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García Ramírez de Arellano Navarrete

Biografía

Ramírez de Arellano Navarrete, García. Marqués de Arellano (I). Orán (Argelia), 5.VI.1675 sup. – Madrid, 5.XII.1769. Militar e intendente de Ejército.

Hijo de Francisco Ramírez de Arellano y Sotomayor, natural de Orán, sargento mayor, comisario de la caballería de Orán y gobernador de Mazalquivir, y de María de Navarrete y Angulo, también de Orán.

Comenzó a servir en el Ejército muy joven como caballero de lanza y adarga de la caballería de Orán. En 1689 recibió la merced del hábito de la Orden de Santiago, como caballero comendador de Villamayor, en reconocimiento a los servicios prestados por su padre ya fallecido. Durante dieciocho años sirvió en guerra activa contra los moros, alcanzando el empleo de capitán de la Infantería española. Cuando Orán fue conquistado por los argelinos, Ramírez de Arellano perdió allí todas sus propiedades, entre ellas más de veinticuatro mil ducados en bienes muebles y esclavos.

Pronto se decantó por la carrera administrativa dentro del Ejército al ser nombrado en 1705 comisario de guerra. Fue, pues, uno de los primeros en acceder a este cargo creado por Real Ordenanza de 18 de diciembre de 1701 para velar por el control del gasto militar y el buen orden y disciplina de las tropas, cuya revista les era encomendada. Desde octubre de 1707 tuvo a su cargo el gobierno del partido de Cieza por la Orden de Santiago, y en 1710 se le nombró corregidor de Murcia, cargo que ostentó hasta 1714.

Al aprobarse la Ordenanza de Intendentes de 1718 fue nombrado intendente de Ejército dentro de lo que puede ser considerada como primera promoción de intendentes tras la definitiva reorganización de esta institución, y en la que figuró junto a José Patiño, el marqués de Castelar, Caballero Illanes y otros que ya lo eran en una etapa previa. Nombrado intendente del Ejército y Reino de Galicia, y corregidor de La Coruña y Betanzos (agosto de 1718), dio cuenta en octubre de ese año de haber tomado posesión de su destino y de la creación de una contaduría en cada una de las provincias de aquel Reino.

Pasó así a tener a su cargo las competencias de hacienda en aquel Reino, singularmente las que afectaban a la jurisdicción de todas las rentas reales, generales y provinciales, tanto estuvieran en administración como en arriendo, además de ser la última instancia en el terreno contencioso-administrativo; las de justicia por lo que se refiere al control del ejercicio de ésta por los justicias de pueblos y ciudades; las de policía en lo que atañía no sólo a la seguridad del territorio y a la erradicación de maleantes y vagabundos, sino también al fomento de la agricultura, industria y comercio, y finalmente las de guerra circunscritas a las reclutas, suministros, fortificaciones, cuarteles y almacenes, aprovisionamientos de paja y leña, bagajes, revistas, pagas, hospitales, municiones y artillería.

Estas amplísimas competencias que las ordenanzas otorgaban a los nuevos intendentes fueron muy mal aceptadas, en general, por los capitanes generales, detentadores hasta entonces de poderes omnímodos, y particularmente por el que lo era de Galicia desde 1711 marqués de Risbourg, un francés al servicio de la Corona española que se caracterizó por sus conflictos de competencias con los intendentes y oidores de la Audiencia.

De tal marqués diría años después Rodrigo Caballero, también intendente de Galicia, que “no pudo disimular el sentimiento que le produjo la nueva planta” y que por ello “produjo varios desaires” al primer intendente de aquel Reino, conde de Medina, quien solicitó salir de allí para evitar males mayores. Nombrado luego el conde de Miraflores “se excusó de yr”, y después José Pedrajas “estuvo poco tiempo”. Finalmente, con referencia a Ramírez de Arellano decía su homólogo “que padeció tantos desayres, y oyó palabras tan pesadas, que casi estubo con el juicio turbado de las pesadumbres, pero logró marcharse a otra Intendencia”. Fue una etapa muy difícil para él, en la que hubo de soportar incluso anónimos contra la Intendencia alentados o, al menos, consentidos por el capitán general.

Durante ella uno de los más destacados asuntos a los que hubo de atender fue el derivado de la arribada a Galicia de Jacobo Estuardo, hijo de Jacobo II de Inglaterra y aspirante al trono inglés. Jacobo Estuardo instaló su pequeña corte en Santiago, acompañado de sus seguidores, en buena parte gallegos, y desde allí pretendió hacer valer sus derechos. Tal circunstancia dio lugar a que en represalia los ingleses dispusieran una expedición de castigo contra Galicia. Sus barcos, tras bloquear el puerto de La Coruña en junio de 1719, atacaron en septiembre Ribadeo y en octubre desembarcaron en Vigo, saqueándolo, lo mismo que hicieron después en Redondela y Pontevedra, hasta que ese mismo mes regresaron a su país con el botín conseguido.

Al fin logró ser nombrado intendente de Burgos, Álava y Vizcaya, y corregidor de la ciudad de Burgos (noviembre de 1719), y ello a pesar de que las intendencias de provincia como ésta eran de menor rango que las de Ejército. Tal circunstancia da la medida de la urgencia de Ramírez de Arellano por apartarse de la influencia del marqués de Risbourg. Allí permaneció hasta que la Real Orden de 19 de julio de 1724 dispuso la supresión de dichas intendencias de provincia.

Fue nombrado entonces corregidor de León (1724- 1728) y luego de Valladolid (1728-1732). El 15 de junio de 1733 Felipe V le concedió el título de marqués de Arellano en razón a que “desarrolló muy crecidos intereses a favor de la Real Hacienda y consiguió muchos donativos de gente y dinero para las urgencias de la guerra en todos los pueblos en que gobernó; y mejor administración de justicia”. Poco antes (octubre de 1732) había sido nombrado intendente del Ejército de Castilla, con residencia en Salamanca, y corregidor de esta ciudad. En octubre de 1740 se le nombra intendente del Ejército y provincia de Extremadura con residencia en Mérida.

Años después le fueron concedidos honores de teniente general y de consejero de guerra honorífico.

Tras toda una vida puesta al servicio de los intereses de la Corona y de la nueva dinastía borbónica, alcanzó el nombramiento de consejero de capa y espada del Consejo de Guerra (enero de 1742), cargo en el que permaneció hasta su muerte con noventa y cuatro años, de ellos ochenta de servicios continuados, y siendo al final decano de Consejo de Guerra y de la Orden de Santiago.

Había casado el 12 de abril de 1705 con Ana María de Angulo Ramírez de Arellano, natural de Mazalquivir.

Fundó mayorazgo de todos sus bienes a favor del hijo de ambos, García Ramírez de Arellano, futuro mariscal de campo de los Reales Ejércitos.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Dirección General del Tesoro, invent. 2, leg. 2; invent. 24, leg. 267; Expedientes personales; Guerra Moderna, leg. 1682; Tribunal Mayor de Cuentas, legs. 1928, 1961 y 2000; Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 277/46; Órdenes Militares, Santiago, exps. 6840 y 6901.

Gaceta de Madrid, 12 de diciembre de 1769; J. Moreno de Guerra, “D. García Ramírez de Arellano”, en Revista de Historia y Genealogía española, t. 1 (1912), págs. 58-60; H. Kamen, “El establecimiento de los intendentes en la administración española”, en Hispania, t. XXIV, n.º 95 (1964), págs. 386 y 387; L. Fernández Vega, La Real Audiencia de Galicia órgano de Gobierno en el Antiguo Régimen (1480-1808), t. III, La Coruña, Diputación Provincial, 1983, págs. 392-395; M. Llopis Ponte, “Burocratización de la Capitanía General: Nacimiento de la Real Intendencia”, en Quinientos años de la Capitanía General de Galicia, Madrid, Ministerio de Defensa, 1985, págs. 22 y 29; F. Abbad y D.Ozanam, Les intendants espagnols du xviiie siècle, Madrid, Casa de Velásquez, 1992, pág. 164; F. Andújar, Consejo y Consejeros de Guerra en el siglo xviii, Granada, Universidad, 1996, págs. 204-205.

 

Juan Miguel Teijeiro de la Rosa

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