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Ana Verdugo de Castilla

Biografía

Verdugo de Castilla, Ana. Ana de San Jerónimo. Madrid, 1696 – Granada, 11.XI.1771. Religiosa Franciscana Descalza (OFM), poetisa y dramaturga, pintora.

Nacida en Madrid, era hija de Pedro Verdugo Ursúa, II conde de Torrepalma, casado en Granada en 1685 con Isabel María de Castilla y Lasso de Castilla, familias ambas de raigambre nobiliaria en Andalucía y numerosos servicios al estado, vivían en Granada donde su padre había sido corregidor y gobernador militar (1706-1710), aunque también estuvo destinado en otros lugares ya que apoyó la causa del Borbón en la Guerra de Sucesión. De este matrimonio, bastante viajero, nacieron cinco hermanos: María Antonia (1689) en Jaén, Juana (1693) en Palencia, Ana en Madrid y Alonso Ignacio en la jienense Alcalá la Real (1706), que fue el único varón que ocupó los derechos familiares. Aunque nacida en la Corte, casi toda su vida se desarrolló en Granada.

Su padre fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo, gran admirador de Góngora, conocedor de varias lenguas, y también poeta que participó en la Academia Real (1707). Tuvo un gran empeño en educar a sus hijos en especial a su hijo Alonso, al mostrar éste desde joven una clara inclinación a las letras. “El cuidado de su educación, como el de los demás hermanos, no lo fiaron sus padres a otros que a sí mismos” (Obras poéticas, sin pág.). Su madre en persona cuidó de su formación, tanto en las cosas del mundo como en las del cielo, ya que era persona religiosa. Las niñas recibieron desde temprana edad una esmerada educación a manos de su padre, quien pronto les transmitió sus preocupaciones culturales, aún no siendo demasiado frecuente en las mujeres de aquella época. La afición de Ana a la poesía surgiría de forma temprana, ya que cuando sólo contaba con tres años escribió su primera redondilla, tal y como se afirma en el prólogo de la edición póstuma de sus poemas. Se interesó por el estudio de las literaturas griega, latina, española e italiana. Se empapó de éstas con las lecturas que realizaba en la biblioteca familiar, las cuales alternaba con su ferviente práctica religiosa.

También demostró sus habilidades artísticas mediante el cultivo de la pintura, que ligó de forma curiosa a la literatura. Así, solía pintar cuadros, siempre de tema religioso, y enviárselos a alguien cercano acompañado de alguna epístola en verso donde, con tono jocoso, describía el cuadro y hablaba de sí con la gran modestia que la caracterizaba.

En 1715 su hermana Juana entró en religión en el convento del Ángel Custodio de Granada, perteneciente a la Orden de las Franciscanas Descalzas.

La devoción cristiana de Ana le llevó a ingresar en 1729 en el mismo centro religioso, a pesar de la oposición de sus padres, que la habían formado para la vida social con las gentes de su clase. Profesó un año más tarde y adoptó el nombre de Ana de San Jerónimo. Llevó una vida dedicada a la oración, a la penitencia y al progreso espiritual. En él desempeñó varios cargos conventuales como maestra, tornera, refitolera, enfermera durante siete años y secretaria a lo largo de doce. Sus aspiraciones a vicaria quedaron frustradas por la sordera que sufrió.

También continuó sus labores literarias, pero siempre supeditada a sus superiores y por ello con una temática exclusivamente religiosa.

Al igual que su hermano Alonso, promotor de la Academia del Trípode, académico de la Real Academia Española, de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando, y uno de los más afamados miembros de la Academia del Buen Gusto (1749-1751), con el apodo poético de “El difícil”, recitaba sus propios versos de sabor barroquista. Pero sor Ana participó de alguna manera en estas tertulias, tal y como se refleja en el acta de la celebrada el 20 de agosto de 1750, con asistencia de la marquesa de Sarria, ya que su hermano leyó una composición poética piadosa titulada Afectos de un alma religiosa. A esta imagen de Jesús niño llevando la cruz al hombro, y una oveja asida de una trailla, en la noche del Nacimiento “de Sor Ana de San Jerónimo, hermana del conde Torrepalma”, que ya entonces llevaba muchos años recluida en el convento.

Murió el 11 de noviembre de 1771, con más de setenta y cinco años y tras cuarenta en el convento.

En 1773, un canónigo cordobés a quien ella solía enviar sus composiciones, decidió compilar su extensa obra y publicarla de forma póstuma en un volumen que tituló Obras poéticas de la madre Sor Ana de San Jerónimo, Religiosa profesa del convento del Ángel, Franciscas Descalzas de Granada. Recogidas antes, y sacadas a la luz después de su muerte, por un apasionado suyo.

Los versos recogidos en ella son, por tanto, posteriores a su entrada en religión y parecen estar ordenados según un criterio cronológico, a pesar de que el “Índice” final los agrupe según la temática. La “Noticia de la autora” que encabezaba el volumen incidía en la humanidad, en el candor, en el fervor religioso y en el trato familiar de la franciscana, así como rechazaba cualquier posible mérito o reconocimiento que pudiera desprenderse de sus versos, pues estaban movidos por la obediencia a la superiora y por una voluntad catequística. Son composiciones variadas desde el punto de vista estrófico entre las que destacan el “Soneto” dedicado a su padre, églogas como “El amor sencillo. Égloga pastoril. Nise y Belisa” o “Los pastores, entretenimiento espiritual para Navidad”, u otras endechas, canciones y romances relacionados con motivos religiosos. Sus poesías se desprenden del ornato barroco y muestran una vena clasicista, un dominio de los recursos poéticos y una musicalidad suave en la composición.

El volumen se cierra con dos loas teatrales celebrativas de sucesos conventuales. La primera, intitulada Loa a la profesión de una monja, retoma la figura de la musa, a la que la autora despierta para que la ayude a escribir “un papel de gran cuidado”. Ésta, enojada, toma la palabra, manifiesta su enfado, e introduce la música posterior. Por su parte, A la toma de velo blanco de Sor Ana María de Jesús en este convento del Ángel posee una mayor calidad. En ella hace uso de figuras alegóricas como el Ingenio, la Prudencia, la Justicia o la Humildad que convierten sus monólogos en verdaderos tratados teológicos. Finalmente, la pieza se anima con la participación de todas en un diálogo común, con música y baile.

La poesía y el teatro de sor Ana de San Jerónimo muestran un sincero espíritu religioso, pero manifiestan un tono clasicista que no suele ser tan frecuente en la lírica conventual muy cerrada a las influencias estéticas externas.

 

Obras de ~: Afectos de un alma religiosa. A esta imagen de Jesús niño llevando la cruz al hombro, y una oveja asida de una trailla, en la noche del Nacimiento, 1750, Biblioteca Nacional (Madrid), ms 18476 (11); Obras poéticas de la madre Sor Ana de San Jerónimo, Madrid, Córdoba, Of. de Juan Rodríguez, 1773.

 

Bibl.: Noticia de la calidad y méritos que posee el conde de Torrepalma, s. l., [c. 1740]; J. Parada y Santín, “Pintoras garanadinas”, en La Alhambra (Granada), t. VII, n.º 147 (30 de abril de 1904), págs. 65-67; M. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas. Del año 1401 a 1833, t. II-1, Madrid, Suc. de Rivadeneyra, 1905, págs. 302- 303; J. Díaz Serrano, “Escritora residente en Granada. Doña Ana Verdugo de Castilla”, en La Alhambra (Granada), t. XIV, n.º 317 (31 de mayo de 1911), págs. 217-220; L. Augusto de Cueto, Poetas líricos del siglo XVIII, t. I, Madrid, Atlas, 1952; F. C. Sáinz de Robles, Ensayo de un diccionario de mujeres célebres, Madrid, Aguilar, 1959; M. D. Tortosa Linde, La Academia del Buen Gusto de Madrid (1749-1751), Granada, Universidad, 1988; J. Checa, J. A. Ríos e I. Vallejo, La poesía del siglo XVIII, Madrid, Ed. Júcar, 1992; E. Palacios Fernández, “Teatro”, en F. Aguilar Piñal (ed.), Historia literaria de España en el siglo XVIII, Madrid, Ed. Trotta-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1996, págs. 135-234; J. Rodríguez Titos, Mujeres de Granada, Granada, Diputación, 1998; A. Correa Ramón, Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VIII-XX). Diccionario-Antología, Granada, Universidad, 2002, págs. 445-450; E. Palacios Fernández, La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, Madrid, Ediciones el Laberinto, 2002.

 

Emilio Palacios Fernández y Elena Palacios Gutiérrez

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