Bas, Guillén de. Cataluña, p. s. XIII – Barcelona, 1270. Segundo maestre general de la Orden de la Merced (OdeM) y redentor de cautivos.
Vistió el hábito el mismo día de la fundación de la Merced, 10 de agosto de 1218, de manos de san Pedro Nolasco. Fue redentor en 1228, cuando con fray Bernardo de Corbera se trajeron de Argel doscientos treinta y nueve cautivos; y en 1235, acompañando a san Pedro Nolasco a Valencia, para romper las cadenas de ciento noventa y dos aherrojados. El 20 de mayo de 1241, en Castelló de Ampuries, pagaba en nombre del fundador treinta besantes a Guillermo de Tajadell por su colaboración como cuestor. El 6 y el 19 de junio de 1243, con san Pedro Nolasco, adquirían unas casas. El 19 de agosto de 1243, en cuanto lugarteniente del maestre en Gerona, participaba en Valencia en la recepción del benefactor Bonifacio como cofrade de la Merced.
Por ser tan estrecho colaborador del fundador desde el primer día, fue juzgado el más idóneo para sucederle al morir aquél en mayo de 1245, a lo que se añadió también la encomienda de Perpiñán, al menos desde 1246. Tuvo el delicado cometido de mantener vivo el carisma de san Pedro Nolasco, una vez éste desaparecido. Llevó la orden a Castilla y recibió patrimonios en el reparto de Sevilla y de Córdoba; también por entonces estableció comunidades mercedarias en Mula, Arjona, Vejer y Almansa. Asimismo por estos años se fundó en Toulouse la casa que fue cabeza de la provincia francesa. El 20 de abril de 1249 obtuvo permiso del obispo de Barcelona para construir iglesia en su convento, la actual basílica de la Merced; favor realzado cuando, el 28 de agosto de 1250, Jaime I confirmó a la Merced en la posesión del solar en que radicaba el cenobio barcelonés, extendiendo la propiedad hasta las mismas olas del mar y, poco después, autorizó la construcción de dos puentes sobre la calle, para comunicar monasterio y templo.
Tuvo entrañable amistad con el rey Jaime I, como se manifiesta especialmente en la confirmación de los beneficios y privilegios de que gozaba la orden desde la fundación: el Conquistador, en Zaragoza, el 13 de junio de 1251, ratificó a la Merced en el uso del escudo real y en el gran número de exenciones y gracias inherentes, como institución de la casa real amparada “bajo la protección, guarda, encomienda, y guiatge especial” en sus personas y bienes; luego, el Soberano, el 12 de enero de 1254, promulgó otro privilegio por el que la orden podía adquirir todo tipo de bienes de cualesquiera personas. Aunque ya san Pedro Nolasco en sus últimos días había obtenido un amplio refrendo apostólico, fray Guillén logró para su Instituto la bula magna del 9 de abril de 1255, en que Alejandro IV primaba a la orden y su empresa redentora con el derecho a entrar cada año en todos templos para cuestar en favor de la redención, y a los colaboradores laicos los estimulaba con gracias especiales.
El 30 de septiembre de 1255, Jaime I hizo un espléndido regalo a los mercedarios, San Vicente de Valencia, pingüe monasterio comparable con un ducado y dotado con diez capellanías; era la solución económica para la Merced y la solvencia para su acción redentora; pero los excluidos se dieron a revolver y aun a difamar al propio Rey y a los mercedarios como si hubiera mediado un contubernio económico, por lo que fray Guillén de Bas se sintió moralmente obligado, en 1259, a devolver tan sabrosísimo regalo, gesto que el Soberano agradeció profundamente. Ahora los contrariados fueron algunos mercedarios, que hasta buscaron la mediación del papa, Clemente IV, para que Jaime I les restableciera en San Vicente. Fray Guillén se halló incómodo y, al año siguiente, 1260, renunció al generalato y se retiró a la encomienda de Perpiñán.
Le sucedió en el gobierno de la orden fray Bernardo de Santromá, que mantuvo el generalato hasta 1267.
Sea que echaran de menos a fray Guillén, sea que se pasara el primer desencanto por lo de San Vicente, el caso es que fray Santromá le cedió la dirección de su orden, manteniendo el maestrazgo al menos desde el 1 de agosto de 1267 hasta su muerte, que ocurrió en Barcelona hacia finales de 1270. En este su segundo mandato, Bas tuvo la satisfacción de llevar la Merced a Murcia, Lorca y Elche.
Fuentes y bibl.: G. Vázquez Núñez, Manual de historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1931; F. Gazulla Galve, La Orden de Nuestra Señora de la Merced. Estudios histórico-críticos (1218-1231), Valencia, Instituto Histórico Padre Faustino Gazulla, 1985.
Joaquín Millán Rubio, OdeM