Kindelán y Oregón, Sebastián de. Irlanda, 1763 – Santiago de Cuba (Cuba), 1826. Mariscal de campo, gobernador y capitán general interino de la isla de Cuba entre 1822 y 1823.
Hijo de Vicente Kindelán, brigadier del Ejército español, y hermano de otros dos oficiales irlandeses muertos defendiendo a España en las campañas de Italia.
Por los méritos de su familia fue agraciado con los cordones de cadete en edad infantil (1768) y los grados de alférez y teniente en 1770 y 1771. En cuanto tuvo edad militar, fue nombrado el 27 de junio de 1782 teniente de granaderos del Regimiento de Irlanda, en el sitio de Gibraltar, donde estuvo hasta el fin de las operaciones el 1 de abril de 1783. Sirvió en diferentes guarniciones y ascendió a teniente coronel el 1 de julio de 1792, siendo destinado a México con el Regimiento que se creó con este nombre en 1793.
Poco después ascendió a sargento mayor y se le envió a La Habana, pasando enseguida a reforzar La Florida al mando de tres compañías. Regresó en mayo de 1795 y por sus arriesgados servicios fue ascendido a coronel el 4 de noviembre siguiente. Tanto por ser el inglés su lengua materna como por su carácter y conocimientos, el gobernador Las Casas le confirió una especie de misión diplomática en los Estados Unidos para solucionar los problemas de los españoles en Georgia.
Continuó desempeñando diferentes destinos en Cuba, y el 25 de julio de 1798 recibió el nombramiento de “Gobernador Capitán a Guerra militar y político” de Santiago de Cuba. Allí casó con Ana Mozo de la Torre, hija del coronel de las milicias de Santiago, permaneciendo en su cargo, aunque pidió ser destinado a otro.
Siguió Kindelán enraizado en Cuba. Acogió a familias francesas emigradas o expulsadas de la revolución negra de Haití. Salvó a Baracoa en 1807 de ser saqueada por los corsarios ingleses de las Bahamas. Protegió a las familias francesas cuando estalló en España la guerra en 1808. A pesar de su prudencia, no pudo evitar fuertes choques con el arzobispo Osés de Alzúa, como lo habían tenido sus antecesores, sobre todo por la renovación de la catedral, que fue planificada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, y efectuadas las obras bajo la dirección de un ingeniero enviado por Real Orden.
Terminó su largo período de estancia en Santiago pasando al gobierno de La Florida en julio de 1810.
Allí disciplinó a la guarnición y arregló no pocos atropellos de los ingleses y los norteamericanos. Ascendió a brigadier y regresó a La Habana con el nombramiento de teniente del Rey de la plaza de La Habana, 2.º jefe de la isla. Enfermo gravemente el gobernador y capitán general Nicolás de Mahy, le entregó el gobierno interinamente el 18 de julio de 1822, muy oportunamente, pues falleció cuatro días después, el 22. Kindelán era ya muy entrado en años y tenía un cuerpo enfermizo. Las circunstancias en que se desenvolvía la vida política eran graves; de un lado, continuas tentativas de los disidentes, de las sociedades secretas, de dentro y de fuera, para sublevar al país; de otro, poca guarnición del Ejército y milicias mal pagadas y a veces desobedientes, contagiadas por el clima levantisco.
Era difícil ser respetado. Inició su difícil cargo con una buena actuación rigurosa. Cinco barcos de insurgentes corsarios desembarcaron gentes en Bahía-Honda, saqueándola. Destacó Kindelán inmediatamente tres compañías y apoyado por cuatro cañoneras derrotó a los insurgentes, causándoles pérdidas y rescatando casi todo el botín. Así recobró la Marina su prestigio. Reprimió vigorosamente algunos desórdenes en Bayamo, donde destacó al brigadier Gabriel de Torres con dos compañías desde Santiago.
Durante el Trienio Liberal el Gobierno de España pretendió resolver los problemas de Cuba y facultó al intendente Claudio Martínez de Pinillos para que con técnicos de Hacienda reformase los aranceles. Se hizo una gran reducción y las Aduanas salieron ganando.
Otro intendente llegado de México, Francisco Javier de Arrambarri, ajeno a la política, buen técnico, cubrió bien los gastos extraordinarios de Hacienda.
Impuso aranceles a las importaciones de los Estados Unidos y aumentó un millón de pesos la recaudación.
Llegado el plazo para las elecciones a Cortes de 1823 se produjeron graves altercados en las reuniones de electores: una pelea entre un alférez y un civil ocasionó un grave problema, llegando a enfrentarse entre sí dos batallones. Se interpuso el coronel Joaquín Miranda Madariaga y a duras penas se logró la conciliación.
Pero eso supuso el desprestigio de Kindelán.
Dadas las circunstancias, vio con alivio la llegada, en el día 2 de mayo de 1823, del nuevo gobernador y capitán general Francisco Dionisio Vives, a quien entregó en el acto el mando.
Kindelán recibió el ascenso a mariscal de campo y se retiró poco después a su hacienda de Santiago de Cuba.
Allí murió en el seno de su familia en el año 1826.
El historiador cubano F. Calcagno dijo de él, en el siglo XIX, que “le tocó una época de desórdenes, y hubieran sido mayores sin la prudente actitud de Cadaval, O’Farrill, Miranda Madariaga, y otros, de que supo rodearse” (1878). Y el historiador cubano F. Portuondo dice de él, en el siglo xx, que “bajo el mando de este Jefe las rivalidades políticas de criollos y peninsulares iban a desembocar en una situación de violencia muy semejante a la de otras colonias americanas en los prolegómenos de sus guerras de independencia” (1965).
Obras de ~: Memorial de servicios de D. Sebastián de Kindelán, Gobernador de Santiago de Cuba, 31 Agosto 1801, ms. 18.755 de la Biblioteca Nacional, fols. 44-46.
Bibl.: J. García de Arboleya, Manual de la isla de Cuba [...], La Habana, Imprenta del Tiempo, 1859 (2.ª ed.), pág. 59; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vol. I, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, pág. 206 [de la Introducción], vol. III, págs. 503- 504; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Librería de N. Ponce de León, 1878, pág. 361; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. IV, Madrid, C. Bailly-Baillière, 1878, cap. V, págs. 132-149; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, vol. XXVIII, 2.ª parte, 1926, pág. 3446, y vol. XVI, 1913, pág. 834; P. J. Guiteras, Historia de la Isla de Cuba, vol. III, La Habana, Cultural, 1928 (2.ª ed.), págs. 68, 70 y 74-76; Títulos de Indias [...], Valladolid, Archivo General de Simancas, 1954, págs. 303 y 842; F. Portuondo, Historia de Cuba: 1492-1898, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1965, pág. 280; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba [...], Madrid, Las Américas Publishing Company, 1969, pág. 90; R. Guerra, Manual de historia de Cuba [...], La Habana, Editora de Ciencias Sociales, 1971, págs. 282-284; VV. AA., La Enciclopedia de Cuba. Vol. IV, Historia, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, pág. 276; Vol. V, Economía, pág. 596.
Fernando Rodríguez de la Torre