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Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza

Biografía

Suárez de Figueroa y Mendoza, Lorenzo. Conde de Coruña (I) (Clunia) de Burgos, Vizconde de Torija, Señor de Beleña. ?, c. 1425 – c. 1500. Noble, conde, señor y Trece de la Orden Militar de Santiago.

Lorenzo Suárez de Figueroa llevaba el mismo nombre que su abuelo materno, el maestre de Santiago, cuya hija, Catalina, se casó con Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana. Tercer hijo del matrimonio, pertenecía Lorenzo a uno de los principales linajes del reino de Castilla; no en vano fueron sus hermanos, el I duque del Infantado —Diego Hurtado de Mendoza—, el I conde de Tendilla —Íñigo López de Mendoza— y el Gran Cardenal, Pedro González de Mendoza. Pero también el adelantado de Cazorla —Pedro Hurtado de Mendoza—, el señor de Colmenar —Juan Hurtado de Mendoza—, así como Pedro Lasso de la Vega, fallecido prematuramente.

Sus hermanas Mencía, María y Leonor, fueron respectivamente condesas de Haro, los Molares y Medinaceli. Sólo el clan Mendoza formaba un linaje por sí mismo, pero los enlaces matrimoniales de los diez hermanos los convirtieron en una fortaleza inexpugnable que, desde los tiempos del rey Juan II, representaban la lealtad monárquica sin fisuras.

Las primeras noticias del joven Lorenzo constan en la década de 1440 acompañando a su padre en actividades militares, pero también, junto con su madre y hermanos, atravesando vicisitudes en el alcázar de Guadalajara y sufriendo la expulsión de la villa. Lorenzo, que entonces estaba en Madrid con Pedro, no pudo evitar la expulsión temporal de aquella cuyo inductor fue el todopoderoso valido de Enrique IV, Juan Pacheco, marqués de Villena. A la muerte de su madre —Catalina de Figueroa— se produjo la partición de sus bienes entre los hijos —realizada en el monasterio de San Bartolomé de Lupiana—. Lorenzo recibió entonces —a repartir con su hermano Pedro, entonces obispo de Calahorra— Daganzo y Cobeña con el paso del montazgo del ganado y todo lo demás anejo a su señorío. Dos años después —el 9 de mayo de 1458— fallecía el I marqués de Santillana. Sus hijos se repartieron la copiosa herencia de su padre tocando cada hermano a mil quinientos vasallos en las tierras alcarreñas donde residía el grueso de su patrimonio. El mando del clan lo lideró el sucesor en la línea, Diego, futuro I duque del Infantado. El I marqués había decidido que Alcobendas fuera cedida a Gonzalo de Guzmán a cambio de la villa de Torija —Barajas entonces quedó para Ruy Sánchez Zapata— lo que convirtió a Lorenzo en vizconde de la localidad, un lugar en la frontera de Aragón que se deslindó de la jurisdicción de Hita y Trijueque. También se convertiría en alcaide de Guadalajara durante cinco años —desde 1461— con un sueldo de 50.000 maravedís anuales.

Desde 1464 se produjo en Castilla la rebelión nobiliaria encabezada por Pacheco. Celoso por haber entregado Enrique IV el maestrazgo de Santiago a su nuevo favorito —casado con una sobrina de Lorenzo, hija de Diego—, Beltrán de la Cueva, el marqués de Villena utilizó al hijo del segundo matrimonio de Juan II, el infante Alfonso de once años, para sus planes. Así, consiguió que se cumpliera el testamento del fallecido monarca con respecto a su hijo menor, por lo que éste se convirtió en administrador de la Orden de Santiago que, naturalmente, manejó a su gusto Pacheco. Dentro de este contexto se ha de entender la evolución de la encomienda de Azuaga que, a la muerte de su último titular, fue ostentada por Lorenzo Suárez de Figueroa. En aquellos tiempos revueltos —en donde sólo los Mendoza y sus parientes permanecieron fieles al rey Enrique IV—, Lorenzo, en un principio, intentó contemporizar con los rebeldes y particularmente con Villena.

De este modo, aparece en 1464 en las negociaciones de Cigales, junto con su hermano el obispo de Calahorra y el primogénito de los Velasco, como se plasma en el documento suscrito el 30 de noviembre en donde los nobles y grandes del reino juraron aceptar como príncipe heredero al infante Alfonso. En aquel juramento, Lorenzo —sólo con el apellido de su madre, Figueroa— figura ya con el título de comendador de Azuaga.

El 5 de junio de 1465 en Ávila, los nobles destronaban al rey Enrique alzando al pequeño Alfonso como Rey de Castilla. Lorenzo tuvo la reacción propia de su linaje: apoyó a Enrique IV, y Villena no lo dudó: hizo que el joven monarca privara al Mendoza de la encomienda que él mismo le había proporcionado probablemente para atraérselo al partido alfonsino. La ambición nobiliaria en el bando alfonsino se desató y el joven Rey era el administrador de la orden militar más codiciada de Castilla. Azuaga era una encomienda que el rey Alfonso había entregado a un miembro destacado del linaje Manrique y en la documentación se subraya la irregularidad —sin título ni legitimidad alguna— del disfrute de aquella por parte del vizconde Torija al que Alfonso XII llama, lisa y llanamente, “Lorenzo de Mendoza”.

El monarca le despojaba, al tiempo, de otra encomienda, la de Monfernando, disponiendo que Fadrique Enríquez, almirante de Castilla, tuviera en secuestro la de Azuaga. El 20 de septiembre de 1465 el rey Alfonso proveía la encomienda de Azuaga al Almirante. Alfonso lo subrayaba claramente “por cuanto yo soy cierto e certificado e plenamente ynformado el dicho don Lorenço se intrusó en ella [...] e averla tenido syn ningund legítimo título e por fuerça...”. Un mes después, una provisión despojaba al vizconde de ambas encomiendas. Pero no había que llamarse a engaño: don Lorenzo estaba con el enemigo... “es mi deservidor e en gran deserviçio mio ha estado e está en compañia de don Enrrique mi anteçesor e de sus parçiales e secaçes”. No se debieron de cumplir, sin embargo, las órdenes del Rey, porque un año más tarde otra provisión le confirmaba en la privación de la encomienda.

Durante tres años, el reino de Castilla vivió una dualidad monárquica y una verdadera guerra civil. El hermano de Lorenzo, el II marqués de Santillana, no dejó de intervenir en pactos y confederaciones para alcanzar la paz del reino y, ante el avance de los alfonsinos, el imponente clan Mendoza brindó su propio ejército privado en Olmedo (1467) y sus extraordinarios recursos económicos para apoyar la causa del Rey pero, a cambio, pidieron una prenda del premio futuro: la pequeña Juana fue entregada a modo de rehén al también hermano de Lorenzo, Íñigo, I conde de Tendilla que, apoyado por sus hermanos, sólo devolverían a la niña en 1470. Antes, el 28 de abril de 1469 —ya fallecido Alfonso y exigiendo sus derechos su hermana y sucesora Isabel—, Pacheco, vuelto ya a la obediencia enriqueña, no dudó en congraciarse con los Mendoza. Enrique IV concedió a Lorenzo Suárez de Figueroa, el título de conde de Coruña, en pago a su fidelidad. Pero lentamente el clan se fue acercando a la causa de los príncipes Isabel y Fernando y, cuando Pedro fue prestigiado con el capelo catedralicio, el apoyo era ya inevitable. Sólo el conde de Tendilla se negaría a combatir a los que apoyaban a Juana, por respeto a quien había sido su rehén durante años. Durante la guerra civil y particularmente tras la batalla de Toro, en el Real, el 22 de julio de 1475, los Reyes Católicos le confirmaron a Diego el título de duque del Infantado. En aquel documento se comprueba la clave del poder del II marqués de Santillana: residía en la conciencia y cohesión de su linaje: “caballeros, hermanos e yernos e fijos e sobrinos e parientes [...]”.

Poco se sabe de los últimos años del conde de Coruña.

Casado, desde 1452, con Isabel de Borbón, ambos suscribieron el patronato de la capilla mayor del templo jerónimo de San Bartolomé de Lupiana en 1480. También se ocupó de su importante patrimonio y mantuvo un pleito sobre los bienes comunes de la aljama de Guadalajara a raíz de la expulsión de los judíos. El sucesor del I conde de Coruña fue su primogénito Bernardino que murió sin descendencia, en 1534, heredándole su hermano Lorenzo que fue sucedido por su hijo Alonso de Vivar y Mendoza.

 

Bibl.: F. Layna Serrano, Descripción e historia del Castillo de Torija, Madrid, Artes Gráficas Municipales, 1933; C. Arteaga y Falguera, La Casa del Infantado, Cabeza de los Mendoza, Madrid, Ed. Duque del Infantado, 1940; F. Pérez de Guzmán, Crónica de los Reyes Católicos, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1943; B. del Carril, Los Mendoza; Los Mendoza en España y en América en el siglo XV y en la primera mitad del siglo XVI, comprobaciones sobre la genealogía de don Pedro González de Mendoza, fundador de Buenos Aires, Buenos Aires, 1954; A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (Biblioteca de Autores Españoles); R. Pérez Bustamante, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, 1398-1458, Santillana del Mar, Fundación Santillana, 1981; F. J. Villaba Ruiz de Toledo, “El Cardenal Mendoza ante la guerra civil castellana (1474-1482)”, en Cuadernos de Historia Medieval (Madrid), t. II (1983); J. I. Alonso Campos y J. M. Calderón Ortega, “Aportación al estudio de la expulsión de los judíos: un plieto del conde de Coruña sobre los bienes comunes de la aljama de Guadalajara”, en Wad-al-alHayara, 13 (1986), págs. 401- 404; D. C. Morales Muñiz, “Documentación acerca de la administración de la Orden de Santiago por el príncipe-rey Alfonso de Castilla”, en Hidalguía, 211 (1988), págs. 839-868; “Las confederaciones nobiliarias de Castilla durante la guerra civil de 1465”, en Anuario de Estudios Medievales, 18 (1988), págs. 455-467; Alfonso de Ávila, Rey de Castilla, Ávila, Fundación Gran Duque de Alba, 1988; F. Layna Serrano, Historia de Guadalajara y sus Mendoza en los siglos XV y XVI, Guadalajara, Aache, 1993-1996; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; A. B. Sánchez Prieto, La Casa de Mendoza hasta el Tercer Duque del Infantado (1350-1531). El ejercicio y alcance del poder señorial en la Castilla bajomedieval, Madrid, Palafox y Pezuela, 2001; C. Quintanilla Raso “Los grandes Nobles”, en El reinado de Isabel la Católica, en Medievalismo (número monográfico del Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales dedicado al V Centenario de la muerte de Isabel la Católica), año 14, números 3-14 (2004), págs. 127-142; C. Quintanilla Raso (coord.), Títulos, grandes del reino y grandeza en la sociedad política: sus fundamentos en la Castilla medieval, Madrid, Sílex, 2006; C. Quintanilla Raso, “Élites de poder, redes nobiliarias y monarquía en la Castilla de fines de la Edad Media”, en Anuario de estudios medievales, 37, 2 (2007), págs. 957-981; La nobleza señorial en la Corona de Castilla, Granada, Universidad de Granada, 2008; C. Quintanilla Raso y M. J. García Vera, “Señores de título en la Castilla del siglo XV: su creación en el reinado de Enrique IV”, en Homenaje al profesor Eloy Benito Ruano, vol. 2, Murcia, Editum, 2010, págs. 653-670; G. Carrasco García, “Un modelo monárquico legislativo y jurídico para la Orden de Santiago. El maestre Lorenzo Suárez de Figueroa y los establecimientos de Uclés (1395) y Mérida (1403)”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 24 (2011), págs. 13-68; A. Franco Silva, Juan Pacheco, privado de Enrique IV de Castilla. La pasión por la riqueza y el poder, Granada, Universidad de Granada, 2012.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz