Masip Torner, Genoveva. Sabadell (Barcelona), 19.XI.1923 – Barcelona, 16.VII.2015. Hija de la Caridad (HC), visitadora provincial, destacada por la atención y promoción de los pobres en sectores marginados de la sociedad.
Sus padres, Simeón y Genoveva, formaban una familia modesta, que trabajaba en el sector industrial textil de Sabadell. Junto con su hermana, vivieron en familia valores humano-cristianos que fueron forjando su personalidad. Durante su estancia en Sabadell, Genoveva Masip estudió Magisterio, al tiempo que frecuentaba, como voluntaria, la Casa Caridad, donde tuvo sus primeros contactos con las Hijas de la Caridad, que en aquella institución atendían todo tipo de enfermos y marginados. Su encuentro casual con una niña pobre que, al ser atendida, la llamó “mamá”, fue el punto de partida para un proyecto de entrega a los demás. Solicitó su ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad, trasladándose a Madrid para una formación específica, según el ‘carisma’ de san Vicente de Paúl. Reconocidas sus cualidades, fue admitida (20 de octubre de 1944) y destinada al colegio de Jesús Nazareno (1945), donde ejerció como maestra.
Su sensibilidad hacia los pobres le llevó, en 1947, a visitar lugares de verdadera pobreza: la cárcel Modelo y las cuevas de Montjuic. Los agujeros de la montaña, que habían servido para esconder los cañones, fueron ocupados por familias muy pobres, la mayoría de etnia gitana. Algunos jóvenes de la prisión eran hijos de esas familias. Genoveva, terminada la jornada escolar, marchaba allá llevando medicinas y alimentos. Proyectó con el Ayuntamiento la construcción de barracones en la zona de Cantunis, donde se ubicaron los pobres dejando paulatinamente su mísera vivienda.
No descansó hasta conseguirles agua potable, lavadero público y una guardería para atender a los niños en sus necesidades humanas básicas. Fue el comienzo de una labor con la etnia gitana que ha perdurado hasta el año 2000, siendo gestionada conjuntamente por la Compañía de las Hijas de la Caridad y el Ayuntamiento de Barcelona.
La cárcel Modelo de Barcelona, contigua al colegio, fue muy pronto objeto de su preocupación, haciendo compatible, una vez más, su profesión de docente con la visita a los presos, en los que descubrió necesidades primarias (nutricionales y de salud). Inmediatamente creó, en 1947, una red de voluntariado de prisiones. En 1964 fue nombrada superiora local del Hospital y Beneficencia de Sabadell, dedicándose de lleno a la acción social. En 1966 volvió a Barcelona, donde compaginó el trabajo social con la formación de las jóvenes, siendo pionera de un “Proyecto de visitadores de prisiones” (1967-1968) con repercusión nacional e internacional. Conocedora de las principales causas que conducen a la prisión (pobreza, drogas y carencias afectivas), proyectó todas sus energías en la lucha contra ellas. Se enfrentó a todo un mundo de marginación: chabolismo, delincuencias, toxicomanías, sida, explotación sexual, emigrantes, presos en tercer grado, convalecencias postoperatorias, etc. Para afrontarlo, buscó la ayuda desinteresada de jueces, psicólogas, policía urbana, estudiantes universitarias, asociaciones benéficas y un grupo de Hijas de la Caridad que comparten con ella su proyecto.
Su importancia para los acusados es conocida por los jueces y fiscales de Barcelona. Ha hecho acto de presencia en los juzgados siempre que algún joven se ha encontrado solo. Sus conversaciones con jueces y fiscales antes de los juicios han producido rebaja en la pena o el hecho de que se pueda cumplir fuera de la prisión bajo su tutela, de modo que se ha convertido en cauce prudente de relación entre los jóvenes acusados y sus familias. La red de visitadores de prisiones creada por ella ha sido de una gran eficacia para mantener la relación preso-familia, cuando el internamiento se realiza fuera de sus lugares de origen. La guardia urbana de Barcelona solicitó su condecoración en reconocimiento a su labor en las calles de la ciudad.
Sin interrumpir su servicio directo a los pobres, dedicó seis años a la formación de las hermanas jóvenes como directora del seminario (1966-1973). En este tiempo compaginó formación humano-teologal con las visitas a chabolas, prisiones y ancianos en soledad.
Nombrada visitadora o superiora provincial (1973-1983), dirigió y coordinó las comunidades de Cataluña, Baleares y Huesca, lo que que aprovechó para encauzar el servicio de las Hermanas hacia otro tipo de problemas: el sida, atención a las enfermerías de las prisiones y organización de hogares de acogida para niños en coordinación con Mensajeros de la Paz.
Acabado su mandato (1983), se dedicó plenamente a potenciar las obras sociales que a lo largo de su vida se fueron gestando.
La Obra Social Santa Luisa de Marillac, con centro operativo en el barrio de la Barceloneta, es punto de referencia diaria para muchos marginados. Ha sido reconocida y valorada por todos los estamentos civiles y religiosos de Cataluña y fuera de ella. Prueba de ello es la cantidad de reconocimientos que ha recibido: Creu Sant Jordi por la Generalitat de Catalunya, Medalla de Plata de la Diputación de Barcelona (1992), Medalla de Plata del Ayuntamiento de Barcelona a petición de la Guardia Urbana (1989), Cruz Blanca (PGSD) del Ministerio del Interior, ‘II Premio Solidaritat’ del Instituto de Derechos Humanos de Cataluña, Medalla al ‘Personaje Humano- Cristiano del año’ de la Institución CONESTI (Conocer y estimar) (1992). A todo esto, hay que sumar la gratitud de asociaciones de padres, directores de Colegios y asociaciones de vecinos por donde ha pasado.
Con sus charlas, su presencia en mesas redondas y otras intervenciones fue concienciando del peligro de las toxicomanías y de la importancia del apoyo afectivo como terapia de recuperación. Solía decir: “Hay que prestar atención a la Escuela para tener menos cárceles”. Su labor social no fue ajena a los medios de comunicación, que la entrevistaron en numerosas ocasiones; especial impacto causó la entrevista televisada del escritor y periodista J. María Espinàs, en el programa Identitats de TV3 (1988).
En su obra social destacaban especialmente “Los desayunos de sor Genoveva”, encuentros dominicales con los marginados en un bar de la Barceloneta que constituían un recurso más para el encuentro, y, sobre todo, para interesarse por los ausentes. El comentario de un pasaje de la Biblia se proyectaba como ayuda para afrontar la próxima semana. “El treinta por ciento de los jóvenes rehabilitados me da fuerzas”, expresó en más de una ocasión, inspirada en las enseñanzas de san Vicente de Paúl: “El amor es inventivo hasta el infinito”.
Obras de ~: “El servicio en las prisiones”, en Anales (A) (Madrid), t. 93, n.º 7 (1985), págs. 494-498.
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Rosa Mendoza González, HC