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Álvaro Martínez de Luna y Albornoz

Biografía

Martínez de Luna y Albornoz, Álvaro. Señor de Cornago (II), Jubera, Alfaro y de Cañete. Aragón, 1360 – ?, 1397. Copero mayor del rey Enrique III de Castilla, padre del condestable Álvaro de Luna.

Álvaro Martínez de Luna, II señor de Cornago, era el primogénito de los tres hijos nacidos en el segundo matrimonio —de 1359 a 1367— de su padre, Juan Martínez de Luna (III), con Teresa de Albornoz. Del primer matrimonio con Teresa de Urrea, el I señor de Cornago había tenido tres hijos más, Juan, Jimena y María, por lo tanto, eran medio hermanos de Álvaro.

De padre y madre, Álvaro tendría dos hermanos, Pedro, futuro arzobispo de Toledo, y Rodrigo, ambos defensores de su famoso tío paterno, Pedro de Luna, Benedicto XIII, el Papa Luna.

Nacido en Aragón, como buena parte de los de su linaje, los Luna tenían intereses en Castilla desde la llamada “Guerra de los Pedros” y la revolución Trastámara.

Así, Álvaro residía en su villa de Cañete —comprada en 1389 o 1390— en la frontera entre Castilla y Aragón, perteneciente a la diócesis de Cuenca.

El II señor de Cornago, Jubera y Alfaro, así como copero mayor del rey Enrique III, se casó con Teresa de Mendoza, hija de Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo mayor del Monarca y personaje importante en la Corte castellana. De ese matrimonio no nacía descendencia y entonces se produjo el hecho por el que Álvaro Martínez de Luna ha pasado a la historia.

Los cronistas, y concretamente el gran Alonso de Palencia, no ahorran detalles al explicar los orígenes familiares del que fuera gran condestable de Castilla, esto es, el futuro Álvaro de Luna, valido de Juan II.

A falta de sucesión, el II señor de Cornago fue a buscarla “sin gran violencia” en una joven agraciada de origen modesto y costumbres “poco estimables”.

El nombre de aquella joven también se discute: Juana o María de Jaraba, también llamada la Ceñeta, que entre el año 1390 y 1396 dio a luz a un hijo de su unión con Álvaro Martínez de Luna. Pero aquél comenzó a dudar de su paternidad al comprobar que María, haciendo gala de una gran libertad sexual, tenía hijos con otros hombres. Así, la Ceñeta también tuvo descendencia con el alcaide de la fortaleza de Cañete, un tal Cerezuela. El hijo nacido de esa unión, de nombre Juan, sería más adelante arzobispo gracias a su famoso medio hermano, el condestable, que también tuvo otro hermano de madre, Martín de Luna, hijo de un guarda de ganados, al que asimismo protegió, sin olvidarse de su madre, a la que le entregaría el señorío de Clavijo para que viviera opulentamente.

A la muerte de su mujer Teresa de Mendoza, Álvaro Martínez de Luna decidió hacer cesión del señorío de Cañete a su suegro, Juan Hurtado, con la condición, de percibir vitaliciamente las rentas de la villa y el acatamiento de sus moradores como su señor natural.

Juan Martínez de Luna, hermano de padre del copero mayor y probable albacea o testamentario, fue el que le vendió los derechos al señorío de la villa en 12.000 florines de Aragón el 18 de junio de 1400, siendo autorizada la operación por Enrique III en Valladolid el 25 de julio de 1401. La fórmula era la más idónea para un hombre sin descendencia legítima ni reconocida, de edad relativamente avanzada para la época y enfermo. No tardó el señor de Cornago en gastarse buena parte de su fortuna, pero también dispuso que los pocos bienes que le quedaban se los evaluasen para distribuirlos siguiendo el consejo de un criado fiel llamado Juan de Olid, depositario del dinero y las alhajas de su señor. Así, de los 4.000 florines de Aragón que le restaban después de dilapidar alegremente, Álvaro repartió 1.000 a Olid, otra cantidad igual para la redención de cautivos, disponiendo de otros 1.000 para sus funerales, al tiempo que mandaba vender las joyas para que con su importe se hiciera entrega de ello a los pobres. Pero quedaban 1.000 florines.

Entonces su servidor le aconsejó que fueran para el hijo habido con María, de nombre Pedro, a la sazón de siete años, del que se había desentendido y al que profesaba un odio feroz por su bastarda procedencia.

Palencia indica que Olid le reprochó que rechazara a un inocente que sólo era consecuencia de su proceder irresponsable al tener tratos con tan liviana mujer.

También le recordó que la criatura, además de ser físicamente igual a él, apuntaba nobleza y tenía derechos que su padre no podía obviar, por lo que estaba obligado al reconocimiento. Por todo ello, el criado fiel le rogó que le diera al joven Pedro su apoyo a través de cartas de recomendación para el Papa Luna y demás parientes, a lo que finalmente Álvaro asintió de buen grado, y murió cuatro días después de aquellos hechos, dejando, en palabras del cronista que profesaba un especial odio al futuro condestable, “una descendencia tan funesta para España”.

Y el hijo del II señor de Cornago se fue a Cataluña acompañado de Juan de Olid. Allí besó el pie a Benedicto XIII, que no tardó en apoyarle de forma tan incondicional que le confirmó con el nombre de su padre, Álvaro, encomendando su crianza a su tío paterno, Pedro de Luna. De la mano de su también tío, Juan Martínez de Luna, hermanastro de su padre, entró en la Corte castellana en 1408 como doncel del rey Juan II de Castilla. El hijo de Álvaro Martínez de Luna comenzó entonces su irresistible ascensión, que le habría de convertir en el más famoso condestable y valido del siglo XV castellano.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz