Urraca Fernández de Castilla. ?, 932-934 – c. 1007. Reina de León y de Navarra.
Hija del conde de Castilla Fernando González y de su primera esposa, la infanta Sancha de Pamplona. La fecha de su nacimiento debe situarse entre los años 932 y 934, es decir, poco después del matrimonio de sus padres, pues su madre Sancha, fue esposa hasta el 931 del conde Álvaro Herramélliz y antes viuda del Rey de León Ordoño II. Aunque las primeras menciones documentales de los vástagos del matrimonio condal no la mencionan, ni a ella ni a sus hermanas, la fecha aproximada de su primer desposorio y el nacimiento de su hijo Vermudo II permiten deducir la secuencia aproximada que se ha estimado para su venida al mundo.
Después de la victoria leonesa de Simancas-Alhandega (939) y la tregua subsiguiente entre Córdoba y León, que parecía garantizar unos años de paz en la frontera, algunos nobles, descontentos con esta política real, se alzaron en rebelión contra su legítimo señor, Ramiro II. Los dos más significados y conocidos fueron Diego Muñoz y Fernando González, condes de Saldaña-Carrión el primero y de Castilla el segundo. Encarcelados en 944, obtuvieron su libertad después de negociar unos matrimonios que convertirían a estos poderosos magnates y al Soberano en cercanos parientes. Así, dos de las hijas del castellano desposaron respectivamente con el heredero del Trono leonés, el infante Ordoño (futuro Ordoño III), y el de los Beni Gómez: Gómez Díaz. Dispuesto el enlace de Urraca con el príncipe Ordoño, el matrimonio entre ambos debió de celebrarse en 945 o 946.
Con la desaparición de Ramiro II en 951, ambos esposos se convirtieron en reyes de León, confirmando a su lado en los privilegios el conde de Castilla. Sin embargo, hacia 954, durante la crisis abierta por las pretensiones del infante Sancho Ramírez, hermano del Monarca, el castellano no dudó en posicionarse contra su yerno y a favor de éste. Una ruptura que algunos autores interpretaron en su momento como el inicio de un distanciamiento entre el Rey y su mujer que habría de acabar en el repudio de la dama, argumento que, en la actualidad, ha sido abandonado por la comunidad científica. De hecho, Urraca Fernández permaneció junto a su marido hasta la muerte del mismo en 956.
La pérdida del joven Rey supuso para León el inicio de un período oscuro en el que, durante algunos años, se sucedieron las guerras civiles y al-Andalus se inmiscuyó en los asuntos leoneses. Años extraordinariamente complicados para la joven viuda, Urraca Fernández, que habría de convertirse en moneda de cambio en las banderías partidistas de su progenitor.
Coronado Rey de León el príncipe Sancho Ramírez (956-966), pronto discutió sus derechos al cetro uno de sus primos, el infante Ordoño Alfonso, hijo de Alfonso IV, que llegó a utilizar la dignidad regia y a provocar una auténtica guerra civil. Divididos los nobles leoneses entre Sancho I y Ordoño IV, el conde de Castilla decidió atraerse la voluntad del segundo desposándole con su hija Urraca Fernández.
Este segundo matrimonio de la dama ha de situarse en 958, momento en el que fijan la autoridad de este Rey los diplomas redactados en el territorio condal castellano, pues hasta entonces la habilidad de Fernando González había retrasado su maniobra de acercamiento a la espera de comprobar la evolución de la crisis civil. Decisión equivocada, ya que, con la ayuda de las tropas de ‘Abd al-Raűmān III, el depuesto rey Sancho I recuperó el Trono, expulsando del solio a su primo Ordoño, que buscó refugio en Asturias y, más tarde, en Burgos, llevándose consigo a su esposa, Urraca, y a los dos hijos habidos de su unión.
El conde de Castilla se inclinó por volver a la obediencia de Sancho I y abandonó a su suerte a su yerno, reteniendo a su lado a su hija y a sus nietos mientras Ordoño IV se encaminaba a Córdoba para conseguir del nuevo califa, al-Űakam II, semejante ayuda a la brindada a su adversario por al-Nāşir. De su final en al-Andalus nada se sabe, excepto que languideció allí hasta su oscura muerte en un momento desconocido.
Su desaparición de la escena política norteña no significó obstáculo alguno para que Urraca Fernández, dos veces reina de León, volviera a convertirse en una cotizada pieza en el esquema de juego de alianzas de su progenitor. Hacia 962 fue entregada en matrimonio por tercera vez a un príncipe, en este caso al heredero del soberano de Pamplona, el infante Sancho Garcés.
Su última etapa vital, desaparecido su progenitor en el año 970 y asentada definitivamente en las tierras navarras de su esposo, resultó para la dama igual de complicada que las anteriores fases. Si como señora de León hubo de enfrentarse a dos guerras civiles al lado de sus primeros maridos, junto a Sancho II Garcés “Abarca”, el tercero y último, compartirá espacio político con la emergente estrella de Ibn Abū ‘Āmir, Almanzor.
Las campañas del hayib de Hixam II contra las tierras cristianas del norte le llevaron en repetidas ocasiones hacia Navarra y, también, hacia Castilla, donde gobernaba el hermano de Urraca. Zaheridos ambos territorios por la amenaza andalusí, Urraca Fernández aceptó la entrega de su hija Abda a Ibn Abū ‘Āmir, que la convirtió en una más entre sus esposas, aunque no tardó en hacerla madre de un príncipe destinado a sucederle: ‘Abd al-Raűmān, más conocido como “Sanchuelo”.
La muerte de su último marido garantizó la sucesión de su hijo mayor, García II Sánchez, y, fallecido éste, de su nieto Sancho III Garcés, de cuya primera tutela y minoría se ocupó la reina viuda Urraca Fernández, abuela del Monarca, hasta su muerte hacia 1007. Probablemente se deba a ella el matrimonio entre su nieto Sancho y la castellana Muniadomna Sánchez, hija de Sancho García de Castilla, que tanta repercusión política habría de tener en las décadas siguientes.
De sus tres esposos generó descendencia conocida.
Así, del primero, Ordoño III de León, nació, con seguridad, Vermudo II; de Ordoño IV hubo, con certeza, dos vástagos y, finalmente, de su último marido, Sancho II Garcés, tuvo a García II Sánchez, Ramiro, Gonzalo y Abda, apodada “la vascona”, madre de Sanchuelo.
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Margarita Torres Sevilla