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Argimiro

Biografía

Argimiro. Cabra (Córdoba), p. s. IX – Córdoba, 28.VI.856. Monje y mártir mozárabe cordobés.

Según el cronista Ibn Ḥayyān, la renta anual del emirato en tiempos de al-Ḥakam I (796-822) era de 600.000 dinares, y pasó a un millón bajo ‘Abd al-Raḥmān II (822-852), lo que supuso un incremento de la presión fiscal que, probablemente, debió de estar en la base del alzamiento mozárabe de Córdoba y en la mayor parte de las revueltas indígenas de finales del siglo IX. Los historiadores no han dejado constancia alguna de oposición mozárabe contra el poder central hasta ‘Abd al-Raḥmān II, cuando alentados por las exhortaciones del clérigo Eulogio —perteneciente a una acomodada familia mozárabe— y de su amigo Álvaro de Córdoba —rico burgués cristiano, de origen judío—, se constituyó un partido de oposición formado por clérigos y laicos.

Se desató entre la comunidad cristiana de Córdoba una oleada de exaltación mística que arrastró al suplicio a numerosos mártires voluntarios —si bien la mayoría de estos aspirantes sólo fueron azotados o encarcelados—, pese al concilio reunido en Córdoba por el emir, poco antes de su muerte, presidido por el metropolitano Recafredo, que desaprobó tal conducta. Tales sucesos no concluyeron hasta el reinado de su sucesor Muḥammad I (852-886).

Poco se conoce de la vida de Argimiro; al parecer, hombre noble, entrado en años y tal vez convertido al islam. Habría ejercido en su población natal algún cargo oficial de cierta importancia. Removido del mismo, se refugió en un cenobio cordobés, profesando como monje, y como esto significaba haber apostatado —lo que, en manera alguna podía hacer un mozárabe, es decir, retornar al cristianismo—, fue encerrado y aherrojado en un oscuro calabozo. Compareció ante el juez (o qādī), que comenzó halagándole para que volviera al islam, con argumentos que se desconocen, pero que no serían muy diferentes de los empleados por cierto juez, recogidos por al-Jušanī, en parecidas circunstancias: “[d]esdichado, ¿quién te ha metido en la cabeza que tú mismo pidas tu propia muerte sin haber delinquido en nada?”. Todo fue inútil, por lo que fue llevado al cadalso y atravesado por la espada.

Días después, un monje reclamó sus restos, que fueron sepultados en la iglesia de San Acisclo, junto a los de éste y de Perfecto, uno de los primeros mártires cordobeses.

Escribieron sobre Argimiro, entre otros, Eulogio, en su Memoriale Sanctorum, redactado poco antes de su ejecución, el 11 de marzo de 859, y el norteamericano Edward P. Colbert, en su ensayo The Martyrs of Córdoba (1962).

 

Fuentes y bibl.: Informaciones aportadas por A. Bachs i Galí (Barcelona), periodista-investigador.

E. P. Colbert, The Martyrs of Córdoba (850-859). A study of the sources, Washington, The Catholic University of America Press, 1962; J. Vives, “Argimiro”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 90; San Eulogio, “Memoriale Sanctorum”, en J. Gil (ed.), Corpus scriptorum muzarabicorum, vol. II, Madrid, CSIC, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, págs. 363- 459; R. Arié, España Musulmana (Siglos VIII-XV), Barcelona, Labor, 1984; VV. AA., Historia de España, Madrid, Historia 16, 1986.

 

Fernando Gómez del Val

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