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María Rosa Grau

Biografía

Grau, María Rosa. Palautordera (Gerona), 30.XI.1769 – Madrid, 16.IV.1837. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, superiora provincial, una de las fundadoras de la Compañía en Madrid.

Ingresó en la Compañía el 6 de agosto de 1791 en Barcelona, tras un período de hospitalización a consecuencia de una fuerte infección en un dedo que estuvo a punto de ser amputado. En esa ocasión conoció a las Hijas de la Caridad, experimentó la llamada de Dios y decidió seguirla. Recibió la formación inicial junto con María Paula Puig, Teresa Godás, Antonia Burgón y Clara Colomer de manos de sor Juana David y sor Manuela Lecina, mientras realizaban su servicio a los niños expósitos en el Hospital de la Santa Cruz de Barcelona. Al verse obligadas a dejar el Hospital y el servicio a los enfermos y niños abandonados, el 24 de junio de 1792, regresó a Palautordera con su familia para volver enseguida a Lérida. Allí continuó su formación y formó parte de la comunidad, establecida tras la salida de Barcelona. Su dedicación a los niños abandonados (1792-1800) fue de tal responsabilidad, ternura y cuidado, que el obispo, Jerónimo de las Torres, dijo de ella que era una hermana “de gran espíritu”.

Su actividad y dedicación ha quedado recogida en el Libro de personal del antiguo Hospital de santa María de Lérida. Entre las observaciones de 1800 se puede leer esta nota: “Sor Rosa valía por cuatro”.

A finales de agosto de 1800 salió de Lérida, camino de Zaragoza, para reunirse con sor Manuela Lecina y las otras cuatro hermanas aragonesas destinadas a fundar en Madrid. Ella fue uno de los pilares de esta fundación en la capital del reino. Conocía bien el tipo de servicio, poseía buena cultura y era persona de toda confianza para sor Manuela. Fue vicedirectora de la Inclusa (1803-1806) y, al caer enferma sor Manuela Lecina en 1814, la sustituyó como superiora de la institución.

Durante la Guerra de la Independencia dio pruebas de abnegación y heroísmo singulares. Así lo prueban sus cartas: “Fue preciso tomar varias labores para poder ganar alguna cosa para vestirnos y calzarnos.

Los ratos que nos quedaban, las señoras consintieron gustosas, a pesar de que éramos pocas, y nos vimos obligadas a tomarnos doble trabajo. Las Hijas de la Caridad debemos trabajar siempre en beneficio de la Casa [...]. Empezamos en el año 1808 hasta el año 1814, en que se ha sacado la cuenta, haber ganado en este tiempo 8.000 reales”. Por esta razón, las hermanas y la Junta de Señoras de la Inclusa la pidieron como responsable.

En 1817 la junta directiva del Hospital de Valencia pidió una comunidad de hermanas para el cuidado de los enfermos, y fue enviada como superiora del nuevo establecimiento para fundar en Valencia. Allí permaneció de 1817 a 1822, entregada al cuidado de los enfermos y a la formación de las vocaciones de Levante.

Al morir sor Esperanza Blanc, a finales de 1821, fue reclamada de nuevo para la Inclusa de Madrid, misión que tuvo que aplazar para poner en marcha la comunidad que debía atender el Hospital General de Madrid (5 de octubre de 1822), actualmente Museo Reina Sofía. En cuanto la organización de la comunidad funcionó bien dentro del hospital, pasó de nuevo a la Inclusa el 26 de febrero de 1823. Los enfermos y los niños abandonados fueron su pasión y ocupación principal.

Sus dotes de gobierno y organización la hicieron digna de ser nombrada visitadora provincial (19 de septiembre de 1830). Durante los siete años de su mandato envió hermanas al Hospicio de Oviedo (1830), Casa Misericordia de Játiva (1832), Hospital Militar de Sangre de Pamplona durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), Casa Cuna de Sevilla (1836) y Hospital de Toledo (1836). Con el paso de los años crecían las vocaciones y expuso su preocupación por la formación de las hermanas, logrando que se nombrase a un misionero paúl como director. El primero fue el padre Buenaventura Codina, que pocos años después fue nombrado obispo de Canarias.

Entretanto compartió su dedicación a los niños y a las hermanas con las tareas de gobierno. Trabajó incansablemente ante el Rey para que los misioneros de San Vicente de Paúl tuvieran casa en Madrid, hecho que se hizo pronto realidad (1828). Su amistad con la reina María Josefa Amalia, esposa de Fernando VII, y su prudencia y abnegación en la práctica de la caridad han conducido al historiador Pedro Vargas a considerarla como una de las superioras de eco histórico. Su memoria se recuerda en el Libro de oro de la Compañía.

Murió en Madrid con las armas en la mano, tras sólo seis días de enfermedad, a los sesenta y siete años de edad, tras una vida entregada de lleno a la acción caritativa y social.

 

Bibl.: LIBRO de personal del antiguo Hospital de Lérida (1792-1800), s. l., s. f. (ms.); R. Sanz, Compendio de la Historia de San Vicente de Paúl y de las Hijas de la Caridad, Madrid, Imprenta de Severiano Omaña, 1844; P. Vargas, “Superioras y Visitadoras del Noviciado de las Hijas de la Caridad: Sor Rosa María Grau”, en Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad (ACMHC) (Madrid), 39 (1931), págs. 533-541; P. Nieto, Historia de las Hijas de la Caridad, t. I, Madrid, Imprenta Regina, 1932; N. Mass, Fundación de las Hijas de la Caridad en España, t. I, Madrid, Imprenta Jogamar, 1976; Notas para la Historia de las Hijas de la Caridad en España, t. II, Salamanca, Ceme, 1986; M.ª C. Hernández Zapatel, Las Hijas de la Caridad en España (1782-1856), documentos, Salamanca, Ceme, 1988; J. Barceló, Las seis primeras y sus seguidoras, Barcelona, 1990; P. Vargas, Historia de las Hijas de la Caridad de la Provincia española, ed. informatizada por P. Junquera, Madrid, 1996; M.ª A. Infante Barrera, “Llegada de las Hijas de la Caridad a Madrid”, en ACMHC, 109 (2001), págs. 39-65; “Huellas para un camino: Bicentenario del primer Seminario de las HC”, en ACMHC, 111 (2003), págs. 239-252.

 

Ángeles Infante Barrera, HC

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