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Félix Urabayen Guindo

Biografía

Urabayen Guindo, Félix. Ulzurrun (Navarra), 10.VI.1883 – Madrid, 8.II.1943. Escritor.

Nació en el seno de una familia humilde. Su padre, Bonifacio, era celador de montes y su madre, María Guindo, se dedicaba “a las labores propias de su sexo”. Por razones profesionales del padre, la familia —el matrimonio, Leoncio y Félix— estuvo jalonada por los cambios de residencia por tierras navarras, hasta que en 1893 se instaló en Pamplona, en donde los hermanos cursaron las primeras letras y bachillerato y, por consejo de su maestro, estudiaron Magisterio. Félix consiguió el título elemental en esa Escuela Normal el 4 de junio de 1900 y el superior en la Normal de Zaragoza en junio de 1902.

Como maestro interino ejerció en varios pueblos navarros. En 1907, aprobó las oposiciones y fue destinado a la Escuela Graduada de Huesca. Aprobó nuevas oposiciones y pasó como auxiliar de la sección de Letras a la Escuela Superior de Salamanca, en donde permaneció desde el 27 de mayo de 1910 hasta el 27 de enero de 1911, día en que fue nombrado profesor de Pedagogía del Instituto General Técnico de Castellón. Ahí estuvo hasta el 19 de noviembre de ese año, pues por permuta fue a Toledo como profesor de Pedagogía. El 1 de junio de 1913 fue nombrado profesor numerario de la sección de Letras de dicha Escuela, y como tal ejerció, en Toledo, hasta 1936, excepto el curso 1919-1920, en que lo hizo en la Normal de Badajoz. En mayo de 1931 fue nombrado director de la Normal toledana, y “Por Real Orden Ministerial de 29 de diciembre de 1931, se le nombra Director de la Escuela Normal del Magisterio primario de esta capital, tomando posesión de su cargo con fecha del 30 del mismo mes y año”. Esta última designación se debe a que con la fecha de este nombramiento se unificaban las dos escuelas: la masculina y femenina.

En Toledo se casó con Mercedes de Priede, profesora de Física y Química en la Escuela Normal e hija del dueño del Hotel Castilla de esta ciudad, el 11 de mayo de 1914 en la iglesia toledana de San Nicolás. Tuvieron una hija, María Rosa, que también se dedicó a la docencia. Y en la ciudad del Tajo se hizo novelista, estampista y ensayista, de modo que en los quince años precedentes a la proclamación de la República gozó de renombre literario, al que contribuyó su asidua colaboración en El Sol (1925-1936) con ochenta y cuatro artículos, agrupados por el escritor en Estampas toledanas, Estampas de mi tierra y Estampas del camino.

Fue amigo de Osorio y Gallardo, de Pepín Bello, de Ortega y Gasset, de Marañón, de Olarra Garmendía —director de Espasa Calpe—, de Cansinos Assens y de Félix de Lorenzo, con quienes compartió tertulias literarias (Granja del Henar, Lyon d’Ors, el Regina, etc.), en donde coincidió con Valle-Inclán, Antonio Machado y otros, e intimó con Azaña. Con la llegada de la República, se presentó por Toledo a las elecciones a diputados a Cortes y de compromisarios, celebradas, respectivamente, los días 16 de febrero y 26 de abril de 1936. Otros cargos políticos le propuso el gobierno, pero ni la amistad impidió que los rechazara.

No obstante, el Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión publicó un decreto (La Gaceta de Madrid, 22 de marzo de 1936) por el que se le nombraba consejero de Cultura, cargo que desempeñó hasta los primeros días de la Guerra Civil.

El 22 de julio de 1936 abandonó Toledo y se refugió en la Embajada de México, cuyo representante le brindó para él y su esposa sendas cátedras en aquel país, mas las rechazó, aun instado a aceptarlas por Menéndez Pidal, Marañón y Pedro Rico, alcalde por aquellos días de Madrid. En febrero de 1937, fue destinado a la Normal de Alicante, y allí ejerció hasta mediados de 1938, en que pasó a Pedreguer (Alicante), en donde ejercía su hija María Rosa como maestra. Al regresar a Toledo el 12 de mayo de 1939, fue detenido en Atocha y encarcelado en Conde de Toreno hasta noviembre de 1940. En la cárcel conoció a Miguel Hernández y a Buero Vallejo. Regresó a Pamplona a casa de su hermano Leoncio, y allí permaneció hasta el 14 de diciembre de 1942, tiempo en el que escribió, Bajo los robles navarros, novela que no vio publicada. Murió en Madrid (en la calle Modesto Lafuente, n.º 80) el 8 de febrero de 1943, “a consecuencia de cáncer de pulmón”.

Durante sus estudios de Magisterio, se interesó por el mundo griego y latino, de lo que dejó constancia en su obra literaria con abundantes comentarios. La veneración por los clásicos se le inculcó también en estos años de formación, y le proporcionaron un rico legado en vocabulario y una sencillez sintáctica propia del dilatado Siglo de Oro.

Aunque su obra literaria nació y se desarrolló en Toledo, su afecto se repartió entre su tierra natal y la de adopción, a las que dedicó sendas trilogías y un número desigual de estampas. En tierras extremeñas, sitúa La última cigüeña (1921), con la que se anticipó treinta años al Plan Badajoz, pues expuso coherentes proyectos para industrializar el Guadiana, y en Madrid Tras de trotera, santera (1932), en donde narra los tiempos que precedieron a la República y su posterior triunfo.

En las novelas toledanas —Toledo: Piedad (1920), Toledo la despojada (1924) y Don Amor volvió a Toledo (1936)— interpreta Urabayen la historia de Toledo y su proyección en el futuro y, a través de ella, la historia de Castilla. La ciudad, erigida en protagonista y “descubierta” en la primera novela, es considerada capaz de generar al hombre salvador de España. La simboliza en una hermosa mujer que, unida a un varón fuerte, engendrarían ese hombre. En Toledo (1924), presenta a la ciudad “vivida”, simbolizada ahora en una hermosa toledana, heredera de grandes fortunas y esquilmada por múltiples amantes; y en Don Amor... expone la Toledo “deseada”, personificada ahora en la joven Leocadia, pues un ingeniero se propone cambiar el curso del Tajo a su paso por Toledo para hacerlo fructífero.

Al carácter local de esas novelas, se opone el regionalista de las navarras —El barrio maldito (1925), Centauros del Pirineo (1928) y Bajo... (1965)—, que se presenta como una continua evocación idílica de toda Vasconia, en la que no falta, sin embargo, la nota de censura y reproche.

Las estampas son descripciones de paisajes, de pueblos y ciudades; semblanzas de tipos populares, anécdotas policromadas salpicadas de historia menuda y chispeante. Las toledanas las recopiló el autor en tres libros: Por los senderos del mundo creyente (1928), en donde se desvelan todos los misterios de la Catedral de Toledo, Serenata lírica a la vieja ciudad (1928), dedicadas a Toledo y sus pueblos, y Estampas del camino (1934), producto de sus viajes por la provincia. A estos volúmenes, se ha de añadir Vidas difícilmente ejemplares (1928), compendio de personajes abigarrados unos e históricos otros por los que el autor sintió una verdadera admiración. Reunió en un libro más de dieciocho estampas: Folletones en “El Sol” de Félix Urabayen, que dedicó a Toledo, Navarra y cuatro a Palma de Mallorca.

Con este bagaje, Urabayen se alza como prosista delicado y ameno, en cuyas narraciones se conjugan lo real y lo simbólico, lo cotidiano documentado y la fantasía apasionante, la crítica implacable y la indulgencia irónica, a la par que se revela como gran paisajista.

 

Obras de ~: Piedad, Toledo, 1920; La última cigüeña, Madrid, Espasa Calpe, 1921 (col. Contemporánea, vol. 61) (Madrid, Novelas y Cuentos, 1930; ed. facs., San Sebastián, Auñamendi Argitaldaria, 1982, Colección Auñamendi, vol. 137); Toledo la despojada, Madrid, Espasa Calpe, 1924; El barrio maldito, Madrid, Espasa Calpe, 1925 (Paris, Les éditions Rieder, 1933; San Sebastián, Auñamendi, 1982, Colección Auñamendi, vol. 135); Vida ejemplar de un claro varón de Escalona, Madrid, Imprenta Ciudad Lineal, 1926 (col. Cuadernos literarios); Centauros del Pirineo, Madrid, Espasa Calpe, 1928 (Paris, Les éditions Rieder, 1933; San Sebastián, Auñamendi, 1982); Por los senderos del mundo creyente, Madrid, Espasa Calpe, 1928; Serenata lírica a la vieja ciudad, Madrid, Espasa Calpe, 1928; Vidas difícilmente ejemplares, Madrid, Imprenta Zoila Ascasíbar, 1930 (Madrid, 1931, Novelas y Cuentos, vol. 135); Tras de trotera, santera, Toledo, Imprenta de la Asociación para Huérfanos de Infantería, 1932; Estampas del Camino, Madrid, Espasa Calpe, 1934; Don Amor volvió a Toledo, Madrid, Espasa Calpe, 1936 (en J. Entrambasaguas, Las mejores novelas contemporáneas, Barcelona, Planeta, 1962); Bajo los roble navarros, Madrid, Espasa Calpe, 1965 (col. Austral, vol. 1361); Los folletones en “El Sol” de Félix Urabayen, comp. de M. Urabayen, Burlada (Pamplona), Diputación Foral de Navarra, Institución Príncipe de Viana, 1983.

 

Bibl.: L. Shaewitz, Félix Urabayen. Centauro vasco sobre Castilla, Madrid, Ediciones Gráficas Yagües, 1963; L. Sánchez Granjel, Maestros y amigos de la generación del noventa y ocho, Salamanca, Universidad, 1981; M. P. Martínez Latre, “El espacio narrativo en tres novelas de Urabayen: Toledo Piedad, Toledo la despojada y Don Amor volvió a Toledo”, en Cuadernos de Investigación Filológica (Logroño), ts. IV-I y II (mayo-diciembre de 1981); J. J. Fernández Delgado, Félix Urabayen: La narrativa de un escritor navarro-toledano, Madrid, 1988; H. Barrero, Vida y obra de un claro bacón de Toledo, el legado literario de Félix Urabayen, tesis doctoral, Ann Arbor (Michigan), UNI, Dissertation Services, 2000.

 

Juan José Fernández Delgado