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Francisco Salinas y Moñino

Biografía

Salinas y Moñino, Francisco. Murcia, 1.VI.1759 – c. 23.III.1819. Militar y diplomático.

Sobrino de José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca, secretario del Despacho de Estado en los reinados de Carlos III y de Carlos IV, entre 1776 y 1792, fue bautizado Francisco Salinas y Moñino, en su ciudad natal, el 2 de junio de 1759. Era hijo de Carlos Salinas y Moreno, a su vez, bautizado en Hellín el 7 de septiembre de 1734; y de Manuela Moñino y Redondo, también bautizada en Murcia, el 1 de enero de 1732. Sus padres habían contraído matrimonio, igualmente en Murcia, el 7 de septiembre de 1753.

A su tío materno debió Francisco Salinas su carrera militar, política y diplomática, puesto que el conde de Floridablanca siempre le consideró su sobrino predilecto, al que apodaba, cariñosamente, el soldado. De ahí que llegase a heredar algunos de sus mejores bienes (una finca en el lugar de Abanilla para sus hijas Josefa María y Carlota en unión de la abuela Manuela Moñino, un bastón con puño labrado de oro), de conformidad con el testamento otorgado por Floridablanca, ante Miguel Mondéjar López, escribano del número de la capital murciana, el 16 de agosto de 1805. Rápidos fueron, pues, los ascensos alcanzados por Francisco Salinas y Moñino en el servicio de las armas: alférez en el Real Cuerpo de Artillería (26 de octubre de 1778), teniente del Regimiento Provincial de Extremadura (22 de enero de 1781); y capitán agregado (27 de diciembre de 1781), teniente coronel (17 de septiembre de 1782) y coronel agregado (5 de octubre de 1783), en el Regimiento de Dragones de Pavía. Muy joven, a los veinticinco años, Floridablanca le encauzaría por los vericuetos de la diplomacia, confiándole una misión, de grave responsabilidad, ante el sultán de Marruecos, Sidi Muhammad ibn Abd Allah (Muhammad III, 1757- 1790), entre el 15 de enero y el 23 de agosto de 1785.

Tras la embajada extraordinaria de Jorge Juan, a principios del reinado de Carlos III, que había culminado en la firma del tratado de paz de 28 de mayo de 1767, se perseguía ahora, después de su ratificación, en Aranjuez, el 30 de mayo de 1780, ampliar y asegurar las relaciones mercantiles. Mientras que la representación oficial ante el sultán marroquí corrió a cargo de Francisco Salinas, el peso de las negociaciones reservadas recayó, sin embargo, sobre los hombros del cónsul general en Tánger, Juan Manuel González Salmón, que sería distinguido, por ello, en 1786, con una Cruz pensionada de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. En todo caso, el éxito acompañó a la embajada encabezada por el joven Salinas, que se tradujo en la reducción de los derechos aduaneros; la condonación de los de ancoraje en los puertos de Tánger, Tetuán y Larache; el compromiso de reducir a los rebeldes que hostigaban los presidios españoles, sobre todo, de Ceuta y Melilla; y la creación de una casa de comercio, para la extracción exclusiva de cereales, por parte de España, en la recién fundada población costera de Darbeyda (Casablanca), que comenzaría a crecer, precisamente, como consecuencia de estas transacciones comerciales. En recompensa por tales logros políticos y económicos, obtenidos en favor de la Corona, Salinas fue agraciado, junto con el grado de coronel, con el nombramiento de ministro plenipotenciario en el Gran Ducado de Toscana, el 4 de octubre de 1787. Consta su llegada a Florencia el 7 de mayo de 1788, donde permanecería, como embajador, hasta que, siendo ya brigadier de Caballería (26 de febrero de 1791), la caída del poder de su tío y valedor le supuso, con el pretexto de la supresión de la embajada, el quedar rebajado a la condición de mero encargado de negocios, desde el 8 de mayo de 1792.

Buena prueba de las consecuencias inmediatas que la caída en desgracia de Floridablanca (detenido en Hellín el 11 de julio de 1792, acusado de abuso de poder y de malversación de caudales públicos, y sometido a un proceso global de responsabilidad política), reportó a su sobrino, es el hecho de que su siguiente destino ya no sería diplomático, sino militar, y ello como consecuencia de la situación de guerra entonces existente. Porque, en efecto, Francisco Salinas y Moñino fue incorporado al Ejército del Rosellón, durante la guerra contra la Convención francesa, el 3 de agosto de 1793. Pero, alegando problemas de salud y dificultades económicas, al tiempo que retrasaba su incorporación efectiva, demorando su presencia en Bolonia, Génova y Florencia, nunca llegó a tomar posesión de él. Tras recibir orden expresa de regresar a España el 4 de marzo de 1794, Salinas embarcó en el puerto de Liorno el 13 de marzo, y desembarcó en el de Cartagena el 13 de mayo de 1794. Tras residir en Barcelona, sin licencia que le autorizase a ello, retornó a Italia después del 7 de julio, dirigiéndose a la ciudad toscana de Massa, a tomar baños de aguas termales. Desde tierras italianas, envió la dimisión de sus cargos, el 17 de agosto de 1794, lo que hizo que Manuel Godoy, secretario del Despacho de Estado, le comunicase que nunca más obtendría un empleo diplomático. Algo más repuesto de sus dolencias, Salinas siguió completando sus sesiones curativas en otros lugares de la península itálica durante la primavera de 1795, no retornando a España hasta el verano de ese mismo año. Mientras Godoy mantuvo las riendas del poder en sus manos, en un primer plano político o desde la sombra, Francisco Salinas y Moñino permaneció en el ostracismo. Así lo hizo saber, al entonces primer secretario de Estado y del Despacho, Pedro Ceballos, el mismo Salinas, tras la defenestración del favorito de Carlos IV, en una carta suscrita el 9 de abril de 1808, en la que se quejaba de haber sido retirado de la legación florentina, años antes, sólo por causa de su parentesco con Floridablanca. Silenciaba, sin embargo, que había sido promocionado al rango de mariscal de campo el 5 de octubre de 1802. La invasión napoleónica de España, y la subsiguiente Guerra de la Independencia, le harían olvidar las que consideraba represalias, políticas y familiares, de Godoy. Elegido miembro de la Junta de defensa del Reino de Valencia el 23 de mayo de 1808, y designado comandante de la división enviada a Riberas de Ebro, culminó su carrera política y militar como consejero de Guerra, desde el 28 de diciembre de 1808, y como teniente general de los Reales Ejércitos, en virtud de su nombramiento, efectuado por Fernando VII el 13 de octubre de 1814.

Caballero gran cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, amén de caballero comendador de la Orden de Santiago desde 1783, tras haber contraído matrimonio con María Josefa González Guiral, hija de Manuel González Guiral, último presidente de la Real Audiencia de la Contratación de las Indias en Cádiz, nacieron y sobrevivieron, de dicho enlace matrimonial, tres hijas: Josefa María, Manuela y Carlota Salinas. Falleció en Murcia, tras haber otorgado testamento cerrado, ante el escribano del número Pedro Martínez de la Plaza, el 23 de marzo de 1819, escrito de mano ajena y sin poder firmarlo, por impedírselo el accidente mortal que padecía. Dos días después, asimismo en Murcia, el 25 de marzo de 1819, Pedro Mayorga, brigadier de los Reales Ejércitos y comandante de armas de dicha capital, solicitó la apertura judicial, el examen y la publicación de dicho testamento, dando cuenta ya de la muerte del testador.

 

Bibl.: G. de Morales, “Estudios Marroquíes. La embajada de don Francisco Salinas y Moñino y el arreglo de 1785”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), 62 (1913), págs. 188-225; V. Rodríguez Casado, Política marroquí de Carlos III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946; F. Jiménez de Gregorio, “El testamento de Floridablanca”, en Anales de la Universidad de Murcia (Murcia), 5 (1946-1947), págs. 85-116; V. de Cadenas y Vicent, Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo xviii, t. VI, Madrid, Hidalguía, 1977-1994, n.º 1939; J. Hernández Franco, La gestión política y el pensamiento reformista del Conde de Floridablanca, Murcia, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1984; R. Lourido Díaz, Marruecos y el mundo exterior en el siglo xviii. Relaciones político-comerciales del sultán Sidi Muhammad ibn Abd Allah (1757-1790) con el exterior, Madrid, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, 1989; J. Pradells Nadal, Diplomacia y comercio. La expansión consular española en el siglo xviii, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1992, págs. 133-134 y 513-524; D. Ozanam, Les Diplomates Espagnols du xviiie siècle. Introduction et répertoire biographique (1700-1808), Madrid-Burdeos, Casa de Velázquez-Maison des Pays Ibériques, 1998, págs. 423-424; M. M. Martínez Almira, «El Tratado de Paz de 1767 entre España y Marruecos. Un instrumento jurídico de extraterritorialidad», en Société d’Histoire du Droit, «Atti» delle Journées Internationales: Le Droit par-dessus les Frontières, Napoli, Università di Torino, 2003, págs. 213-266.

 

José María Vallejo García-Hevia

Relación con otros personajes del DBE