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Juan Díaz de Benavente

Biografía

Díaz de Benavente, Juan. Benavente (Zamora), s. m. s. XV – San Martín de Castañeda (Zamora), 2.IV.1544. Monje cisterciense (OCist.) de Nogales, abad y reformador de San Martín de Castañeda, obispo de Hipona.

Nacido en Benavente, de familia distinguida, y se formó debidamente en las Letras; bien por vocación religiosa, bien por conveniencias familiares —como era frecuente en aquellos tiempos—, ingresó en el monasterio de Nogales, uno de los centros culturales más importantes que tuvo la Orden en el noroeste de España, por la cantidad de monjes científicos que salieron de sus claustros y que brillaron en los principales campos del saber humano. Recibió el hábito religioso de manos de fray Pedro de Urueña en 1480.

Nada se sabe de sus primeros años de vida religiosa, sólo que al poco tiempo de profesar lo nombraron prior del monasterio; es decir, ocupó el cargo de segundo superior de la casa, lo que supone en él unos valores nada corrientes. Además, demostró que no comulgaba con el ambiente de opresión e indisciplina reinantes en los monasterios sometidos a abades comendatarios, que solían vivir al margen de las comunidades y se aprovechaban de lo mejor de sus rentas.

Antes bien, trató de cumplir los votos que había prometido ante el altar.

Al fallecer en 1504 fray Rodrigo Pimentel, abad comendatario de Nogales y de San Martín de Castañeda, y al quedar este monasterio desprovisto de abad, “enterada la Comunidad de san Martín de la mucha Religión y prendas del sobredicho Prior D. Fr. Juan Díaz, le eligió por abad perpetuo de aquel Monasterio”.

Sin embargo, se opuso a la elección cierto individuo cuyo nombre se desconoce, pero que debía de ser persona significada, por cuanto en las altas esferas de Roma se le hacía caso por la trama que urdió contra el abad de Castañeda. Resultó que éste, fray Juan Díaz, fue citado ante el Pontífice para dar cuenta de ciertas acusaciones que contra él habían llegado a la Santa Sede. Se presentó bien tranquilo ante el Papa para responder de esas acusaciones que habían tramado contra él. Tampoco se han conservado esos cargos que se le imputaban. Sin duda, una mala lengua nunca falta en el mundo, aun dentro de las comunidades religiosas, porque la envidia reina en todos los estamentos de la sociedad donde existan hombres y mujeres. Fray Juan Díaz, monje virtuoso que procuraba cumplir sus deberes lo mejor que le era posible, llevaba la frente bien erguida y la conciencia transparente, porque había tomado la vida religiosa en serio.

Su acusador esperaba con ansiedad que lo castigaran, o al menos lo depusieran del cargo abacial, pero sucedió todo lo contrario. En la Ciudad Eterna se dieron cuenta de su conducta diáfana, de su vasta erudición y elevadas prendas personales, por lo que en vez de deponerlo, juzgaron que el cargo de abad era poco para aquel hombre y se le colmó de honores: “Quedó prendado su beatitud de sus talentos y Religión, que no solamente le expidió las Bulas a fin de que le confirmasen en su abadía, sino que también le hizo merced del obispado de Hypona en título, consagrándole en la misma Ciudad de Roma”.

Regresó a San Martín cargado de honores y halló la observancia de la casa en lamentable situación, lo mismo en el orden espiritual que en el temporal, a consecuencia del desastroso régimen comendatario.

Se entregó con brío a rehacer todo desde los cimientos, labor meritoria que prosiguió incansable este hijo de Benavente, a través de su dilatado gobierno que se prolongó por espacio de cuarenta años. Quizá lo que más sublima su memoria es el haber preparado el camino para introducir en la casa la reforma de fray Martín de Vargas, denominada “congregación de Castilla”, a la cual se mantuvo vinculado el monasterio hasta 1835. En 1541, en efecto, dio pruebas de verdadera virtud, haciendo renuncia al cargo en manos del general reformador de dicha congregación, quien introdujo en la casa la reforma y logró que ésta llegara a ser un centro cultural de primer orden.

El manuscrito de donde se toma la casi totalidad de estos datos concluye así la semblanza de fray Juan Díaz: “Gobernó quieta y pacíficamente por espacio de 40 años. Murió a dos de marzo de 1544 y está sepultado en dicho monasterio de san Martín de Castañeda”.

Se añade que había un cuadro, donde aparecía este prelado, en la escalera del monasterio de Nogales.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, secc. Clero, Fray Juan Díaz de Benavente, ms. 5564, s. f., fol. 44.

D. Yáñez Neira, “El monasterio de San Santa María de Nogales Monjes ilustres”, en Archivos Leoneses, 78 (1985), págs. 310-311; “Escritores zamoranos ilustres en la orden del Císter”, en Nova et Vetera, año 19, 38 (1994), págs. 313-316.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

 

 

 

 

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