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Pedro Portocarrero Fernández de Córdoba y Aragón

Biografía

Portocarrero Fernández de Córdoba y Aragón, Pedro. Conde de Medellín (VII). Medellín (Badajoz), p. m. s. XVII – Madrid, 27.I.1679. Presidente de los Consejos de Órdenes e Indias.

Sucedió en la casa de Medellín como VII titular al heredar a su hermano Luis Portocarrero de Córdoba y Aragón, VI conde, fallecido sin descendencia. Era hijo de Pedro Portocarrero Fernández de Córdoba, V conde de Medellín, y de Ana de Córdoba Enríquez de Mendoza, su segunda esposa. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con la dama portuguesa María Beatriz de Meneses y Noronha, duquesa de Camiña y marquesa de Villa Real, heredera de esos estados al haber sido degollados el padre y el hermano mayor de la duquesa en Lisboa en 1640 por su lealtad a Felipe IV. Fueron sus hijos Pedro Regalado, Rodrigo y Luisa, esta última marquesa de Aytona.

Por privilegio secular de su casa, el conde gozó de la dignidad de repostero mayor de la Real Casa de Castilla.

Fue también alcaide mayor de las ciudades de Leiria y Santarem, en Portugal, y gobernador y capitán general de Ceuta.

Sirvió largo tiempo como gentilhombre de Cámara de Felipe IV con ejercicio. Fue de los pocos servidores a los que el Rey permitió que le asistieran durante su agonía. Su abnegada asistencia al Monarca le granjeó la simpatía y el reconocimiento de la reina gobernadora Mariana de Austria, quien siempre le distinguió con su favor, incluso cuando cayó en desgracia su favorito, el jesuita Everardo Nithard. Tras la muerte de Felipe IV, y puesto que Carlos II aún era niño y no tenía edad para disponer de casa propia, se decidió que le sirviesen pocos criados. Así, el conde de Medellín fue nombrado su caballerizo mayor, mientras el marqués de Aytona servía como mayordomo mayor.

Muestra del afecto regio fue la designación de Medellín para asistir al Rey el día de su cumpleaños, junto al marqués de Talhara, Juan Alfonso de Guzmán, primer caballerizo del Rey, como mayordomo decano.

En 1671 dejaba Órdenes y alcanzaba la presidencia del Consejo Supremo de Indias, el 18 de julio. Con el nombramiento logró recuperar su posición en la Corte hasta tal punto que la reina Mariana le nombró su caballerizo mayor.

Su amistad, estrecha y antigua, con el maestro y el confesor de Carlos II, Francisco Ramos del Manzano y fray Pedro Álvarez Montenegro, respectivamente, le procuraron un mayor acercamiento al Monarca, pero también le convirtieron en objeto de ataques por parte de quienes renegaban de la influencia política que aquellos dos servidores regios habían alcanzado por su trato diario con el Monarca.

Hacia 1675, próxima la mayoría de edad del Rey, comenzaron a distinguirse en la Corte dos facciones que aspiraban a disputarse el poder que iba a quedar vacante tras la renuncia de la reina Mariana a su responsabilidad como regente del Reino. Así, mientras la encabezada por el conde de Medellín era partidaria de otorgar el gobierno al cardenal de Toledo, Pascual de Aragón, pariente próximo, la que lideraba el conde de Monterrey, Juan Domingo Méndez de Haro y Guzmán, pretendía que el primer ministerio recayera en el hijo natural de Felipe IV, Juan José de Austria. Fracasada la baza del cardenal Aragón, tanto el purpurado como sus partidarios, entre ellos su hermano Pedro de Aragón, marqués consorte de Povar, el conde de Medellín y el maestro y el confesor real padecieron desgracia y se vieron obligados a dejar Palacio y partir hacia el destierro.

De este modo, el conde de Monterrey consiguió la renuncia de Pedro Portocarrero a su oficio y su promoción a la presidencia del Consejo de Órdenes Militares, tomando posesión de ésta el 17 de septiembre de 1669. Al mismo tiempo, y para compensar de algún modo el cese en su oficio palatino, obligado por otra parte, pues se decía incompatible con su cargo, fue cruzado caballero de Santiago, como lo había sido su padre. La caballeriza mayor recayó entonces en el marqués de Castel Rodrigo. La afrenta política y personal sufrida no fue nunca olvidada por Medellín, quien siempre anduvo conspirando para recuperar su anterior posición política preeminente junto al Rey.

Durante el corto ministerio de Fernando Valenzuela, marqués de Villasierra, se opuso, aunque no abiertamente, al favorito de la reina Mariana y a la facción cortesana que le sustentaba, y en la que destacaban los nombres de los más conspicuos aristócratas castellanos del momento: los duques de Medinaceli y de Alburquerque, como sumiller de Corps y mayordomo mayor del Rey respectivamente; y el almirante de Castilla, como caballerizo mayor.

La oposición manifiesta de Pedro Portocarrero a la privanza de Valenzuela le valió ser objeto de las iras populares durante los motines que alteraron la villa y corte en aquellos días y que parecían instigados por el primer ministro con el fin de distraer la atención lejos de su polémico y discutido gobierno. En algún momento tuvo que buscar refugio durante varios días en su residencia madrileña, encerrándose en ella con provisiones y armas de fuego por temor a los tumultos.

Al conde de Medellín le sorprendió la muerte al frente de la presidencia del Consejo de Indias, en Madrid el 27 de enero de 1679. Dos días más tarde, se le dio sepultura con la solemnidad requerida en el Convento de la Encarnación.

 

Bibl.: L. Salazar y Castro, Historia de la Casa de Silva, vol. II, Madrid, 1685, pág. 283; L. Ballesteros Robles, Diccionario Biográfico Matritense, Madrid, Imprenta Municipal, 1912, pág. 522; J. A. Álvarez y Baena, Hijos de Madrid, vol. IV, Madrid, Atlas, 1973, págs. 225-226; Duque de Maura, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Aguilar, 1990; E. Schaefer, El Consejo Real y Supremo de las Indias, Madrid, Marcial Pons-Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 2003.

 

Santiago Martínez Hernández