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Íñigo López de Mendoza

Biografía

López de Mendoza, Íñigo. Señor de Llodio (IV) y de Zaitegui. ?, ú. t. s. xii – m. s. xiii. Noble, señor.

Hijo primogénito de Lope Íñiguez de Mendoza, III señor de Llodio, de Tudejón y otros lugares, y de su esposa Teresa Jiménez. Supuso un claro exponente de los aristócratas locales de la frontera navarro- castellana, cuya posición dependía de sus servicios al Monarca, navarro o castellano, y a la alta nobleza, los Haro o los Lara. Asimismo, heredó de su grupo familiar la vinculación con el monasterio premostratense de Santa María de Bujedo, centro religioso fundado por su abuela Sancha Díaz de Frías; así, junto a su hermano Diego y otras personas, donó a este cenobio tres herrenes y una heredad en Cameno en 1210.

En sus primeros años de actividad pública, Íñigo evidenció una lógica vinculación con la Monarquía navarra, gobernante en sus territorios familiares, y con los Haro, linaje titular del señorío de Vizcaya y emparentado con los Mendoza. Entre 1194 y 1197 poseyó Zaitegui en nombre del rey Sancho VII de Navarra. Por esas mismas fechas, confirmó una donación de Aldonza, viuda del señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro. Los avatares políticos de principios del siglo xiii fueron trastocando las fidelidades iniciales de este personaje.

Al pasar Álava a Castilla hacia 1200, entró bajo la obediencia del rey de Castilla Alfonso VIII, conservando su vasallaje respecto a los Haro. Bajo las armas de este Monarca, participó, como “ome” del señor de Vizcaya Diego López de Haro, en la batalla de las Navas de Tolosa, acción de armas que le permitió añadir una cadena de oro a su escudo de armas. Esta fidelidad a la Monarquía castellana se prolongó durante el efímero reinado de Enrique I, cuyos privilegios confirmó en la primavera de 1217.

La oscura y prematura muerte de este Monarca trastocó los vínculos vasalláticos del IV señor de Llodio. Algunas crónicas le atribuyen la responsabilidad del magnicidio; la más explícita al respecto es la Crónica geral de Espanha de 1344, donde se asegura que Enrique I murió “a causa de una teja que Iñigo de Mendoza le tiró a la cabeza”; en cambio, otros relatos, como la Primera crónica general de España, buscan la causa de esta muerte en el inocente juego de un anónimo doncel. Es posible dudar de su implicación. El asesinato del rey castellano podía responder a los intereses de un Íñigo López de Mendoza alineado con los Haro en el apoyo a la reina Berenguela y al hijo de ésta, Fernando, futuro Fernando III; sin embargo, los hechos posteriores al fallecimiento de Enrique I desmienten esta hipótesis. El protagonista rompió con los Haro para entrar al servicio de sus rivales, los Lara. Íñigo López se unió con sus huestes al conde Álvaro Núñez de Lara en Valladolid para enfrentarse a las aspiraciones del infante Fernando, respaldadas, además de por los Haro, por otros importantes linajes de la nobleza castellana: los Girón, los Téllez y los Cameros. Tras su derrota, siguiendo los pasos de los Lara, juró obediencia al nuevo monarca castellano Fernando III y, en consecuencia, aparece confirmando algunos de sus documentos.

Su servicio a los Lara determinó la trayectoria posterior de Íñigo López. En 1237, testificó en la confirmación real de la venta de la villa de Paredes realizada por Alvar Pérez de Lara; nueve años más tarde, fue fiador de Nuño González de Lara cuando éste vendió su heredad de Sasamón. Los enlaces nupciales de Íñigo y de sus hijas reflejan también esta vinculación feudal. Íñigo López de Mendoza contrajo matrimonio con Leonor Hurtado, quien, además de señora de Mendívil, Estarrona, Martioda, Cueto, Veto y otros lugares de Álava, era la hija de Fernán Pérez de Lara, mayordomo mayor del rey castellano Sancho III y nieto del conde Pedro González de Lara; del mismo modo, su hijas Inés de Mendoza y Emilia Íñiguez de Mendoza se casaron respectivamente con Fernández de Lara, señor de Valdenebro y Paroya, y con Fernán Gutiérrez de Castro, señor de Lemos y Sarria, ambos miembros de la Casa de Lara.

Ante la disminución de los ingresos de la explotación de la tierra y el incremento de la rentabilidad de las rentas monetarias procedentes del ejercicio de las facultades jurisdiccionales, Íñigo López de Mendoza, al igual que los otros nobles y aristócratas, intentó obtener la administración de “tenencias” regias, como la citada de Zaitegui, y del usufructo de rentas eclesiásticas, obtenidas gracias a su oficio de “prestamero” en Treviño y la posesión de parte de las cuartas decimales de las parroquias alavesas de Pangua, San Esteban, Añastro, Faido, Muergas, Murgueta, Estavillo, Lacervilla y “Amifollas” en 1240.

Se ignora la fecha de su fallecimiento, aunque progresivamente fue repartiendo sus responsabilidades jurisdiccionales entre su descendencia más próxima. Su primogénito, Hurtado de Mendoza, poseía ya en 1198 la “tenencia” de Zaitegui, localidad a la que añadió las de Peralta y Caparroso en 1237 y 1238 bajo el monarca navarro Teobaldo I; en cambio, Llodio quedó bajo el señorío de su segundo vástago Íñigo Íñiguez de Mendoza, quien le acompañó al confirmar la citada venta de Nuño González de Lara en 1246; respecto a su tercer hijo, Fernán Íñiguez de Mendoza, se carece de datos sobre sus actos jurídicos y su patrimonio. No es probable identificar al protagonista con el Íñigo López de Mendoza, partidario de Sancho IV, en la sublevación de éste contra su padre Alfonso X, y receptor de collazos en Muruzábal de manos del monarca navarro Teobaldo II, pues ello supondría atribuirle una extraordinaria longevidad.

 

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Tomás Sáenz de Haro

 

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