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Guillén Ramón de Moncada Portocarrero y Meneses

Biografía

Moncada Portocarrero y Meneses, Guillén Ramón de. Marqués de Aytona (VI), Madrid, 4.I.1672 baut. – Valencia, 5.II.1727. Militar.

Hijo primogénito de Miguel Ramón de Moncada y Silva (Madrid, 28 de octubre de 1652-Gerona, 8 de agosto de 1674), V marqués de Aytona (1670-1674), XIII conde de Osona, y de Luisa Feliciana Portocarrero y Meneses, VI duquesa de Camiña, X marquesa de Villarreal y IX condesa de Medellín; Guillén Ramón fue marqués de Villarreal (XI), de la Puebla de Castro (III), duque de Camiña (VIII) (1680-1727), conde de Osona (XIV), de Marmilla (IX), de Medellín (X), de Alcoutim (X), vizconde de Cabrera, Bas y Villamur, barón de Llagostera (IX) y de Antillón, Serós, Mequinenza, Soses, Callosa, Tarbena, Ile-sur-Tet y Alfajarín, señor de Moncada; Grande de España de 1.ª Clase, gran senescal hereditario de Aragón, maestre racional de Cataluña (1674), gentilhombre de la cámara del Rey, caballero calatravo (1675) y comendador de Bexix (Begid, Jaén) y de Castell de Castells (Alicante). Sucedió en los estados paternos sin haber cumplido los tres años de edad, debido a la temprana muerte de su padre en la defensa de Gerona, y seis años después, al morir su madre (1680), designada camarera mayor de la Reina, recibió también su importante herencia; antes, había ingresado en la Orden de Calatrava (1675), para suceder en la encomienda que tuvo su padre, y obtenido de las Cortes de Aragón su naturalización en aquel reino (1677), concedida igualmente a su hermano Pedro Manuel. Contrajo matrimonio (20 de septiembre de 1688) con Ana María de Benavides y Aragón (1672-1720), hija de Francisco de Benavides, IX conde de Santisteban, en la que pronto aseguró su descendencia con el nacimiento de un varón, Miguel (7 de septiembre de 1690), que moriría en la infancia.

Con la sucesión aparentemente asegurada, se incorporó al ejército de Cataluña en Gerona, amenazada tras la pérdida de La Seo de Urgel (1691). En enero de 1692 fue designado mariscal de campo del Tercio de Aragón, en sucesión del conde de Guara, promovido al generalato de la Artillería del Ejército. Al mes de su incorporación, y ante la eventualidad de una invasión francesa de Aragón por Ribagorza y Monzón, la Diputación aragonesa le instó a que abandonara Cataluña y “acudiera a las zonas amenazadas, según lo prevenido en el fuero”; sin embargo, conjurado el peligro, el Tercio continuó sirviendo en Cataluña, pasando en 1693 a la guarnición de Barcelona. En marzo de 1694 fue promovido al empleo de general de la Artillería del ejército de Cataluña, relevando a Juan Vázquez de Acuña, designado maestre de campo general de dicho ejército. Con tal empleo, se halló en la batalla de Verges o del Ter (27 de mayo de 1694), la única que se daría en el frente catalán a lo largo de toda la Guerra de la Liga de Ausburgo, llamada también “de los Nueve Años” (1689-1697), donde el marqués de Villena fue derrotado por el francés duque de Noailles, que poco después asedió y tomó Palamós (7 de junio) y Gerona (29 de junio), mucho mejor defendida por su padre veinte años atrás. En el curso de la misma guerra, se hallaría también en la defensa y capitulación de Barcelona ante el duque de Vendôme (10 de agosto de 1697), que juraría como virrey en nombre de Luis XIV (4 de enero de 1698). No obstante, todas las plazas perdidas durante las hostilidades serían devueltas a España a lo largo de 1698, en virtud del Tratado de Ryswick (20 de septiembre de 1697), que llevó una efímera paz a Europa sobre la base del “statu quo” previsto en Nimega veinticuatro años atrás.

Guillén permaneció sirviendo en el Principado, donde obtuvo su promoción a general de la Caballería del ejército de Cataluña, entonces el más importante de los peninsulares, por patente de 2 de marzo de 1701, que no gozaría mucho tiempo. En efecto, el 12 de noviembre asistía a la recepción pública de Felipe V en Barcelona, a quien besó la mano como maestre racional de su Casa y Corte en el Principado, ocasión en que Su Majestad le designó gentilhombre de su cámara y le promovió al empleo de maestre de campo general del ejército de Lombardía (21 de diciembre de 1701), donde ya había comenzado la guerra por la sucesión de la Corona española, declarada por el archiduque pretendiente Carlos de Austria, al que pronto apoyarían las potencias marítimas. El marqués se incorporó a su puesto, el tercero en la escala de aquel ejército, solamente subordinado al capitán general y a su gobernador de las armas, el 7 de febrero de 1702, expidiéndosele su patente con fecha del 19 siguiente. Desempeñando sus funciones como jefe de la toda la infantería del ejército milanés, se halló en el socorro de Mantua (7 de mayo de 1702), en la batalla de Luzzara (15 de agosto) y reconquista de Guastalla (10 de septiembre), operaciones a las que asistió personalmente Felipe V y que las tropas imperiales fueron obligadas a retroceder hacia el alto Bórmida, de donde serían definitivamente expulsadas el año siguiente. El marqués se halló también en esa facción, así como en la invasión del Trentino (1703), pero hubo de regresar a Milán para configurar la nueva estrategia bélica, ante la sospecha del inminente cambio de partido del duque de Saboya, que, efectivamente, acabó abrazando la causa del pretendiente. Al concluir aquella campaña, Felipe V le llamó a la Corte. La Gaceta, que publicó la noticia el 4 de diciembre de 1703, se hizo eco de su nombramiento como capitán de la segunda compañía española de Reales Guardias de Corps, empleo que posteriormente se dio (12 de junio de 1704) a Ginés de Castro, conde de Lemos; en realidad, había sido llamado para servir en la campaña de Portugal como ayudante real, con el grado de teniente general de los Reales Ejércitos, cuyo sueldo comenzó a percibir el 10 de mayo de 1704, “ynterin que presentaba su patente” (Archivo Histórico Nacional, E, 261).

Mantuvo el empleo de ayudante real hasta que fue designado coronel del Regimiento de las Reales Guardias de Infantería española, con el accesorio de capitán de la compañía coronela de fusileros, sucediendo al conde de Aguilar; el nombramiento se produjo en septiembre de 1705, aunque Alcedo —el historiador del cuerpo— lo retrase al 18 de noviembre, quizá la fecha efectiva de su incorporación. Según Álvarez de Baena, “en éste empleo acompañó (a) la Real persona todo el resto de su vida, hallándose en quantos viages, campañas y batallas se ofrecieron en aquellos años, por lo que mereció siempre la mayor distinción del soberano”.

No le falta razón al eminente biógrafo de las personalidades matritenses, pero su aserto es mucho más literal de lo que pueda parecer. De hecho, el marqués sólo se apartó de la Corte unos meses, en la primavera de 1709, para reforzar al marqués de Bay en Extremadura con los tres batallones de su Regimiento; en la inmediata batalla de La Gudiña (18 de abril de 1709) mandó la derecha del ejército, formada exclusivamente por Caballería y Dragones, justamente el ala que provocó la derrota y huida de la caballería enemiga y permitió al marqués de Bay una resonante victoria.

Pero ya no se apartaría más de Felipe V, al que continuó asistiendo más como ayudante que como coronel de sus guardias o capitán general de sus ejércitos, graduación que le fue concedida el 1 de diciembre de 1710, según el registro de patentes de la Secretaría de Guerra, aunque también aparece retrasada a octubre.

Así, por mantenerse junto al Rey, asistiéndole en campaña, no llegó a mandar ningún cuerpo de Ejército en las importantes batallas de Brihuega-Villaviciosa (8 al 10 de diciembre de 1710), como su graduación y experiencia aconsejaban, hurtándosele la gloria de servir en tan señalados acontecimientos pese a haberse hallado en ellos. El 23 de abril de 1714 fue nombrado consejero de Guerra, puesto que mantuvo —como la coronelía de la guardia— hasta su muerte, tras haber rechazado su decanato en 1724.

Tras morir su primogénito y único varón, no procreó más que dos hembras en su primer matrimonio, la mayor de las cuales le premurió. Fallecida su primera esposa (14 de junio de 1720), volvió a contraer nupcias (2 de agosto de 1724) con Rosa María de Castro de Portugal (1691-1772), XII condesa de Lemos, ya viuda de su primer marido, en la que no alcanzó posteridad. Por ello, a su muerte, y dado que su hermano tampoco tuvo descendencia, sus estados pasaron a su única heredera, María Teresa de Moncada (1707-1756), que casó con el primogénito del duque de Medinaceli, quebrándose así, por primera vez desde el siglo viii, la sucesión por línea varonil desde Odger, llamado Tapiser (senescal), que erigió el castillo de Mont-Cathalo, solar originario del señorío de Montcada/Moncada. Saint Simon, que le trató en Madrid, lo recuerda como caballero que gozaba de “una gran reputación de honradez, de desinterés y del valor más brillante y distinguido, pero, al mismo tiempo, de gran simpleza, por lo cual se pretendía que los talentos no le respondían lo suficiente”.

Baena también distingue su valor personal.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Papeles de la Junta del Real Servicio, leg. 598; Archivo Histórico Nacional, E, 1464; E, 1282; E, 261; E, 3488.

Gaceta de Madrid, 4 de diciembre de 1703; A. C. de Ubilla y Medina, Sucesión de el rey don Phelipe V en la corona de España. Diario de sus viajes desde Versalles a Madrid, el que executó para su feliz casamiento. Jornada a Nápoles, a Milán y a su exercito. Sucesos de la campaña, y su vuelta a Madrid, Madrid, J. García Infanzón, 1704; V. Bacallar, marqués de San Felipe, Comentarios de la Guerra de España, Génova, 1726 (Madrid, ed. de C. Seco, 1949, Biblioteca de Autores Españoles, n.º 99); J. de Alcedo, Estado de los oficiales del Regimiento de Guardias de Infantería española desde su creación, Madrid, c. 1778 (ms. en Biblioteca Nacional de España); J. A. Álvarez Baena, Hijos de Madrid, t. II, Madrid, 1779, págs. 380-383; L. Rouvroy, duque de Saint-Simon, Mémoires, Paris, ed. Chéruel, 1856-1858; H. Kamen, La Guerra de Sucesión en España, 1700-1715, Barcelona, Grijalvo, 1974; P. Voltes Bou, La guerra de Sucesión, Madrid, Planeta, 1990; L. Sorando Muzas, “El Tercio de Aragón, 1678-1698”, en Researching & Dragona (Madrid), n.º 1 (1992), págs. 61-66; F. Andújar Castillo, Consejos y Consejeros de Guerra en el siglo XVIII, Granada, Universidad, 1996, págs. 236-37; F. Castellvi, Narraciones Históricas, 1701-1715, Madrid, 1998.

 

Juan Luis Sánchez Martín

 

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