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Miguel de Antona

Biografía

Antona, Miguel de. Velasquillo. Quintana Redonda (Soria), c. 1500 – ¿Madrid?, 1570. Bufón y cortesano.

Nacido en una familia humilde a comienzos del siglo xvi, Miguel de Antona entró a formar parte de los “hombres de placer” de la Corte de Felipe II en los inicios de su reinado. Los datos de su vida antes del acceso al favor real son contradictorios, aunque parece prevalecer la idea de que trabajó como boyero en la sierra madrileña y segoviana al menos hasta mediados de la centuria. Por su capacidad para divertir a la Corte y al monarca hispano por medio de actos bufonescos, pasó a formar parte de la nómina de bufones y locos de palacio, adquiriendo en muy poco tiempo una posición destacada dentro del aprecio del Soberano.

Ateniéndonos a documentos oficiales, Antona era un “criado de su Magestad”, aunque por su naturaleza cortesana fue incluido dentro de los denominados “bufones”, e incluso entre los “locos”, aunque esta denominación no se atuviera a la realidad del personaje.

Como ejemplos de la actividad de Velasquillo, apodo con que se le conoció en el momento, caben citar el de Juan de Mal Lara aludiendo a la triunfal entrada de Felipe II en Sevilla en 1570 y el de Baltasar Porreño, relativo a un episodio piadoso del Rey Prudente. En el primer caso, el cronista hispalense indica que “para que fuese general alegría a cuerdos y locos” el concejo de Sevilla otorgó una librea, caperuza y un caballo “morcillo” con el que debía Velasquillo hacer su entrada en la ciudad; por su parte, Baltasar Porreño refiere una anécdota habida en los primeros momentos de la construcción del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, según la cual Antona acompañó en privado al Monarca en una misa de maitines en la cual “hizo oración, y halló un labrador sentado en un banquillo, y en la parte que dél sobraba se sentó el humildísimo Monarca, y así estuvieron juntos un rato sin conocer el labrador al Rey hasta que se juntaran los religiosos, y Miguel de Antona hizo señal para que bajasen a abrir a Su Majestad. Y subió a la tribunilla a oír maitines, estando hombro con hombro con los religiosos por la estrechura del mar, y primero mano a mano con el labrador en el banquillo”. Esta cercanía de Antona a la figura del Soberano tuvo efectos prácticos para la promoción social del hogaño pobre pastor. Según su testamento, estudiado por Fernando Bouza, Velasquillo creó una capellanía en su localidad natal de Quintana Redonda, dotada de numerosos bienes, y una ermita en el Monasterio de Calatañazor, “para que perpetuamente se dijeran cuatro misas a la semana por su alma”. En su retablo, dedicado a santa María Magdalena, se podía observar un retrato de los donantes, del bufón y su esposa, posteriormente ocultado y perdido. Junto a estas mandas piadosas, Miguel de Antona obtuvo de Felipe II un mayorazgo en donde incluyó propiedades rústicas y urbanas (molinos, batanes, presas, prados, casas) que pasaron en 1568 a sus herederos, sus sobrinos Pedro y Juana. Por otra parte, Velasquillo otorgó en su última voluntad que un herrenal con casas y otros bienes en El Escorial pasara a su protector, el monarca hispano; poco después se cedieron aquellos terrenos al monasterio, que fueron hospedaje del arquitecto Juan de Herrera.

Miguel de Antona testó en Madrid, donde se firma su testamento y codicilo, en 1568, y pudo fallecer en la Villa y Corte dos años después. Antes de finalizar el siglo se realizó un retrato de este hombre de placer en la iglesia de El Escorial (un documento de época refiere que se “pintó en el dicho lienço al natural, [y se] dexó en la yglesia de la villa del Escurial, comforme a una cédula de su Magestad”), mientras que en 1581 el Rey ordenó que se pusiera un nuevo lienzo en el retablo de la capellanía de Quintana Redonda y una losa en la tumba de Antona. Tal fue su reconocimiento que en las postrimerías del siglo xvii el pintor napolitano Luca Giordano pudo retratar al bufón soriano en un friso del monasterio escurialense, en una escena alegórica en la que acompaña al Monarca, según los críticos especializados.

La figura bufonesca de Velasquillo pervivió en numerosos dichos, anécdotas e historias, muchas de ellas apócrifas, que delatan su carácter agudo y crítico y la herencia de su memoria entre las “gentes de placer” de la España filipina. Este papel destacado entre los personajes “de placer” cortesanos, casualidades del destino, sería asumido por la famosa “loca” Magdalena Ruiz, quien en el año de 1568 había entrado a formar parte del séquito de la joven infanta Isabel Clara Eugenia.

 

Bibl.: M. Fernández de Navarrete, Colección de documentos inéditos para la Historia de España, vol. VII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1845; F. Marion Crawford, In the Palace of the King: A Love Story of Old Madrid, London, The MacMillan Company, 1900; J. Moreno Villa, Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de Placer que tuvieron los Austrias en la Corte Española desde 1563 a 1700, México, Editorial Presencia, 1939; F. Zamora Lucas, “Felipe II y su bufón Miguel de Antona en los comienzos del Monasterio de El Escorial”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXI/1-2 (1963), págs. 171-201; F. Zamora Lucas, “Miguel de Antona, Velasquillo, bufón de Felipe II”, en Celtiberia, 36 (1968), págs. 215-228; L. Cervera Vera, Colección de documentos para la Historia del Arte en España, vol. I, Zaragoza, Museo e Instituto de Humanidades Camón Aznar, 1981; J. de Mal Lara, Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla a la C. R. M. del Rey D. Felipe II (con una breve descripción de la ciudad y su tierra), ed. y pról. de M. Bernal Rodríguez, Sevilla, Universidad, 1992; F. J. Bouza Álvarez, Locos, enanos y hombres de placer en la corte de los Austrias: oficio de burlas, Madrid, Temas de Hoy, 1996; G. Parker, Felipe II, Madrid, Alianza Editorial, 1998; B. Porreño, Dichos y hechos del Señor Rey don Felipe Segundo, el prudente, potentíssimo y glorioso monarca de las Españas y de las Indias, est. e introd. de A. Álvarez-Ossorio Alvariño, ed. de P. Cuenca, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001.

 

Roberto Quirós Rosado

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