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Diego López de Haro

Biografía

López de Haro, Diego. Señor de Vizcaya. ?, 1200 – Bañares de Rioja (La Rioja), 4.X.1254. Noble, alférez real.

Primogénito del linaje de los Haro, fue uno de los actores principales en las frecuentes intrigas nobiliarias de la Castilla del siglo xiii. El poder de su familia residía en la acumulación de tenencias en la frontera oriental de Castilla con Navarra y Aragón: Cameros, Nájera, Rioja, Haro, Bureba, Castilla la Vieja, Álava, Calahorra y, sobre todo, Vizcaya, solar originario del linaje. Al tratarse de una zona de escasa implantación del patrimonio regio, su capacidad de maniobra al frente de las citadas tenencias era bastante amplia, pues el Monarca debió recurrir a estas delegaciones feudo-vasalláticas a la hora de articular dicho territorio. Esta amplia autonomía les permitió usurpar otros castillos e inmiscuirse en otros ámbitos de poder como los dominios eclesiásticos. La política de Fernando III en pos de aumentar su control sobre el sistema de tenencias entró necesariamente en conflicto con las competencias que, de hecho o de derecho, ejerció el linaje de los Haro. Entonces, las relaciones de los nobles con el Rey fluctuaban entre el enfrentamiento, ante las pretensiones regias de recortar su autonomía, y la cooperación en las empresas bélicas contra al-Andalus, promovidas por el propio Monarca como un medio de encauzar la belicosidad consustancial al estatus nobiliario.

Diego López de Haro se halló inmerso en esta coyuntura desde sus años más jóvenes, cuando su padre, el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, lo asoció a sus responsabilidades patrimoniales y políticas para facilitar la posterior sucesión: entre 1227 y 1229 figuró al frente de la tenencia de Castilla la Vieja, en 1231 gobernó la de Bureba e, incluso, en 1229 era mencionado esporádicamente como señor de Vizcaya. Del mismo modo, también acompañó a su progenitor en el asalto a la iglesia de Santo Domingo de La Calzada en 1233, acción que provocó la excomunión de ambos un año más tarde. Así, hasta que el fallecimiento de su padre en 1236 le sorprendió, junto a su hermano Alfonso, ocupando el lugar de su progenitor enfermo en el asedio de Córdoba.

Entonces, Fernando III aprovechó el momento de la transmisión hereditaria de los bienes y derechos del difunto señor de Vizcaya para limitar el excesivo poder acumulado por el linaje de los Haro. En primer lugar, pospuso hasta septiembre de 1237 la concesión a Diego López, nuevo señor de Vizcaya, el cargo de alférez real, dignidad vinculada tradicionalmente a la cabeza de dicho linaje. El monarca castellano aprovechó este período de alferecería vacante para recortar las intromisiones de los Haro en instituciones eclesiásticas situadas en su zona de influencia. Así, Fernando III eximió a los monasterios de San Salvador de Oña y San Millán de la Cogolla del pago de los 200 maravedís que les había exigido el difunto señor de Vizcaya. Del mismo modo, dicho Rey asumió personalmente la administración de la diócesis de Calahorra tras el óbito del prelado Juan Pérez de Segovia y hasta el nombramiento del nuevo obispo Aznar López de Cadreita, excluyendo de estas responsabilidades al señor de Vizcaya, quien las había asumido en anteriores vacancias de la sede calagurritana. Fernando III consideró que también había llegado el momento de resolver el litigio entre los Haro y los Castro sobre la villa de Paredes y otras propiedades leonesas; la solución se hallaba en la venta de este patrimonio en disputa a Mencía López de Haro (hermana del difunto Lope Díaz de Haro), por parte de su marido Alvar Pérez de Castro. En segundo lugar, una vez reconocido Diego López como alférez regio, le sustrajo algunas de las tenencias poseídas por su padre, en concreto las de Calahorra y Nájera entregadas a su hermano Alfonso en 1237 y 1239, respectivamente. Este ajuste patrimonial sembró la semilla del enfrentamiento de Diego López con el monarca castellano y, asimismo, le distanció de su hermano Alfonso, siendo su otro hermano, Lope, quien le acompañase a partir de entonces en sus actos públicos.

En 1241, la chispa que hizo estallar el enfrentamiento abierto entre el rey de Castilla y el señor de Vizcaya fue la exención de portazgo concedida por Fernando III al concejo de San Vicente de la Barquera, localidad situada en los dominios de Diego López. Éste se retiró a sus territorios vizcaínos desde donde dirigió ataques contra las tierras de realengo; a raíz de ello, el monarca castellano dio seguridades a Labastida y Laredo frente a las apetencias del señor de Vizcaya y desposeyó a éste del título de alférez sustituyéndole por su heredero el príncipe Alfonso. Este príncipe también recibió el cargo de frontero y, con él, la gestión de la crisis creada por la rebelión de Diego López. En 1241, el futuro Rey Sabio dirigió desde Medina de Pomar el derribo de varios castillos del noble rebelde (entre ellos el de Briones), forzando una efímera avenencia en Miranda de Ebro. Un año más tarde, esta vez desde Vitoria, el príncipe repitió sus acciones sobre los dominios del señor de Vizcaya hasta lograr su definitiva reconciliación con Fernando III en febrero de 1243.

Al retornar a la fidelidad de Fernando III, Diego López recuperó sus tenencias y el cargo de alférez real, confirmando habitualmente privilegios regios desde el 18 de febrero de 1243 hasta la muerte del Monarca en mayo de 1252. Del mismo modo, retomó su colaboración en las campañas militares fernandinas contra al-Andalus. La concesión regia de la tenencia de Alcaraz, situada en la frontera meridional, le ofrecía una posición avanzada para estas empresas. En 1244, no sólo acompañó al príncipe Alfonso en la conquista de Murcia, sino también en las negociaciones del tratado de Almizra, pacto entre Castilla y Aragón que establecía para ambos reinos las mismas fronteras antes vigentes para las antiguas taifas de Valencia y Murcia. Dos años más tarde, integrado en las huestes de Fernando III, participó en la toma de Jaén y en expediciones de saqueo contra Carmona y Alcalá de Guadaira. Y, por último, desde su campamento en el término de Macarena al norte de la ciudad, también intervino en el momento culminante de la expansión fernandina: el asedio y posterior conquista de Sevilla el 23 de noviembre de 1248. Estos servicios militares le hicieron merecedor de un importante lote en el repartimiento de Sevilla: la heredad de Guizmograz (Aznalfarache), integrada por treinta mil olivos e higueras y renombrada Vizcaya en su honor, y la heredad de Corán (Facialcaçar).

Además de ampliar su patrimonio gracias a la expansión meridional del reino, Diego López también consolidó sus dominios en la frontera nororiental de Castilla. Su matrimonio con Constanza de Bearne le permitió anudar fidelidades con territorios vecinos franceses y aragoneses, pues el hermano de su esposa era Gastón VII, vizconde de Bearne, titular de algunas baronías en Cataluña (Montcada, Castellvell, entre otras) y propietario de importantes bienes en los reinos de Aragón y Mallorca. De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Lope, primogénito y sucesor, Diego, quien también será señor de Vizcaya tras las muertes de su hermano y su sobrino, Urraca Díaz, futura mujer del adelantado mayor de la frontera Fernando Ruiz de Castro, y Teresa Díaz de Haro, que casó con Juan Núñez de Lara.

A pesar de la ya mencionada oposición de Fernando III, López de Haro siguió haciendo sentir poder sobre las instituciones eclesiásticas del noroeste castellano. En 1249 efectuó el cambio de las iglesias de Santurce y Villasante con el monasterio de San Salvador de Oña y, tres años más tarde, disfrutó del prestimonio de la villa de San Illán de Mena como canónigo de la catedral de Burgos. También mantuvo su influencia sobre la diócesis calagurritana: uno de sus hombres, Íñigo López de Mendoza, obtuvo de dicha sede el arriendo de las cuartas decimales de las parroquias alavesas en 1240.

Especial relevancia tuvieron sus iniciativas en el espacio vizcaíno. Entre 1236 y 1239 otorgó a Bermeo el fuero de Logroño, convirtiendo a esta villa en el principal puerto de Vizcaya y, años más tarde, fundó la villa de Ochandiano, concediéndole la misma carta puebla. Con esta creación de villas prosiguió la política ya iniciada por su padre (fundador de Orduña) en pos de reorganizar el poblamiento de Vizcaya en consonancia con el auge comercial del Cantábrico.

Tras la muerte de Fernando III, el nuevo Monarca, Alfonso X, aunque le confirmó sus cargos y tenencias, llevó a cabo una política centralizadora contraria a sus intereses y, ya desde sus días de príncipe, fomentó el poder del principal rival de Diego López: Nuño González de Lara. Este noble recibió de Alfonso X tenencias y rentas en lugares tan estratégicos para el señor de Vizcaya como La Rioja y Castilla la Vieja. El fallo regio a favor del de Lara en el pleito sobre el Heredamiento de la Montaña fue la gota que colmó el vaso; en consecuencia, Diego López secundó la sublevación nobiliaria contra el Rey dirigida por el infante don Enrique. Tras una efímera usurpación de Orduña, ante la presión militar del monarca castellano, debió retirarse a Vizcaya para, más tarde, abandonar el reino acompañado por aristócratas de su clientela, como Sancho García de Salcedo, Ramiro Rodríguez y Ramiro Díaz. Encontró refugio en Navarra, concretamente en Estella, donde, en agosto de 1254, se sometió al vasallaje de Jaime I Aragón, quien le financió el mantenimiento de quinientos caballeros. Este acuerdo formaba parte de una gran alianza contra Alfonso X, integrada por el propio señor de Vizcaya, el citado monarca aragonés, el rey Teobaldo de Navarra, el infante don Enrique y otros nobles castellanos. Sin embargo, Diego López no llegó a disfrutar de los beneficios de esta asociación, pues, el 4 de octubre de ese mismo año, falleció en Bañares de Rioja. Su muerte estuvo rodeada de extrañas circunstancias, pues murió abrasado durante uno de los baños que tomaba con frecuencia como remedio para sus dolencias reumáticas.

 

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Tomás Sáenz de Haro

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