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Juan de Rivadeneira

Biografía

Rivadeneira, Juan de. ?, 1527 – 1592. Franciscano (OFM), misionero, comisario de Tucumán y Río de la Plata de la Orden Franciscana.

El franciscano fray Juan de Rivadeneira desarrolló su labor misionera a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI en los territorios de las actuales repúblicas de Argentina y Paraguay, escasos de religiosos, con pocas ciudades que tenían un párroco propio y un buen número que no lo tenían ni lo habían tenido.

Los franciscanos llegaron a evangelizar el Tucumán tras los intentos de dominicos y mercedarios. Los primeros cuatro frailes llegaron a Santiago del Estero, —fundada en 1553—, en el primer trimestre del año 1566, en tiempos del gobernador Francisco de Aguirre, uno de ellos fue fray Juan de Rivadeneira, y al año siguiente ya recibían donaciones para su convento.

Años después, en 1572 y en 1574, hubo otras dos expediciones franciscanas más numerosas a la provincia de Tucumán, donde en 1573 se había fundado la ciudad de Córdoba, que estuvo “más de ocho meses sin tener sacerdote hasta que vino el padre Juan de Rivadeneira guardián del Señor San Francisco”.

Este franciscano, tras la fundación de la ciudad de Santa Fe en la provincia del Río de la Plata, también en 1573, intervino para que hubiera en ella un convento.

Del mismo modo promovió la vuelta de los franciscanos a Asunción y la erección de un convento, cuando la diócesis había tenido un obispo de la orden entre 1556 y 1573, fray Pedro Fernández de la Torre.

Con ello, fray Juan de Rivadeneira estaba unificando, de hecho, las custodias franciscanas de Tucumán y Paraguay, y reanudó a partir de 1575 las actividades misioneras en esos amplios territorios.

La necesidad de ayuda llevó a fray Juan de Rivadeneira, comisario de Tucumán y Río de la Plata, a iniciar un viaje a España, acompañando a la expedición de Juan de Garay, por lo que estuvo presente en la fundación de la ciudad de Buenos Aires en 1580. Una vez en España, fray Juan de Rivadeneira fue desde Sanlúcar a Badajoz para presentarle al rey Felipe II las cartas del Cabildo de Córdoba, de los Oficiales Reales y del Cabildo de Asunción, una carta de Juan de Garay dando cuenta de su fundación y una Relación de las Provincias del Río de la Plata, redactada por el franciscano y acompañada de un plano dibujado por él mismo.

El Rey en persona le concedió al franciscano el 15 de mayo de 1581 la Real Licencia, firmada en Tomar, para pasar “a treinta religiosos de la dicha orden y cuatro criados para su servicio, los quince de los dichos religiosos para el dicho Río de la Plata y los otros quince para Tucumán”, así como la oportunidad de embarcar en cuatro navíos que destinaba para la armada al mando del general Diego Flores de Valdés, que partiría para fundar las ciudades del Estrecho de Magallanes, aunque en el último momento el Rey les retiró los barcos, que en lugar de dirigirse hacia Brasil deberían hacerlo con rumbo a las Islas Terceras. Después, por Real Cédula dada en Lisboa el 3 de marzo de 1582, ordenó a los franciscanos embarcarse “en la flota que se aprestaba para la provincia de Tierra Firme”, y disponía la entrega de todo lo necesario, “treinta y seis mil maravedís, a veinticuatro ducados cada uno”, matolaje para los cuatro criados, libros y vestuarios traídos desde los conventos de Sevilla.

Sin embargo, fray Juan de Rivadeneira viendo los inconvenientes derivados de la mayor duración del viaje, los riesgos del recorrido por Cartagena, Panamá y El Callao, y el aumento considerable de los gastos, decidió organizar la travesía directamente al Río de la Plata. Arregló el viaje en un pequeño navío comprado por Alonso de Vera, sobrino de Juan de Torres de Vera, oidor de la Audiencia de Charcas, pagando en calidad de flete por él y sus frailes un total de mil quinientos ducados, algunos de los cuales se fugaron ya en Sanlúcar, mientras que otros lo hicieron después en Cabo Verde.

Parte de las vicisitudes del accidentado viaje iniciado en Sanlúcar el 22 de mayo de 1582 las escribió fray Juan de Rivadeneira en una carta al rey fechada en Río de Janeiro el 26 de octubre de 1582, completando la narración con la que le escribió, ya desde Santiago del Estero, al gobernador de Tucumán, Hernando de Lerma, el 19 de marzo de 1583.

El franciscano no pudo evitar que Alonso de Vera llevara más del doble del costo del navío en mercancías para vender, que comprara agua de menos y que al faltarles tuvieran que acercarse a la costa brasileña, donde el barco encalló. Entonces fray Juan de Rivadeneira compró una pequeña fragata en Río de Janeiro para seguir hacia el Río de la Plata, en la que se embarcaron parte de los frailes que quedaban, ya que algunos tampoco quisieron proseguir el viaje en un barco tan pequeño.

Los frailes llegaron a la isla de Santa Catalina, y al partir de ella fueron apresados por barcos corsarios ingleses al mando del general Eduard Fenton, con quien se reunió el 7 de diciembre de 1582 fray Juan de Rivadeneira decidiendo dejarles en libertad.

Por fin los frailes franciscanos pudieron encaminarse al Río de la Plata, teniendo ahora un nuevo encuentro, esta vez con la armada de Diego Flores de Valdés, cuyos navíos estaban casi todos en muy malas condiciones. Fray Juan de Rivadeneira le contó al general español su encuentro con los corsarios ingleses, por lo que éste le impidió seguir su viaje y además les pidió a los frailes su navío para socorrer a una de sus naves naufragada y cargar sus mercancías. Pero el barco de los frailes no soportó el esfuerzo y el viento lo arrojó contra la costa. Todos se salvaron, tanto los frailes como los náufragos del navío español, y unos partieron a pie hacia la isla de Santa Catalina, donde se encontraron con la armada de Diego Flores de Valdés, y otros decidieron partir hacia el Paraguay, también a pie, aunque se encontraron con la armada española que los volvió a embarcar.

Sólo cuando finalmente la armada de Diego Flores de Valdés partió hacia el Estrecho de Magallanes, los catorce frailes franciscanos que quedaban pudieron seguir camino hasta llegar a Buenos Aires. Pero ahora no tenían medios para ir a Tucumán, y fray Juan de Rivadeneira tomó la decisión de dejar allí a los suyos y viajar con el gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor, hasta Santa Fe y después hacia Santiago del Estero.

Del grupo se quedaron en Buenos Aires seis de los franciscanos, para la Custodia de Río de la Plata, alguno habría de pasar a Asunción y otro murió a manos indígenas, poniéndose en marcha la edificación del convento e iglesia de la orden.

Después de esta expedición el propio fray Juan de Rivadeneira iniciaría otro viaje a España ya en 1587 en busca de ayuda para remediar la situación de su custodia de Tucumán, y además se producirían nuevas expediciones misioneras como la de fray Pedro Ortiz, la de fray Antonio Ortiz o la del tinerfeño fray Baltasar Navarro, todas ellas en 1588.

Por sendas reales cédulas fechadas en Madrid el 28 de enero de 1589 el Rey ordenaba a los Oficiales Reales de Tucumán que proveyeran de ornamentos, cáliz, patena y campana a todos los conventos franciscanos de su jurisdicción, y a los Oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla que invirtieran 500 ducados en la compra de esas mismas cosas, dada la escasez que se padecía según le había informado fray Juan de Rivadeneira, a quien se le debían entregar además ochenta y cuatro ducados para los gastos de llevar hasta Sevilla a veinticuatro franciscanos y tres criados que iban a viajar con él de vuelta a las provincias de Tucumán y Río de la Plata con su licencia. Pero los preparativos del viaje, la búsqueda de embarcación y las órdenes de pago se demoraron.

Fray Juan de Rivadeneira ya había viajado a España con su descripción de las montañas, ciudades y ríos de la provincia de Tucumán, había tenido siempre la esperanza de que el Rey lo nombrase obispo “por ser de mucha religión, doctrina y ejemplo y experiencia de las cosas desta tierra y ser letrado, predicador, docto y de linaje”. Pero el franciscano debió de morir en 1592 sin ver cumplidos sus deseos por la dificultad para procurarse navío de regreso y viendo cómo sus frailes se dispersaban, y en 1597 se llegaría a la separación de las custodias de las provincias de Tucumán y Paraguay.

Sin embargo, ya en 1600, fray Baltasar Navarro, custodio de Tucumán, volvería a pedir la unión con Paraguay para formar una provincia autónoma, pues habían tenido que abandonar tres conventos por falta de religiosos. Por su parte, fray Juan de Escobar, custodio de Paraguay, se trasladó a España, para pedir más misioneros y tratar de la unión. Y los franciscanos del Convento de San Jorge en Córdoba, tras su capítulo de 16 de enero de 1611, enviaron a España a fray Jerónimo Barrientos con poderes para apoyar las diligencias de fray Juan de Escobar.

Estas gestiones tuvieron su fruto y el capítulo general de Roma sancionó el 9 de julio de 1612 la erección de la Provincia de Asunción de Paraguay y Tucumán, con su cabecera en el Convento de San Jorge de Córdoba, que era también noviciado franciscano y centro de estudios de Arte y Teología. Entre 1580 y 1620 los franciscanos habían fundado catorce reducciones y diez pueblos en estos territorios.

 

Obras de ~: Relación de las Provincias del Río de la Plata.

 

Bibl.: F. de Azara, Descripción e historia del Paraguay y del Río de Plata, bajo la dirección de Basilio Sebastián Castellanos de Losada, ed. de Agustín de Azara, Madrid, Imprenta de Sanchiz, 1847; E. de Gandía, “Los piratas en el Río de la Plata”, en Historia de la Nación Argentina, t. III, cap. IV, Buenos Aires, El Ateneo, Academia Nacional de la Historia, 1955 (2.ª ed.); B. de Salinas y Córdova, Memorial de las historias del nuevo mundo, Pirú, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1957; A. Millé, Crónica de la Orden Franciscana en la conquista del Perú, Paraguay y el Tucumán, y su convento del antiguo Buenos Aires (1212-1800), Buenos Aires, Emecé Editores, 1961, págs. 151-206; A. de Egaña, Historia de la Iglesia en la América española. Desde el Descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. Hemisferio sur, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966, págs. 114-115; P. Borges Morán, El envío de misioneros a América durante la época española, Salamanca, Universidad Pontificia, 1977, págs. 389, 430 y 466; P. Hernández Aparicio, “Estadísticas franciscanas del siglo XVII”, en Actas del III Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo XVII), Madrid, Editorial Deimos, 1991, págs. 587-588.

 

Manuel Casado Arboniés

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