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Fermín Francisco de Lasuén y Arasqueta

Biografía

Lasuén y Arasqueta, Fermín Francisco de. Vitoria (Álava), 7.VII.1736 – San Carlos de Monterrey (México), 26.VII.1803. Franciscano (OFM), misionero en California, sucesor de fray Junípero Serra.

Era hijo de Lorenzo de Lasuén Aspiunza y María Francisca de Arasqueta Murua. Según la partida de bautismo fue bautizado el 8 de julio por don Francisco Antonio de Elosu, presbítero y teniente de cura de la iglesia parroquial de San Vicente de Victoria, un niño, nacido el día anterior “según declaración por conjuramento que hizo su padre, entre cinco y cinco y media de la mañana”. Sus padres eran vecinos y naturales de la misma ciudad. Fueron abuelos paternos Juan de Lassuén y Magdalena de Aspiunza, naturales, él del lugar de Bérriz (Bizcaia), y ella de la Villa de Orozco. Abuelos maternos eran Francisco de Arasqueta y Agueda de Múrua, naturales, él de la Anteiglesia de Baracaldo y ella de la Villa de Bilbao. Fue padrino Francisco de Arasqueta, su abuelo.

Recibió el hábito religioso en el convento de San Francisco de la capital alavesa el 19 de marzo de 1751.

Salió del colegio de Arántzazu para San Fernando de México (que formaba parte de un conjunto de colegios franciscanos de propaganda fide destinados a la concentración de los sacerdotes y religiosos que llegaban a las colonias y a su formación como misioneros antes de ser enviados a sus destinos) el 6 de marzo de 1759, zarpando de Cádiz el 5 de septiembre, junto a otros 18 religiosos, entre ellos los alaveses Esteban Pérez de Arenaza, Francisco de Pangua, Dionisio de Basterra y Juan de Medinaveitia. En los registros que se realizaban de los pasajeros a Indias, consta que era “de edad de 23 años, de estatura proporcionada, encendido de rostro y picado de viruelas, bastante barba y de pelo negro y crespo”. Otra reseña en el mismo expediente dice que era “mediano de cuerpo, blanco, algo sonrosado, hoyoso de viruelas; ojos y pelo negro”.

Una vez en la Nueva España fue ordenado sacerdote en el colegio de San Fernando de México el 17 de marzo de 1767, para pasar destinado a las misiones de la Baja California en abril del año siguiente, donde pudo acreditarse como abnegado fraile entre los indígenas cochimíes de San Francisco de Borja durante cinco años, desasistido de todo auxilio externo. A pesar de ello, hizo prosperar su misión, y cuando, en 1773, los padres dominicos se encargaron de las misiones de la Baja California, era de las más desarrolladas.

Cuando terminó su labor en San Francisco de Borja, quiso volver al colegio de San Fernando, no para huir de su trabajo sino porque había recibido noticias de que su padre se hallaba en “suma pobreza y necesidad, y pensaba ir a México para solicitar, por medio de algunas limosnas, su alivio” (carta del 19 de julio de 1774, de fray Junípero Serra al guardián o superior padre Pangua, desde San Carlos), pero le insistieron para que se quedara más tiempo en las misiones de la Alta California. Sin embargo, y para complacer a “mi R. P. Presidente Junípero”, no solamente aguantó diecinueve años más en las misiones alto californianas, sino que realizó un extraordinario trabajo en ellas.

Salió de la misión de San Francisco de Borja con destino a la Alta California en condiciones lamentables (“totalmente desnudo, aún de paños menores y de sandalias”), por lo que pidió un hábito. Una vez en la Alta California, fue destinado a la misión de San Gabriel. En 1775 recibió órdenes de fundar otra misión hacia la mitad del camino entre San Diego y San Gabriel; se trataba de la misión de San Juan Capistrano para asegurar las comunicaciones, cosa que llevó a cabo, después de recorrer y escoger personalmente el lugar para fundar la misión tal y como lo demuestra su diario del 21 de enero de 1797; pero, debido al levantamiento de los indios en los alrededores de San Diego, se vio obligado a quedarse en aquella población. Se hizo cargo, en 1776, de la misión de San Diego, y permaneció en ella hasta que, al morir fray Junípero Serra, fue nombrado, en su lugar, presidente de las nuevas misiones en febrero de 1785.

Como presidente de las misiones no sólo conservó y elevó a mayor florecimiento las existentes, fundadas por Junípero Serra, sino que las completó con otras nueve fundaciones (Santa Bárbara, Purísima Concepción, Santa Cruz, Soledad, San José, San Juan Bautista, San Miguel Arcángel, San Fernando Rey y San Luis Rey), que hoy son grandes ciudades norteamericanas de la costa de California. No se contentaba con fundar, sino que buscaba sitios adecuados, recorriendo y escogiendo personalmente los lugares más apropiados, para lo cual el padre Lasuén tuvo que atravesar enormes distancias por terrenos difíciles y sufriendo grandes penalidades.

Sin embargo, Lasuén no destaca únicamente por ser fundador de misiones, sino por ser un administrador modelo. Procuró que las misiones pudieran ser autosuficientes y productivas, así como lugares de recepción de viajeros y escuelas técnicas para los autóctonos. Para ello, lideró la iniciación de los indígenas en las tareas más necesarias para mejorar sus condiciones personales y colectivas, desde labores de cultivo y agricultura hasta la construcción de canales y pozos de agua, sin olvidar su educación cultural y religiosa. Elevó el sistema de las fundaciones al más alto grado de eficacia, prosperidad e influencia.

Aspiraba a que cada misión se autoabasteciese e hizo enseñar a los indígenas más de cincuenta oficios distintos.

Las misiones producían diversas manufacturas (cueros, vasijas, cestos, mantas, sillas de montar, jabón velas, utilización del agua para mover molinos de grano y aceituna), adelantaron la agricultura (legumbres, limoneros, olivos, almendros, nogales, higueras, palmeras, parras), se roturaron extensos campos, con nuevos sistemas de riego (represas de ríos, embalses y acueductos). Todos estos avances se deben, en gran parte, a la dirección de Lasuén, pues, si Serra fue el pionero y el adelantado de primera hora, al alavés se debe el apogeo del progreso técnico y económico.

Después de su fallecimiento únicamente se fundaron tres misiones más.

Fue también en tiempo de Lasuén cuando se sustituyeron las barracas de adobe por las iglesias de estilo misional, donde el arte indígena se unió al europeo para crear un estilo característico de arquitectura y decorado. Este hecho hace que distintos autores consideren al padre Lasuén como el verdadero fundador de la arquitectura misional.

El sucesor de Serra falleció en la misión de San Carlos de Monterrey el 26 de julio de 1803, donde está enterrado. Varios autores han dejado magníficos bocetos sobre la personalidad del padre Lasuén, ya evidente en sus cartas, escritas con un estilo informal, fresco y espontáneo; así Bancroft (History of California) dice: “En él se encontraban todas las cualidades que hacen a un padre ideal. Era personalmente pequeño y compacto, de expresión vivaz, de modales siempre agradables, aunque dignos. Era un viejo franco y bondadoso, que hacía amigos a todos los que trataba. Distinguidos visitantes franceses, ingleses, igualmente que los españoles, quedaron impresionados de su dulzura y fuerza de carácter [...]. El gobierno de las misiones nos presenta pruebas abundantes de su incansable celo y de su habilidad como hombre de negocios [...]. Sus escritos (más concretamente cartas) predisponen al lector en (su) favor [...].

De su ferviente piedad hay pruebas abundantes. El P. Fermín, como se le llamaba comúnmente, basaba sus esperanzas de premio futuro en la pureza de vida, bondad y cortesía para todo el mundo y un celoso cumplimiento del deber como hombre, como cristiano y como franciscano”.

Similar es la opinión de otros marinos que conocieron y trataron a fray Fermín de Lasuén, como Alejandro Malaspina o el comandante Galoup de la Pérouse (1786), quien decía que “el Padre Lasuén es uno de los hombres más dignos de respeto y estima que yo he encontrado en mi vida; su dulzura de carácter, su benevolencia y su amor a los indios es mayor de lo que yo puedo decir”. El marino inglés George Vancouver lo trató en 1793 y fue tal su afecto hacia fray Fermín que dio, en honor del fraile vitoriano, los nombres de Punta Fermín y Punta Lazuen a las extremidades de la bahía de San Pedro, cerca de Los Ángeles. Estos nombres pueden verse perfectamente en los mapas modernos.

En conclusión, sobre su personalidad se ha escrito que en él destacaban los rasgos de una persona bondadosa y dulce, con una visión positiva de las cosas y fuerte y decidido de carácter. La figura del padre Lasuén ha tenido la poca suerte de ser oscurecida por su predecesor, fray Junípero Serra, cuya “vida y tareas” fueron divulgadas, al poco tiempo de su muerte, por el también franciscano Palou; pero la historiografía moderna (Martínez de Maricorta) empieza a ponderar, además de la actuación evangelizadora de Lasuén, su capacidad para construir materialmente la región (vías de comunicaciones, escuelas de artes y oficios, etc.) y se le atribuye la creación del modelo de arquitectura misional, tan característico de California. Guest ha documentado perfectamente que Fermín Francisco de Lasuén fue el verdadero sucesor de Junípero Serra en las misiones franciscanas en la Alta California, rectificando los errores acerca de dichas misiones y comparando la actividad misionera entre Serra y Lasuén para resaltar el papel que jugó éste, poco considerado por historiadores anteriores como Howe Brancroft (1886) y Charles Edward Chapman (1916).

 

Fuentes y bibl.: Santa Barbara Mission Archive (Santa Barbara, California), Junipero Serra Documents; Special Collections (cartas).

F. Palou, Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del V. P. Fr. Junípero Serra y de las misiones que fundó en la California Septentrional y nuevos establecimientos de Monterrey, México, Imprenta Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1787 (reed., Evangelista del Mar Pacífico, Fray Junípero Serra, padre y fundador de la Alta California, Madrid, M. Aguilar, 1944; Madrid, Historia 16, 1988); H. H. Bancroft, History of California, San Francisco, The History Company, 1886-1890; Z. Engelhardt, Missions and Missionaries of California, San Francisco, The James H. Barry Company, 1915, 4 vols. (2.ª ed., Santa Barbara, Mission Santa Barbara, 1930); J. Martínez de Marigortay Ortiz de Zárate, “Lasuén”, en Vitorianos ilustres, Bilbao, Elexpuru Hermanos, 1933; L. Lamadrid Jiménez, El alavés fray Fermín Francisco de Lasuén OFM (1736-1803). Fundador de misiones en California, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1963, 2 vols.; P. Borges, “Lamadrid: El alavés fray Fermín Francisco de Lasuén, Vitoria, 1963”, en Archivo Ibero-Americano (AIA), XXIV (1964); F. Kenneally, Writings of Fermín Francisco de Lasuén, Washington, Academy of American Franciscan History, 1965 [contiene una colección de cartas escritas por Lasuén]; F. Guest, “The Indian policy under Fermín Francisco de Lasuén, California’s second president”, en California Historical Society Quarterly (San Francisco), XLV (1966); P. Borges, “Sobre Kenneally: Writings of Fermin Francisco de Lasuén. Traslated and edited by Washington, 1961”, en AIA, XXVII (1967); L. Lamadrid Jimenez, El alavés fray Fermín Francisco de Lasuén, Vitoria, Diputación Foral, 1963; F. Guest, Fermín Francisco de Lasuén (1736-1803). A Biography, Washington, Academy of American Franciscan History, 1973; “Homenaje a un ilustre alavés: Fray Fermín Francisco de Lasuén, fundador de misiones en California. La Diputación Foral de Álava entregó una campana en su memoria”, en Vida Vasca, LVI (1979); A. Martínez Salazar, “Lasuén y Arasqueta, Fermín Francisco de”, en Presencia alavesa en América y Filipinas, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1988; I. Arrieta Elizalde, Transculturización y civilización en la formación de California: la RSBAP y el aporte vasco (1769-1834), tesis doctoral, Vitoria, Universidad del País Vasco, 1996; Ilustración y utopía. Los frailes vascos y la RSBAP en California (1769-1834), San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2004 (col. Ilustración Vasca, t. 13), págs. 273-278; D. Arias, “Fermín Lasuén (1736-1803). Franciscan missionary. Superior of the missions”, en Spanish-Americans: Lives and Faces, Victoria (Canadá), Trafford Publishing, 2005, págs. 138-139.

 

Antonio Astorgano Abajo