Bellod Keller, Ricardo. Burgos, 2.III.1900 – San Clodio (Lugo), 21.X.1932. Aviador militar.
Probablemente el oficial de más corta estatura que haya tenido la aviación militar española —un metro cincuenta y cuatro—, estaba dotado de un enorme valor y un gran corazón siempre dispuesto a servir a España. Ingresó a los catorce años de edad en la Academia de Artillería, en Segovia, fue promovido a teniente en 1919 y destinado al Regimiento de Artillería Pesada de la cántabra plaza de Santoña, donde prestó servicio hasta el otoño de 1920 en que marchó a Cuatro Vientos para efectuar el curso de observador de aeroplano.
En enero del año siguiente se le trasladó al aeródromo de Auámara, en Larache, como observador en la 3.ª Escuadrilla de Marruecos, y con ella participó en los combates contra las harkas enemigas que hostilizaban las posiciones españolas en el sector de Xauen y las comunicaciones de esta plaza con la de Tetuán y con las posiciones de la línea del Lau. Tomó parte en los bombardeos de Tazarut, corazón y cerebro de la rebeldía en Yebala, por residir allí el cherif Muley Ahmed el Raisuni, y participó en numerosas misiones de reconocimiento y ataque contra Beni Gorfet, Dar Karmut, Guenedax, Taula y poblados del Jemiz de Beni Arós. El 22 de diciembre de 1921, en plena campaña de recuperación del territorio perdido en la desastrosa retirada del verano, mientras la aviación trataba de abrir paso a las columnas de tierra, el teniente Hidalgo de Quintana, piloto de uno de los biplanos De Havilland DH4, resultó alcanzado por tres balazos, uno de ellos en el pulmón, y perdió el conocimiento; el observador, teniente Bellod, aunque no era piloto, se hizo con los mandos y logró llevar el avión a tierra, en las líneas propias, acción que salvó al herido, pese a sufrir el aparato graves averías en la violenta toma de tierra y resultar él seriamente contusionado. Fue propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando y ascendido por méritos de guerra, pero siguiendo las tradiciones de su arma de procedencia, renunció al ascenso, y fue premiado por el jefe del Ejército de Marruecos con la Medalla Militar individual.
Cuando en abril de 1922 el enemigo atacó el peñón de Vélez de la Gomera, dominado por los acantilados y montes del entorno, la escuadrilla De Havilland Rolls de Melilla voló a Tetuán para reforzar a las de la zona occidental —y con ella Ricardo Bellod— y actuar, además de contra los que atacaban el peñón, contra la kabila de Beni Arós, bombardeando las posiciones y las concentraciones enemigas de Jorba, Taula, el Fedán Yebel, la Zauia Tilidi y cuantos núcleos se localizaron.
En julio marchó a Cuatro Vientos y Getafe para realizar el curso de piloto que terminó en marzo del año siguiente, y fue destinado al grupo de Escuadrillas de Melilla, exactamente a la De Havilland, con la que realizó vuelos de reconocimiento y bombardeo sobre Tafersit, Kebir, Tizzi Assa y Buhafora. Ascendido a capitán, pasó a la escuadrilla de caza, dotada con aviones Martinsyde, y también hizo vuelos de reconocimiento y ataque, en Azib de Mídar, Tlata el Kebir, Mehayast y otros puntos; en agosto de 1923, mientras cooperaba en la protección del convoy de Afrau, su aparato fue alcanzado por el fuego enemigo y, derribado, cayó al mar. En septiembre, al mando de una escuadrilla De Havilland Rolls, marchó a la zona occidental, y desde el aeródromo de Sania Ramel participó en las operaciones sobre el Gorges, Zoco el Arbaa, Xauen y Senama, en las que se distinguió notablemente, y su escuadrilla que felicitada por “su brillante actuación” en el aprovisionamiento de las posiciones de Buhamax y Adrú, sitiadas por los moros.
Tras realizar a finales de aquel año el curso de Jefe de Grupo, en Cuatro Vientos, quedó destinado en la Escuadra de Instrucción, como jefe de la Escuela de Transformación de Pilotos, de Guadalajara, centro que organizó y dirigió con excelentes resultados.
El valor y el entusiasmo derrochados por el capitán Bellod en la campaña de Marruecos no se enfrió al llegar la paz, por lo que siempre se encontraba en los acontecimientos aéreos; así realizaba vuelos a través de toda España, conociendo campos y abriendo las que, pocos años más tarde, fueron rutas regulares.
En uno de estos vuelos, llevado a cabo el 21 de octubre de 1932, entre León y Monforte de Lemos, una parada del motor le forzó a tomar tierra en las afueras de San Clodio, en la provincia de Lugo; el terreno elegido —el menos malo del entorno— era de muy reducidas dimensiones, y el avión chocó contra un muro y se incendió. Bellod, al que no fue posible trasladar a un hospital de la capital, y murió dos días más tarde.
En el decreto con que en 1929 se ratificaba su Medalla Militar concedida en 1922, se decía de él: “[...] distinguiéndose siempre, no sólo por su arrojo personal, sino por sus grandes aptitudes para el mando y muy especialmente en el de una de las escuadrillas Rolls que pasaron de la zona oriental a la occidental, en septiembre de 1924, por el levantamiento de las kabilas de esta última zona, y que sobresalieron notablemente en los aprovisionamientos de posiciones y apoyo de columnas, que con decisión y arrojo realizaron verdaderas proezas, pues volaron con bueno y mal tiempo a escasa altura para que los aprovisionamientos fueran más eficaces, desafiando el fuego enemigo que causó a este Grupo numerosas bajas”.
Bibl.: J. Goma Orduña, Historia de la Aeronáutica española, ts. I y II, Madrid, Gráficas Huerfános del Ejército del Aire, 1950; La guerra en el aire, Barcelona, AHR, 1958; VV. AA., Enciclopedia de Aviación y Astronáutica, t. 2, Barcelona, ediciones garriga, 1972; A. García Lacalle, Mitos y verdades: La aviación de caza en la guerra española, México, Oasis, 1973; J. Salas Larrazábal, Guerra aérea 1936-1939, ts. I y II, Madrid, Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire, 1998- 2003; E. Herrera Alonso, Cien aviadores de España, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001; J. Salas Larrazabal, La guerra de España desde el aire, Barcelona, Altaya, 2008.
Emilio Herrera Alonso