Garay y Álvarez, Ramón Fernando. Avilés (Asturias), 27.I.1761 – Jaén, 8.I.1823. Maestro de capilla.
Nació en un ambiente musical, pues el padre, llamado también Ramón, era músico: organista de la colegiata de Nuestra Señora de Covadonga. Se supone que su formación musical tendría origen en el seno familiar. Con posterioridad, accedió a la catedral de Oviedo, de la que fue salmista y donde se formó en el órgano con el organista Juan Andrés de Lombida y en la composición musical, con el maestro de capilla Joaquín Lázaro, cuando tenía veinte años.
En 1785 se marchó a la Corte madrileña para “habilitarse en el manejo del órgano” con el organista de La Encarnación, como supone Raúl Arias. También aprovechó para perfeccionarse en la composición con el maestro y organista de la Capilla Real José Lidón, quien le consideraba el segundo de cuantos discípulos había tenido. Durante su estancia en la capital, ejerció de maestro de los niños seminaristas en el convento de Jerónimos del Retiro, al que dedicó un Pange lingua.
En Madrid, tuvo oportunidad de entrar en contacto, a través de su maestro Lidón, director de la orquesta de la condesa-duquesa de Benavente, con el sinfonismo de Haydn, antes de ir a Jaén a opositar al magisterio de capilla de su catedral. A pesar del desfavorable informe de Jaime Balius, maestro de la catedral de Córdoba y único juez de la oposición, fue elegido para la plaza gracias a los favorables informes de los maestros Antonio Ugena de la Capilla Real, Francisco Juncá y Carol de la catedral de Toledo y Antonio Ripa de la de Sevilla, quienes examinaron las obras realizadas en la oposición.
En la ciudad de Jaén, permaneció prácticamente hasta su muerte, si se exceptúan los viajes realizados a su tierra, en 1799, para visitar a sus padres, y en 1814, para restablecer su salud. Además de maestro, fue rector del colegio de Seises a partir de 1792, año en que se declaró aspirante a las órdenes sacerdotales.
Aunque Garay desarrolló su magisterio en una ciudad tan alejada de la Corte, su fama propició el que el rey Fernando VII desease escuchar alguna de sus obras, por lo que el maestro acudió a dirigir la orquesta de la Capilla Real en 1815.
Garay no se limitó a la composición de música religiosa para la capilla musical de la catedral, sino que escribió música de órgano, ópera y sinfónica; se comprometió con los acontecimientos de su tiempo en obras como Compendio sucinto de la revolución española, ópera sobre la Guerra de la Independencia, y se integró en el clasicismo musical europeo a través de sus diez sinfonías.
Su obra musical se conserva principalmente en el archivo de la catedral de Jaén, pero también se pueden encontrar en los de El Escorial, Palacio Real y en las catedrales de Oviedo y Málaga.
En cuanto a su música religiosa, se observa un predominio de las obras en latín sobre las escritas en castellano, lo cual no había ocurrido con los maestros que le precedieron en el cargo. El deán Martínez Mazas previno en 1798 al maestro para que no compusiese obras en castellano (villancicos), sino responsorios y motetes en latín. Ello no debió cumplirse con demasiado rigor a juzgar por la música compuesta en este género hasta en los últimos años de su vida. La obra religiosa del músico ovetense parece influida por la de su maestro Joaquín Lázaro, aunque la del discípulo está más centrada en la época del clasicismo, con alguna pervivencia de la estética barroca, como el bajo continuo. La dependencia rítmica del acento prosódico del texto fue para Garay un principio a seguir.
También abundan, sobre todo en las misas, los figuralismos musicales que simbolizan el sentido del texto.
Algunas de sus composiciones religiosas fueron interpretadas durante muchos años después de su muerte.
La música de órgano —que tenía un carácter privado de los organistas, pues no estaba destinada a la capilla de música— no se conserva.
En cuanto a la ópera citada, Compendio sucinto de la revolución española, se puede afirmar que se trata más de una cantata escénica que de una verdadera ópera; la acción dramática entre unos pocos personajes (el Ángel, el Patriota, la España y el Afrancesado) que no dialogan entre sí de forma estrecha, sino que aparecen bastante estáticos, está muy diluida. No faltan en ella, no obstante, pasajes descriptivos y de cierto efecto, como la batalla de Bailén.
En la obra sinfónica, se puede observar un claro paralelismo con la música de Haydn, evidente en aspectos tanto formales como instrumentales. Garay fue uno de los primeros compositores españoles en aplicar el esquema de cuatro tiempos a la sinfonía y su instrumentación es similar a la del músico austríaco; en la obra de ambos autores, se observa el empleo de una plantilla instrumental semejante, no faltando ejemplos de instrumentos obligados que le confieren a la música de estos maestros un claro carácter concertante.
Según el deán Mazas, “nada ha faltado a Garay para su completa celebridad, sino el haber florecido en otro tiempo y haber salido de Jaén. Los que conocieron a este hombre cuya fealdad de rostro y rudeza de carácter junto con su abandono y desaseo dieron materia para esas anécdotas que los aficionados buscan y recogen, tuvieron el gusto de admirar la tierna sensibilidad de su alma, en que estaba el secreto de su inspiración”.
Obras de ~: En latín: Magníficat en Fa mayor, 1785; Misa en Re mayor, 1785; Misit me vivens Pater, 1787; Hodie nobis caelorum, 1792; O magnum misterium, 1792; Stabat Mater, 1795; Miserere en Mi bemol mayor, 1799; Misa de Réquiem, 1800; Qui manducat meam carnem, 1805; Adjuva nos, 1811; Misa en Si bemol mayor, 1817. En castellano (villancicos): Ah qué pena, 1786; Canción al niño dormido, 1787; Quién este niño tierno, 1788; Alerta, pastores, 1789; Festivas zagalas, 1789; A un Dios infante, 1790; Venid, zagalejos, 1791; A Belén se dirige un pastorcillo, 1799; A Belén a ver el Niño, 1801; Por no doblar la rodilla, 1806; Vamos, pastorcillos, 1816; Zagalejo, di qué has visto, 1817; Mortales que no el pecado, 1818; Pastorcillo por fortuna, 1818. Instrumentales: Sinfonía n.º 1 en Si bemol mayor, 1790; Sinfonía n.º 2 en Re mayor, 1791; Sinfonía n.º 3 en Si bemol mayor, 1791; Sinfonía n.º 4 en La mayor, 1791; Sinfonía n.º 5 en Do menor, 1791; Sinfonía n.º 6 en Do mayor, 1791; Sinfonía n.º 7 en Do mayor, 1797; Sinfonía n.º 8 en Do mayor, 1817; Sinfonía n.º 9 en Mi bemol mayor, 1817; Sinfonía n.º 10 en Si bemol mayor, 1817 (Sinfonías n.os 5, 8, 9 y 10. Ramón Garay (1761-1823), ed. crít. de P. Jiménez Cavallé, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales-Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1996). Escénicas: Compendio sucinto de la revolución española (ópera), 1815.
Bibl.: M. Muñoz y Garnica, Vida y escritos de D. José Martínez de Mazas, Jaén, Imprenta de López y Cía., 1857; R. Arias del Valle, “Avilés en la Música de la S. I. Catedral de Oviedo”, en Studium Ovetense (1981), págs. 159-167; I. Quintanal, La música en la catedral de Oviedo en el siglo xviii, Oviedo, Universidad, 1983; P. Jiménez Cavallé, “Ramón Garay, maestro de capilla de la catedral de Jaén, autor de 10 sinfonías, Nuevas aportaciones”, en VV. AA., Historia, arte y actualidad de Andalucía, Córdoba, Universidad, 1986, págs. 263-275; P. Jiménez Cavallé, “En torno a la vida y obra del maestro de capilla de la catedral de Jaén, autor de diez sinfonías, Ramón Garay (1761-1823) ”, en Códice, 2 (1987), págs. 14-23; Documentario musical de la catedral de Jaén. 1. Actas capitulares, Granada, Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1998; P. Jiménez Cavallé, “Garay Álvarez, Ramón Fernando”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. V, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 1999, págs. 376-379.
Pedro Jiménez Cavallé