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Diego Hurtado de Mendoza

Biografía

Hurtado de Mendoza, Diego. Señor de Hita y Buitrago (II). Guadalajara, 1365 – VI.1404. Noble, alférez real, mayordomo mayor, almirante de Castilla.

Uno de los nobles más ricos y poderosos de la Castilla de fines del siglo XIV, conocido tanto por sus hazañas bélicas como por el enorme patrimonio familiar que reunió en sus manos, hasta el punto de decirse que “en tiempo dél no había caballero en Castilla de tanto estado”. Hijo mayor de Pedro González de Mendoza y Aldonza de Ayala, heredó el mayorazgo instituido para él por sus padres, y más tarde los de sus hermanos Fernando y Juan, que murieron jóvenes sin sucesión. A ello se sumaron las posesiones obtenidas por medio de sus dos matrimonios. En 1375 ya se capitulaba para su enlace con María Enríquez, hija ilegítima de Enrique II, con la que se casaría no mucho más tarde, y que moriría en 1388. De esta unión sobrevivió una hija, Aldonza, muy querida por Diego Hurtado. Tras permanecer siete años viudo, según algunos autores, o ninguno según otros, Mendoza volvió a casarse, y lo hizo con una de las principales ricashembras de Castilla, Leonor de la Vega. Era hija de Garci Laso de la Vega, señora de Carrión de los Condes y de un gran número de señoríos en las Asturias de Santillana, y había estado casada antes con Juan Téllez, hijo del infante don Tello y heredero también de importantes posesiones en territorios cántabros. De la unión de Juan Téllez y Leonor sobrevivió tan sólo una hija, de nombre, de nuevo, Aldonza, que después sería condesa de Castañeda.

En paralelo a su poderío patrimonial, Diego Hurtado ocupó una notable posición en la política del período. Su padre se ganó el favor de la nueva dinastía apoyando a Enrique de Trastámara en la guerra contra Pedro I, llegando a ser mayordomo mayor —y con ello principal privado— de Juan I, al que acompañaría en la batalla de Aljubarrota de 1385 y, según cuenta la leyenda, ayudaría a escapar cediéndole su caballo. Diego, alférez mayor en la contienda, rescató el cadáver de Pedro González y posteriormente se ocupó de vengar su muerte, ensañándose en los muchos combates en los que participó contra portugueses. Contando apenas veinte años, había quedado como heredero de enormes posesiones y, en teoría, del cargo de mayordomo mayor, que le arrebataría su pariente Juan Hurtado el Limpio. En las luchas políticas que se desencadenaron tras la repentina muerte de Juan I, Diego contó con el apoyo de su tío Pedro López de Ayala, y el 17 de enero de 1394 consiguió, tras pretenderlo durante muchos años, el título de almirante mayor de Castilla.

En la Corte de Enrique III el almirante Diego Hurtado era un personaje que destacaba tanto por sus hazañas como por su carácter festivo. Fernán Pérez de Guzmán lo describe como “honbre de muy sotil ingenio, bien razonado, muy gracioso en su decir, osado e atrevido en su hablar, tanto que el rey Enrique el tercero se quexaba de su soltura e atrevimiento”. Apegado a su familia y a su linaje, aficionado a invertir en la construcción de casas e iglesias, generoso y destacado en las empresas guerreras, reunía las cualidades que se esperaban en un hombre de su tiempo. Diferentes empresas bélicas y repetidas infidelidades mantuvieron a Diego Hurtado alejado de su esposa Leonor, con la que, sin embargo, tuvo varios hijos.

En su testamento, fechado en El Espinar de Segovia el 2 de abril de 1400, habla de un primogénito de nombre García, al que ordenó cambiar el nombre por el de Juan Hurtado, y le dejó la mayor parte de su herencia. Este García moriría siendo aún niño, y el patrimonio de Mendoza recaería en el segundón, Íñigo López, el célebre marqués de Santillana. Diego testó antes de dirigirse al Estrecho, al mando de una flota de cinco galeras, para tomar Tetuán y asestar así un duro golpe a los piratas marroquíes. Cuatro años más tarde, en la primavera de 1404, y víctima de una larga enfermedad, añadía a su testamento un codicilo en el que Íñigo aparece ya como principal heredero.

Buena parte de las desavenencias en el matrimonio entre Diego Hurtado y Leonor de la Vega fueron causadas por la estrecha relación que éste mantenía con su prima Mencía de Ayala, quien, junto a Aldonza, hija habida en el primer matrimonio, lo acompañó en sus últimas horas. De hecho, en los últimos años de su vida, a la separación física de los cónyuges —Diego vivía en Guadalajara y Leonor en Carrión de los Condes— se sumaba una ausencia casi total de comunicación, pues la lectura de algunos documentos lleva a pensar que la esposa no supo del grave estado del marido hasta que murió. Mencía siguió enfrentada a Leonor tras la muerte del almirante, pleiteando por algunos dineros y joyas que, según parece, la Ayala se quedó para sí.

En el citado testamento de 1400 Diego Hurtado estipulaba que sus restos mortales, vestidos con el hábito franciscano, reposasen junto a los de su primera mujer María Enríquez en el convento de San Francisco de Guadalajara, institución fuertemente ligada a su familia. Además, hablaba de varios frailes franciscanos que a lo largo de su vida lo habían acompañado, actuando simultáneamente como confesores y consejeros.

 

Bibl.: F. Layna Serrano, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos xv y xvi, t. I, Madrid, Aldus, 1942; D. Gutiérrez Coronel, Historia Genealógica de la Casa de Mendoza, ed., pról. e índice de Á. González Palencia, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1946, 2 vols.; L. Barrientos, Refundición de la Crónica del Halconero, ed. de J. Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1946; P. López de Ayala, Crónicas de Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, ed. de E. Llaguno, t. LXVIII, Madrid, Atlas, 1953 (col. Biblioteca de Autores Españoles); E. Mitre Fernández, Evolución de la nobleza en Castilla bajo Enrique III (1396-1406), Valladolid, Universidad, 1968; S. de Moxó, “De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobiliaria castellana en la baja Edad Media”, en Cuadernos de Historia, 3 (1969), págs. 1-210; F. Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas, ed. de J. A. Barrio Sánchez, Madrid, Cátedra, 1998; A. Carrasco Martínez, “Los Mendoza y lo sagrado”, en Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), págs. 233-269; A. B. Sánchez Prieto, La Casa de Mendoza hasta el Tercer Duque del Infantado (1350-1531). El ejercicio y alcance del poder señorial en la Castilla bajomedieval, Madrid, Palafox y Pezuela, 2001; A. de Ceballos-Escalera y Gila, Norma y ceremonia de los almirantes de Castilla, Madrid, SEK-Universidad Camilo José Cela, 2006.

 

Covadonga Valdaliso Casanova