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Juan López de la Flor

Biografía

López de la Flor, Juan. Alcocer (Cuenca), p. m. s. xvii – ?, ú. t. s. xvii. Gobernador de la provincia de Costa Rica.

Sus padres fueron Cristóbal López de la Flor y María de Reinoso. Casó en primeras nupcias en Fournai (Flandes) con Margarita Vatecant y Leblond, muerta en 1670 en Cartago, e hija de Gabriel de Vatecant y de Margarita de Leblond, y en segundas nupcias en Panamá, con Francisca Mohedano de Saavedra. Tuvo en Flandes dos hijos, llamados Elena y Juan Anselmo. Y en Costa Rica a Pedro José y Carlos.

Fue nombrado gobernador el 10 de agosto de 1663 y tomó posesión el 29 de junio de 1665. Gobernó hasta 1674. Sirvió al ejército de Flandes. En 1665 señaló tener 2.000 ducados de sueldo, cobrados en la Real Caja de León. En 1675 se retiró a vivir a España.

Durante su gobierno se logró rechazar varias invasiones de piratas. La más conocida fue la acaecida en 1665, cuando los piratas, al mando de Mansfield y Morgan penetraron a Costa Rica por Portete en el mar Caribe con la intención de llegar hasta Cartago. En efecto, los informes señalan que los piratas se adentraron 40 leguas en el territorio y apresaron a veinticinco personas, hasta llegar a las cercanías de Turrialba, pueblo de indios localizado a 7 leguas de Cartago.

Para rechazarlos el gobernador López de la Flor envió al sargento mayor Alonso de Bonilla, quien atacó a los piratas en Turrialba, viéndose obligados éstos a retirarse a la costa Caribe. Apresaron además a doce piratas ingleses. Los vecinos de Cartago le adjudicaron a la Virgen de la Limpia Concepción del Rescate de Ujarrás, el milagro de la retirada de los piratas, ante las rogativas de los vecinos de Cartago, quienes a partir de ese momento celebraron dicho suceso cada año.

En vista de la emergencia, en 1666, el Cabildo, Justicia y Regimiento de Cartago y el gobernador López de la Flor, nombró a un diputado para que fuera a Panamá a representar a la Audiencia e informar acerca de la gran necesidad que había en Cartago de armas y municiones debido a los peligros que sufría frente a los piratas. Éste fue el carmelita fray Carlos Vittorino. En esta ocasión pidieron a Panamá, cien arcabuces y veinticinco mosquetes, “con todos sus frascos y frasquillos, plomo, cuerda y demás pertrechos necesarios”. Poco después, el mismo Cabildo de la ciudad dio poder al mencionado fraile para que comprara en Panamá ochenta arcabuces y veinte mosquetes con sus pertrechos que se pagarían de la harina y el bizcocho puestos en el puerto de Caldera o Panamá.

Semejantes peticiones de armas se habían hecho a Guatemala, pero la Audiencia respondió que carecía de ellas, porque había enviado armas a Nicaragua y Honduras. También dieron poder al alférez Antonio Machado para que fuera a Guatemala con el fin de solicitar “dos compañías de caballería de a pie y una de a caballo”. Señalaban además que pondrían atalayas en Portete, el paraje del río Reventazón, otra en el camino al San Juan (Desaguadero) y camino de los indios votos.

Una consecuencia de su mandato fue la llegada del visitador real doctor Benito de Novoa Salgado, quien encontró severos problemas con el tratamiento dado a los indígenas por los vecinos de Cartago, por lo que se vio obligado a emitir las Ordenanzas a favor de los naturales, emitidas en 1676, a dos años de haber dejado López de la Flor, la gobernación de Costa Rica y mientras se le efectuaba su juicio de residencia. Las Ordenanzas revelaron la situación de los indígenas de la provincia por lo que procedieron a efectuar una serie de prohibiciones para protegerlos. Entre ellas, se obligó a los encomenderos a salir de los pueblos de indios donde residían algunos, se les dio la libertad de servir libremente a quienes quisieran, se exigió que no se sacaran de los pueblos de indios sin aprobación de las autoridades y que los tributos fueran cobrados con base en un padrón reciente del pueblo. En fin, con dichas órdenes se reveló la crueldad con la que doctrineros, vecinos, encomenderos y autoridades en general trataban a los nativos.

En 1665 el gobernador se quejó de la gran pobreza de Costa Rica, en particular debido a que se encontraba aniquilada de indios “pues en toda la jurisdicción no hay 400”, por lo que solicitó agregar a Costa Rica la Alcaldía Mayor de Nicoya, “que con esto tendrán los vecinos algún alivio llevando a dicha provincia los frutos de que carece y trayendo a esta las que necesita con que ambas recivirán gran beneficio del qual carezen por la mucha codicia de los alcaldes mayores”.

El gobernador López de la Flor ejercía además la producción y el comercio con Panamá y Nicaragua. Comerciaba con mulas a Panamá hacia 1667. En 1673 le donó a su hijo José López de la Flor, un cacaotal en Matina, con quinientos árboles. La condición de dicha donación era que el beneficiario hiciera un retablo y barandilla en el altar y capilla de la Santa Vera Cruz del convento de San Francisco, que en total costara 100 pesos, además de una misa cantada al año, el 26 de junio, por el ánima de Margarita Vetecant, su mujer, enterrada en dicho convento. En 1671, dejó 100 pesos al convento de San Francisco, para que se empleara en la fabricación del retablo del altar mayor.

 

Bibl.: “Real Cédula que aprueba las Ordenanzas dictadas a favor de los indios por el Dr. Don Benito de Noavoa Salgado, oidor de la Audiencia de Guatemala y visitador de la provincia de Costa Rica. 1676”, en Indios, reducciones y cacao, San José, Editorial Costa Rica, 1976; R. Obregón, De nuestra historia patria. Los gobernadores de la colonia, San José, Oficina de Publicaciones de la Universidad de Costa Rica, 1979; C. Velásquez, El sentimiento religioso y sus prácticas en la diócesis de Nicaragua y Costa Rica. Siglos xvii y xviii, tesis doctoral, San José, Historia de la Universidad de Costa Rica, 2004.

 

Elizet Payne Iglesias

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