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Enrique de Acuña y Portugal

Biografía

Acuña y Portugal, Enrique de. Conde de Valencia de Don Juan (IV). ?, 1460-1465 – Valencia de Don Juan (León), 1532. Noble, conde.

Hijo del I duque, y III conde de Valencia de Don Juan y de Teresa Enríquez, Enrique de Acuña procedía, por parte de padre, de un linaje de origen portugués —el infante Juan— afincado en Castilla desde la batalla de Aljubarrota (1385), linaje cuyas diversas ramas —particularmente los Pacheco y los Téllez Girón— se contaban entre las más influyentes de Castilla. Por la parte materna, era nieto del I conde de Alba de Liste, lo que le emparentaba con los Enríquez, otro linaje de amplia presencia y poder en el reino.

Sin embargo, Enrique de Acuña y Enríquez representó un papel discreto dentro del concierto nobiliario del reino. Ni siquiera heredó el título de duque de Valencia de Don Juan que su padre había ostentado y fue el último que llevó el título de conde. Su participación en los acontecimientos del reino fue limitada, manteniéndose siempre en segundo plano y actuando a niveles muy locales, dentro de su patrimonio, cuando buena parte de sus familiares protagonizaban un primer plano. Dentro de esta línea, sus hermanos celebraron matrimonios con familias de nobles secundarios.

Aun así, Enrique era primo segundo del Rey y tío de la reina Juana, y perteneció primero al Consejo de los Reyes Católicos y más tarde al de Juana.

La vida de Enrique de Acuña estuvo marcada por la trágica muerte de su padre, Juan, apuñalado, en 1475, por su propio cuñado. Entonces era menor y quedó al cuidado de su madre Teresa Enríquez. Los acontecimientos familiares —problemas en el mayorazgo, matrimonios, muerte prematura de su heredero, problemas sucesorios— llenaron la vida de este último representante de una estirpe quizás venida a menos y, en cierto modo, infeliz. Al fallecer su padre y no estar el mayorazgo suficientemente consolidado, las dimensiones de la herencia fueron pequeñas. Ése fue el primer problema al que hubo de enfrentarse.

Enrique tuvo que sacrificar parte de su patrimonio para la dote su hermana María —casada con Juan de Robles, alcaide de Jerez, a la que se asignó un millón de maravedíes en diciembre del 1492— y para que su hermano Martín Vázquez de Acuña pudiera disponer de un mayorazgo propio en Mataleón. El 22 de marzo de 1494, Enrique y su hermano Martín llegaron a un acuerdo renunciando el segundo a la entrega de algunas villas próximas a Valencia de Don Juan, y de lugares como Truébano.

El IV conde de Valencia protagonizó asimismo un enfrentamiento —heredado de su padre— con su pariente el conde de Quiñones por la dote que aquél pretendía realizar en su hija Beatriz, a quien su padre ofrecía el señorío de Villaornate en 1481. Enrique de Acuña hubo de protestar ya que Villornate estaba depositada en sus manos. Se llegó a una violencia tal que desembocó en una verdadera guerra entre parientes.

Ambos —Diego de Quiñones y Enrique de Acuña— permanecieron detenidos por orden de los Reyes Católicos hasta que se falló la solución definitiva.

Enrique de Acuña se casó en tres ocasiones. Estuvo prometido con Isabel Osorio en 1475, aunque la unión no llegó a realizarse. De su primera mujer, María de Ayala y Sarmiento, tuvo a Juan de Acuña, que murió de niño. En segundas nupcias, se casó con Mencía Téllez Girón, hija del segundo conde de Urueña; por último, lo hizo con Aldonza Manuel.

El IV conde de Valencia ha pasado a la posteridad a través de su polémica herencia y no menos rocambolesca historia de amor protagonizada por su heredera, Luisa, nacida en su tercer matrimonio. Y es que el de Acuña había dejado heredero a su hijo natural Jorge, que llevaba el sobrenombre de Portugal en honor a sus antecesores primeros, dejando de albacea de su testamento a su primo Juan de Acuña y a su sobre cabezalero Fernando Enríquez, su también pariente, hermano del almirante de Castilla. Pero Luisa de Acuña y Manuel —nacida en 1507— le puso pleito a Jorge al no aceptar la voluntad de su padre, que la desheredó de inmediato. De entre sus muchos pretendientes —de las casas de Astorga y Benavente— Luisa eligió por amor. Casada secretamente con el IV conde de Treviño, un Manrique de Lara, hijo del II duque de Nájera, la valiente novia hubo de enfrentarse a problemas sin fin. El matrimonio disgustó a la propia Emperatriz y los novios fueron recluidos: ella en un monasterio y él en el alcázar de Segovia.

Luisa ganó todos los pleitos, en palabras de los cronistas de la época, con prudencia, piedad y grandeza de ánimo, pero su matrimonio provocó una decisión de importantes repercusiones en el reino. Las Cortes de Madrid de 1534 promulgaron la ley que prohibía la unión de dos mayorazgos que rentaran más de dos cuentos de maravedí de renta anual.

Enrique de Acuña y Portugal, fallecido en su alcázar de Valencia de Don Juan, en 1532 y sepultado en la iglesia de Santa María la Vieja de la misma localidad, no pudo soñar que su desheredada hija iba a dar una solución tan honrosa a su estirpe. Luisa fue la última de los Valencia de Don Juan —ostentando el V título del condado— y su patrimonio, por su casamiento con el III duque de Nájera, tuvo un final glorioso: su integración en la imponente casa y estado del ducado de Nájera.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz

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