Díaz de Haro, Lope. El de Nájera. Conde y señor de Vizcaya. ?, c. 1105 – V.1170. Conde, tenente terrae.
Conde castellano, hijo de Diego López de Haro I y de María Sánchez. Desposeído de los territorios vizcaínos —señorío familiar— tras la derrota y muerte de su padre frente a las tropas de Alfonso el Batallador (1124), se mantuvo fiel a la Casa Real castellano-leonesa.
En la primavera de 1126 acató al nuevo soberano, Alfonso VII, junto a quien luchó por recuperar el control de los territorios castellanos y riojanos aún en poder del Batallador. Por entonces, Nájera, plaza muy vinculada a los Haro, estaba en manos de nobles afines a Alfonso I y lo mismo podría decirse del señorío vizcaíno. En lo que respecta a los territorios vascos, las paces de Támara (1227) legitimaron el control navarro de aquellos territorios, en manos del conde Ladrón desde la derrota de Diego López de Haro.
La reacción castellano-leonesa se vio beneficiada por la muerte de Alfonso I de Aragón y la restauración de la independencia navarra por García Ramírez.
En mayo de 1135, se halla Lope Díaz de Haro al frente de la Vizcaya nuclear, aunque Durango y las comarcas guipuzcoanas permanecieron en manos del rey García. No obstante, Alfonso VII, que había asumido la dignidad imperial, no tardó en aceptar el vasallaje de García IV, reconociendo su posesión de los territorios vascos bajo fórmulas de vasallaje. El desplazamiento de los Haro se vio completado con la permanencia del conde Ladrón Íñiguez en Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, si bien un nuevo enfrentamiento armado le deparó su captura y derrota por las tropas castellanas. El conde fue obligado a prestar vasallaje a Alfonso VII y a reconocer la incorporación de Álava a Castilla, mientras que Vizcaya y Guipúzcoa permanecían bajo soberanía navarra a cargo de Vela Ladrón, hijo del anterior.
Entre tanto, Lope Díaz de Haro I vio recompensada su fidelidad a Alfonso VII con la dignidad condal, la concesión de tierras al oeste del río Nervión, entre ellas las Encartaciones, y la tenencia de varias comarcas y fortalezas de Castilla la Vieja y La Rioja occidental.
Incluso se llega a documentarle al frente de Álava durante el sometimiento del conde Ladrón, aunque algo debió empañar la relación entre Alfonso VII y su vasallo, pues el conde Lope desaparece de la Corte en 1140. El motivo de la desavenencia pudo estar en el reconocimiento del dominio navarro sobre Vizcaya o en algún desacuerdo sobre los territorios y tenencias entregados a su cargo. De hecho, la actitud hostil de García Ramírez en los años previos, pese a haber jurado vasallaje al Emperador, fue solventada con nuevas paces en 1140, que volvieron a sancionar el control navarro de los territorios vascos.
No se sabe si Lope Díaz de Haro I participó en la conquista del Alto Valle del Guadalquivir y la ciudad de Almería (1147), pues nada dicen las fuentes.
No obstante, parece que había recuperado el favor regio, aunque ello no evitó nuevos acuerdos entre Alfonso VII y la familia Ladrón, quienes confirman en los diplomas de Sancho III desde 1153, aún bajo la autoridad del Emperador. La presencia de Don Sancho III en Nájera explica la vinculación de Lope Díaz de Haro I con el que sería sucesor de Alfonso VII, pues el conde era tenente de aquella localidad y se había asentado en las comarcas del Alto Ebro. En los primeros meses de 1158, al poco de acceder Sancho III al trono castellano, se halla al magnate a cargo de la alferecía regia, sin abandonar su decidida participación en el gobierno y defensa de La Rioja durante los años difíciles que siguieron a la muerte del Soberano.
Las disputas políticas durante la minoría de Alfonso VIII, cuya Corte se encontraba dominada por los Lara, ampliaron el poder de Lope Díaz de Haro, pues la conflictividad reinante en las comarcas fronterizas de Castilla y León dejaron el sector nororiental en manos del tenente de Nájera, que también controlaba Castilla la Vieja y Trasmiera. El conde Lope Díaz gozó de gran autonomía y poder en los territorios bajo su mando, en connivencia con los Lara. Esta actitud encontró su paralelismo en las alianzas matrimoniales, pues Lope Díaz de Haro casó con Aldonza, dama gallega emparentada con los Traba y, por tanto, familiar de Teresa Fernández, esposa de Nuño Pérez de Lara. A su vez, dos de las hijas de Lope Díaz enlazaron con Álvaro Pérez y Pedro Rodríguez de Lara, mientras que su hijo y heredero, Diego López de Haro II, contrajo esponsales con María Manrique de Lara.
Los ataques navarros en torno a 1163, cuando Sancho VI llegó a ocupar Logroño, Álava, Grañón y otras localidades de la región, evidencian la debilidad castellana durante aquellos años. Sin embargo, no se puede olvidar que esta fecha coincide con la marcha del conde Vela Ladrón, noble navarro que había acudido a la Corte castellana unos años antes y que estuvo al frente de Álava y gran parte de Vizcaya antes, durante y después de su presencia en Castilla, pues su regreso a la obediencia navarra supuso el retorno a este reino de las comarcas vascas que controlaba. En momentos como éste se demostró la valía del conde Lope Díaz y el oportunismo de sus acuerdos con los Lara, pues los castellanos no tardaron en recuperar posiciones en La Rioja, hasta que las paces de 1167 pusieron formalmente fin a las hostilidades. Eso sí, reconociendo la ocupación navarra de Logroño.
La confianza que los Lara otorgaron a Lope Díaz de Haro I se plasma perfectamente en 1165, cuando el conde y su yerno Álvaro Pérez de Lara se encargaron temporalmente de la custodia del joven Alfonso VIII.
El magnate aprovechó la ocasión para beneficiar al monasterio najerense de Santa María la Real, contando con la complicidad de Álvaro Pérez de Lara y Pedro Jiménez de los Cameros. Eran momentos difíciles, pues a los conflictos existentes con el reino de León se sumaba la continua hostilidad navarra en La Rioja, frenada por la presencia del conde Lope Díaz de Haro en Nájera y su fidelidad, como la de los señores de los Cameros, a Alfonso VIII. Es posible que la dificultad de defender los territorios a su cargo llevara a Lope Díaz de Haro a renunciar al control de Castilla la Vieja, en manos del conde Nuño Pérez de Lara en 1169, aunque mantuvo el gobierno de Nájera.
El conde Lope Díaz de Haro I pudo contemplar el acceso de Alfonso VIII a la mayoría de edad, pero no vivió mucho más, pues falleció en la primavera de 1170. Fue entonces cuando el conde Nuño de Lara, anterior regente de Castilla, recibió la tenencia de Nájera.
En lo que respecta a Vizcaya, la parte oriental del señorío y los territorios de Álava estuvieron controlados por la familia Ladrón, por lo que Lope Díaz de Haro sólo pudo transmitir a su hijo el gobierno del sector occidental vizcaíno, próximo a su tenencia de Trasmiera.
Lope Díaz de Haro I había casado en dos ocasiones, sin que se conozca el nombre de su primera mujer.
De este enlace nacieron Lope y Sancho López, aparte de otras dos probables hijas, Sancha y María.
Sin embargo, su descendencia más destacada fue la habida en la condesa Aldonza. De este matrimonio nacieron Diego López de Haro II, que le heredó al frente de su parentela y dominios, y Rodrigo, García, Urraca, Mencía, Estefanía, Aldonza, Elvira y Toda López. De ellos, aparte del mencionado sucesor, son de destacar Urraca López de Haro, reina de León por su matrimonio con Fernando II, y la condesa Mencía, que llegó a ser abadesa del monasterio de San Andrés de Arroyo y testamentaria de Alfonso VIII.
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Antonio Sánchez de Mora