Cartas, San José de Costa Rica, Lascasiana, 1992; C. Guido Martínez, Fray Antonio de Valdivieso: pastor, profeta y mártir, Managua, Centro Nicaragüense de Escritores, 2001; Conferencia Interprovincial Dominicos de América Latina (CIDAL), “Antonio de Valdivieso un obispo dominico en la Nicaragua del siglo xvi, protomártir de América”, en Dossier Cidal (Managua), 11 (mayo de 2000) (en http://www.dominicos.org/ cidal/espanol/Dossiers); CIDAL, “Monseñor Antonio de Valdivieso: pastor, profeta y mártir de los derechos humanos en Nicaragua († 1550)”, en Dossier Cidal (Managua), 10 (octubre de 2001) (en http://www.dominicos.org/cidal/espanol/Dossiers).

 

Manuel Leal Lobón