Fernández Mulero, Pío. Yeste (Albacete), 17.VII.1888 – Albacete, 3.X.1936. Aviador militar.
Ingresó a los dieciséis años de edad en la Academia de Ingenieros Militares, en Guadalajara, y una vez completados los estudios, fue promovido a teniente en 1908, yendo destinado a la Comandancia de Ingenieros de Melilla, distinguiéndose en diversas acciones, especialmente en los combates del 11 de septiembre en las posiciones de Isafan e Imarusen, y el 7 de octubre en el paso del Kert y la conquista de las lomas de Tikermín; por estas acciones recibió sendas Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo.
Ascendió a capitán en 1914, y estando destinado en el Regimiento de Ferrocarriles, solicitó realizar el curso de piloto aerostero, obteniendo el correspondiente título en la Escuela de Aerostación, de Guadalajara.
Desde este primer contacto con el aire, Pío Mulero —que así se le conoció siempre en la Aviación Militar, y así firmaba— no abandonaría la Aeronáutica, que sería su gran pasión.
En 1917 se haría piloto militar de aeroplano, quedando prestando servicio como tal, en el aeródromo de Cuatro Vientos durante algunos meses, y al adquirir España los primeros biplanos De Havilland DH- 4, fue el capitán Mulero designado jefe de la escuadrilla que con éstos se formó, y con ella marchó a la zona oriental de Marruecos a establecerse en el aeródromo de Zeluán, reanudándose en éste la actividad que, por falta de material aéreo, llevaba varios meses interrumpida. Desde allí realizó una importante labor, reconociendo el terreno a vanguardia de las posiciones, y realizando misiones de bombardeo contra Zoco el Arbaa de Beni Ulisech, Tensaman, Beni Said y otros puntos.
Cuando tras la retirada de las tropas españolas en el verano de 1921, el enemigo se apoderó de casi todo el territorio conquistado, llegando a alcanzar los aledaños de la plaza de Melilla, el aeródromo de Zeluán —único que existía en la zona oriental— fue desbordado por los rifeños y, posteriormente, ocupado. La pérdida del aeródromo y la escuadrilla fue un duro golpe para Pío Mulero, no en el orden material, ya que del expediente que en consecuencia se abrió, salió su nombre limpio de cualquier anomalía, sino en el espiritual, ya que mientras estuvo pendiente de resolución dicho expediente, hubo de sufrir la incomprensión de algunos compañeros que, en el apasionado ambiente que se vivía aquel fatídico verano, veían poco airosa la figura de aquel capitán que había perdido su aeródromo y su escuadrilla, y sin embargo, no sólo fue declarado sin responsabilidad en ello, sino que además, luego del correspondiente juicio contradictorio, le fue concedida la Medalla Militar individual, por su actuación en el ataque realizado por su escuadrilla en Ben Tieb protegiendo la retirada el 19 de julio, dando pruebas de su bravura y acometividad, sirviendo de ejemplo a sus hombres, insistiendo en el ataque a los grupos enemigos, en vuelo a baja altura hasta lograr disolverlos, aunque su aparato recibió numerosos impactos y resultó herido su observador, capitán Montalt.
En noviembre de aquel año llegaría Pío Mulero al nuevo aeródromo de Tauima, encuadrado en la escuadrilla mandada por el capitán Joaquín González Gallarza, y con ella participó en los duros combates que exigió la recuperación del terreno perdido en la retirada de unos meses antes, distinguiéndose en el ametrallamiento de Ras Medua y los poblados de Yasmén y Tifasor. En 1924, de nuevo al mando de una escuadrilla, volvió a sobresalir su actuación en los certeros bombardeos a las fuerzas enemigas que atacaban el peñón de Vélez de la Gomera.
Ascendido a comandante, recibió el mando del Grupo Bristol, y con él tomó parte en las gloriosas jornadas del desembarco en las playas de Bocoia —operación conocida como “desembarco de Alhucemas”—, donde tan destacado papel jugó la Aviación Militar.
Su Grupo, el 14 de octubre de 1925 salvó de una muy complicada situación a una columna francesa que operaba en el límite de las kabilas de Gueznaia y Marnisa tratando de profundizar hacia las fuentes del Kert; los aviadores españoles, volando a muy baja altura, lograron desorganizar y dispersar muy oportunamente a los grupos de moros, evitando que aniquilaran a las fuerzas francesas que ya habían iniciado la retirada en la que sufrieron setecientas cincuenta bajas, perdido una batería de artillería y abundante material. El Gobierno francés concedió la Cruz de Guerra con Palma a los aviadores españoles que serían citados en la Orden General del Ejército francés de Marruecos.
En el verano de 1927, sometida y desarmada la belicosa kabila de Beni Urriaguel, sólo quedaba por abatir el fantasma legendario del yebel Alám, macizo abrupto y cubierto de bosque de gran importancia bélica y, especialmente, espiritual y psicológica; el 16 de julio se inició el asalto, cooperando seis escuadrillas de los aeródromos de Tetuán y Larache en el avance de cuatro columnas. El comandante Mulero, al frente del 5.º Grupo, se lanzó contra las posiciones del enemigo, barriendo a éste con sus bombas y ametralladoras, resultando herido en una pierna por el fuego que de tierra se le hacía; insistió, no obstante, en sus pasadas cada vez a menor altura, recibiendo un nuevo balazo que le atravesó la cabeza dejándole conmocionado; el observador, capitán Lloro, era piloto, y tras hacerse con los mandos del aparato fue a tomar tierra en el zoco el Jemiz de Beni Arós, donde Mulero recibió la primera cura de sus graves heridas, siendo luego evacuado a la posición de Dexiar, que tenía instalado un equipo quirúrgico; allí sería trepanado, salvando la vida y el ojo izquierdo, que se temió iba a perder.
Pío Mulero fue nombrado en 1928 jefe de las Fuerzas Aéreas de África, y al frente de ellas permaneció hasta 1930 en que fue destinado al mando de la Jefatura de Material, al tiempo que era jefe del aeródromo de Cuatro Vientos. En 1931 sería elegido presidente de la Federación Aeronáutica Española.
Ascendido el año anterior a teniente coronel, en julio de 1936 se encontraba disfrutando las vacaciones estivales en Yeste, su pueblo natal, y allí fue detenido por las milicias populares y conducido a la cárcel de Albacete, donde quedó preso al negarse a prestar servicio al Frente Popular. El 3 de octubre fue puesto en libertad, pero elementos de Aviación de la plaza, le detuvieron al día siguiente y le asesinaron junto al “puente viejo”, dejando allí su cadáver.
Bibl.: J. Goma Orduña, Historia de la Aeronáutica española, ts. I y II, Madrid, Gráficas Huerfános del Ejército del Aire, 1950; Servicio Histórico Militar, Galería militar contemporánea, t. VII, Madrid, Ministerio de Defensa-Secretaría General Técnica, 1980; VV. AA., Historia de la Aviación española, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica, 1988; E. Herrera Alonso, Cien aviadores de España, Madrid, Edinumen, 2000.
Emilio Herrera Alonso