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Andrés Manuel del Río y Fernández

Biografía

Río y Fernández, Andrés Manuel del. Madrid, 10.XI.1764 – Ciudad de México (México), 23.III.1849. Mineralogista y químico descubridor del eritronio (vanadio) en México.

Hijo de José, natural de Linas de Broto (Obispado de Huesca), y de María Antonia, de la Aldea de Biduedo (Obispado de Lugo), ingresó al Real Colegio de San Isidro a los nueve años, donde se distinguió en los cursos de latinidad y lengua griega. En 1780 se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares y, al año siguiente, hizo estudios de física con el profesor José Solana, quien reconociendo su talento lo eligió para presentar las disertaciones en los actos finales de su Cátedra. Al conocer la disposición del joven para la física y las matemáticas, el ministro José de Gálvez recomendó, en 1782, su incorporación como pensionado a la Real Academia de Minas de Almadén, donde debía instruirse en el arte de la mineralogía y la geometría subterránea. Allí fue discípulo de Heinrich C. Storr, técnico alemán cuya contratación como director del establecimiento obedeció a una política aplicada por la Corona: aprovechar los conocimientos de especialistas extranjeros en campos prioritarios como la minería y así promover el avance científico e industrial del Imperio Español.

En Almadén, Andrés del Río inició su largo recorrido por una serie de instituciones científicas de gran prestigio y entró en contacto con la actividad profesional que llenaría el resto de su existencia. En efecto, el afán de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en la Península y sus colonias, incluyó también la preparación fuera de sus fronteras de jóvenes destacados. Este beneficio alcanzó, entre otros, a un Andrés Manuel en la flor de sus diecinueve años. Con tal intención, el joven madrileño fue pensionado para realizar estudios sobre las porcelanas en el Collège de France con el químico y académico Jean D’Arcet. En los cuatro años de su estadía, pudo entrenarse en los análisis minerales y el resto del tiempo lo dedicó a estudiar anatomía, fisiología, historia natural y otras disciplinas que formaban parte de la carrera de Medicina.

Con este bagaje de conocimientos, en 1788 se trasladó de París a las escuelas de minas de Freiberg en Sajonia y de Schemnitz en Hungría, ubicadas en distritos mineros poseedores de una larga tradición y ampliamente prestigiadas por sus adelantos en la optimización de los métodos de explotación y beneficio de los minerales. Como alumno oficial de la Real Academia de Minas de Freiberg, convivió con personajes de la talla de Horace de Saussure, Tancrede Dolomieu y de su maestro Abraham G. Werner. Este último fue un destacado geólogo y mineralogista que edificó un sistema de clasificación de los minerales profusamente conocido en su tiempo. Del Río no pudo escapar de su influencia y en sus trabajos siguió de cerca los planteamientos de Werner en la cátedra, la investigación y la práctica minera. De este modo, contribuyó a la difusión de la obra de su maestro, tanto en el continente americano como en el europeo. Posteriormente, en la Real Academia de Minas de Schemnitz, asistió como oyente a los cursos de geometría subterránea de J. F. Lempi y de química analítica y metalurgia de Anton von Ruprecht. También ahí fue condiscípulo de Christian L. von Busch, Luis Lidner y Alexander von Humboldt.

En 1790 se le asignó una nueva misión en las minas de Alta Hungría y Bohemia. Rumbo a este destino, debió de pasar por París de donde huyó hacia Inglaterra a causa de los disturbios en la ciudad. Enseguida visitó los distritos mineros de Cornualles y de Escocia. En 1792 recibió su nombramiento como profesor de química del Real Seminario de Minería de México, por recomendación de su director Fausto de Elhuyar, quien había sido alumno pensionado de la Real Academia de Freiberg de 1778 a 1781, y había coincidido con Del Río en este centro durante una nueva visita realizada en 1787. Precedido por la fama de haber aislado el elemento químico conocido como wolframio y en su calidad de director general de las minas de la Nueva España, de Elhuyar desembarcó en Veracruz en 1788, acompañado de una comisión compuesta por once técnicos y mineralogistas alemanes. Este grupo tenía la encomienda de mejorar los trabajos de las minas, introducir el método de Born para el beneficio de la plata y abrir un Seminario para los hijos de los mineros.

Al conocer la noticia de su nombramiento, Del Río respondió que prefería ser el profesor de la Cátedra de Mineralogía por hallarse mejor preparado en ella; una vez aceptada su petición, recibió su nuevo nombramiento en Viena en los inicios de 1793. En estas circunstancias y lamentando el abandono de sus actividades, regresó a la Península Ibérica, de donde zarpó finalmente hacia la Nueva España desde el puerto de Cádiz en agosto de 1794. A su llegada a la capital del virreinato dos meses después, se dio a la tarea de revisar los materiales e instalaciones necesarios para dictar su curso en la casa de estudios a la que permanecería unido hasta el final de sus días.

El Real Seminario de Minería había sido fundado en 1792 para preparar a los futuros peritos y facultativos de minas expertos en el laboreo y beneficio de los metales. En esta institución dependiente de la Corona y subsidiada por los mineros, durante cuatro años los alumnos recibían cursos de matemáticas, física, química y mineralogía, seguidos de un año de prácticas en las minas. La enseñanza teórico-práctica y de acuerdo a los últimos avances de la ciencia, fue impartida en su mayoría por profesores europeos. Las matemáticas estuvieron a cargo de Andrés Joseph Rodríguez, egresado de Almadén; la química a partir del segundo curso, del alemán Luis Lidner —de Elhuyar impartió el primero—; la mineralogía fue dictada por Andrés del Río, y la física por Francisco Bataller, médico y antiguo profesor de matemáticas del Colegio de San Isidro de Madrid. Del Río desempeñó un importante papel en el proceso de los intercambios científicos establecidos en este centro, que fue considerado como el mejor del continente americano por el barón de Humboldt cuando lo visitó en 1803.

La primera Cátedra de Mineralogía en México se inició el 27 de abril de 1795, con la participación de diez alumnos que debían acudir a clases tres veces a la semana, a la primitiva casa que ocupó el Real Seminario de Minería en la calle del Hospicio de San Nicolás. Como el profesor no contaba con un libro de texto en castellano, dispuso que los asistentes copiaran los apuntes que les fue dictando, cuya primera parte poco después fue publicada con el título de Elementos de Orictognosia. En sus diferentes ediciones, esta obra fue utilizada en México durante casi una centuria, así como en los países de habla hispana, donde se carecía de libros sobre estos temas tan novedosos. En ella, aunque Del Río expone las dos primeras clases del sistema de Werner (I tierras y piedras, II sales) y la importancia de los caracteres externos para la clasificación de los minerales, también introdujo otros autores como T. O. Bergman para el estudio de las rocas y gran parte de los conocimientos producto de su experiencia en las minas europeas y americanas; todo ello acompañado de numerosos análisis químicos reportados por sus homólogos europeos más famosos, incluido Lavoisier. Sin embargo, no utilizó la nueva nomenclatura química de este último, por considerar que todavía no la había “confirmado el uso”.

Para los cursos siguientes los alumnos pudieron disponer de los Elementos de Orictognosia como libro de consulta en la preparación de sus tareas y de las disertaciones de los actos públicos de fin de curso que versaban sobre temas relacionados con la cátedra. Para 1803 éstos revistieron un particular interés debido a que el barón de Humboldt participó en ellos como examinador. El famoso personaje fue acogido como huésped del Real Seminario de Minería durante el año de su estadía en la Nueva España, y contó con el apoyo del director, profesores y alumnos, tanto en sus recorridos por el territorio novohispano como en los trabajos de registro, clasificación e identificación de diversos materiales. En esta visita, el prusiano ejerció su influencia sobre Del Río, como lo denota el Discurso sobre la formación de las montañas de algunos reales de minas, leído por el catedrático en los actos públicos de ese año, que refleja algunas ideas vulcanistas de su antiguo condiscípulo, así como la presentación en los actos públicos de 1804 de un resumen de la Pasigrafía geognóstica, preparado por el barón, para el uso de los alumnos del Colegio. Otro aspecto en el que Del Río fue presa de la autoridad académica del sabio, estuvo relacionado con el descubrimiento de un nuevo elemento químico bautizado por el madrileño como pancromo y eritronio.

Con el afán de difundir entre los alumnos los nuevos conocimientos, en 1804 se publicaron las Tablas mineralógicas de Karsten con traducción al castellano realizada por Del Río. Se trata de una obra con múltiples adiciones, correcciones y anotaciones que incluyen los cambios sugeridos por Humboldt a las tablas de las rocas, las descripciones de fósiles hechas por Klaproth, la introducción de los caracteres ópticos de Haüy y referencias a Proust. Al año siguiente, salió de las prensas la segunda parte de los Elementos de Orictognosia que contenían al final la Pasigrafía geognóstica de Humboldt. En esta edición, Del Río describe las clases III (combustibles) y IV (metales), pero además expone un apartado sobre las rocas. Con el propósito de remediar las carencias que sobre química mineral había mostrado la primera parte de sus Elementos de Orictognosia, el autor retomó algunas descripciones de la mineralogía alemana de Widenmann, casi todas las operaciones con el soplete y la nomenclatura química de Lavoisier y sus colaboradores. Además, el texto contiene un mayor número de referencias a los minerales del país.

Con estas publicaciones, Del Río coronó su último curso donde fuera el primer local del Seminario, dado que partió hacia Coalcomán para establecer una ferrería, siendo sustituido por su alumno Juan Arezorena de 1806 a 1809. La instalación de la ferrería era necesaria para explotar y beneficiar el hierro metal que se requería en la fabricación de herramientas y máquinas. Los trabajos tuvieron éxito y para 1807 ya funcionaba la de Guadalupe. No obstante, sólo permaneció abierta hasta 1811, ya que por razones de seguridad se decidió clausurarla debido a los desórdenes ocasionados por el movimiento de independencia.

Andrés del Río y Fausto de Elhuyar fueron propietarios de minas y desplegaron una actividad intensa en el terreno de la tecnología minera y metalúrgica, contribuyendo a resolver los problemas en ese sector. En esta línea de acción, Del Río en compañía de Pedro de la Chaussé y Nicolás Tabuira, iniciaron en 1797 la construcción de una máquina de columna de agua o sistema de sifón para desaguar la rica mina del Morán en el distrito minero de Pachuca Real del Monte. Pasados cuatro años finalizaron los trabajos mas no así los problemas, pues la máquina no pudo funcionar de manera ininterrumpida por carecer de un suministro de agua suficiente para mantener su movimiento, lo que condujo finalmente a su paralización.

Con el estallido de la Guerra de Independencia en 1810 se alteró la vida del país, el trabajo de las minas y el desarrollo del Seminario, sobre todo cuando algunos de sus egresados más brillantes decidieron enrolarse en la filas insurgentes y perdieron la vida. En 1812 Del Río se ausentó del país con destino a Guatemala, para asesorar diferentes proyectos y buscar criaderos de hierro y mercurio. A su regreso, fue nombrado regidor honorario de la Ciudad de México.

En 1820 salió rumbo a España para participar en las Cortes como representante de los mineros de Pachuca y apoyar la independencia de la Nueva España. Durante su visita a su ciudad natal, se negó a aceptar la dirección de las minas de Almadén y del Museo de Ciencias Naturales, ya que pensaba regresar a México, donde lo esperaban su esposa e hija. Para 1821, cuando se consumó la independencia de la nación mexicana, todas las Cátedras del Seminario eran dictadas por egresados de la institución; de los profesores iniciales sólo permanecían Fausto de Elhuyar como director y Andrés Manuel del Río como catedrático. El primero decidió regresar a su país donde llegó a ocupar el cargo de director general de las minas de España, el segundo optó por quedarse y contribuir a la consolidación de la institución científica más importante del México Independiente.

En la nueva República, Del Río fue reconocido ampliamente por su labor en beneficio de la sociedad mexicana, lo que le permitió mantener su puesto en el Colegio de Minería y publicar, en 1827, una traducción del Nuevo sistema mineral [...] de J. J. Berzelius con algunas notas y adiciones. Sin embargo, en 1829 decidió exiliarse voluntariamente cuando se decretó la expulsión de los españoles, aun estando exento del mandato. Esta vez, tomó el camino de Estados Unidos donde permaneció por espacio de seis años en Washington, Filadelfia y Boston. Allí participó en las reuniones de la Academia de Ciencias de Filadelfia, de la Sociedad Filosófica Americana y fue electo presidente de la recién fundada Sociedad Geológica de Pensilvania. En Filadelfia publicó la segunda edición de sus Elementos de Orictognosia, obra que se aparta notablemente de sus predecesoras, pues le otorga una mayor importancia a la utilización de los caracteres cristalográficos —ilustrados en veinticuatro páginas— y a los conceptos de Shepard sobre la sistemática mineral.

De regreso a México en 1835, retomó la Cátedra de Mineralogía y Geología en el Colegio Nacional de Minería y participó en una comisión científica, junto a Manuel Robles, para la elaboración del mapa geológico del Istmo de Tehuantepec. Dirigido por Cayetano Moro y patrocinado por el empresario José de Garay, este trabajo para comunicar ambos oceános, resultó un proyecto fallido. El informe y el mapa elaborado fueron publicados en el Ateneo Mexicano en 1844.

Difusor incansable de la ciencia de su tiempo, publicó en 1841 un Manual de Geología, tomando como base las obras de G. Bronn y J. N. Von Fuchs en la descripción de los aspectos generales del globo, y la de Joseph Burkart para dar cuenta de los distritos mineros de México. Con una edad muy avanzada, en 1786 Del Río ofreció al público una nueva edición de sus Elementos de Orictognosia, en los que vertió la experiencia atesorada en su larga vida, comparó los yacimientos mexicanos con los europeos y norteamericanos, y expuso la novedosa técnica de observación de los minerales en el microscopio petrográfico. Dos años después apareció el Suplemento de adiciones y correcciones de mi Mineralogía, impresa en Filadelfia en 1832, cuyo propósito fue el de dar a conocer los últimos descubrimientos sobre el tema.

La obra científica de Andrés del Río es abundante y se publicó en varios países y diferentes lenguas. Sus contribuciones alcanzan el medio centenar y cubren los diferentes aspectos de su vida académica y profesional. Por un lado, están los discursos pronunciados en los actos públicos de los cursos, sus libros y las traducciones realizados para apoyar su cátedra y, por el otro, sus artículos contenidos en periódicos y órganos de difusión donde dejó registradas sus investigaciones sobre nuevos minerales, análisis químicos, mejoramiento de métodos metalúrgicos, aspectos tecnológicos, mapas, estudios geológicos y el polémico descubrimiento del pancromo o eritronio.

Del Río anunció el hallazgo de un nuevo elemento químico en el despuntar del siglo XIX, en un período de avances vertiginosos en las ciencias químicas, en el que se multiplicó el número de los elementos químicos conocidos. Así, en unos cuantos años aparecieron en escena el cromo, el telurio, el titanio, el niobio y el eritronio, conocido en la actualidad como vanadio. El descubrimiento fue realizado por Del Río cuando analizaba —junto con sus ayudantes Manuel Ruiz de Tejada y Manuel Cotero en el laboratorio del Seminario— una muestra mineral del plomo pardo de Zimapán (hoy Estado de Hidalgo), cuyo comportamiento frente a los diferentes reactivos le hizo sospechar la presencia de un nuevo elemento, al cual llamó primero pancromo por la “universalidad de colores” de sus compuestos, y después eritronio debido a que sus sales tomaban un rojo intenso en contacto con el fuego y los ácidos.

La primera noticia del hallazgo del pancromo fue publicada, como una pequeña nota, por el Abate Antonio Cabanilles en el tomo VI, número 16, año 1803, de sus Anales de Ciencias Naturales. En este mismo número también aparecieron las “Tablas comparativas de las sustancias metálicas” de Ramón de Quadra, donde ya se incluía el nombre del pancromo pero ninguno de sus caracteres. En este año, del Río pudo comentar de viva voz su descubrimiento con Humboldt, quien le transmitió sus dudas acerca de que la sustancia encontrada fuese nueva, sugiriendo que se trataba del cromo descubierto por Vauquelin en 1798. Del Río no pudo desatender la opinión de su ilustrado colega, pues carecía de una muestra de cromo para compararla con la suya y además este metal a semejanza del pancromo, también formaba sales rojas y amarillas. Para salir de dudas, Del Río le suministró a Humboldt varias muestras del plomo pardo de Zimapán y una memoria en francés con sus análisis realizados, para que las llevase al Instituto de Francia, a su regreso a Europa.

Humboldt entregó en París las muestras del mineral, mas no así la memoria escrita por Del Río, y el químico Victor Collet Descotils empezó a trabajar con ellas. Entre tanto, en 1804 el madrileño rectificó los resultados de sus análisis sobre el mineral de Zimapán y aseguró que el plomo pardo no contenía eritronio sino cromo, en un escrito publicado en los Anales de Ciencias Naturales —revista en castellano y por tanto de limitada difusión internacional— y en su traducción de las Tablas Mineralógicas de Karsten. En 1805 Descotils dio a conocer los resultados de sus análisis en los Annales de Chimie donde expresó que el elemento reportado por Del Río era cromo, y que en el mineral mexicano no había metal nuevo alguno como afirmaba el español. Al conocer estas conclusiones, Del Río montó en cólera en contra de Humboldt, por considerar que Descotils quería atribuirse la paternidad de haber hallado el cromo en continente americano al no incluir los resultados de sus análisis publicados en 1804. De todos modos, ambos se hallaban equivocados en sus diagnósticos , lo que era posible en la época a causa de la limitaciones técnicas para establecer las diferencias entre el cromo y el vanadio. Hoy se sabe que el plomo pardo de Zimapán es la vanadita.

Del Río siguió insistiendo en su autoría hasta que en 1830, Nils G. Sefstrom comunicó el descubrimiento de un nuevo elemento químico en un mineral sueco, al cual bautizó con el nombre de vanadio. Acto seguido dos químicos famosos, Woehler y Berzelius, confirmaron el hallazgo y en 1831 dieron a conocer que el vanadio era idéntico al metal contenido en el plomo pardo de Zimapán, reconociendo el descubrimiento realizado por Del Río treinta años atrás. Al enterarse este último, reclamó sus derechos como descubridor del elemento 23, pero todo fue en vano.

Durante su inagotable producción científica, Andrés del Río mantuvo múltiples vínculos con diversos miembros de sociedades académicas. Entre ellas: la Real Academia de Ciencias de París, la Real Academia Médica Matritense, la Academia de Ciencias de Filadelfia, la Real Sociedad Económica de Sajonia, la Sociedad Werneriana de Edimburgo, la Sociedad de Medicina de Estrasburgo, la Sociedad Linneana de Leipzig, la Sociedad Geológica de Pensilvania, la Sociedad Filosófica Americana y el Liceo de Historia Natural de Nueva York. No menos importante fue su participación para conformar las redes científicas mexicanas, ya que desde su Cátedra contribuyó a la institucionalización de la mineralogía, la geología y la química —tanto en el período colonial como en el independiente— así como al establecimiento de la primeras sociedades científicas en ese país. Tal es el caso del Instituto de Ciencias Literatura y Artes (1826), de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1833) y de otras instituciones académicas relevantes.

Por las razones anteriores y después de su fallecimiento en la ciudad de México el 23 de marzo de 1849, se celebró un homenaje solemne en el Salón Actos del Colegio de Minería en presencia de autoridades, profesores y alumnos. En el elogio fúnebre pronunciado por el catedrático de geología y zoología Joaquín Velásquez de León, éste expresó el “más acerbo pesar por la irreparable pérdida de su virtuoso, sabio y distinguido profesor el señor Don Andrés Manuel del Río”, y el duelo de la República entera por quien fuera “buen matemático, buen físico, excelente químico, célebre mineralogista, perfecto literato, sabio en el mundo, y ciudadano lleno de virtudes públicas y privadas”. Con el fin de honrar su memoria, cada año la Sociedad Química de México otorga el Premio Andrés Manuel del Río para reconocer la trayectoria de los químicos más destacados en el territorio mexicano.

 

Obras de ~: “De la Importancia de las señales exteriores para conocer los fósiles”, Diario de los nuevos descubrimientos [...] por Fourcroy, Madrid, t. 3 (1793); Elementos de Orictognosia, o del conocimiento de los fósiles, dispuestos según los principios de A. G. Wérner, para el uso del Real Seminario de Minería de México. Primera parte, México, Mariano Zúñiga y Ontiveros, 1795; “Discurso que a presencia del Real Tribunal de Minería pronunció D. Andrés del Río, Catedrático de Mineralogía, con motivo de los exercicios públicos que tuvieron de tres ramos de esta ciencia los alumnos del Real Seminario de Minería de México en la tarde del 16 de noviembre del año de 1796”, Suplemento a la Gazeta de México, enero 18 de 1797, t. 8, n.º 30, págs. 245-252; “Observaciones de Andrés del Río sobre un tratado de minas”, en Gazeta de México, enero 11 de 1799, y en Anales de Historia Natural, Madrid, t. 7 (1804), págs. 17-29; “Discurso sobre los volcanes que, para dar principio al Acto de Mineralogía que tuvieron los alumnos del Real Seminario de Minería en la tarde del 31 de octubre, leyó D. Andrés Manuel del Río”, en Suplemento a la Gazeta de México, noviembre 11 de 1799, n.º 3, págs. 17-24, y en Anales de Historia Natural, Madrid. t. 2 (1799), págs. 335-348; “Discurso de las vetas, pronunciado por ~ en los exercicios del Real Seminario de Minería”, en Gazeta de México, Suplemento del 18 de noviembre de 1800, págs. 217-224, del 12 de noviembre de 1802, págs. 186-192, y en los Anales de Historia Natural, Madrid, t. 5 (1802), págs. 25-37; “Discurso (segundo) de las vetas, leído en los Actos del Real Seminario de Minería por D. Andrés del Río”, en Gazeta de México, noviembre 2 de 1802, t. 11, n.º 22, págs. 179-183, 186-192, y en Anales de Historia Natural, Madrid, t. 7, n.º 19 (1804), págs. 30-48; “Discurso sobre las formaciones de las montañas de algunos reales de minas”, en Gazeta México, diciembre 16 de 1803, t. 11, n.º 60, págs. 411-420; “Descripción de una piedra perlada”, en Anales de Historia Natural, Madrid, t. 6 (1803), págs. 363-367; “Discurso sobre el nuevo mineral de alabandina sulfúrea, leído en el Acto de Mineralogía del 19 de octubre de 1804”, en Suplemento a la Gazeta de México, octubre 27 de 1804, t. 12, n.º 24, pág. 208; Tablas Mineralógicas dispuestas según los descubrimientos más recientes e ilustradas con notas, por D. L. Kársten, Consejero de Minas del Rey de Prusia [...], 3.ª edición alemana de 1800. Traducida al castellano para el uso del Real Seminario de Minería. Por D. Andrés del Río, México. Mariano Zúñiga y Ontiveros, 1804; Elementos de Orictognosia o sea el conocimiento de los fósiles. Dispuestos según los principios de A. G. Wérner, para el uso del Real Seminario de Minería de México, Segunda parte, México, Mariano Zúñiga y Ontiveros, 1805; “Sacudida de D. Andrés del Río”, en Diario de México, t. 5, n.º 520, 4 de marzo de 1807, págs. 242-243; “Discurso sobre la Ferrería de Coalcomán”, leído en los Actos de Minería por D. Andrés del Río, en Suplemento al Diario de México, 18 de marzo de 1810, t. 12, n.º 1, pág. 629; “Elogio a las reflexiones del Lic. D. Carlos María de Bustamante”, en Diario de México, t. 15, n.º 15 (1811); “Sobre el primer descubridor del cromo en el plomo pardo de Zimapán”, en Diario de México, 11 de septiembre de 1811, págs. 294-295; “Carta dirigida al señor Barón de Humboldt, por D. Andrés del Río, profesor de Mineralogía del Real Seminario de Minería de México [...]”, en El Noticioso General, n.º 565, 13 de agosto de 1819, págs. 2-4, y en Mercurio de España, t. 1 (1819), págs. 169-176; “Carta dirigida al señor Abate Haüy [...] por D. Andrés del Río”, en El Semanario Político y Literario, n.º 83, 20 de diciembre de 1820, pág. 173, y 1 de enero de 1821, págs. 246-248; con Juan Méndez, “Mineralogía. Metal nuevo de Tasco”, El Sol, n.º 102, págs. 408, septiembre 24 de 1823; “Analyse d’un aIliage d’or et de rhodium, de la maison du Départ de México”, en Annales de Cbimie, París, t. 19 (1825), págs. 137-147, y en Annales des Mines, t. 22 (1826), págs. 823-824; con Juan Méndez, “Seleniure d’argent a Tasco. (Mexique)”, en Annales des Mines, t. 12 (1826), págs. 321; Nuevo sistema mineral de Bercelius, del año de 1825, traducido del francés, con algunas notas y adiciones por el ciudadano D. Andrés del Río [...], México, Imprenta del Águila, 1827; “Carta sobre el descubrimiento del Subcromato de Zimapán”, en Annalen der Physik von Gilbert (1827), pág. 7; “Analyse de deux nouvelles espéces minérales composées de seleniure de zinc et de sulfure de mercure”, en Annals of Philosophy, Londres (1828), y en Annales des Mines, t. 5 (1829), págs. 323-324; “Découverte de l’iodure de mercure au Mexique”, en Annales des Mines, t. 11 (1829), pág. 324; Esperimentos sobre el beneficio de azogue, por D. L. Kársten, traducidos y anotados por D. Andrés del Río. Filadelfia, 1831; Elementos de Orictognosia o sea mineralogía o del conocimiento de los fósiles según el sistema de Bercelius y según los principios de Abraham Gotlob Werner [...] para el uso del Seminario Nacional de Minería, segunda edición, Filadelfia, Imprenta Juan F. Hurtel, 1832; “Notes on the Treatise of Mineralogy by C. U. 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Bustamante, “Découverte de minérals iodés au Mexique”, en Annales des Mines, t. 11 (1837), págs. 524; De una galena particular que contiene 10% de cadmio. Discurso [...] leído en el acto de Mineralogía del Colegio de Minería del 30 de octubre de 1840, México, Imprenta de Juan Ojeda., 1840; “Üeber ein kohlensaures Tellur von Albaradon in Mexiko”, en Neues Jahrbuch für Mineralogie, Geologie und Paleontologie, Stuttgart (1841), págs. 585-586, y en los Annales des Mines, tercera serie, t. 17, pág. 548; “Silver Ores, reduced by the method of Becquerel”, en Transactions of the American Philosophical Society. Filadelfia, New Series, t. 4, pág. 60, y en The American Philosophical Society, t. 5, pág. 137; con T. del Moral, “Informe sobre los criaderos de las sustancias propias para la fabricación de la porcelana”, en El Siglo xix, Segunda época, año 2, n.º 532, 10 de mayo de 1843; Discurso geológico leído en el Acto de Mineralogía del Seminario Nacional de Minería el 29 de octubre del año pasado, por el ciudadano Andrés del Río [...], México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1843; “Descripción y uso de un nuevo gravímetro inventado por J. M. Bustamante”, en El Liceo Mexicano, t. 1, México, Imprenta de J. M. Lara, 1844, págs. 271-274; “Discurso del profesor Andrés Manuel del Río”. Cátedra de Mineralogía. 4 de noviembre de 1845, en Anuario del Colegio Nacional de Minería, 1845, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1846, págs. 32-37; Elementos de Orictognosia o sea Mineralogía o del Conocimiento de los Fósiles, según el sistema del Barón Bercelio, y según los principios de Abraham Gottlob Werner, para uso del Seminario Nacional de Minería, segunda edición, México, Imprenta de R. Rafael, 1846; Suplemento de adiciones y correcciones de mi Mineralogía impresa en Filadelfia en 1823, México, Imprenta de R. Rafael, 1848; “Découverte d’un Manganato de cuivre et de zinc, qui a été trouvé par M. Herrera dans la halde de la mine de plom d’ Albarradón, pres de Mazapil; par M. Andrés del Río, correspondant de l’Institut Royal de France et d’autres académies”, en Bolletin de l’ Academie Royal des Sciences de París, t. 1 (1848), págs. 24-26.

 

Bibl.: S. Velásquez de León, Elogio fúnebre del Sr. D. Andrés del Río [...], México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849; S. Ramírez, “Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río”, en Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística de la República Mexicana, v. 2 (1890), págs. 205-251; E. L. Wittich, “El descubrimiento del vanadio”, en Boletín Minero, v. 13 (1922), págs. 4-15; A. Arnáiz y Freg, “Andrés Manuel del Río. Estudio Biográfico”, en Revista Historia de América, v. 25 (1948), págs. 27-68; J. J. Izquierdo, La primera casa de las ciencias en México, El Real Seminario de Minería (1792-1811), México, Ediciones Ciencia, 1958; M. Bargalló, La minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial, México, Fondo de Cultura Económica, 1955; C. Prieto, Andrés Manuel del Río y su obra científica. Segundo centenario de su natalicio, México, Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, 1966; J. M. López Azcona, “Mineros destacados del siglo XVIII. Andrés Manuel del Río y Fernández (1764-1849)”, en Boletín Geológico Minero (1984), pags. 82-89; J. L. Amorós, “Andrés del Río y su obra”, en Elementos de Orictognosia (ed. facs.), Madrid, Universidad Complutense, 1985; R. Rubinovich Kogan, “Andrés Manuel del Río y sus Elementos de Orictognosia (1795- 1805)”, en Elementos de Orictognosia 1795-1805 (ed. facs.), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1992.

 

Patricia Aceves Pastrana