Ríos Serrano, Demetrio de los. Baena (Córdoba), 27.VI.1827 – León, 27.I.1892. Arquitecto y arqueólogo.
De familia conservadora, de clase media, estuvo relacionado a lo largo de toda su vida con las ruinas de la antigua ciudad romana de Itálica (Santiponce, Sevilla), a la que, siendo todavía un adolescente, acudía con cierta frecuencia acompañando a su hermano José Amador, secretario de la recién creada Comisión Central de Monumentos y director, desde 1841, de las excavaciones arqueológicas que se llevaban a cabo en aquella ciudad, el cual ejercerá siempre sobre él una verdadera tutela.
Realizados en Madrid sus estudios de Arquitectura, ganó por oposición la Cátedra de Topografía de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, y a continuación, por concurso, la de arquitecto provincial. Poco después sería nombrado secretario de la Comisión Provincial de Monumentos. En enero de 1853 es elegido académico nato de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, y en julio de 1862 vocal de la Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando, de Madrid. En 1866 sabemos que es miembro de la Junta de la Exposición Universal de París. En Sevilla se instala, por tanto, a partir de entonces y allí pasa la mayor parte de su vida.
Casó con Teresa Nostench, de la que tuvo varios hijos, entre ellos la famosa escritora y poetisa Blanca de los Ríos, una de las mujeres más preclaras de su tiempo.
En enero de 1860 sustituirá a su hermano José Amador en la dirección de las excavaciones arqueológicas de Itálica, en cuyo yacimiento había de desarrollar una importante labor, ya que a él se deben los primeros estudios serios de documentación de aquellas ruinas, en las que se venía trabajando con cierta intensidad desde finales del siglo XVIII, por lo que aprovecha, sobre todo para sus dibujos, documentos y publicaciones anteriores. Otros son originales suyos, como el primer plano que se levanta de la ciudad, el cual ofrece personalmente a la reina Isabel II cuando ésta visita las excavaciones en 1862.
Como arqueólogo trabaja allí en un primer momento en el anfiteatro y en los conjuntos termales, y posteriormente, en la década de 1870, en el olivar de Las Coladas, donde exhuma diversas casas romanas decoradas con ricos mosaicos que sólo conocemos a través de sus dibujos, pues, abandonados a su suerte, a la intemperie, se perdieron rápidamente. Sus trabajos en el anfiteatro quedarían reflejados en una Memoria (1862), que será premiada por la Real Academia de la Historia y le valdrá el título de comendador de la Orden de Carlos III, y de miembro correspondiente del Instituto Prusiano de la Correspondenza Archeologica de Roma.
Creado en 1835 el Museo Provincial de Bellas Artes de Sevilla, en el edificio que había sido hasta entonces Convento de la Merced, con el fin de recoger las obras de arte procedentes de las instituciones religiosas a las que se les habían expropiado en virtud de las leyes desamortizadoras, una Real Orden de 16 de diciembre de 1840 dispone que pasen a guardarse allí todos los objetos de Itálica encontrados hasta entonces o que en el futuro pudieran encontrarse, misión que se encarga inicialmente al conde de Montelimón y años más tarde, por Real Orden de 20 de octubre de 1854, a Demetrio de los Ríos, el cual recoge en uno de los claustros de dicho convento los materiales de Itálica que se hallaban dispersos en los más diversos lugares, según la procedencia del director de las respectivas excavaciones, creando la Sección de Antigüedades del Museo, de la que es nombrado director en 1866. Es el núcleo original del actual Museo Arqueológico Provincial.
Como arquitecto, desarrolló sus trabajos en esta primera etapa en Sevilla y su provincia. Consta expresamente haber intervenido en el Hospital de las Cinco Llagas, el Presidio de San Gerónimo y el Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra. Traza, en 1856, con Joaquín Fernández, la escalera del Museo de la Merced, y realiza el proyecto de la fachada del Ayuntamiento, aprobado en 1868, y el de su monumental escalera. A él se debe también, quizá en su calidad de miembro de la Junta Diocesana de Reparación de Templos, que se salvaran de la piqueta numerosas iglesias mudéjares de la ciudad, cuya destrucción había sido ordenada en 1869 por las autoridades de la Junta Revolucionaria que había destronado a Isabel II. Evita también que se destruya la Torre del Oro, aunque permite, siguiendo el dictamen de la Comisión Provincial de Monumentos, la demolición de las murallas de la ciudad. En sus escritos y denuncias a la Real Academia de la Historia queda patente la preocupación que sentía por la conservación del patrimonio artístico en su conjunto, lo que le movió a redactar, en 1874, en su calidad de vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Sevilla, un manifiesto para que las Comisiones de Monumentos de toda España apoyaran el Proyecto de Ley de Monumentos que se estaba preparando, y a enviar ese mismo año a la Real Academia de San Fernando la lista de monumentos que debían declararse nacionales en la provincia.
En 1880 se traslada a la ciudad de León, para continuar la restauración de su catedral, sustituyendo a Juan de Madrazo en la reconstrucción de las bóvedas del crucero y de toda la nave mayor, así como en la fachada oeste, que remata imitando la del sur. Trabaja en ella, con notable ligereza en ocasiones (Gómez-Moreno, 1925), a lo largo de doce años, durante los cuales tiene ocasión de intervenir también en las iglesias de San Miguel de Escalada y Santa Cristina de Lena.
Muy pronto, sin embargo, habían de manifestarse en él diversos achaques de cierta gravedad que culminaron en una hemiplejía, la cual no fue capaz de superar, ni física ni psicológicamente. Las obras de la Catedral, cúmulo de problemas y sinsabores, pudieron más que sus fuerzas, como les había sucedido a sus predecesores en ella, Laviña (1869) y Madrazo (1880). Escribió numerosas obras, hasta formar un conjunto de más de 30 volúmenes, sobre temas muy diversos: arte, arquitectura, arqueología, teatro, poesía, ensayos filosóficos y científicos, y otros, entre ellos algunos libros de texto para sus alumnos, muchas de las cuales quedaron inéditas.
Colaboró además durante algún tiempo con La Ilustración Española y Americana, revista de bellas artes y actualidades, en la que dio a conocer, en 1875, algunos de sus trabajos en Itálica, y con el efímero Museo Español de Antigüedades, en 1872.
Entre las obras inéditas podemos destacar aquélla en la que quizá más tiempo había invertido a lo largo de su vida, la Descripción histórico-artística de Itálica, obra para la que realizó, entre los años 1851 y 1880, los dibujos que se guardan en el Museo Arqueológico de Sevilla. En la portada original de dicho libro se titula a sí mismo “Arquitecto de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, procedente de la Escuela Especial, Catedrático y Académico nato de la de 1.ª clase de Bellas Artes de Sevilla, Secretario de su Sección de Arquitectura, Correspondiente de la Real de la Historia, Miembro de la Diputación Arqueológica de esta Provincia; Arquitecto titular de la misma; Asesor de la Comisión de Monumentos Artísticos é históricos &&&”.
Obras de ~: Memoria Arqueológico-Descriptiva del anfiteatro de Itálica, acompañada del plano y restauración del mismo edificio, Madrid, Real Academia de la Historia, 1862; Curso elemental de Topografía y Agrimensura, Sevilla, 1862; Arquitectura: teoría del Arte: invención, distribución y decoración: memoria sobre las fuentes de conocimiento y método de enseñanza, Madrid, 1870; El arte en todas sus manifestaciones, Sevilla, 1885; La Catedral de León, 2 ts., Madrid, 1895 (ed. facs. con introducción de J. Rivera y J. I. Arrachea, Valladolid-León, Ámbito, 1989).
Bibl.: A. Gali Lassaletta, Historia de Itálica, municipio y colonia romana, Sevilla, 1892, pág. 269; M. Gómez-Moreno, Catálogo Monumental de España. Provincia de León, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1925, págs. 222-229; M.ª. T. López Fernández, “La Catedral de León”, en Las Catedrales de Castilla y León, Madrid, Edilasa, 1992, págs. 103-127; P. León, “Las ruinas de Itálica. Una estampa arqueológica de prestigio”, en La Antigüedad como argumento. Historiografía de Arqueología e Historia Antigua en Andalucía, Sevilla, J. Beltrán y F. Gascó (eds.), 1993, págs. 55-57; F. Fernández Gómez, Las excavaciones de Itálica y Don Demetrio de los Ríos a través de sus escritos, Córdoba, CajaSur, 1998; J. Maier y J. Salas, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Andalucía. Catálogo e índices, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000, passim.
Fernando Fernández Gómez