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Jaime Aymerich

Biografía

Aymerich, Jaime. Barcelona, s. m. s. XIV – Valencia, 23.XII.1428. Decimoséptimo general de la Merced (OdeM), consejero real y redentor de cautivos.

Oriundo de Barcelona, en el convento de la Ciudad Condal vistió el hábito y profesó. El primer hito de su gran currículo fue la encomienda de Gerona; con tanta entrega y tal acierto gestionó su gobierno que transformó por completo el cenobio en lo material y en lo espiritual, terminando el templo, iniciando el claustro, construyendo la celda del comendador, estructurando el rezo coral de las horas canónicas, incrementando el número de religiosos, pues antes no eran sino tres o cuatro, y dotando casa e iglesia de numerosas joyas y otros bienes.

El 3 de noviembre de 1408 la comunidad barcelonesa lo tomó como prior, y aquí, por diez años, también realizó obras estupendas, como la terminación del templo, la edificación de la capilla de San Hipólito, la cancelación de deudas, la adquisición de rentas y joyas para el convento y el santuario.

El 12 de enero de 1419 murió en Perpiñán el general fray Bernardo de Pla; fray Antonio Dullán, comendador de Perpiñán, quiso apoderarse de los sellos generalicios e intentó que el Papa le diera el generalato, pero fray Aymerich, en cuanto prior de Barcelona y vicario general de la Orden, se adelantó ante el Pontífice y convocó a Capítulo electivo que, el 8 de abril de 1419, en Barcelona, lo constituyó general por vía de aclamación, siendo confirmado por el papa Martín V el 28 de ese mismo mes.

El 9 de marzo de 1419 Alfonso el Magnánimo comunicaba al Papa la muerte del general Bernardo de Pla y le rogaba que se abstuviese de oír a los ambiciosos que acudirían a él con pretensiones de provisiones y beneficios; a la par que al Papa escribía también a tres cardenales y a su procurador Jorge Darnos. El 12 de abril de 1419 suplicaba al Papa la aprobación de la elección del general Aymerich, realizada “guardando todas las solemnidades, según los estatutos de la orden, canónica, ritual y unánimemente y en un religioso circunspecto por su sabiduría, vida, y costumbres y probado por otros méritos de virtudes”.

El padre Aymerich tuvo un gran valedor en el rey Alfonso: El 31 de julio de 1419 pedía al Papa que no exigiera por la confirmación del general Aymerich quinientos florines, sino las cien libras barcelonesas que siempre habían pagado; que liberara al general de ir a Roma; que no exigiera la renovación anual de los cargos de los religiosos, pues los pocos dineros de la Orden “más santamente habían de utilizarse en la redención de cautivos”. Ese mismo día y el 14 de agosto pedía el apoyo de dignatarios papales; el 30 de enero de 1420 reclamaba al Papa cómo era posible que estando tasados en cien libras los frutos del maestrazgo de la Merced, que es lo que se tributaba cuando se renovaba el cargo, ahora la tasa se hubiera elevado a cuatrocientos florines, no habiendo aumentando sino disminuido el patrimonio; le pedía al Papa que volviera a la antigua tributación, pues el nuevo impuesto era para la Orden un gran quebranto; también le pedía que no hiciese pagar la confirmación del nuevo general, pues el anterior, fray Bernardo de Pla, no había durado más que diez meses en el cargo; asimismo le suplicaba que dispensara al nuevo general de tener que ir a Roma, pues tenía labores urgentes que atender en la Orden y que buscar limosnas para redimir cautivos, “sobre todo porque había pocos fondos, siendo insuficientes, y porque era más santo y más útil emplear las rentas en redimir cautivos que en visitar Roma”; rogaba todavía que no hubiere que renovar cada año los cargos con nuevos e insoportables dispendios; con cartas encomendaba el asunto a dos cardenales. El 15 de junio de 1428, a petición del general, que califica de profesor en Sagradas Escrituras, reiteraba todos los privilegios, libertades, franquicias e inmunidades otorgados por sus antecesores a todos y cada uno de sus monasterios, siendo testigos el arzobispo de Tarragona, el obispo de Tarazona y otros personajes.

También disfrutó el general Aymerich de la protección del papa Martín V, pues le otorgó que disfrutase de altar portátil el 18 de mayo de 1419, que la Orden postulara para la redención sin limitaciones por medio de religiosos o de nuncios el 30 de mayo de 1419, que frailes venidos a nuestra Orden no pudiesen salirse sin permiso apostólico el 30 de mayo de 1419, que volviera a tener valor la bula de Clemente IV a favor de las fraternidades el 17 de abril 1422, que la Orden disfrutase de todos los privilegios recibidos de papas y reyes el 31 de julio 1422.

Al igual que en Gerona y en Barcelona, también al frente de toda la Orden, por diez años, se comportó maravillosamente. Procedió con exquisita paz consigo mismo y con sus religiosos. Restauró, casi por entero, el convento de Valencia, convirtiéndolo en uno de los mejores de la Orden, realizando grandes obras, tanto en la iglesia como en la casa, pues fabricó refectorio, celdas y capillas, y canceló deudas. También llevó a cabo obras de envergadura en la casa de Arguines, la torre de Meliana y el lugar de Algar.

Tuvo su primer capítulo en Játiva el 28 de septiembre de 1419; el 14 de ese mes Alfonso el Magnánimo le preparaba el terreno manando a sus oficiales de Játiva que apoyaran al padre general Jaime Aymerich, que iba a tener allí capítulo y ordenando al baile general de Valencia que honrara al general. En esta asamblea capitular, buscando la reforma de su Orden, el general abolió la perpetuidad de las prelacías, medida que ratificaría Martín V por la bula Exhibita siquidem, expedida el 12 de abril de 1420, que explicita el apoyo del Alfonso V sobre este punto; así que provinciales, priores, comendadores, vicarios y otros oficiales serían temporales y no vitalicios. En Pentecostés de 1421 reunió capítulo general en Córdoba.

El 20 de mayo de 1422, fiesta de Pentecostés, tenía en Zaragoza capítulo provincial con los religiosos de la Corona de Aragón, “que le encargaron conseguir del Rey medidas contra las injerencias de los Trinitarios, anhelo que consiguió solucionar”. El padre Gaver nos informa de hasta seis capítulos que se fueron sucediendo siempre por la fiesta de Pentecostés: en Perpiñán, de toda la Orden, el 10 de junio de 1424; en Lérida, de la provincia de Aragón, el 18 de mayo de 1426; en Valencia, de toda la Religión, el 8 de junio de 1427, donde fue nombrado redentor fray Pedro de Malasanch, que fue a redimir a Granada con fray Juan de Granada, siendo martirizados el 25 de marzo de 1428.

Personalmente, siendo prior, fue dos veces redentor en Bujía, los años 1410 y 1412. Ya en el cargo supremo, impulsó esta empresa caritativa, obteniendo una buena redención de trescientos nueve por medio de los aragoneses fray Pedro de Montefangoso y fray Lope de Sagra, a raíz del capítulo de 1427. Según el padre Vargas se compraron quinientas treinta y una libertades en este período, pero pagadas a precio de vidas de frailes, como la de fray Guillermo Camí en 1420, las de fray Pedro Malasang y fray Juan de Granada en 1428; saqueos de piratas, como en 1423; y permanencias en rehén, como la de fray Miguel Liesquos en 1422. En este generalato la Orden fundó convento en Uncastillo (Zaragoza). Falleció en Valencia, donde pasó el mayor tiempo de su generalato, el 23 de diciembre de 1428. “Venerable, circunspecto, de memoria encomiable, buen fraile”, así lo define nuestro primer historiador, el padre Nadal Gaver.

 

Bibl.: F. Gazulla Galve, Aymerich (fray Jaime) Rmo., s. l., s. f. (Monasterio de El Puig, ms.); N. Gaver, Speculum fratrum ordinis Beatissimae virginis Mariae de Mercede y Cathalogus Magistrorum Generalium et Priorum Conventus Barcinonae, Barcelona, 1445; F. Zumel y Bustillo, De Vitis Patrum et Magistrorum generalium, Ordinis Redemptorum Beatae Mariae de Mercede, Brevis Vita, Salamanca, Cornelius Bonardus excudebat Salmanticae, 1588; B. de Vargas, Crónica sacri, et militaris ordinis B. Mariae de Mercede, Panormi, apud Iannem Baptistam Maringum Impressorem Cameralem, 1619; J. Linás Aznar, Bullarium caelestis ac regalis ordinis de Mercede, Barcelona, ex typographia Raphaelis Figueró, 1696; G. Vázquez Núñez, Manual de Historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1931.

 

Joaquín Millán Rubio, OdeM

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