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Florencio del Castillo Solano

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Biografía

Castillo Solano, Florencio del. Ujarrás (Costa Rica) 17.X.1778 – Oaxaca (México), 26.XI.1834. Eclesiástico, misionero, político, presidente de la Asamblea General de las Cortes de Cádiz.

Fray Florencio del Castillo nació en el Valle de Ujarrás, caserío perteneciente al ayuntamiento de la Ciudad de Cartago, el 17 de octubre de 1778, siendo Costa Rica provincia de la Capitanía de Guatemala.

Murió en la ciudad de Oaxaca el 2 de noviembre de 1834 a la edad de cincuenta y seis años, siendo gobernador de la diócesis a consecuencia de un ataque de apoplejía, mientras presidía exámenes sinodales. Dirigió la Universidad de Oaxaca, cuna de célebres intelectuales, donde descansaron sus restos hasta 1970, en que fueron repatriados a Costa Rica, y descansan en su tierra natal Ujarrás, que hoy lleva el nombre de Paraíso en la provincia de Cartago, Costa Rica.

Hijo de Juan Luis de Soto y de Cecilia Castillo Villagra. Nacido en un hogar de intelectuales y religiosos, su formación se vio enriquecida por las ideas ilustradas y el naciente liberalismo que fluían a Centroamérica, desde Europa.

Trascendió su infancia en Ujarrás, y estando en edad de estudiar se trasladó a León de Nicaragua, para realizar sus estudios de sacerdocio en el seminario conciliar de León, pues Costa Rica poseía sólo el rango de Vicaría, ordenándose sacerdote en 1802.

Florencio del Castillo se ordenó sacerdote y fue rector de la misma institución. En ella se ordenó como sacerdote su hermano Rafael Castillo, donde también estudió sacerdocio su hermano Demetrio Castillo, aunque no se ordenó, adquirió una amplia cultura, que le permitió acompañar a su célebre hermano en su extraordinaria carrera en las Cortes de Cádiz en 1811, y posteriormente en Oaxaca.

Destacado por su pensamiento de avanzada regresó a Costa Rica tras una exitosa carrera en el Seminario Conciliar de León, donde había ocupado el vicerrectorado del Colegio de San Ramón, posteriormente erigido en universidad. Ocupó el curato de la Ciudad de Alajuela en 1806. En 1810 fue designado por el cabildo de Cartago como representante de Costa Rica, en calidad de diputado, a las Cortes Generales y Extraordinarias de España. El padre Del Castillo aceptó aquel honor y se dispuso al viaje y el 11 de julio de 1811, fueron admitidas sus credenciales prestando su juramento ante las mismas Cortes en la ciudad de Cádiz, formando parte de los sesenta y tres representantes originarios de América.

Las condiciones sociales de Cartago, producto de la conformación histórico-geográfica, donde convergían la población peninsular, indígena, la población mestiza y mulata, permitió al clérigo interpretar los signos de cambio de su época. La realidad social de su entorno lo sensibilizó para las luchas sociales que daría en las Cortes de Cádiz, y posteriormente en el afincamiento de las ideas liberales, que se arraigaban en los movimientos independentistas. Florencio del Castillo tuvo una destacada actuación en la conformación de las ideas republicanas, que luego destacarían en la experiencia efímera del Imperio de Iturbide.

Fue director de la cátedra de Filosofía del Seminario Conciliar de León en Nicaragua; fundador del Colegio de San Ramón de León de Nicaragua que luego fuera declarada universidad en las mismas Cortes de Cádiz.

En julio de 1812 fue designado vicepresidente de la Asamblea de las Cortes de Cádiz. En octubre se le nombra secretario de la misma, y en mayo de 1813 se le designa presidente de la Asamblea General.

Su trayectoria política y académica la realizó en su estadía en las Cortes gaditanas donde concurrió como representante de la provincia de Costa Rica.

Su destacada labor en favor de los derechos del hombre se encuentra en sus fervientes defensas por los derechos de las castas, de los mestizos y de los indígenas y de la población deciente de africanos.

En el año 2004 se restauró un mausoleo en el centro del parque de la ciudad de Paraíso, donde se resguardan sus restos y se propaga su pensamiento a través de la cátedra universitaria Florencio del Castillo. Estudiosos y biógrafos de la figura de Florencio del Castillo coinciden que su estatura intelectual traspasa los límites de las luchas de reivindicación por los derechos de las mayorías desposeídas de Hispanoamérica, y se proyecta a un universalismo humanista, que aún no ha sido estudiado a profundidad.

A la luz de las nuevas interpretaciones sobre la evolución del Derecho Constitucional de Costa Rica, trasluce un descubrimiento relevante sobre la actuación destacada de Florencio del Castillo en las Cortes gaditanas. Los principios fundamentales del gobierno de Costa Rica, de las libertades públicas, tienen su esencia en la defensa de los derechos que, sobre el ciudadano, la libertad, la división de los poderes, y el papel concedido a la educación como garantía del desarrollo de la persona humana, se consagraron en las disposiciones y leyes contenidas en la Constitución de Cádiz.

La actuación del padre Florencio del Castillo traspasa los hechos de su época y se deben juzgar a la luz del marco general de la convocatoria a las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, pues allí arranca la historia constitucional de Costa Rica y la Constitución de 1812 constituye el primer documento constitucional.

La promulgación de las leyes de Cádiz evidenciaron la crisis del Antiguo Orden tanto para la América española como para la propia España. Las ideas del liberalismo se respiraban en cada una de las leyes y su espíritu de cambio todavía permanece entre los elocuentes discursos del padre del Castillo. La oratoria y los conocimientos del derecho canónico y civil quedan manifiestos en los brillantes discursos de Florencio del Castillo, su trascendencia y vigencia hoy, lo convierten en un pensador humanista y universal.

Los vínculos de vasallaje son los primeros en romperse como resultado de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que pretendía igualar los derechos de elección de americanos y peninsulares.

Las Cortes de Cádiz fueron la instancia política donde peninsulares y americanos disolvieron el antiguo pacto político, y dieron paso a un nuevo régimen, inspirado en un concepto diferente en las relaciones políticas, económicas y culturales.

La participación del presbítero Florencio del Castillo en la Asamblea de las Cortes de Cádiz se inicia el 21 de julio de 1812 al intervenir en el debate de reglamentación y un mes después pronuncia su primer discurso a favor de los indios, y las poblaciones autóctonas de América y de las castas.

Además participa con gran éxito en las discusiones sobre el proyecto de Constitución aprobada el 19 de marzo de 1812.

Florencio del Castillo ocupó importantes cargos en las Cortes de Cádiz, en todos los casos mantuvo su vehemencia y fue consistente con las luchas para liberar a los pobladores americanos del yugo de la discriminación, la explotación y la ignorancia. El 11 de julio de 1811, admitidas sus credenciales prestó su juramento ante las Cortes de Cádiz en el templo de San Felipe Neri; en ese mismo mes el padre del Castillo interviene en el debate sobre el poder judiciario y el 21 de agosto siguiente pronuncia su primer discurso en favor de los indios. Marina Volio (1980), biógrafa e historiadora de Florencio del Castillo, así lo consigna, “Perteneció a la Comisión de Honor, a la Ultramarina, a la encargada de los acuerdos y resoluciones” de las Cortes, a la de Justicia, la de Sanidad, y a la primera comisión especial para asuntos de la América. Participó en la mayor parte de los debates sobre los distintos artículos del proyecto de Constitución y se distinguió, especialmente, por la defensa de la libertad del indio y de sus derechos a la propiedad, a la instrucción, al trabajo y a su participación política como ciudadano. No menos brillante fue su constante y enérgica defensa de los descendientes originarios de África, es decir, los pertenecientes a las llamadas castas y sus protestas contra la discriminación racial, social y política de los mulatos lo llevaron a plantear el problema en sus orígenes y a proponer la abolición de la esclavitud en América (M. Volio, 1980: 64).

El 4 de abril de 1812 el padre del castillo planteó ante las Cortes el problema de la explotación del trabajo de los indios. He aquí su proposición: “Señor: poco o nada servirá el Decreto de V. M. para que no se cometan vejaciones con indios, mientras no se prive a los gobernadores de la libertad de cometerlas. El Código de Indias abunda de semejantes disposiciones; y sin embargo los indios han sido miserables, desnudos, hambrientos, vejados. Estos males han causado su despoblación en términos que si no se adoptan providencias eficaces vendrán a extinguirse enteramente. En el día no hay un solo indio en la espaciosa isla de Cuba ni en otra alguna de las Antillas, y aún en el Continente se han disminuido de una manera increíble. Para remedio de tan grandes males, llamo toda la atención de V. M. sobre las siguientes proposiciones que creo contribuirán eficazmente a aliviar y mejorar el triste estado de los indios”.

El 12 de mayo de 1949, la Asamblea Constituyente de Costa Rica, reunida para redactar la nueva Constitución que regiría el país, rinde el primer tributo nacional a la figura y al pensamiento de Florencio del Castillo (Acta n.º 66 del 12 de mayo de 1949): “Señores Diputados: El Presbítero Florencio del Castillo fue sin duda alguna la figura más destacada del régimen colonial, no sólo por los honores de que fue objeto en las Cortes de Cádiz de las que fue Secretario, Vicepresidente y Presidente, sino por la humanitaria obra de justicia social y política realizada por tan ilustre costarricense en el seno de aquella augusta Asamblea. De origen humilde nacido en el antiguo pueblo de Ujarrás, de Cartago, su figura adquiere con el tiempo mayor relieve colocándolo entre los hombres notables del Continente”.

En su actuación parlamentaria en las Cortes de Cádiz, no sólo reveló sus vastos conocimientos en derecho político, civil y sagrados cánones, sino también su formidable poder de razonamiento dentro de una lógica convincente que daba una fuerza insuperable a su dialéctica.

Se le considera el primer defensor de los derechos de los grupos indígenas, de las castas y de los negros, de Costa Rica y el resto de América.

Solicitó a las Cortes de Cádiz la abolición de las mitas, pues lo consideraba como una forma de servidumbre en contra de los indios: “Hablo por la humanidad paciente, hablo por los afligidos indios, por los indígenas del nuevo mundo que por tanto títulos tan acreedores a nuestra consideración, y hablo para que se ponga fin y término a los males y vejaciones que sufran”. Consideraba el diputado Castillo, que tal legislación era opresora y destruía la libertad civil y el derecho de propiedad y la propia dignidad humana.

La legislación impulsada por el padre Florencio del Castillo en las Cortes, incluyeron los derechos de propiedad a través de leyes que permitieran la dotación de tierras de labranza, la protección del trabajo, acceso a la instrucción, e incluso la igualdad civil para optar por estudios de sacerdocio y libertad religiosa de los descendientes de africanos.

Fue el propulsor de la abolición de las mitas, de la regulación del servicio obligatorio de los indios, incluso en contra de los privilegios de la iglesia, de igual manera se pronunció en contra de cualquier forma de apropiación de la fuerza de trabajo indígena, basada en el derecho natural y el concepto de libertad absoluta.

Este mismo concepto de libertad se manifiesta en los artículos de la Constitución de Cádiz, donde hace defensa de la necesidad de dotar de iguales derechos y obligaciones a criollos, castas e indios, a dotarles de medios de producción, y a procurarles una adecuada educación.

Florencio del Castillo demostró ser un gran reformador, un hombre avanzado para su época, en el artículo IV de la legislación sobre los derechos de los indios, se incorpora el derecho a la apropiación de bienes de producción, que constituyó una reforma radical para el régimen colonial, que basaba su sistema económico, precisamente en la expoliación de la fuerza de trabajo indígena y la esclavitud, así como la negación de los medios de producción a los mismos grupos sociales.

El 4 de septiembre de 1811 inició con un hermoso discurso la campaña en favor de los esclavos descendientes de africanos que residían en América.

Los mismos sentimientos que animaron al padre del Castillo en relación con los indios de América, los tuvo a favor de los descendientes de africanos residentes en el nuevo continente, por quienes el ilustre sacerdote abogó para que se les confiriera iguales derechos que a los españoles. Sobre la proposición de Florencio del Castillo relativa a la habilitación, de los españoles originarios de África para que puedan recibir grados literarios, tomar el hábito en comunidades religiosas, recibir las órdenes sagradas, etc., opina la comisión que convendría conceder a estos españoles la habilitación por medio de un decreto de las Cortes, para que puedan ser admitidos a las matrículas y grados de las universidades, ser alumnos de los seminarios, tomar el hábito de las comunidades religiosas y recibir las órdenes sagradas siempre que concurran en ellos todos los demás requisitos y circunstancias que requieren los cánones, las leyes del reino y las constituciones particulares y las diferentes corporaciones en que pueden entrar. La aprobación por las Cortes Generales de Cádiz del anterior Decreto, a iniciativa de Florencio del Castillo fue el primer paso humanitario que se dio en la América en favor de los negros africanos, preámbulo de la abolición de la esclavitud en América.

La actuación de Florentino del Castillo abarcó otras áreas de la vida social y económica de las colonias de España en América. Abogó también por la eliminación de los monopolios, sobre todo en el comercio del tabaco, que se concretaron en las leyes para eliminar los estancos, la eliminación de un número limitado de cosecheros y la eliminación de las obligaciones de beneficiar el tabaco exclusivamente en la factoría.

Disueltas las Cortes y declarados nulos todos sus actos por Fernando VII, a su regreso de Francia en mayo de 1814, Florencio del Castillo presentó el 12 de julio del mismo año una exposición al Ministerio Universal de Indias para que se revalidaran los decretos emitidos por la Asamblea en favor de la provincia de Costa Rica. Poco después se embarcó con destino a Nueva España a instancia de los diputados mexicanos, quienes auguraban a su ya ilustre colega un brillante porvenir en el virreinato.

En México, Del Castillo tuvo muy distinguidos y merecidos honores. Fue electo diputado suplente al Primer Congreso Constituyente por los electores centroamericanos y su nombre figuró a poco por los postulados a consejeros de Estado del Imperio. Poco después aparecía en la comisión nombrada por el augusto cuerpo para acompañar a la emperatriz Ana a la catedral el día de su coronación. Diputado a la segunda legislatura del Estado de Oaxaca, lo eligieron presidente a los pocos días y fue nombrado individuo de la Junta directiva de estudios para la cátedra de derecho público que debería formar el cuerpo académico del Instituto de Ciencias y Artes, creado en 1827, y que dirigió hasta 1832. Fue después diputado de la segunda legislatura del Estado de Oaxaca, siendo su presidente. Participó de la redacción de la constitución del Estado de Oaxaca, que fue aprobada en 1825.

En abril de 1828, siendo presidente de la cámara de diputados, pronuncia un fuerte discurso contra la amenaza de invasión de España en contra de la autonomía de México.

Fue vicario de la iglesia en Oaxaca, su figura destaca en la formación de ilustres liberales y en los procesos de independencia de México, en Oaxaca, tuvo a su cargo la formación del pensamiento político de Benito Juárez, padre de la República Mexicana.

Florencio del Castillo falleció en Oaxaca el 26 de noviembre de 1834, siendo gobernador de la diócesis, a consecuencia de un ataque apopléjico que le sobrevino mientras presidía unos exámenes sinodales. Su muerte fue profundamente lamentada y en México no se le escatimaron los honores que merecía tan ilustre y tan virtuoso sacerdote.

En 1834 su retrato fue colocado en el salón de sesiones del Congreso del Estado de Oaxaca por decreto del mismo, y desde 1912, con motivo de la celebración en España del primer centenario de las Cortes de Cádiz, su nombre figura en una placa de mármol puesta en la fachada lateral de la histórica iglesia de San Felipe Neri, rodeado de los Muñoz Torrero, Argüelles, Mejía Lequerica, García Herreros, Toreno y Ruiz Padrón.

Los diputados de la Asamblea Constituyente de Costa Rica en su sesión 066 del 12 de mayo de 1949, acogieron la iniciativa de rendir homenaje al ilustre costarricense y resumen así la biografía de Florencio del Castillo, nacido en Ujarrás, “centro de piedad y peregrinaciones” puede decirse de él, que fue para los seres desafortunados de América su gran salvador; para los políticos de verdad un ferviente demócrata; para los historiadores una bellísima fuente inagotable de grandes enseñanzas y para los creyentes un santo digno de ese nombre.

Así se enaltecía y honraba la memoria del presbítero Florencio del Castillo, con quien la Patria está en deuda por sus eminentes servicios. El padre del Castillo se destacó en forma singular, como gran parlamentario, sabio humanista y sacerdote insigne. Gracias a él, el nombre de Costa Rica, entonces oscura provincia española en América, empezó a conocerse en Europa, que era por aquel tiempo el centro del mundo civilizado.

Por acuerdo unánime de la Asamblea Constituyente en su sesión 066 del 14 de de mayo de 1949:

“Artículo 1.º Colocar el retrato del Presbítero Florencio del Castillo en este recinto de sesiones, como homenaje a su obra humanitaria y social en favor de las clases desvalidas de América, y por los servicios especiales que prestó a nuestro país en sus actuaciones como miembro y Presidente de las Cortes Generales de Cádiz.

”Méritos indiscutibles del Presbítero Florencio del Castillo, considerado uno de los verdaderos padres de la democracia americana, se cuenta entre los más ilustres costarricenses, que figuró en su siglo como uno de los adalides en pro de las clases desvalidas de nuestro Continente, en una forma decisiva, enérgica y valiente.

”En el acta No 182 de la Asamblea Nacional Constituyente del 4 de Noviembre de 1949 se coloca el retrato del presbítero Florencio del Castillo.

”Señores Diputados: Ningún homenaje más justiciero y deseado por los cultores de la historia nacional y por los que anhelamos la veneración de los hombres de ayer, como este de hoy que la Asamblea Nacional Constituyente dedica a la memoria de uno de los más preclaros costarricenses, el modesto hijo de Ujarrás que llegó, gracias al respeto por su sabiduría y por la inextinguible admiración de sus virtudes que su vida austera inspiraba, a presidir en 1813, las Cortés Generales de Cádiz, en cuyo seno había más de trescientos representantes de España y América.

”Además de la brillante labor que hizo en favor de las clases desvalidas de América y de las muchas intervenciones oportunas en las discusiones relacionadas con la Constitución de 1812, el padre Del Castillo cumplió fielmente las instrucciones que le fueron dadas acerca del problema de nuestro país. Se interesó por la habilitación de los puertos de Matina y Puntarenas, por la rebaja del impuesto del cacao, por la creación del Obispado, por la creación de un Seminario Conciliar en Cartago, y la erección del Colegio de San Ramón de León en Universidad, iniciativa esta última que presentó conjuntamente con la representación de Nicaragua y que venía a ser de gran importancia porque lograba para aquella institución la facultad de otorgar títulos, los jóvenes costarricenses no se veían obligados a ir a Guatemala a hacer su graduación”.

El juicio de la posteridad ha venido a confirmar los grandes méritos del padre del Castillo, tan poco reconocidos por los costarricenses. El historiador Rafael M. de Labra en su libro, Las Cortes de Cádiz en el oratorio de San Felipe, dice refiriéndose al padre del Castillo: “Era de las personas más sobresalientes del grupo americano, más estimados en las Cortes y más respetados fuera de éstas, siendo uno de los diputados americanos que mostraron más disposición a ocuparse de todos los asuntos doctrinales, así peninsulares como ultramarinos, que fijaron mucho la atención de aquella Cámara”.

El régimen republicano también había tenido en el padre del Castillo, un fervoroso defensor, como se lee en la Constitución de Cádiz. El concepto de soberanía, el derecho a establecer las leyes fundamentales, el principio de autonomía, el régimen de derechos civiles, y el fin último de los gobiernos, lograr la felicidad de sus ciudadanos, bajo el principio de igualdad, así como una delimitación de los poderes, que permitiera la aplicación de Justicia. “La Constitución de la Monarquía española de 1812 en la que tan activamente participó en sus debates el padre Florencio del Castillo, contiene según el historiador Labra afirmaciones que se han impuesto definitivamente al liberalismo y a la legislación de España. Por ejemplo la división de los Poderes Públicos, la inviolabilidad de los diputados, la intervención necesaria de los Ministros en los decretos reales, la responsabilidad ministerial, los ahora llamados derechos individuales y las libertades públicas, la igualdad y proporcionalidad de las contribuciones, el Tribunal Supremo de Justicia, la abolición de previa censura, el servicio general de las armas, etc.”

Así define al presbítero Florencio del Castillo el historiador Roman (1972) “su racional legalidad, su matiz anticlericalizante y antigamonalicio, su reconocimiento de la soberanía popular, sus ingredientes de democracia representativa, su lid por extender la ciudadanía a los negros y a los indios desvalidos, su aporte al robustecimiento de las ramas del poder, en particular de la legislativa, su ruptura con el mundo feudal y con el medio atrasado, su aporte a la aceptación de la educación como base del progreso social y como explicación de la desigualdad, su cristianismo combatiente: todo eso es más que quijotismo o que oración con las manos en el pecho: todo eso es: ilustración militante” (Román, 1972: 15).

En 1970 la Academia de Historia en conmemoración del 150 Aniversario de la Independencia de Centroamérica, gestiona ante el gobierno de México para localizar y trasladar los restos de Florencio del Castillo. El 28 de octubre e 1971 son depositados en la iglesia de Nuestra Señora de Ujarrás. El 5 de mayo de 1974 son ubicados en el Mausoleo Florencio del Castillo en el Parque de Paraíso, actual asentamiento de Ujarrás.

La Asamblea Legislativa le otorga el benemeritazgo el 20 de octubre de 1971. En el artículo segundo del mismo decreto se establece la repatriación de sus restos para que descansen en su ciudad natal, donde se construirá un monumento en homenaje a su trayectoria y servicios a la Patria.

En julio de 1996 se crea la cátedra Florencio del Castillo, en el Recinto de Paraíso, de la Universidad de Costa Rica.

 

Fuentes y bibl.: Asamblea Constituyente, Actas No 066 del 12 de mayo-182 del 4 de noviembre de 1949.

R. Fernández Guardia, Del Castillo Florencio “Estractos del Diario de Sesiones de 1810 a 1813”, San José, Costa Rica, Imprenta y Librería Trejos Hermanos, 1925; S. Román, Don Florencio del Castillo al trasluz: las ideas de las revoluciones burguesas en el prócer costarricense, San José, Costa Rica, Departamento de Publicaciones, Ministerio de Educación Pública, 1972; Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas, Don Florencio del Castillo. 1778-1834, San José, Costa Rica, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1978; M. Volio Trejos, Costa Rica en las Cortes de Cádiz, San José, Costa Rica, Juricentro, 1980; Secretaría de Educación Pública (SEP), Oaxaca Tierra del Sol, Oaxaca, México, SEP, 1988; Centro Cultural Paraiseño, “Florencio del Castillo: Su legado”, en Serie Identidad y Patrimonio Cultural Paraiseño, n.º 1 (octubre de 2005).

 

Beatriz Pérez Sánchez