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Vicenta Molner y Sagimón

Biografía

Molner y Sagimón, Vicenta. Reus (Tarragona), 18.IV.1780 – Madrid, 9.VIII.1860. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl (HC), superiora provincial y enfermera.

Sus padres, José Molner y Antonia Sagimón, vecinos de la villa de Reus, regentaban en la misma una famosa platería. Muchos hijos nacieron de este matrimonio, pero, sin duda, fue por su hija Vicenta por la que pasaron a la historia. En Reus existía un hospital para el cuidado de los pobres enfermos y para hacerse cargo de él llegó una comunidad de Hijas de la Caridad el 27 de enero de 1793. Ésta era su cuarta fundación en España. Allí acudió sor Vicenta a solicitar su ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad (1801) y a formarse para la vida a la que se sentía llamada. Terminada su formación en el propio hospital de Reus, quedó destinada en el mismo (21 de marzo de 1802), haciendo el número treinta y siete del catálogo de las Hijas de la Caridad españolas. Es considerada como uno de los pilares institucionales de la fundación en España. Sus primeros años en la Compañía los pasó en este mismo hospital, donde protagonizó hechos heroicos de servicio a los pobres enfermos; en ocasiones, recogía moribundos en sus propias casas para trasladarlos al hospital y rodearlos de cuidados y atenciones hasta que conseguía que recobraran la salud.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) se distinguió cuidando igualmente a soldados españoles y franceses heridos. Una tarde del mes de septiembre del año 1808, hizo frente a un grupo de mozalbetes que, con armas en la mano, se dirigieron al hospital con el fin de dar muerte a siete soldados franceses y a un capitán, que habían resultado heridos en el primer sitio de Zaragoza. Apostada a las puertas del hospital, sor Vicenta les dirigió estas palabras que reflejan su valentía y que ha inmortalizado Francisco Gras en su libro Hijos ilustres de Reus: “Disparad las escopetas, matad a estos infelices enfermos y extranjeros; pero yo moriré antes que vosotros os deshonréis con tan cobarde asesinato. No me intimidan vuestros gritos ni vuestras armas. Os presento mi corazón. Haced fuego, miserables”. Los mozalbetes desistieron de su intención y sor Vicenta salvó siete vidas. El joven capitán, agradecido toda su vida, decoró su casa con un gran cuadro al óleo de grandes dimensiones, que inmortalizó el asalto al hospital y el gesto heroico de sor Vicenta. Años más tarde (1813) de nuevo sor Vicenta salvó la vida de otros soldados franceses arrebatando el arma de las manos a quien estaba ya dispuesto a disparar.

Después de la Guerra de la Independencia, sor Vicenta fue destinada a la inclusa de Pamplona (17 de junio de 1814) y un año después (4 de octubre de 1815) inauguró como superiora local el hospital de la misma ciudad, segunda fundación en esta capital.

La Junta de Beneficencia de la Corte solicitó Hijas de la Caridad para el Hospital General de Madrid (25 de agosto de 1822) a fin de que se hiciesen cargo del cuidado de las mujeres enfermas. Siendo esta fundación muy importante, para ejercer el cargo de superiora local se buscó a una hermana cualificada. Conocido era el buen espíritu y heroica caridad de sor Vicenta desde sus primeros años en Reus. Ella fue la primera superiora del hospital (1822) y desempeñó su cargo con admirable entrega hasta que tuvo que salir de él (1836), junto con otras cinco hermanas, debido a una fuerte oposición de los liberales. Durante esta estancia en Madrid actuó también de consejera provincial.

Tras un breve tiempo como hermana sirviente en el colegio de Sangüesa (Navarra), fue nombrada superiora del real noviciado y superiora provincial de todas las Hijas de la Caridad de España (1840). Volvió a Madrid después de haber visitado los hospitales de las provincias vascas y de Navarra. Dada la situación de incomunicación entre Francia y España a causa de las continuas guerras entre liberales y absolutistas, hasta 1844 no fue reconocida como visitadora de forma oficial por los superiores generales de París y lo propio ocurrió con su consejo provincial. Apoyada en el consejo, impulsó la vida de la Compañía. Florecieron las vocaciones a un ritmo acelerado y más acelerado aún fue el ritmo de petición de Hijas de la Caridad para que se hicieran cargo de los establecimientos de beneficencia del Estado: hospitales, casas de misericordia y de expósitos, cunas, colegios...

El local dedicado al noviciado donde se formaban las Hijas de la Caridad se quedó pequeño y escaseaban también los recursos. El consejo de la provincia hizo frente a ambos problemas. Por Real Orden del 6 de diciembre de 1845 se concedió a las Hijas de la Caridad españolas parte del edificio y huerta que perteneció a los religiosos trinitarios en la calle Jesús, que era del Estado, para construir un nuevo noviciado capaz de acoger a las numerosas vocaciones que iban llegando y que, después de un tiempo de formación, salían a servir a los pobres en las muchas instituciones de beneficencia que las solicitaban.

En los tres años del mandato de visitadora de sor Vicenta, las Hijas de la Caridad se hicieron cargo de dieciséis nuevas fundaciones, y al final del trienio (1847) eran ya sesenta las comunidades. Impulsada por ella en el año 1844, partió para México la primera expedición de once hermanas que iban a poner los cimientos de una provincia floreciente. Allí establecieron una casa central que recibía y formaba a Hijas de la Caridad que después iban a servir a los pobres en hospitales, escuelas, dispensarios... También fueron solicitadas por el capitán general de Cuba para los hospitales de la isla y en el año 1846 salieron de España seis hermanas para fundar la Casa Maternidad de La Habana (1847).

Sor Vicenta fue muy apreciada por el rey Fernando VII y la reina Amalia. También tuvo unas relaciones cercanas con la reina Isabel II buscando siempre el bien de las comunidades y el funcionamiento eficaz de las obras de beneficencia. Su retrato fue colocado en el salón de juntas del Noviciado. Sus restos descansaron en la iglesia del mismo, calle de Jesús, n.º 3, en Madrid y, recientemente, han sido trasladados a la cripta del panteón de las Hijas de la Caridad en el cementerio de San Isidro de Madrid. Por su personalidad y talante está considerada entre los hijos ilustres de Reus.

 

Bibl.: R. Sanz, Compendio de la Historia de San Vicente de Paúl y de las Hijas de la Caridad, Madrid, Imprenta de Severiano Omaña, 1844; F. Gras, Hijos ilustres de Reus, Barcelona, Puig y Alfonso, 1899; P. Vargas, “Superioras y Visitadoras del noviciado de las hijas de la Caridad: Sor María Molner y Sagimón”, en Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad (ACMHC) (Madrid), t. XXXIX (1931), págs. 628-637; P. Nieto, Historia de las Hijas de la Caridad desde sus orígenes hasta el siglo XX, t. I, Madrid, Imprenta Regina, 1932, págs. 245-263 y 308-332; H. Chaurrondo, Las Hijas de la Caridad en Cuba, La Habana, Tipografía Religiosa Lloret, 1933; J. Iglesies, La guerra D’ossos, Barcelona, Torrel de Reus, 1949, págs. 107-114; N. Mass, Fundación de las Hijas de la Caridad en España. Casa de Reus, Madrid, Separata de ACMHC, 1976, págs. 71-93; Notas para la Historia de las Hijas de la Caridad en España, t. II, Santa Marta de Tormes (Salamanca), Ceme, 1986, págs. 61-62, 131-132, 199-206, 215-219, 230-239 y 246-247; M.ª del C. Hernández Zapatel (HC), Las Hijas de la Caridad en España 1782- 1856. Documentos, Santa Marta de Tormes, Ceme, 1988, págs. 140-141, 377 y 394-399; J. Olesti Trillas, “Molner y Sagimón,Vicenta”, en Diccionari Biográfic de Reusencs, Reus, Ajuntament, 1992, págs. 462-463.

 

María Socorro Martín Vicente, HC

 

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